Noviazgo tóxico: Enamoramiento peligroso y dañino, relación sin verdadero amor
Es un hecho que hoy va en aumento el número de divorcios, y esto nos dice
que no se están viviendo noviazgos sanos, sino por el contrario abundan los
noviazgos tóxicos, los cuales se podrían transformar en un noviazgo
saludable o saber que si no hay cambios hay que terminarlo cuando aún hay
tiempo.
Vamos a empezar por definir qué es un noviazgo tóxico… Cuando hablamos
de noviazgos tóxicos estamos hablando de noviazgos donde hay veneno, en
donde de una forma u otra vas a acabar en la muerte, muerte espiritual o
muerte emocional, pero como quiera no es vida y no vale la pena sufrirlo. Un
noviazgo tóxico se define como una relación peligrosa, una relación dañina,
donde las personas involucradas no se edifican sino que se destruyen… Yo por
andar contigo no soy mejor persona, soy peor persona, me autodestruyo…
¿Qué dicen los psicólogos?
Al comienzo de toda relación, aclara la sicóloga de la U. Andrés Bello y
experta en relaciones de pareja Claudia Cartes, "el pegoteo es normal, esa
necesidad de estar con el otro, de aislarse de los amigos y el mundo". Pero
si se prolonga en el tiempo y se ven limitadas la mayoría de las actividades
de mi individualidad, se encienden las alertas. Botón de pánico. Adiós
amigos, salidas, familia, adiós a mí mismo. Chao, yo. En ese punto nuestro
idilio ya es tóxico. Como en la película española Te Doy mis Ojos, señala el
doctor Rossel, en la que se entra "en una posesión del otro, de sus tiempos,
e incluso de sus pensamientos. Lo que se transforma en una relación con
potencial de violencia".
¡CON QUIEN ESTAS, DONDE ESTAS, DE QUIEN ES ESA VOZ!
Los síntomas de una relación enfermiza son múltiples. Llamadas telefónicas a
cada rato. Que ¿qué vas a hacer después, con quién estás, de quién es esa
voz que escucho a tu lado?, son lugares comunes de esta aflicción. Incluso
algunos llegan a crear 'casuales citas' apareciéndose por el trabajo, por el
restaurante que frecuentamos, siguiéndonos como una sombra. Todas estas
actitudes dan cuenta de una incipiente celopatía que deriva en asfixia
amorosa. Miedo a perderte, paranoia de las 'amenazas' externas que me alejen
de ti. "O tú o nada", dice el coro del clásico cebolla de Pablo Abraira. La
sentencia del cantante español es el fiel reflejo de amores tóxicos que se
fundamentan en esa idea de que si me dejas, mi vida se acaba, yo no puedo
vivir sin ti, ¿quién me va a querer? ¡Aire!
SIN ALAS NO HAY AUTONOMIA
El dependiente tiene baja autoestima, es inseguro en extremo y tiene la idea
de que no es 'merecedor de'. Por ello no enfrenta el mundo -dice Cartes-,
"por temor a fracasar, y así van detrás de alguien". La sicóloga los
distingue entre activos y pasivos. Los últimos son más complejos, pues
"aparentan debilidad, pero son fuertes. Hasta pueden llegar a enfermarse de
verdad, se victimizan y ponen al otro como el gran salvador. El pegote
idealiza, no se hace cargo de sus miedos y espera que el otro cumpla,
proteja y le evite el temor al abandono". Es el trastorno de realidad por
dependencia, asegura el sicólogo clínico de la Universidad Central Jorge
Rosende. "Esto responde a aspectos que se han dado en la infancia y
adolescencia. Por un vínculo ambiguo con los padres o porque no le han
entregado al niño un apego seguro, lo que genera un miedo desmedido a la
pérdida", cuenta. El doctor Rossel, aporta: "Hay una genética más resiliente
y otra más vulnerable. Hay personas que por motivos biológicos son autónomas
y autosuficientes, y otras más dependientes". El experto recuerda que Goethe
decía que los padres lo que tienen que darles a los hijos son raíces y alas.
Cuando faltan las alas se puede generar un vínculo de autonomía
insuficiente.
CULPAS COMPARTIDAS
Este tango, coinciden los especialistas, se baila de a dos. Las culpas son
50 y 50. Y es sano asumirlas. El asfixiado no debe pensar que la vida lo
estafó, que por qué siempre a él le tocan estas parejas. No. "El que está
aburrido también es algo dependiente y por eso se enganchó. Las culpas son
compartidas, porque uno ha tolerado la dependencia del otro y la ha
alimentado", dice Cartes. Incluso -agrega Rosende- hay quienes necesitan que
estén todo el tiempo detrás de ellos, que los controlen, porque tampoco han
desarrollado independencia. Cuando la relación entra en la fase tóxica a
veces lo importante es salir, no importa cómo. "En estos vínculos uno de los
dos ejerce el poder y va introduciendo el concepto 'tú sin mí no podrías',
que se vuelve una semiverdad para el otro, que ve muy dañada su autoimagen.
Paradójicamente, la disolución genera alivio, aunque el dependiente cree lo
contrario", explica el siquiatra Lister Rossel. Así, el duelo permite
recuperar energías, y el alivio posterior a la ruptura es índice de que la
relación era enfermiza.
NO PERDER JAMAS EL MUNDO PROPIO
Aunque son amores complejos, tienen salida. Claudia Cartes pone énfasis en
crear espacios. No siempre es aconsejable terminar, ya que a veces hay
hijos, un proyecto de vida juntos y "la pareja ve como un problema mayor la
ruptura. Entonces deben conversar lo que se necesita y lo que no les está
gustando de su relación", explica. Antes de llegar a este extremo, Rosende
recalca que lo ideal es rayar la cancha desde el comienzo, manifestando qué
es lo que uno espera de una relación. "Si no quiero asfixia y control tengo
que dejarlo muy claro", afirma. Remedio infalible: el equilibrio, combinar
una zona de interacción común con un espacio individual. "Se debe aspirar a
una amistad profunda, a una complicidad en la que uno arma una unidad, pero
desde la diversidad, como la democracia. En la que veo a mi pareja como
legítimo otro, como la persona más significativa para mí, la que elijo para
hacer mi vida. Porque esto sigue siendo una necesidad: por encima del éxito
y del dinero, la aspiración mayor continúa siendo a armar un vínculo de este
tipo", asegura Rossel.
(cortesía: amoresperros.mex.tl)