Carta fundacional del Parlamento Universal de la Juventud
FERNANDO RIELO PARDAL Fundador de la Juventud Idente
Primera parte: CONSTITUCIONAL
Vea: CARTA
MAGNA DE VALORES PARA UNA NUEVA CIVILIZACIÓN
1. El Parlamento Universal de la Juventud tiene un supuesto previo: la forma
en que se defina al hombre proporciona a éste la medida de su ser y de su
actuar. Derívase de esta definición el fundamento de sus derechos y deberes,
de su relación religiosa, social, política y, en última instancia, de su
grandeza o de su miseria como ser personal y social. Si se define al hombre,
pongamos por caso, como "animal racional", su ser es la razón y su actuar es
la racionalidad. Todas las dimensiones del hombre como ser personal y como
ser social adquieren, de este modo, su fundamentación en la racionalidad sin
poder saberse nunca en qué consista esta propiedad que supuestamente le
define: Dios, el hombre, la sociedad... serían producto de un carente de
sentido que, teniendo como exponente la "racionalidad por la racionalidad",
habría reducido al Parlamento a una forma de racionalismo aplicado; en
ningún caso, a una trascendencia espiritual que diferencie al hombre del
resto de la naturaleza. Este "no saber en qué consiste" se presenta al
amparo de un refugium difficultatum: determinar por el artificio de la
convencionalidad el seudosentido de un concepto o la seudosolución de un
determinado problema. Sucede lo mismo con las demás definiciones -animal
simbólico, económico, político, lingüístico...- que presentan, en virtud de
un sofisma reduccionista consistente en absolutizar una de estas
propiedades, una fuerte sobrecarga ideológica que despoja al ser humano de
aquella esencia sin la cual sus propiedades carecen de sentido.
2. El Joven que aún no se ha anquilosado en prejuicios educacionales,
culturales o sociales, debe partir de una concepción bien fundada de la
regia personalidad con la que está, desde el mismo momento de su concepción
humana, investido. Esta investidura es, a su vez, estado de ser personal y
social que le faculta para la defensa e incrementación de los más altos
valores dentro de una responsable conquista dinámica que, desarrollándose a
través de la vida, alcanza su plenitud más allá de la muerte. La persona
humana, por esta causa, no muere: se le muere sólo su cuerpo. Este sentido
que tiene la muerte como "un más allá en plenitud" concita en el hombre la
auténtica actitud que debe mantener ante su proyecto vital: la mirada puesta
en su destino. La forma de mirar siempre hacia delante con la intención de
caminar a la cima de este destino, hace que, incluso, el sincero deseo de
conseguirlo sea cumplimentado por Alguien que no puede nunca defraudarnos.
Creedme, queridos jóvenes, con la muerte cúmplese el signo de la
humanización o la deshumanización: la humanización es plenitud y la plenitud
es celeste vida perdurable; la deshumanización es vacío y en el vacío está
la más abyecta decepción. La degradación por el propio hombre de la regia
estirpe de su personalidad trae como consecuencia el lastre de una humanidad
que ha perdido su propio rumbo. Ésta es la situación que, en líneas
generales, padece el ser humano con la sociedad por él constituida. Vuestra
misión es restablecer en régimen de Parlamento Universal, unidos en vuestra
intención, en vuestro deseo, en vuestras obras..., los más altos valores que
han sido arrebatados al ser humano por el mismo ser humano.
3. ¿Qué es, entonces, el ser humano? Mi definición es precisa: el hombre es
un ser místico. Si místico, su razón, su voluntad y su libertad son tres
facultades abiertas a la suma transcendencia. Esta apertura transcendental,
que tiene como imperativo absoluto a Dios en virtud de ser Dios
"exigencialmente la definición absoluta del hombre", e imperativo místico al
hombre en virtud de ser el hombre "un dios místico inhabitado por el Dios
absoluto", rechaza el solipsismo inmanentista o sociológico a los que,
ideológicamente, el ser humano ha sido tendencial e ingenuamente sometido.
