Tratado de la Paciencia Capítulo 2: Paciencia de Dios con los hombres
A nosotros la obligación de practicar la paciencia no nos viene de la
soberbia humana, asombrada de la resignación canina, sino de la divina
ordenación de una enseñanza viva y celestial, que nos muestra al mismo Dios
como dechado de esta virtud. 2.
Pues desde el principio del mundo Él derrama por igual el rocío de su luz
sobre justos y pecadores. Estableció los beneficios de las estaciones, el
servicio de los elementos y la rica fecundidad de la naturaleza tanto para
los merecedores como para los indignos. Soporta a pueblos ingratísimos,
adoradores de muñecos y de las obras de sus manos; y que persiguen su nombre
y a su familia 3.