El matrimonio homosexual: ubicando la cuestión
Por Richard McCord
vea:
Término técnico: Homomonio
Richard McCord,
director ejecutivo del Secretariado para los Laicos, la Familia y la
Juventud de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, en el
contexto del debate social provocado por la campaña presidencial
estadounidense. McCord tiene una maestría en el Princeton Theological
Seminary y un doctorado en educación por la Universidad de Maryland.
El matrimonio homosexual es una cuestión importante que necesita debatirse y
lo más importante en esa discusión es el marco de referencia.
En Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles, los obispos de Estados
Unidos urgen a las personas a que estudien los temas antes de ir a votar en
las próximas elecciones.
Un aspecto del tema es si a las personas homosexuales se les debería
permitir casarse entre ellas. Pero el punto central tiene que ver con la
naturaleza y los propósitos del matrimonio como una estructura social
fundamental y una institución civil. Primeramente, no se trata de una
cuestión de derechos civiles, o de discriminación, o de lograr la completa
emancipación de las personas homosexuales, ni tampoco de dar estabilidad a
un estilo de vida.
La postura católica no empieza con la teología sacramental, las enseñanzas
morales y los pasajes de la Biblia. Empieza con lo que puede observarse en
la naturaleza y el comportamiento humano y en lo que podemos deducir usando
nuestra razón. Esta es la posición de la ley natural.
Uno no necesita tener fe religiosa para ver que el matrimonio es una
relación única entre un hombre y una mujer. Lo que define esta relación es
el hecho de que se trata de una sociedad basada en la complementariedad
sexual. Ésta hace posible la realización de los dos fines equivalentes del
matrimonio: el amor mutuo entre esposos y la procreación de los hijos.
Ninguna otra relación humana, sin importar cuánto amor o cariño haya ni cuán
generadora sea, puede adjudicarse este propósito ni cumplirlo.
El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. Esta verdad puede ser
descubierta por la razón humana. Está escrita en la ley de la naturaleza y
en el lenguaje del cuerpo y del espíritu humano. Es una verdad enaltecida
desde el principio de los tiempos. La enseñanza de la Iglesia comienza con
esta verdad.
Dado que el matrimonio es una estructura social fundamental basada en la
naturaleza humana, ni la Iglesia ni el estado pueden cambiarla en lo
fundamental. El matrimonio, y la familia que éste produce, es una sociedad
que precede a todas las demás sociedades. Es una institución que no
poseemos, sino que hemos recibido. Esto no significa que la Iglesia y el
estado no puedan regular el matrimonio, por ejemplo poniendo límites de edad
mínima, pero sí significa que no somos libres de alterar su estructura
básica.
El matrimonio de un hombre y una mujer hace una contribución única a la
sociedad. Es el patrón fundamental para las relaciones entre hombre y mujer.
Es el modelo de la manera en que las mujeres y los hombres viven de forma
interdependiente y se comprometen, para toda la vida, a buscar el bien del
otro. La unión también sirve al bien de la sociedad. De ella emana la
siguiente generación al proporcionar la familia las mejores condiciones para
criar a los hijos, esto es, la relación amorosa y estable de un padre y una
madre presente sólo en el matrimonio. Otras relaciones pueden contribuir al
bien común, pero no realizan en un sentido completo lo que hace el
matrimonio.
¿Debería haber matrimonio entre personas del mismo sexo? La Iglesia católica
enmarca esta cuestión en términos de la naturaleza del matrimonio y de su
contribución al bien común. Como resultado, la Iglesia concluye que el
matrimonio entre personas del mismo sexo es, por definición, algo imposible,
una contradicción.
Algunas personas buscan localizar la cuestión dentro del marco de los
derechos individuales y la justicia. La enseñanza católica afirma la
dignidad de las personas homosexuales y pide que sean tratadas con respeto.
Esto significa, entre otras cosas, que el estado puede crear leyes para
proteger los derechos de estas personas y para proporcionarles beneficios
sociales. Algunos ejemplos incluyen medidas para asegurar el acceso a
puestos de trabajo, vivienda, cuidado médico, derecho a tener propiedad en
común y la potestad de tomar decisiones médicas por la otra persona.
Existen beneficios y derechos que deben estar garantizados para cada
persona. Pero el remedio para casos específicos de injusticia - falta de
beneficios o de derechos-no puede ser una injusticia aún mayor, es decir,
cambiar la definición del matrimonio.
El matrimonio está dirigido al servicio del bien común, no a proporcionar
derechos y beneficios dentro de esa relación. No es, pues, necesario ni
incluso deseable alterar una estructura social fundamental para proteger los
derechos individuales y otorgar a todos los ciudadanos sus legítimos
beneficios sociales.
El asunto del matrimonio entre personas del mismo sexo debe entenderse como
una cuestión sobre el matrimonio tal como ha sido recibido del Creador y
subsecuentemente recibido de cada generación a través de la historia.
Percibirlo como una cuestión de justicia para las personas homosexuales
supone ubicar la conversación en el lugar equivocado