Vivir con un adolescente y no morir en el intento - Capítulo 16: Corregir con medios proporcionales
Esperar el momento adecuado. Esto se deduce de aquel principio que hemos enunciado como suaviter in modo, fortiter in re.
Una vez, un papá preocupado porque su hija no estudiaba, la llevo ante una imagen del Sagrado Corazón de Jesús que tenían en el salón y juró en voz allta diciendo: “te juro, Señor que mi hija no sale de casa hasta que apruebe las 5 asignaturas que reprobó este mes”. El efecto que produjo esto en la niña fue terrible. Se alejó absolutamente de su papá que ya no pudo ejercer como educador con ella y, al mismo tiempo, se creó unos problemas muy graves respecto a su fe, precisamente en el momento en que la formación religiosa se hace más delicada y al mismo tiempo cuando resulta más necesaria una orientación espiritual en la vida.
El remedio fue peor que la enfermedad y el medicamento no sirvió para curarla. La niña perdió toda motivación para estudiar y se creó un complejo de miedo ante la figura del papá que condicionó mucho su relación con los muchachos. Claro, esto no se produjo sólo por este hecho que acabo de contar, sino por la actitud habitual de su papá que iba siempre por esa línea.
Hay que distinguir lo fundamental de lo accesorio y evitar los remedios contraproducentes que van a producir más efectos negativos que positivos en nuestros hijos. El pegar, gritar, los castigos duros, solo sirven a estas edades para cerrar más la ya de por sí difícil relación entre papás e hijos. Y este es unos de los puntos fundamentales sobre los que hay que estar muy atentos si no quieres que tus hijos adolescentes rechacen tu educación y elijan la de la calle o la que reciben a través de los medios de comunicación. Además, está el capítulo de los efectos que producen estas actitudes de los papás, muchas veces con consecuencias muy graves e irreparables.