Un motivado No al 'matrimonio' Homosexual
Gerard J.M. Van de Aardweg
Humanitas 35
Año 2003
Tal vez nunca como en nuestros días el mundo, sobre todo la sociedad
occidental, oscurecida por la confusión, la ignorancia y la ceguera
ideológica, ha necesitado mensajes orientadores fuertes y claros, exentos de
pilatescas ambigüedades.
UE, ONU, UNICEF, unidos en el trastorno de la ética de la sexualidad
Las Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las
uniones entre personas homosexuales, publicadas el 31 de julio del año 2003
por la Congregación para la Doctrina de la Fe*, si bien no contienen nuevos
elementos doctrinales, no podían aparecer en un momento más oportuno. En
lasConsideraciones se afirma un rechazo radical, sólidamente motivado, a
todas las formas de reconocimiento legal de las convivencias homosexuales
con los correspondientes derechos. El documento es un faro que guía a
creyentes y no creyentes, mostrando una vez más que la Iglesia es custodia
no sólo del depósito de la fe, sino también de la moral natural, y por este
motivo no sólo puede, sino debe hacer sentir su voz y testimonio enérgico e
inequívoco en los momentos críticos de la historia.
Se sabe lo que está en juego en este momento histórico. La Unión Europea y
las Naciones Unidas están comprometidas en la ejecución de una agenda
orientada a la alteración de las concepciones en materia de sexualidad
humana. De acuerdo con una resolución del Parlamento europeo del 26 de marzo
del año 2000, el “matrimonio” homosexual debe institucionalizarse con
urgencia. El Proyecto de Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea
apunta a prohibir expresamente la discriminación “basada en las tendencias
sexuales”. En documentos de este tipo, la palabra “discriminación” tiene un
potencial de aplicación que puede llegar a abarcar cualquier tendencia
sexual, hasta la pedofilia, siendo muy distinto el sentido de dicha palabra
al emplearse en documentos de la Santa Sede. La UNFPA, organismo de la ONU
que organiza las Conferencias sobre población mundial, incluye en el
concepto de “familia” también las convivencias homosexuales. La UNICEF, en
su bosquejo sobre el tema de los “niños”, elaborado en vista de la Asamblea
General de la ONU de septiembre del año 2001, afirma que la gender equality
debe llegar a ser tema prioritario en la educación sexual suministrada a los
niños de todo el mundo[1].
“Gender” es un concepto con una fuerte carga ideológica, que ha ido más allá
de su significado original de “sexo”, para terminar siendo concebido como
“identidad sexual” o “tendencia”. En Dinamarca y Noruega, desde hace algunos
años se han registrado las parejas homosexuales, a partir de 1989 y 1994
respectivamente. En Holanda (2001) y Bélgica (2003), las uniones
homosexuales han obtenido reconocimiento legal como “matrimonios”, con leyes
jurídicamente monstruosas[2]. En Canadá, la Court of Appeals de Ontario
ratificó, en junio del año 2003, a la luz del principio de la igualdad de
derechos, la sentencia con la cual una corte de apelaciones de grado
inferior había homologado un “matrimonio” homosexual. El Primer Ministro
anunció aquí la próxima presentación de un proyecto de ley de acuerdo con el
cual el matrimonio se define como “la unión de dos personas”,
independientemente de su sexo[3].
No está en juego la separación entre la Iglesia y el Estado, sino la ley
natural
Afortunadamente no faltan movimientos que se oponen al avance del
“matrimonio” homosexual, no sólo en países con una tradición católica más
sólida, como Polonia, sino también, con especial énfasis, en los Estados
Unidos. Bush, a diferencia de su antecesor, ha declarado su decidida
oposición[4], y quiere hacer que se introduzca en la Constitución un federal
amendment en el cual se reserve explícitamente el derecho matrimonial para
las personas de distinto sexo. Existe, en realidad, el peligro de que los
defensores del “matrimonio” homosexual, dada la imposibilidad de lograr su
objetivo por la vía legislativa democrática, obtengan de la Corte Suprema
una sentencia vinculante, como ocurrió en otro momento con el aborto. Con un
federal amendment es posible neutralizar semejante ataque directo al blanco.
Las Consideracionessurgen, por tanto, en el momento preciso, en la
inminencia de batallas decisivas.
La acusación de ingerencia en el ámbito de competencia del Estado dirigida a
la Iglesia Católica por la prensa laicista y los políticos -y en Holanda
también por el grupo dirigente parlamentario demócrata cristiano
católico[5]- es superficial y demagógica. Aquí no está en juego la
separación entre la Iglesia y el Estado, por cuanto la materia atañe a
valores morales universales a los cuales también debe ajustarse la política,
y ésta no puede manipularlos. La Iglesia no hace sino recordar esta
obligación. Es sorprendente el hecho de que esta acusación ahora sea
dirigida por personas que en otros momentos no vacilaron en acusar
-¡calumniar!- a la Iglesia de no haberse opuesto con suficiente claridad a
la persecución de los judíos por parte del Estado nazista. Al parecer, la
Iglesia sólo puede hablar para hacer escuchar lo que a ellos les gusta
escuchar. Probablemente, entre quienes critican a la Iglesia se encuentran
personas que no ven en el “matrimonio” homosexual una violación de la moral
natural perenne o –lo que es peor- no creen que el matrimonio y la
sexualidad sean objeto de la moral perenne. Precisamente esto hace resaltar
aún más la importancia del documento de la Congregación.
