La actitud cristiana ante el reconocimiento de las parejas homosexuales
Mensaje
Monseñor Allen Vigneron,
obispo de Oakland
junio 2008
Queridos hermanos y hermanas:
La reciente decisión de la Corte Suprema del Estado de California parece
indicar que nos dirigimos-al menos por un tiempo-hacia un orden social en el
que las parejas del mismo sexo podrán contraer matrimonio legalmente. Esto
es algo de profunda importancia y yo, como Obispo, deseo hablarles al
respecto y ofrecerles mi apoyo pastoral y orientación.
En estos momentos no puedo referirme a todo lo que hace falta mencionar
sobre este tema, pero quisiera ofrecerles algunos puntos importantes que nos
dan una idea de nuestra situación:
El punto fundamental es que el matrimonio es una realidad instituida por
Dios en el mismo acto de la creación de la raza humana. Según el plan
irrevocable de Dios, la relación matrimonial solamente es posible entre un
hombre y una mujer. Los propósitos de esta relación son: 1) que los esposos
se amen y apoyen mutuamente y 2) que estén abiertos a la vida, con amor,
trayendo hijos al mundo y formándolos como personas virtuosas y productivas.
La experiencia de la historia, tanto en la antigüedad como en nuestros
tiempos, nos enseña que ningún gobierno tiene el poder de cambiar el orden
que Dios ha establecido en la naturaleza humana.
La convicción de que las parejas del mismo sexo no pueden contraer
matrimonio es una convicción que todos los católicos afirmamos
implícitamente cuando profesamos en nuestras promesas bautismales que
compartimos la fe de la Iglesia de que el "Padre Todopoderoso es el Creador
del cielo y de la tierra."
Esta convicción sobre el matrimonio, aunque se confirma por la fe, puede
adquirirse por medio del razonamiento. Por lo tanto, nuestros esfuerzos por
preservar esa visión del matrimonio en las leyes de nuestra comunidad no
constituyen imposición de una ideología, sino un servicio que le rendimos a
la verdad por el bien común. Esta manera de ver la naturaleza del matrimonio
no es una forma de discriminación, sino que constituye el fundamento de
nuestra libertad para vivir de acuerdo al plan que Dios nos ha trazado.
Sus sacerdotes y yo, al igual que los diáconos y los otros compañeros de
trabajo, nos comprometemos a apoyarlos a ustedes en el ejercicio de su
vocación bautismal. Como nos recuerda el segundo Concilio Vaticano, Dios les
ha dado la misión de conformar el orden civil al plan que El ha establecido.
De este modo, a través de Cristo y con la ayuda de Su Espíritu Santo, están
haciendo ustedes de este mundo una ofrenda grata a Dios Padre.
A mi manera de ver, los retos que debemos enfrentar son de dos tipos: (1)
los inmediatos y (2) los de largo plazo. En estos momentos, los católicos,
en su capacidad de ciudadanos fieles, están llamados a conformar nuestras
leyes referentes al matrimonio al conocimiento que tenemos sobre la
naturaleza del mismo. A largo plazo, si nuestros esfuerzos fracasan, nuestro
modo de vida se tornará contra-cultural, lo cual es siempre una situación
difícil para los cristianos-algo a lo que nuestros antepasados se
enfrentaron en épocas pasadas, y que el Señor mismo nos predijo. Es más,
aunque nuestros esfuerzos tengan éxito, todavía nos quedaría mucho por
hacer. Todavía estaríamos viviendo en una sociedad donde muchos aceptan
convicciones que a la larga son perjudiciales para la integridad de la vida
humana y acarrean consecuencias negativas para nuestra felicidad en este
mundo y en el otro. Su misión será, entonces, como siempre lo ha sido, ser
luz y levadura para la nueva creación establecida en Cristo. Los recursos de
La Teología del Cuerpo, desarrollada por el difunto Papa Juan Pablo II,
serán muy útiles en esta tarea.
Yo haré todo lo que esté a mi alcance, como pastor principal de la Iglesia
en la Diócesis de Oakland, para orientarlos sobre la manera de responder a
esta situación en los meses y años venideros. Y yo sé que sus sacerdotes se
unen a mí en este compromiso.
Sobre todo, no nos desanimemos. Como nos recordaba constantemente Juan Pablo
II: "No teman." Cristo ha resucitado. Su visión del mundo y del lugar que en
él le corresponde al matrimonio, se convertirá, en el momento que El
disponga, en la verdad de nuestro mundo.