Tratado de la Paciencia Capítulo 15: Elogio y semblanza de la paciencia
El más excelente procurador de la paciencia es Dios. A tal punto que si en
Él depositas la injuria, será tu vengador; si el daño, restituidor; si el
dolor, médico; y si la muerte, resucitados. ¡Cuánta fortuna la de la
paciencia, que tiene a Dios por deudor! Y no sin razón; porque la paciencia
defiende todo lo que Él estima, e interviene en todas sus determinaciones:
defiende la fe, gobierna la paz, sostiene el amor, instruye la humildad,
espera la penitencia, completa la confesión, modera la carne, protege el
espíritu, refrena la lengua, contiene la mano, combate las tentaciones,
desvía los escándalos, perfecciona el martirio, consuela al pobre, modera al
rico, no apremia al débil ni agobia al fuerte, satisface al fiel, destaca al
noble, recomienda el criado a su patrón y el patrón a Dios.
La paciencia es adorno en la mujer y distinción en el varón. Se le ama en
los niños, se le alaba en los jóvenes y se la admira en los ancianos; y
siempre, en todo sexo y edad, es hermosa. ¡Apresúrense los que desean
contemplar su rostro y ornamento! Es su cara muy serena y plácida; su frente
lisa, sin arrugas de enojo ni de tristeza; gozosa y mesuradamente caídas las
cejas; los ojos bajos por modestia, no por satisfacción, y los labios
sellados por un silencio dignitoso.
Tiene el aspecto de persona inocente y segura. Mueve a menudo su cabeza con
amenazante desdén contra el diablo. Finalmente, vístese de ropaje
inmaculado, al talle de su cuerpo, sin ampulosidad ni arrastre.
Siéntase en el trono de aquel Espíritu dulcísimo y manso, que no quiso
revelarse en medio del huracán, ni ocultarse en la tenebrosidad de la nube,
sino en la serena brisa en la cual, a la tercera vez, Elías lo vio sencillo
y afable 27. Por tanto, donde está Dios, allí mismo se halla su hija la
paciencia. Por lo cual, cuando la gracia divina
28 desciende a un alma, la
acompaña inseparablemente la paciencia. Si así no fuera, ¿moraría siempre
con nosotros?
Temo que no sería por mucho tiempo. Pues la gracia, sin la compañía y ayuda
de la paciencia, se sentiría molesta en cualquier lugar y tiempo, y no
podría sufrir sola los ataques del enemigo sin los medios adecuados para
resistirlos.