Vivir con un adolescente y no morir en el intento - Capítulo 8: Ejercer la autoridad más que el poder
Hay
que ser un líder para el hijo. Díganme si no es típica la imagen del
papá fumando un puro y diciéndole a su hija que no fume, que es muy malo
para la salud, que va a terminar con su vida y que además se ve muy feo.
Imagínense la mente de la niña, una completa confusión: “si no es bueno,
¿por qué lo hace mi papá?”. En ese momento, la imagen del papá bajó
bastantes puntos en la mente de la niña.
La diferencia entre el poder y la autoridad es que con el premio y el
castigo tenemos poder para educar a nuestros hijos, pero para tener
autoridad en la educación hacen falta cuatro cosas:
Testimonio: es decir, coherencia absoluta entre lo que digo y lo
que vivo y, junto a eso, rectitud de vida. Para alcanzar un testimonio
positivo sobre tu hijo seguramente la rectitud y la coherencia son
fundamentales, pero además hay otro factor que es muy importante,
presentar como atractivo el modelo de vida que tú quieres darle a tus
hijos. Volvemos al tema de los medios de comunicación, ellos son
expertos en presentar modelos atractivos. Tenemos que competir con
ellos. Testimonio es también, en su grado más elevado, que los hijos
perciban en nosotros una constante mejora personal. La dejadez no genera
deseos de emulación y no hace atractivo nuestro mensaje.
Cercanía afectiva. Esto
es fundamental para que nuestros hijos aprecien de verdad que lo que les
mostramos es para su bien. Cercanía afectiva es hacerles ver que los
consejos que les damos, que las decisiones que tomamos sobre ellos,
nacen del amor. Y no consiste en decírselo abiertamente, sino en
hacérselo ver con mi comportamiento, un comportamiento, que busca su
bien por encima de todo y que le demuestra cariño.
Interés real. Cuántos
padres de familia hay que no prestan interés a sus hijos simplemente
porque se pasan el día viendo los deportes por televisión. Esto es una
forma de decir a los hijos: “no me interesas, me interesa más el
béisbol, el soccer o el basket que tú”. Nunca seremos capaces de
decirles esto abiertamente, pero se lo estamos comunicando con nuestra
conducta y ellos lo captan así. No es necesario decir que esto resta
autoridad porque hace que nuestros hijos sientan que no son importantes
para nosotros y que, por lo tanto lo que les decimos es simplemente para
que no nos molesten y no por su bien.
Dar razones. La
autoridad se basa en razones, no en órdenes. Dar un consejo o una
indicación sin razones claras y concisas es hacer que nuestros hijos
obedezcan sólo por el amor o por el respeto que nos tienen. No está mal,
pero creo que ya no es suficiente. Pienso que hoy por hoy hay que estar,
por lo menos, en condiciones de saber responder a los porqués de
nuestros hijos con serenidad y equilibrio o hay que saber cómo
encauzarles a descubrir la solución a sus problemas. Educar con razones
genera autoridad. El adolescente capta que sus papás no actúan por
capricho y encuentra en ellos, precisamente, lo que más busca en esta
etapa: alguien que le ayude a poner orden en su vida.