Vale la pena esperar: decir no a la fornicación
Mónica sólo tenía trece años de edad cuando cedió a tener relaciones
sexuales antes del matrimonio. Este fue su testimonio:
"Tener relaciones sexuales antes del matrimonio fue la experiencia más
horrible de mi vida. En ninguna manera fue la experiencia tan emocionante y
de satisfacción que el mundo me hizo creer que era. Sentí como si todo mi
interior estaba siendo expuesto y el vacío y clamor de mi corazón no eran
atendidos por nadie. Es horrible como la conciencia te acusa ya que también
sé que no volveré a tener mi virginidad. Tengo temor del día en que tendré
que decirle al hombre que verdaderamente ame y con quien me case que él no
ha sido el único, aunque desearía que así fuera. Yo he manchado mi vida ante
Dios, me he hecho mucho daño a mi misma, a mis padres y a toda mi familia."
La Biblia dice:
Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está
fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca (1
Corintios 6.18).
Raquel y Juan tenían un año de haberse conocido. Ellos tenían una amistad
muy bonita y un noviazgo maravilloso. Los padres de Juan querían mucho a
Raquel. ¡Pero una noche sucedió algo terrible! Juan empezó a presionar a su
novia rogándole que se acostara con él. Le decía: "Si verdaderamente me amas
no te negarás a hacerlo. De todas formas pronto nos vamos a casar". Ya
Raquel tenía su vestido de novia, pero aquella noche trágica la joven
señorita se rindió ante tanta presión y como resultado ella quedó
embarazada. Cuando le avisó a Juan, él la abandonó y se fue a vivir a otra
ciudad. Los padres de Raquel no querían saber nada de ella. Ahora esta joven
está emocionalmente destrozada y sola. Pronto ella será una de tantas madres
solteras y su hijo uno de tantos hijos sin su verdadero padre.
La Biblia dice:
Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre
vosotros, como conviene a santos (...). Porque sabéis esto, que ningún
fornicario (...) tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os
engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre
los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos (Efesios
5.3–7).
El joven que engaña a una joven como Mónica o Raquel sólo para obtener una
relación sexual es culpable de destruir no solamente la virginidad de ella,
sino también los anhelos y los sueños de ella. Y tal joven también mancha su
propia vida y conciencia con el pecado de la inmoralidad.
Joven, tú no tienes ningún derecho a tentar de esa manera contra la vida de
ninguna mujer y mucho menos de tu novia. Cuando ella se entrega a ti, no
sólo se entrega físicamente, sino emocional, sentimental, sicológica y
espiritualmente. Y todo se hace más difícil para ella cuando queda
embarazada y tú te vuelves humo.
Si tú estás consciente del deseo sexual hacia tu pareja, pero la amas de
verdad, sabrás esperar y la respetarás. Pero si sólo piensas en poseerla,
gozarla, disfrutar y satisfacer tus impulsos genitales entonces la tratarás
como si fuera una cualquiera y terminarás frustrándote a ti mismo y a ella.
La lujuria no espera, el capricho no espera... pero el amor verdadero sabe
esperar.
Joven, la verdadera virilidad está unida al dominio de tus instintos.
Entrégate a Cristo y desarrolla un carácter fuerte en el dominio propio.
Respeta a la mujer y a ti mismo, y evita esta clase de experiencias amargas
que te marcarán para toda la vida. Así como a ti no te gustaría que nadie
engañara y abusara de tu madre, hermana o hija en el futuro, entonces tú
tampoco lo hagas.
La Biblia dice:
No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los
afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros,
ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el
reino de Dios (1 Corintios 6.9–10).
Ahora bien, no siempre los hombres tienen la culpa. ¡Claro que no! Hay
muchas "señoritas" que no se dan a respetar y andan encendiendo fuegos por
aquí y por allá. Éstas son las que se visten de forma provocativa,
coquetean, son fáciles, todos las pueden abrazar, manosear, besar y ellas no
dicen nada. Si este es tu caso, entonces no te quejes después por los
resultados de tu comportamiento y apariencia. En la medida que quieres que
otros te respeten, tú también debes respetar. Si tú no respetas eres
culpable del pecado de la lujuria y de provocar el pecado sexual en la mente
del hombre que te mira.
La Biblia dice:
Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón (Mateo 5.28).
El joven o la señorita que ama de verdad y espera hasta el matrimonio gana
el honor y el respeto de todos. Además, Dios mira estas cosas con agrado.
Tal vez tus amigos no lo miran de la misma manera que lo hace Dios, pero tu
futura esposa o esposo te lo agradecerá mucho.
Dios hizo el sexo. Es algo muy hermoso dentro del matrimonio. Trae
satisfacción, contentamiento y bienestar emocional en la carne. Es uno de
los placeres más exquisitos y agradables que la pareja puede gozar aquí en
la tierra.
Pero fuera del matrimonio el sexo se vuelve feo y grotesco. Trae vergüenza,
esclavitud y miseria.
Vale la pena esperar.
La Biblia dice:
Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los
fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios (Hebreos 13.4).
Si tú te encuentras manchado por la impureza sexual, seas un joven o una
señorita, te rogamos por medio de este tratado a que busques a Dios en
arrepentimiento y que dejes de pecar. Cristo puede limpiar tu cuerpo y tu
mente si tú te arrepientes.
La Biblia dice:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo
es fácil, y ligera mi carga (Mateo 11.28–30).
Si tú eres una persona que por la gracia de Dios te encuentras libre de los
pecados sexuales entonces deseamos que este tratado te anime a continuar
fiel al Señor para que goces de una pureza sexual y espiritual. Si estás
casado o casada entonces te pedimos que guardes la pureza sexual y que
siempre seas fiel a tu cónyuge.
La Biblia dice:
Bebe el agua de tu misma cisterna,
Y los raudales de tu propio pozo.
¿Se derramarán tus fuentes por las calles,
Y tus corrientes de aguas por las plazas?
Sean para ti solo,
Y no para los extraños contigo.
Sea bendito tu manantial,
Y alégrate con la mujer de tu juventud,
Como cierva amada y graciosa gacela.
Sus caricias te satisfagan en todo tiempo,
Y en su amor recréate siempre.
(Proverbios 5.15–19).
(cortesía elcristianismoprimitivo.com)