Este individualismo subjetivo o comunalismo intersubjetivo niegan al
espíritu humano toda apertura transcendente quedando por esta causa reducido
a seudodefiniciones que centran el estudio del hombre en estructuras
periféricas lejos de lo que es su propia esencia: la presencia constitutiva
de la acción divina en un creado espíritu humano por la que queda éste
elevado a mística deidad.
4. Si me refiero al modelo cristiano, Jesucristo, confirmando la Escritura,
revela que el hombre es un dios (Jn 10,34); esto es, místico dios del Dios
absoluto. Una supuesta religión, que no imprimiera en el hombre su carácter
deitático, habríase falseado a sí misma; por tanto, convertida en estructura
enajenante del humano actuar religioso. El humanismo transcendental, por
otra parte, destruye a priori la indiferencia o negación de Dios por parte
del hombre; con esta destrucción, también la alienante aberración del
materialismo sistemático. La materia y el espíritu tienen su propia talla:
la materia cosifica, el espíritu libera. Si el hombre fuera materia,
parafraseando a Hobbes, "el hombre sería para el hombre sólo cosa": homo
homini res. ¿A qué puede aspirar el hombre si es ante sí mismo y ante los
demás cosa? Acudid a vuestra propia experiencia: ¿quién de vosotros, a no
ser que hayáis perdido vuestra dignidad, quiere o desea ser tratado como
cosa o como objeto? Todo intento, además, de dignificar al hombre, desde
esta concepción objetualista o coseísta, da lugar, testigo os es la
historia, a las más variadas y dispares falacias donde todo tipo de
comportamiento queda indebidamente justificado. Sustituyo el eslogan
hobbiano por un imperativo sentencial: homo homini mysticus deus -el hombre
es para el hombre un dios místico-.
5. El ateísmo sistemático, significado por la desintegración del
imperialismo comunista, ha dejado constancia histórica de su inutilidad; más
aún, de la degradación de una sociedad que se rebela contra estas
estructuras cercenantes de sus más radicales valores e ideales. Nunca puede
tener éxito histórico lo que va contra los fundamentales derechos de la
persona humana. No menos graves son las distintas formas sucesivas del
ateísmo materialista que" ideológicamente van quedando superadas por
agotamiento de sus cada vez más sofisticados argumentos. El escepticismo
acerca de Dios comporta el escepticismo de la propia vida humana donde el
egoísmo y la indignidad desencadenan procesos agresivos que son, a su vez,
corroborados históricamente por la acción bélica a nivel nacional e
internacional. No se excluyen de esta agresividad las religiones cuando
éstas cuestionan la alta dignidad del ser humano degradándose en estructuras
de poder donde se encierran creados intereses que fomentan, en nombre de
Dios, la violación de los derechos humanos con la injusticia, la opresión y,
en definitiva, la descreencia.
6. La persona humana, en virtud de su aperturidad transcendental, no es, por
otra parte, "ser en sí", ni "ser para sí"; antes bien, "ser para Dios". Si
"ser para Dios", también ser para su prójimo en quien Dios inhabita. La
presencia inhabitante del sujeto absoluto hace, por tanto, del hombre ser
personal y ser social: ser personal, porque Dios es su origen y su destino;
ser social, porque la fraternidad de los seres humanos no tiene sentido sin
referencia a un Padre común del que reciben una filiación incomparablemente
mayor que la filiación natural o legal; esto es, una filiación sobrenatural.
Sois, mis adorables jóvenes, verdaderos hijos de Dios, y, como tales, debe
manifestarse la impronta de vuestro carácter: defender por todos los medios
a vuestro alcance lo que en realidad sois. Vuestra condición de personas es,
según el modelo cristiano, definida constitutiva e inmediatamente por las
personas divinas de tal modo que este hecho conduce a la más alta grandeza
de una historia humana en la que el espíritu divino se une con el espíritu
humano formando un mismo espíritu.
