Soledad acompañada: La familia de Alberto
Alfonso Aguiló
www.interrogantes.net
Un adolescente con
bastante razón
"Mire, mi padre se va muy temprano y vuelve a casa tarde, cansadísimo –decía
Alberto, un chico de quince años bastante despierto y algo nervioso.
"Algunos días ni le veo. Cuando llega, pasa de puntillas por delante de mi
habitación para no despertarme. No sé para qué trabaja tanto; desde luego,
no es porque nos falte nada.
"Le veo sólo algunos fines de semana, pero entonces siempre tiene mil cosas
que hacer, o se va al fútbol, o se marcha a no sé dónde sin decirme nunca
nada. Y si se queda en casa, se pasa el día medio tumbado en el sofá,
leyendo.
"Mi madre se queda tranquila con tal de que estemos entretenidos viendo la
televisión y que no demos guerra. Antes hablábamos más.
"Sé que ella dirá que soy yo el que está imposible, y que tengo un carácter
intratable..., pero es que no soporto que a ella le parezca mal todo lo que
hago y que me recrimine continuamente por tonterías.
"Pensará usted quizá que juzgo muy duro a mis padres o que no les quiero.
Pero creo que mis padres serían los padres ideales si tuvieran mejor humor y
algo de tiempo para nosotros. Creo que no pido tanto.
"Porque, últimamente, y no sé por qué –concluyó–, en casa somos todos como
desconocidos. Nunca hablamos de nada. Se producen unos silencios
insoportables."
Esta queja adolescente puede servirnos para examinar cómo es nuestra
familia. Porque a veces la familia se convierte en un conjunto de gente
solitaria, de personas que, como Alberto, viven en compañía pero con un
acompañamiento tan lejano que casi ahonda más la soledad.
Aunque no sea muy fácil Es muy cómodo que los hijos se pasen horas y horas
ante la televisión, o que estén encerrados en su habitación escuchando
música, y que así se distraigan y nos dejen en paz para poder dedicarnos a
todas esas cosas que queremos hacer.
Pero si no quieres que en la familia acabéis viviendo como desconocidos,
tenéis que sacar tiempo para hablar y estar juntos.
— Oye, que ya sabes que no es tan fácil enlazar una conversación de más de
dos minutos con un adolescente...
Bien, pero no te desanimes, que seguro que tu hijo o tu hija esperan que
seas tú quien tome la iniciativa para hablar más. No esperes a que lo hagan
ellos. Aun cuando a veces parezcan distantes, desean ese acercamiento a sus
padres. No digas que no tienes ánimo para más, o que no estás de humor como
para hacer más. Ten paciencia.
Busca el modo de facilitar esas conversaciones. Por ejemplo, no dejes que se
llene de ruido la casa. Hay gente que cuando llega a su casa enciende
inmediatamente la televisión, aunque apenas le interese lo que dice. Es un
error grave, porque es necesario un poco de calma para que los hijos puedan
estudiar, para que puedan hablarnos, para que hablen entre ellos, para que
puedan pensar.