Es pura demagogia, en suma, la acusación de “homofobia” dirigida a la Santa
Sede. Es un eslogan que no sirve para rebatir argumentaciones lógicos. Hoy
en día está de moda imponer la etiqueta de “homofóbico” a todas las personas
que no están dispuestas a considerar la homosexualidad como una cosa normal
y se oponen a su “normalización” social. Es un uso torpe de una categoría
psicológica, la fobia, que es precisamente un temor desproporcionado,
anormal y dominante. El hecho de que la inmensa mayoría de las personas
considere anormal o equivocado el comportamiento homosexual se debe a su
juicio moral a partir de lo que es natural en las relaciones humanas; si
luego ese juicio moral va acompañado de un sentimiento, éste es un
sentimiento de repulsión y no de temor, ciertamente. Es una repulsión que se
extiende a otros comportamientos sexuales anómalos, como la pedofilia, el
voyerismo y el sadismo sexual.
No existe tensión entre psiquiatría-sexología y doctrina cristiana
El objetivo de esta contribución es mostrar cómo las argumentaciones morales
y filosóficas de lasConsideraciones concuerdan perfectamente con los datos
de la experiencia, y sobre todo con lo establecido en el campo psicológico y
sociopsicológico en materia de homosexualidad. No está demás señalar esta
sintonía entre doctrina moral y psicología empírica, ya que a menudo se
afirma precisamente lo contrario, como si las ciencias humanas confirmasen
la ideología de la “emancipación” homosexual y de otros programas de reforma
sexual, y diesen por superadas las concepciones tradicionales, vale decir
judeocristianas.
Por el contrario, no existe “tensión” entre psicología, psiquiatría y
sexología, por una parte, y antropología cristiana o católica por otra. Un
enfoque correcto de los datos de la experiencia, su correcta elaboración
estadística, su irreprensible observación y medición, sin pretender
considerar como verdad irrebatible lo que es puramente interpretación,
llevan siempre a concluir que la antropología católica está en perfecta
correspondencia con las conclusiones de los estudios científicos sobre la
realidad del hombre. Esto es válido sobre todo en el campo amplio e
importantísimo que abarca la sexualidad, la relación hombre-mujer, el
matrimonio y la familia.
No se puede considerar ciencia la ideología de la emancipación homosexual
Es oportuno advertir, por otra parte, que gran parte de lo que ciertos
psicólogos y sexólogos consideran “ciencia” es investigación chapuceada,
teorización inmadura o ideología disfrazada de ciencia. Hace años, por
ejemplo, en numerosas revistas influyentes de sexología se razona y se
interpretan los datos sobre la base de la ideología –canonizada- de la
emancipación homosexual. Con frecuencia los datos se seleccionan, reagrupan
y discuten precisamente con la intención de ofrecer apoyo a los prejuicios
de esta ideología. Los datos y conclusiones que se oponen a la misma -¡los
hay bastantes!- rara vez llegan a ser publicados, y la mayor parte de las
grandes editoriales se abstienen de publicar libros que no sean gratos para
quienes apoyan la ideología “gay”, siendo el público víctima de esta
situación.
No ocurre rara vez el hecho de que sexólogos, psicólogos y psiquiatras
afectados por una perturbación psíquica o sexual hagan todo lo posible para
obtener el reconocimiento social de su alteración. Su presentación de los
hechos está condicionada por prejuicios, y a menudo los hechos mismos han
sido manipulados por ellos. Es una conducta casi constante de los
homosexuales militantes, que pretenden reformar la sociedad a su manera,
consistente en tomar la verdad muy a la ligera.
Para colmo de males, siempre ha sido relativamente elevado el número de
homosexuales practicantes entre los investigadores y autores que se ocupan
de la homosexualidad. Su motivación suele coincidir con la del sexólogo
–homosexual practicante- Magnus Hirschfeld, fundador del primer instituto de
investigación sexológica (Berlín, 1919) y cofundador de la organización
alemana para la emancipación de la homosexualidad, Whk
(Wissenschaftlich-Humanitäre Komitee, 1897). Su trabajo científico estaba
dirigido a remediar la “injusticia” representada por la falta de aceptación
social del comportamiento homosexual (todavía objeto de sanción penal en esa
época), de acuerdo con el lema del WHK: per scientiam ad justitiam. Por otra
parte, el instituto de Hirschfeld servía para recopilar datos, pero en el
fondo era un burdel[6].
A partir de los años 40, Alfred Kinsey prosiguió con el trabajo de
Hirschfeld en su instituto de sexología, en la Universidad de Indiana, el
actual Kinsey Institute. Las estadísticas recopiladas por su grupo de
estudios en relación con el comportamiento sexual de los estadounidenses
eran deformaciones descomunales de la realidad, pero sirvieron muy bien como
armas “científicas” para las victorias conseguidas por el movimiento
homosexual. Era precisamente lo que se proponía Kinsey, un homosexual
sumamente promiscuo, cuyo “laboratorio” funcionaba como un burdel
“científico”[7].
Se ha verificado con frecuencia el hecho de que investigadores con
tendencias homosexuales, ansiosos por demostrar su normalidad, han
presentado al público resultados de seguro efecto propagandístico. Si bien
posteriormente se demostró su carácter infundado, dichos resultados
sirvieron durante mucho tiempo para apoyar los mitos de la ideología “gay”.
Por ejemplo, algunos de esos investigadores han afirmado que los
homosexuales presentan determinados centros cerebrales característicos[8], o
un gen específico[9], o han exaltado las cualidades educadoras de las
parejas homosexuales[10]. Dos psicólogos pedófilos procuraron demostrar, en
un artículo publicado en el importante Psychological Bulletin, apoyándose en
resultados de tests, que los contactos sexuales con pedófilos no son
perjudiciales para los niños[11]: es un despliegue de datos estadísticos
impresionante, pero obtenidos con tests de valor absolutamente nulo. Todas
las tentativas para mostrar la normalidad y la naturaleza de la
homosexualidad y las relaciones homosexuales están manifiestamente fundadas
en bases científicas débiles. Por el contrario, las investigaciones basadas
en datos más confiables corresponden precisamente con la visión tradicional
judeocristiana.
Algunos parangones entre Magisterio y ciencia empírica
Quisiera citar ahora algunos pasajes de las Consideraciones, comentándolos a
la luz de la ciencia empírica.
