El acompañamiento espiritual del sacerdote: ser pastores de pastores
Prof. JOSE VIDAMOR YU, Manila
Los sacerdotes participan en el ministerio de Cristo en virtud de la
ordenación y la misión, y participan también en la misión incesante de la
Iglesia para edificar el Reino de Dios sobre la tierra. Al compartir la
misma dignidad en el ministerio de Cristo y la misión de la Iglesia, cada
sacerdote está llamado a ser hermano de los demás sacerdotes y pastor de
pastores.
Los sacerdotes como hermanos de sacerdotes
La unidad entre los sacerdotes y el sentido de hermandad entre ellos son un
don de Dios en virtud de su vocación y ordenación. El Vaticano II destaca
que «Los presbíteros, instituidos por la ordenación en el orden del
presbiterado, están unidos todos entre sí por la íntima fraternidad del
sacramento» (PO 8). Este vínculo de unidad entre los sacerdotes refuerza su
identidad en la Iglesia, puesto que están llamados no sólo a administrar los
sacramentos, a vivir una vida de celo misionero por la salvación de las
almas, sino también a la unidad entre los miembros del clero. Sean
religiosos o diocesanos, los sacerdotes son pastores de pastores, que
cuidan, afirman y promueven recíprocamente su vocación. Los sacerdotes son
hermanos que se ayudan unos a otros como colaboradores en la verdad (cfr. PO
8).
Los sacerdotes administran los sacramentos a sus hermanos en el
presbiterado, quienes recurren con regularidad al sacramento de la
reconciliación. Todo sacerdote confiesa sus pecados a su hermano sacerdote.
La Iglesia recuerda a los sacerdotes que, como todo buen cristiano, tienen
necesidad de confesar sus pecados y debilidades (Directorio sobre el
ministerio y la vida de los presbíteros, n° 53). Además del sacramento de la
Reconciliación, el sacerdote busca en los demás sacerdotes la dirección
espiritual y a un compañero en el ministerio. Los sacerdotes son compañeros
de sus cofrades sacerdotes ante los desafíos de la vida sacerdotal.
La igualdad en la participación entre los sacerdotes
El acompañamiento espiritual de los sacerdotes como pastores de pastores se
fundamenta en la igualdad de la gracia que todos los sacerdotes reciben en
el sacramento del Orden Sagrado. La fraternidad sacerdotal y la pertenencia
al presbiterado son elementos que sustentan la comunión sacerdotal. El
Directorio sobre el ministerio y la vida de los presbíteros (n° 25) menciona
que el rito de la imposición de las manos por parte del obispo y de todos
los presbíteros presentes durante la ordenación tiene peculiar importancia,
puesto que indica la igualdad en la participación en el ministerio y que el
sacerdote no está llamado a obrar solo, sino que actúa en el marco del
presbiterio, convirtiéndose en hermano de todos los que lo constituyen.
Incluso el sacramento del bautismo, en el que el sacerdote encuentra el
fundamento de su vocación y que le confiere el carácter de fiel entre los
fieles de Cristo, lo llama a ser «hermano entre hermanos» (PDV 20).
Sacerdotes jóvenes y ancianos se protegen, respetan e instruyen unos a
otros, como compañeros en el ministerio. Los sacerdotes ancianos deben
recibir a los más jóvenes como verdaderos hermanos y ayudarlos en sus
primeros trabajos y sus deberes sacerdotales. Pero los sacerdotes jóvenes
deben respetar la edad y la experiencia de sus mayores; deben buscar su
consejo y colaborar gustosamente con ellos en todo lo que se refiere al
cuidado de las almas (PO 8).