Orando con los Salmos Capítulo 2: Los salmos
Claudio Daniel Olszanski
Los “Salmos” son al mismo tiempo poemas religiosos y plegarias. El verbo
“Zimmer”, típico en el lenguaje bíblico de los salmos quiere decir: “tocar
música / tocar un instrumento / cantar”. Los salmos hacen referencia ante
todo una expresión musical.
Al conjunto de cantos acompañados por instrumentos se lo llamó en un
principio “Salterio” y más recientemente: “El Libro de los Salmos”.
Los israelitas desde sus comienzos, han cultivado el canto y la poesía. La
biblia nos muestra tanto el antiguo como el nuevo testamento poemas y
cánticos de una extraordinaria belleza. El “Libro de los Salmos” es un
verdadero tesoro del canto y la poesía de Israel.
Una antigua tradición judía sugiere a David como autor de la mayor parte de
los salmos. Esto se fundamenta en los pasajes bíblicos que atribuyen a David
un especial talento para la música y la poesía: (1 Sam 16,16-17.23 ; 2 Sam
23,1). Sin embargo la variedad de estilos y las referencias a distintos
acontecimientos históricos demuestran que no se trata de la obra de un solo
autor ni el resultado de una sola época.
En realidad el “salterio” es el libro de oración que los israelitas fueron
componiendo a lo largo de varios siglos para dialogar con Dios. A través de
150 poemas religiosos nos llegan experiencias profundas de vida: triunfos y
fracasos, rebeldías y arrepentimientos; alabanzas, adoración y acción de
gracias; y también el clamor y la súplica que brotan de la enfermedad, la
injusticia, la persecución y el destierro.
Al conjunto de los salmos en hebreo se lo denomina “Tehil-lim”, que se puede
traducir como “Himnos” o “Cantos de Alabanza”. Si bien este nombre se adapta
muy bien a un buen grupo de Salmos no se deben dejar de considerar otros dos
grupos importantes que son los de “Súplica” y los de “Acción de gracias”.
Los “Himnos” expresan la alabanza gozosa del pueblo creyente frente a la
grandeza y a la bondad de Dios. Las “Súplicas” responden a la necesidad de
apelar confiadamente a la misericordia divina en los momentos de necesidad.
Por último los “Cantos de acción de Gracias” expresan el reconocimiento de
la ayuda recibida del Señor. Lo propio de estos salmos es el relato de los
sufrimientos padecidos y la solemne proclamación de los beneficios
alcanzados.
Pero aún en tan variados temas se advierte en el desarrollo de muchos salmos
y del salterio en general un movimiento ascendente de alabanza que desemboca
admirablemente en los tres últimos salmos (148, 149 y 150).
Los salmos nunca pasarán de moda. En primer lugar porque la “Palabra de
Dios” es siempre actual, en segundo lugar porque al igual que los primeros
cristianos seguimos el ejemplo de Cristo. Los salmos lo acompañaron a lo
largo de su vida: es justamente un salmo el que expresa el sentido de su
misión al venir al mundo: “Aquí estoy, he venido como está escrito en la
ley: para hacer tu voluntad” (Sal 40,8-9). En diversos pasajes del nuevo
testamento se nos muestra la oración frecuente de Jesús con los salmos.
Desde niño junto a María y José aprendió a cantar los salmos en sus
peregrinaciones a Jerusalén mucho antes de su ministerio público. Así leemos
en el evangelio de Lucas: “Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la
fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años subieron como de
costumbre” (Lc 2,41-42).
En la última cena entonó los salmos que recitaban los judíos al celebrar la
cena pascual: “Después del canto de los salmos, salieron hacia el monte del
los Olivos” (Mt 26,30). Y en la cruz recurrió una vez más al salterio para
expresar su dolor y su abandono confiado en las manos del Padre: “Dios mío,
Dios mío, ¿porqué me has abandonado?” ( Sal 22,2) (Mt 27,46).
Los salmos tienen un valor incalculable. Son por excelencia la oración del
Antiguo Testamento, inspirados por Dios mismo para que le expresemos
nuestros sentimientos. Fueron recitados por María, los apóstoles, los
mártires y los primeros cristianos. La Iglesia católica ha hecho de ellos
sin cambiarlos su oración oficial.
Los salmos con sus súplicas, gritos, alabanzas y acciones de gracias tienen
un eco universal porque expresan la actitud que todo hombre debe adoptar
frente a Dios.
La Nueva Alianza sin cambiar la palabras ha dado plenitud al sentido de los
salmos. Alaba y bendice a Dios por haber rescatado a la humanidad con la
sangre de su hijo y haber enviado al Espíritu Santo. Los salmos ven
coronadas todas las expectativas en Cristo: El Mesías ha venido, reina entre
las naciones y todos los pueblos son llamados a alabarlo.
Los salmos son 150 pero hay dos maneras de numerarlos. La Biblia hebrea se
adelanta en una unidad a las versiones griega y latina que unen el salmo 9
con el 10 y el 114 con el 115 ; pero dividen el 116 y el 147. En el presente
estudio utilizaremos la numeración hebrea.