* "En primer lugar, el hombre (...) ha sido creado « varón y hembra » (Gn 1,
27). El hombre y la mujer son iguales en cuanto personas y complementarios
en cuanto varón y hembra" (n. 3).
Es condición lógica del carácter exclusivo del matrimonio “auténtico” la
fundamental diversidad biológica y psicológica de la naturaleza del hombre y
la mujer, además de su tendencia a unirse entre ellos para completarse. Esta
condición es de tal manera exclusiva que las Consideraciones, justamente,
jamás emplean la palabra “matrimonio” en relación con la homosexualidad. Es
una verdad decretada por la Biblia, que encuentra perfecta correspondencia
en los datos de la experiencia. Todo esto era obvio para las generaciones
anteriores, pero muchas personas cultas de nuestra época necesitan que esto
se les demuestre, desorientadas como están por la teoría según la cual los
roles de hombre y mujer habrían sido impuestos por factores culturales.
“No naces mujer, te hacen mujer”
Esta teoría, apoyándose en la cual marxistas y feministas a menudo han ido
del brazo, ha sido proclamada durante décadas como si estuviese consolidada,
y a esto no contribuyeron en escasa medida las antropólogas de la cultura
Ruth Benedict y Margaret Mead[12] en los años en torno a la Segunda Guerra
Mundial. La distribución de roles entre los sexos presentaría, según ellas,
en diversos pueblos primitivos, características muy distintas en comparación
con la sociedad occidental. Todo cuanto nosotros consideramos masculino o
femenino encontraría su explicación en factores históricos contingentes[13].
En los Estados Unidos, fue sobre todo Margaret Mead quien divulgara esta
idea, en numerosas conferencias para estudiantes y a través de los medios de
comunicación masiva. En Europa, la mayor contribución fue de Simone de
Beauvoir, con su postulado: “No naces mujer; te hacen mujer”. Sin embargo,
los datos de la experiencia en que se basaba esta teoría son falsos. Los
escritos y conferencias de Benedict y Mead contenían tal cantidad de
elementos de fantasía que bordeaban la mistificación. ¿Cómo así? Benedict y
Mead tenían su “agenda secreta”: querían atribuir a la cultura occidental
las dificultades advertidas por ellas mismas para identificarse con su
feminidad. También aquí hace una de sus apariciones –innumerables en el
siglo XX- el tema, de gusto de Rousseau, de la cultura que reprime nuestra
verdadera naturaleza. Benedict era lesbiana y Mead bisexual. Estas
desviaciones del desarrollo psicosexual tienen en común una incapacidad de
identificarse con la propia naturaleza femenina y a menudo conducen a
rechazarla.
Aun cuando hoy en día no se suele afirmar con suficiente claridad,
ciertamente en todas las culturas y en todas las épocas los roles son
fundamentalmente constantes. Los hombres tienen un carácter socialmente más
dominante, son los jefes de la comunidad, los cazadores y guerreros, y toman
en casa las decisiones definitivas. En las mujeres prevalece la atención a
los individuos, el mantenimiento, la participación en los sentimientos.
Ellas representan la autoridad en la “cabaña”, y les incumbe especialmente
el cuidado y la educación de los hijos pequeños[14] . Es análogo el discurso
en relación con otras cualidades, intelectuales y de otro carácter, que
caracterizan y distinguen los sexos. Son diferencias que se manifiestan ya
como instinto en el comportamiento y los juegos de los niños y niñas en
cualquier cultura[15].
Por algo el experimento emprendido a comienzos del siglo pasado en algunos
kibbutz israelíes, con el fin de educar en forma perfectamente igual a
muchachos y muchachas, fue un fracaso, reconocido por los mismos
experimentadores. De hecho, cada generación daba espontáneamente un paso
atrás en dirección hacia los roles tradicionales de muchacho y muchacha,
para contrariedad de los educadores. Se llegó a un punto en que las
muchachas, más o menos de la tercera generación, comenzaron nuevamente a
mostrar una inclinación predominante por la ropa, el maquillaje y los
trabajos de asistencia, mientras los muchachos preferían ocuparse de
máquinas, tareas directivas y actividades masculinas. El carácter
complementario de esas diferencias sexuales de intereses se revelaba también
en las relaciones personales, en familia y en las relaciones laborales en el
ámbito del kibbutz[16].
Para la Biología, la homosexualidad es un “desorden funcional”
* "Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. (...) La
inclinación homosexual es objetivamente desordenada" (n.4).
“Desordenada”, lo que significa: no conforme al orden moral ni a la
naturaleza propia del hombre. Esto no es válido únicamente para los
contactos homosexuales, sino también para la tendencia, el impulso mismo.
Desde el punto de vista biológico, no cabe duda. A la luz de la biología y
la medicina, es claro que los órganos y las funciones del cuerpo son
precisamente funcionales, con una finalidad. El debilitamiento de la
funcionalidad ocasiona la degeneración del órgano, y se habla de defecto o
enfermedad. Biológicamente, un sistema sexual cuya finalidad no sea la
reproducción carece de sentido y objetivo. Por consiguiente, una tendencia
homosexual con mayor o menor grado de exclusividad, o pedófila, voyerista,
exhibicionista, etc., es un desorden funcional.
Así se ha pensado siempre en todas partes del mundo, y además lo dicta el
buen sentido. Ciertas culturas conocen o han conocido algunas formas de
institucionalización de la homosexualidad, pero siempre como excepción.
“Homosexualidad y bisexualidad nunca han sido consideradas en sí mismas
modos de vivir deseables. Ningún padre ha dicho jamás que no le importaba en
absoluto que su hijo o hija fuese heterosexual u homosexual”, escribe el
historiador de la cultura Karlen[17]. La humanidad siempre ha sabido, en
suma, que la homosexualidad es moralmente “desordenada”, al menos como
máxima. Entre los egipcios y los asirio-babilónicos era un comportamiento
condenado[18]. A pesar de la difusión de la pederastia y la efebofilia en
determinados círculos aristocráticos, o precisamente por este motivo,
Esparta y Atenas dictaron leyes para castigar la homosexualidad[19]. La
tradición popular china siempre fue muy severa en relación con el
comportamiento homosexual[20]. En África, tribus sudanesas y bantúes la
enfocan del mismo modo, equiparando la homosexualidad con la magia
negra[21]. Es sumamente conocida la forma en que la juzga el Islam. Es
curioso, al respecto, que en Holanda, antes de las olas de inmigraciones de
marroquíes, muchos defensores de la homosexualidad sostuviesen que en África
septentrional la homosexualidad era un fenómeno aceptado comúnmente.
Actualmente los holandeses saben muy bien con qué violencia los inmigrantes
marroquíes, y también tucos y negros de las Antillas, muestran su repulsión
por el comportamiento homosexual.
Con todo, también entre nosotros, en la sociedad occidental, los sondeos de
opinión entregan resultados significativos. A pesar de años de propaganda a
favor de la aceptación de la homosexualidad, se descubre que más de dos
tercios de la población estadounidense considera “equivocados”, es decir,
moralmente desordenados, los contactos homosexuales. Este porcentaje se ha
mantenido constante en los últimos treinta años[22]. ¿Quién considera normal
la homosexualidad? Más de la mitad de los periodistas, juristas, políticos y
personas dedicadas a la enseñanza, es decir, los sectores más sensibles a lo
politically-correct[23]. Diversas señales permiten concluir que también en
la sociedad “progresista” de Holanda la mayoría sigue considerando anormal
la homosexualidad, si bien son muy activos quienes –por una compasión digna
de mejor causa- desean hacer de los homosexuales una especie protegida.
En Holanda, “el homosexual ya no es un santo”
Se advierte, en todo caso, que la promiscuidad cada vez más teatral y
desfachatada de muchos homosexuales, así como la arrogancia de sus
pretensiones, están provocando cada vez más resistencia. Un semanario
progresista publicó recientemente un reportaje que hace diez años habría
sido tabú, titulado «Los Países Bajos comienzan a saturarse con los “gay”»,
con una sección titulada “El homosexual ya no es un santo”[24],
ridiculizando la ideología “políticamente correcta”, que suele presentar al
homosexual declarado como una especie de mártir.
El hecho de que la homosexualidad sea un desorden desde el punto de vista
psíquico se desprende de la estrecha correlación existente entre la
tendencia homosexual y una estructura emotiva neurótica (o directamente de
psiquiatría). Una serie de estudios realizados sobre la base de tests de
neurosis, entre 1950 y 1985, ha demostrado que existe esta correlación[25].
Un estudio publicado en el año 2001 en Holanda proporcionó una prueba
ulterior[26]. No es verdad, en suma, que la relación entre homosexualidad y
patología psíquica sea producto de la discriminación social, por cuanto no
son menos neuróticos los homosexuales que “se aceptan” ni aquellos que no se
sienten discriminados. Los síntomas premonitorios de la alteración en
general se remontan a un período anterior al comienzo de la manifestación de
los sentimientos homosexuales, y son un reflejo de relaciones neurotizantes
en el ámbito de la familia y los coetáneos, como lo han demostrado numerosos
estudios en muchas partes del mundo[27].
El carácter neurótico de la vida emotiva de los homosexuales se observa en
rasgos inmaduros, infantiles o pueriles presentes en su vida psíquica. No
han logrado superar determinadas perturbaciones de crecimiento detectadas en
la infancia o la pubertad[28]. Esto resulta claro si se considera el
carácter de pesadumbre y deseo no satisfecho propio de la homosexualidad. Es
un deseo obsesivo, comparable con las ideas obsesivas a las cuales se
encuentra sujeto un neurótico obsesivo-compulsivo. Precisamente por este
motivo los homosexuales cambian continuamente de pareja y sus contactos
sexuales son tan despersonalizados. Esto se observa claramente en las
biografías de los homosexuales practicantes. La homosexualidad es una
neurosis que no se manifiesta puramente en el campo sexual.
Las relaciones homosexuales: tensiones, celos, neurosis...
Por consiguiente, los homosexuales se consideran personas afectadas por un
handicap psíquico, como quienes padecen fobias, los depresivos y los
anoréxicos psíquicos, a menudo con rasgos de dependencia. Esta manera de ver
es realista y al mismo tiempo humana. Es más humana, naturalmente, que el
rechazo visceral a las personas que padecen de dicho handicap; pero también
es más humana que el otro extremo: una declaración poco realista de
normalidad en la cual nadie cree en el fondo, y que desorienta a la persona
homosexual, que realmente no es comprendida.
* "Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el
matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto
(n.2) (...)No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías,
ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios
sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras que las
relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural" (n.4).
Dada la permanente y universal condena de los contactos homosexuales como
algo antinatural y en diversos grados inmoral, se puede concluir que desde
que el hombre habita en la tierra nunca se ha llegado a legitimar las
relaciones homosexuales fijas, y mucho menos los “matrimonios” homosexuales.
También en los países que recientemente han instituido legalmente semejante
“matrimonio” son muy pocas las personas que lo consideran realmente normal.
Y es lógico, porque los vínculos entre homosexuales nada tienen que haga
pensar en un matrimonio. Si queremos encontrar en el campo heterosexual un
fenómeno análogo a las relaciones homosexuales, debemos pensar, en el caso
de los hombres, en el don Juan, en el sátiro, y en el caso de las mujeres,
en la ninfomaníaca: el individuo de personalidad lábil, incapaz de vínculos
adultos y duraderos, continuamente en busca de una nueva pareja.
Hablemos claramente: el “matrimonio” homosexual es un mito. Durante 35 años
de tratamiento psicoterapéutico de personas con problemas de homosexualidad,
nunca me he enterado de una sola relación homosexual que haya durado años y
pueda considerarse una relación normal, adulta. Existen ciertamente casos
excepcionales de lazos de amistad que han durado años entre “compañeros”
homosexuales, pero en ellos no se puede ni siquiera hablar de cohabitación
duradera o fidelidad. Son relaciones caracterizadas por tensiones, celos,
dependencia adolescente, fenómenos neuróticos de atracción-repulsión, etc.
Es típico el caso presentado en los estudios de televisión, en Alemania, por
un conocido periodista, él también homosexual, con la intención de hacer
creer al público que se trataba de hecho de un “matrimonio homosexual
normal”: dos hombres con una relación “que duraba desde hacia cuarenta y
tres años”. ¡Extraña relación! No vivían siempre juntos, pero “se llamaban
todos los días por teléfono”; y luego desde el comienzo era una “relación
abierta”, y no podía ser de otra manera, porque “lo impide nuestra
naturaleza de cazadores”. No les importaba a ellos un “matrimonio oficial”,
si bien les interesaban las ventajas financieras del matrimonio[29]. El
hecho de que a los homosexuales no les interesa en el fondo una
institucionalización del propio vínculo lo indica la escasez numérica de
quienes entre ellos solicitan la inscripción como pareja de hecho o
“matrimonio”.
En el terreno heterosexual también se conocen relaciones del mismo tipo,
como ésa, indudablemente neurótica, “abierta” a contactos con otros
compañeros, instaurada entre Sartre y Simone de Beauvoir. La inmadurez de
semejantes relaciones homosexuales o heterosexuales se deduce del hecho que
los compañeros no se responsabilizan realmente uno del otro, permanecen
cerrados en su egocentrismo y cada uno disfruta del otro y permite ser
disfrutado: en suma, es un sustituto del amor.
La ternura afectuosa que representan ciertas parejas homosexuales en
público, en la televisión, es una evidente ostentación, a menudo un
autoengaño; pero siempre hay ingenuos que quedan impresionados. Es el caso
de un sacerdote, que respondía a una madre preocupada porque su hijo estaba
a punto de iniciar una convivencia con un “amigo”: “Debería estar más bien
contenta de que su hijo no tenga que vivir solo”[30]. Ese sacerdote había
creído en todas las historias sobre ”matrimonios” homosexuales buenos y
duraderos, y no comprendía que el hijo de esa mujer estaba destinado
precisamente a la peor de las soledades, consistente en el encierro
definitivo dentro de sí mismo.
Gran cantidad de documentación prueba la breve duración de las relaciones
homosexuales y la enorme promiscuidad del homosexual practicante[31]. Basta
citar los recientes datos estadísticos de un amplio estudio realizado en
Ámsterdam sobre hombres homosexuales en materia de infección con VIH: los
homosexuales con una relación “fija” tienen en promedio 8 compañeros
sexuales por año y los demás tienen 22. El promedio de duración de una
relación “fija” es de un año y medio (lo cual explica por qué el 86% de las
nuevas infecciones con VIH se verifica “al interior” de dichas relaciones
“fijas”)[32]. Otro estudio realizado en Holanda sobre parejas homosexuales
“fijas” muestra que el promedio de contactos con otros compañeros comenzaba
en 2,5 el primer año para llegar a 11 en el sexto año[33]. Cabe señalar, por
otra parte, que pocas relaciones “se mantienen” tanto tiempo. En conclusión,
una relación homosexual “fija” está destinada desde el comienzo al fracaso,
y este resultado es intrínseco en la dinámica del deseo homosexual.
El “matrimonio” como mero medio de homologación
Los militantes del movimiento “gay” lo saben muy bien. El “matrimonio” no
les interesa como tal: para ellos, es un instrumento de homologación social,
una fuente de ventajas financieras o el primer paso hacia el reconocimiento
de “un nuevo pluralismo de relaciones”, citando al escritor homosexual
Hinzpeter[34]. Es un mundo de fantasías nostálgicas, adolescentes, cuyo
carácter irreal, sin embargo, no perciben muchos políticos. Las relaciones
homosexuales son fundamentalmente “distintas” de las heterosexuales,
concluyen los autores (homosexuales) McWhirter y Mattison en una
investigación sobre relaciones homosexuales duraderas: no existe la
“fidelidad sexual”[35].
¿En qué se diferencian entonces? Desde el punto de vista somático,
naturalmente: no existe unión, sino puramente un abuso perverso de partes
del cuerpo, en una caricatura profanadora del coito normal. No existe, en
suma, unión –en el sentido de complementariedad- entre una psique masculina
y una femenina. En el acto matrimonial, la virilidad del hombre y la
feminidad de la mujer alcanzan su pleno desarrollo, que incluye la dimensión
de la paternidad y la maternidad en potencia. El hombre vive plenamente su
propia virilidad y la da a su esposa, y la mujer vive plenamente su
feminidad y la da a su marido.
En el contacto homosexual, en cambio, actúa un hombre afectado por un
complejo de inferioridad, por lo cual se siente fracasado y procura –en
vano, sin embargo- hacerse apreciar como hombre por otro hombre. La mujer
lesbiana es una mujer que no se siente plenamente mujer. Lo que buscan los
homosexuales es la estimación de un amigo o una amiga, a menudo una figura
paterna o materna, porque siempre se han sentido extraños e inferiores entre
sus coetáneos del mismo sexo. A partir de la pubertad anhelan el príncipe o
la princesa que jamás encontrarán. Las relaciones de cierta duración entre
homosexuales hacen pensar más que nada en el patético apego que une a dos
amigos solitarios en la pubertad, con la diferencia que las verdaderas
amistades que surgen en la pubertad no son tan sentimentales e inestables.
En realidad, muchos homosexuales, al unísono con la Congregación para la
Doctrina de la Fe, consideran irreal cualquier supuesta analogía entre
relaciones homosexuales y matrimonio.
¿Sondeos dignos de consideración?
Los enemigos del matrimonio y la familia
Muchos militantes apuntan al reconocimiento del “matrimonio” homosexual
únicamente para aniquilar el verdadero matrimonio, que detestan; no les
interesa adecuarse a los “códigos morales” de la sociedad[36]. Es
comprensible, por lo tanto, que no sean muchas las parejas homosexuales que
solicitan el registro o el matrimonio. En Dinamarca, Noruega y Holanda, el
porcentaje de registros y “matrimonios” de homosexuales en relación con los
verdaderos matrimonios oscila entre 0,5% y 1,1%[37]. Y es preciso tener en
cuenta que en este cálculo no se han agregado a los verdaderos matrimonios
las uniones entre hombres y mujeres estipuladas mediante un mero contrato de
convivencia.
Podría objetarse que a pesar de que la gran mayoría sigue considerando
anormal o moralmente desordenada la homosexualidad, los sondeos de opinión
presentan altos porcentajes de partidarios de la institución del
“matrimonio” homosexual (Alemania, 1996: 49 por ciento; Canadá, 2003: 53 por
ciento, si bien en la provincia de Alberta se oponía el 59 por ciento)[38].
En todo caso, es necesario verificar estas indagaciones, porque los
resultados en relación con el tema son sumamente inestables. Si bien el
resultado de una investigación en Estados Unidos indica un 39 por ciento a
favor del reconocimiento de derechos “matrimoniales” a los homosexuales[39],
otra investigación señala un 68 por ciento en contra[40]. Es preciso
considerar además el hecho de que los eslóganes de la “igualdad de derechos”
y el “no debes discriminar” tienen una notable carga propagandística y
despiertan tanto el sentido de justicia como la compasión. Son muy numerosos
los ignorantes o adoctrinados, así como quienes no tienen idea de cómo es
realmente el estilo de vida del homosexual. Piensan: “Tal vez no sea normal,
¿pero por qué los pobres homosexuales no deberían poder hacer lo que
nosotros podemos hacer? ¿Por qué habríamos de ser tan despiadados?”. No por
azar, entre los principales responsables de la posición predominante
conquistada en Occidente por la ideología homosexual, no faltan frentes de
cristianos ingenuos.
* "La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo
tanto a causar el obscurecimiento de la percepción de algunos valores
morales fundamentales y la desvalorización de la institución matrimonial
(n.6) (...). El concepto de matrimonio sufriría un cambio radical, con grave
detrimento del bien común" (n.8)
¡Es sorprendente que la Congregación y el movimiento radical homosexual
hablen el mismo idioma![41] Aquí reside el motivo por el cual los enemigos
del matrimonio y la familia siempre han sido aliados del movimiento
homosexual. Por algo a ciertos exponentes del movimiento a menudo se les
escapa el despreciativo término “familismo” para estigmatizar el espíritu de
quienes desean tutelar la familia. El conocido Memorandum de Jaffe, director
de Planned Parenthood (abortista), a Berelson, vicepresidente del Population
Council(control demográfico), del año 1969, propone medidas para la
“reestructuración” de la familia, con el fin de reducir la natalidad. Una de
estas proposiciones reza: “Fomentar la difusión de la homosexualidad”[42].
Las ideas de la red antifamilia pertenecen ya a la vulgata de la ONU y la
UE, organizaciones que por lo tanto han apoyado sistemáticamente una
adaptación tal del concepto de “familia” que haga posible incluir las
uniones homosexuales, hasta con hijos propios o adoptados. En Occidente, sin
saberlo el grueso público, se han dejado engatusar gobiernos y partidos,
incluidos los de matriz cristiana. Por otra parte, los nazis ya pensaban en
una posible legalización de la homosexualidad, ya sea como medida de
eugenesia o en el ámbito de una modificación del tipo tradicional de
matrimonio y familia. Entre otras cosas, esto se menciona en su programa
para la reducción numérica de los pueblos eslavos[43].
El movimiento de emancipación homosexual es un aliado natural de los
movimientos para la reforma sexual y el control demográfico. En el congreso
de reformadores sexuales de 1930, en Viena, Hirschfeld ya había lanzado el
siguiente eslogan: “Es mejor un amor sin matrimonio que un matrimonio sin
amor”[44]. Y para Kinsey el matrimonio era “prostitución asalariada”. El
espectro maléfico de Kinsey no ha cesado de vagar por las plagas de la
sexología, la “educación” sexual laicista predominante y la política.
Siempre hay quienes trabajan incansablemente en la realización del “Gran
Plan”, la “liberación” de todas las desviaciones sexuales[45]: pedofilia,
transexualismo, sadomasoquismo, incesto. De hecho el reconocimiento de las
uniones homosexuales no es la meta, sino un hito en el camino hacia la
degeneración sexual total.
Un ejemplo: en el año 2003, durante un simposio de la Asociación Americana
de Psiquiatría (APA), al discutirse si deberían seguir diagnosticándose como
patológicos los comportamientos sexuales “fuera de lo común”, dos
psiquiatras estadounidenses afirmaron que no hay motivos para considerar
patológicas las “tendencias sexuales atípicas, prohibidas por normas
culturales o religiosas” (¡sic!). “Todas las tendencias sexuales pueden ser
saludables”[46].
La degradación de la moral sexual en una sociedad siempre ha llevado a la
destrucción del matrimonio y la familia, al despoblamiento, con la
consiguiente desintegración de la civilización[47]. Por este motivo, el
reconocimiento de las uniones homosexuales por parte del Estado es la
idiotez más grande que se pueda concebir. En vez de procurar poner remedio
al dramático despoblamiento, que amenaza la supervivencia de nuestra
civilización, se trabaja con celo en el deterioro de la única institución
social de la cual podría venir la salvación: la familia numerosa.
¿Los niños en las uniones homosexuales? Una violencia
* "La integración de niños en las uniones homosexuales a través de la
adopción significa someterlos de hecho a violencias de distintos órdenes,
aprovechándose de la débil condición de los pequeños, para introducirlos en
ambientes que no favorecen su pleno desarrollo humano. Ciertamente tal
práctica sería gravemente inmoral". (n.7)
Nos llenamos de muy buen grado la boca con protestas indignadas contra la
explotación de los niños en el Tercer Mundo, y luego estamos dispuestos a
sacrificar a los niños más sensibles, provenientes de familias destruidas o
con antecedentes traumáticos, exponiéndolos al ambiente viciado de una
pareja homosexual. Las tensiones que surgen entre este tipo de “padres”, con
una relación psicológicamente imposible, sus asuntos sentimentales, la
inestabilidad emotiva y su egocentrismo ejercen sin duda en el niño efectos
neurotizantes.
Además, el hijo adoptivo, que por naturaleza busca una figura paterna con la
cual vincularse, normalmente se encuentra nuevamente abandonado cuando la
pareja homosexual, tarde o temprano, se separa. Las características
específicas de los padres homosexuales ejercen también un influjo negativo
en el niño. Se sabe que los hijos de homosexuales tienen una dificultad
superior al promedio para reconocerse en su propia identidad sexual; en la
pubertad experimentan más fantasías homosexuales que otros[48]; se sienten
estigmatizados al enfrentarse con sus coetáneos[49]; están más expuestos a
los avances sexuales por parte de uno de esos padres[50]. Los padres
homosexuales tienen dificultad para vivir su identidad sexual, y al hijo le
afecta además la ausencia del padre de uno de los sexos, careciendo así de
las figuras normales con las cuales identificarse, necesarias para el
desarrollo de su propia identidad sexual.
Además, el hijo carece del ejemplo, tan importante para su vida adulta, de
padres unidos en un matrimonio normal, y por consiguiente tendrá
dificultades mayores para contraer un vínculo heterosexual maduro. ¿Cuál es,
en suma, la educación moral que puede esperarse de una pareja de padres
homosexuales? No sé si reír o llorar al constatar la existencia de personas
que han perdido el juicio hasta defender e impulsar la adopción por parejas
homosexuales, y me obligan a escribir cosas de ese tipo.
"Si todos los fieles están obligados a oponerse al reconocimiento legal de
las uniones homosexuales, los políticos católicos lo están en modo especial,
según la responsabilidad que les es propia. (...) En el caso de que en una
Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor
de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico
tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar
contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto
legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente
inmoral.
(...)Si no fuese posible abrogar completamente una ley de este tipo, el
parlamentario (...)
puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los
daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos (...) con la
condición de que sea clara y notoria a todos su personal absoluta oposición
" (n.10).
En países como Canadá, Bélgica, Holanda y Alemania, una serie de hombres
políticos de etiqueta católica se han burlado de estas serias advertencias.
Una de las respuestas más descaradas fue dada por el portavoz del grupo
principal parlamentario demócrata cristiano holandés, que es católico: “Los
políticos tienen pleno derecho de hacer lo que deseen con indicaciones de
este tipo”[51]. Se sienten por encima de las normas morales, precisamente
mientras, en los últimos tiempos, se está afirmando en los ambientes
parlamentarios de Holanda que la sociedad debe volver a considerar “normas y
valores”. Afortunadamente, hay políticos que escuchan la voz de la Iglesia y
su propia conciencia, si bien son pocos en Europa occidental, pero bastante
más numerosos en otras partes. ¡La batalla aún no ha terminado!
* "Los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con
respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de
discriminación injusta" (n.4).
Hay una discriminación justa y una discriminación injusta. La reprobación
del comportamiento homosexual y los vínculos homosexuales no es injusta (n.
8). La Iglesia enseña a tratar con caridad a las personas con tendencias
homosexuales: comprensión, ayuda, acogida, para evitar así ese rechazo
brutal y cruel a la persona que se encuentra en diversas culturas no
cristianas (países islámicos, China). En todo caso, es preciso indicar que
el concepto de “discriminación” actualmente tiene casi siempre una
connotación de “injusticia”, por lo cual ya no es clara la distinción entre
discriminación justificada y discriminación injustificada. El movimiento
homosexual y sus numerosos patrocinadores pretenderían sin más que se
castigasen como actos de discriminación también los enfrentamientos entre
estudiantes de enseñanza media, que ridiculizan el narcisismo
exhibicionista, a veces sumamente irritante, de ciertos homosexuales.
Muchos no comprenden qué quiere decir la Iglesia cuando exhorta a no
discriminar contra los homosexuales (o los pedófilos, o personas con otras
perturbaciones sexuales). Por este motivo hay quienes aprovechan eso para
interpretar dichas exhortaciones para su propio uso y consumo. El concepto
de “discriminación” ya está contaminado y manipulado en un registro
políticamente correcto. Sería aconsejable no emplearlo nunca más en
semejantes documentos del Magisterio, tanto más cuanto que la Iglesia
dispone de un remedio mucho más profundo y eficaz: “caridad”.
[1] UNICEF A world fit for children . New York,
N:U:, 2001.
[2] En sentido propio no son matrimonio. No hay,
por ejemplo, ejemplo jurídicos en relación a los descendientes.
[3] Global Family News (Population Research
Institute, Front Royal VA) 2003, 2, 4, 2.
[4] Wetzstein Ch., Gay “ marriages” ahead,
“Washington Times”, 31.7.2003.
[5] Chrous J., Cda: Scheiding kerk en staat
(“Seprazione tra Chiesa e Stato”), Nrc, 1,8, 2003.
[6] Blüher H., cit. in Lively, S. & Abrahams, K.
The pink swastika. Keizer Or: Founders Publishing Corp., 1995, p. 13.
[7] Reisman J.A., Kinsey: Crimes and
consequences. Arlington VA: Institute for Media Education, 1998.
[8] Levay, S., A difference in hypothalamic
structure between heterosexual and homosexual men, “Science”, 1991, 253,
1034-1037.
[9] Hamer D. H. et al., A linkage between DA
markers on the X chromosome and male sexual orientation, “Science”, 1993,
261, 321-327.
[10] Flaks D.K. et al., Lesbians choosing
motherhood: A comparative study of lesbian and homosexual parents and their
children, “Developmental Psychology”, 1995, 31, 1, 1, 105-115.
[11] Rind B. et al., Meta-analytic examination of
assumed properties of child sexual abuse using college samples,
“Psychological Bulletin”, 1998, 124, 1, 22-53.
[12] Benedict R., Patterns of culture, Penguin
(qualsiasi edizione), London; Mead M., Male and female: A study of the sexes
in a changing world, Morrow, New York 1949.
[13] Fuller Torrey, E., Freudian fraud, Harper
Collins, New York 1992, pp. 60 ss; pp 170 ss.
[14] Schmidt W., Liebe, Ehe, Familie, Tyrolia
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patriarchy, Temple Smith, London 1977.
[15] Investigación sobre diversas culturas de
Rohner Barry, reseñadas en Spiro, M. E.., Gender and Culture; Kibbutz women
revisited, Shocken Books, New York 1980, pp. 92 ss.; May R., Sex and
fantasy: Patterns of male and female development, Norton, New York 1980.
[16] Spiro M. E., 1980. Véase nota 15.
[17] Karlen A., Sexuality and homosexuality,
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[18] Douma J., Homofilie, Bolland, Ámsterdam
1973.
[19] Flacelière R., L’amour en Grèce, Librairie
Hachette, Paris 1960.
[20] Siegmund G., Homosexualität ein “Tabu”?,
Johannes Verlag, D-Leutesdorf am Rhein 1983.
[21] Comunicazione scritta inviatami da uno
studioso congolese (2003).
[22] Connecticut Mutual Life Insurance Study de
comienzo años ochenta; reseñado en Human Life Review(New York) 1986, 12, 3,
p. 48; General Social Survey del 1977 y del 1991, University of Chicago
National Opinion Research Center, Chicago.
[23] Connecticut Mutual Life Insurance Study.
Véase nota 22. a
[24] HP/De Tijd .....publicado por Aia ,
27.6.2003.
[25] Van den Aardweg G. J. M., On the origins and
treatment of homosexuality, Praeger, New York 1986, pp. 167 ss.
[26] Sandorf Th. G. M. et al., Same-sex sexual
behavior and psychiatric disorders. “Archives of General Psychiatry”, 2001,
58, 85-91.
[27] Van den Äardweg G. J. M., On the origins...,
cit., pp. 78-79. Véase nota 25.
[28] Van den Aardweg G. J. M., Omossessualità e
speranza, Edizioni Ares, Milano 1995.
[29] Programa conducido por Alfred Biolek, ARD,
9.1.2001.
[30] Comunicación escrita que me fuera remitida
por una madre de Bonn (2002).
[31] MacWhirter D.P. & Mattison A.M., The male
couple: How relationships develop, Prentice-Hall, Englewood, Cliffs NJ 1984.
Gundlach R.H. & Riess B.F., Characteristics of middle class Female
Homosexuals (Reserach Report), Postgradute Center for Mental Health, New
York 1968.
[32] Xiridou M. et al., The contribution of
steady and casual partnerships to the incidence of HIV infection among
homosexual men in Amsterdam, “Aids”, 2003, 17, 109-1038.
[33] Deenen A. A. et al., Intimacy and sexuality
in gay male couples. “Archives of Sexual Behavior”, 1994, 23, 421-431.
[34] Hinzpeter W., 1997, p. 88. Véase nota 31.
[35] McWhirter D. P. & Mattison A. M., 1984;
ultimo capítulo. Véase nota 31.
[36] Signorile M., Bridal wave, “Out”, dic./gen,
1994, p. 161.
[37] Para los datos de Dinamarca y Noruega:
Hinzpeter W., 1997, pp 91 y ss. Vease nota 31. Cameron P.,The gay nineties,
Adroit Press, Franklin TN 1993, p.31.
[38] Duitsland; Hinzpeter W., 1997, p. 97. Véase
nota 31. Canada, Global Family News, 2003. Véase nota 3.
[39] Usa Today, 1.7.2003.
[40] Family Research Council (Washington),
Letter, sett. 2003.
[41] Signorile M., 1994. Si veda nota 36;
Hinzpeter W., 1997, pp. 88 ss. Véase nota 31.
[42] “Family Planning Perspectives”, 1970, 2, 4,
IX.
[43] Habiger M., From Auschwitz to Cairo: Lesson
on population management. “Human Life International”, Reports, 1994, sett.,
pp. 4-7.
[44] Schmidt W., 1931, p. 21. Véase nota 14.
[45] Cameron P., 1993, p. 6.Véase nota 37;
Reisman J.A. & Eichel E. W., Kinsey, sex and fraud, Lochinvar, Lafayette LA
1990, pp. 6-8.
[46] Cit. in North Bulletin, 12, 3, 1-2.
[47] Sorokin, P. A., The American sex revolution,
Porter Sargent, Boston (Ma) 1956.
[48] Green R. et al., Lesbian mothers and their
children. “Archives of Sexual Behavior”, 1986, 15, 167-172; Bailey M. et
al., Sexual orientation of adult sons of gay fathers. “Developmental
Psychology”, 1995, 31, 124-129; Cameron P. et al., Errors by the American
Psychiatric Association, ecc. “Psychological Reports”, 1996, 79, 383-404.
[49] Van den Aardweg G. J. M., “Matrimonio”
omossessuale e affidamento a omossessuale, “Studi cattolici”, 1998, 12, 449,
499-509.
[50] Cameron P. & Cameron K., Homosexual parents.
“Adolescence”, 1996, 31, 124, 757-76.
[51] “Nrc”, 1.8.03.