7. Estáis constituyendo, de este modo, una sociedad mística. La palabra
"mística", lejos de todo esoterismo o ilusoria sublimación, significa el
actuar inhabitante, supuesta vuestra libertad, de Dios en vuestro espíritu.
Esta sociedad mística hace que el Parlamento Universal de la Juventud tenga
un fin específico: la elevación de la actividad política a ciencia del
espíritu. Si Maquiavelo disocia la política de la ética justificando
cualquier tipo de medios para alcanzar un fin, mi concepción mística une la
política a una ética definida por su valor supremo: el amor. En el amor se
resume la ley y los mandamientos (Mt 22, 40). La carencia de ética desemboca
en la corrupción política, en las diversas formas de agresividad, en la
ilicitud de medios para conseguir un fin, en la injusticia, en el crimen y,
en definitiva, en la acción bélica.
8. La condición parlamentaria de las distintas sociedades o entidades de
jóvenes que desean, dentro de su rica diversidad, unirse, debe tener, más
que una legalidad formal o convencional, una legalidad transcendental. ¿En
qué consiste esta legalidad transcendental? La respuesta es, a su vez,
respuesta a otra pregunta: ¿en nombre de quién puede reunirse el Parlamento
Universal de la Juventud? Respondo parafraseando el texto de Cristo: "cuando
parlamentéis en mi nombre acerca de los derechos humanos yo estoy en medio
de vosotros para llevar a cabo con vosotros vuestros más elevados propósitos
de tal modo que sin mí nada podéis hacer" (cf. Mt 18,20; Jn 15,5). Cristo,
de este modo, es el mayor defensor de los derechos humanos por una sencilla
razón: su humanidad, unida a su divinidad, es, en virtud de ser hombre
perfecto, consustancial con nuestra humanidad; esto es, Cristo eleva nuestra
humanidad uniéndola a su persona divina haciéndonos partícipes de un nuevo
humanismo deitático en el que el Padre es, concelebrado por el Hijo y el
Espíritu Santo, el origen y fin de todas nuestras aspiraciones.
9. El hombre huye de sí porque no quiere afrontar sin motivo alguno, aunque
sí con falsas e ingenuas justificaciones, esta grandeza del amor en la que
ha sido constituido: sólo el seudoamor a sí mismo, prescindiendo de Dios y
del prójimo, puede inventarse falsas grandezas de las que únicamente quedan
al final sus ruinas. La grandeza de Dios es, en este sentido, insignificante
para el interés del mundo, pero la supuesta grandeza de los intereses del
mundo es miseria para Dios. ¿Acaso los intereses del mundo son la
generosidad, el servicio, el honor, la honradez, la abnegación, la paz, la
misericordia...? Estas místicas cualidades son llamadas por el mundo
transmutación de los valores por hacer de ellas la creencia de un hombre
débil. Cristo, sin embargo, os propone, frente al falsario superhombre
nietzscheano alienado por la voluntad de poder, una concepción del auténtico
superhombre consistente en la liberante voluntad de amar.
10. El cristianismo os ofrece, por tanto, un modelo, una fundamentación
clarividente de la persona y de la sociedad. El concepto de "Dios" no es un
concepto cerrado en sí mismo; antes al contrario. Dios es comunidad absoluta
de tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que, constituyéndose entre
sí, afirman con la misma fuerza su unidad absoluta y su distinción real.
Esta unidad es a la que nos llama, místicamente, el propio Jesucristo cuando
ruega al Padre: que todos sean uno como Tú y yo somos uno (Jn 17,22). Cristo
confirma con su vida y con sus obras este modelo redentor. Su obra más
importante: morir, a fin de redimirla, por una humanidad a la que Dios ha
amado hasta el extremo (cf. Jn 3,16; Jn 4,9). Ésta es también vuestra misión
redentora que debéis compartir con Cristo: ser capaces de dar la vida, si es
preciso, por Dios y por el prójimo. Yace aquí el mayor testimonio del amor:
"Nadie tiene -dice Cristo- mayor amor que el que da la vida por sus amigos"
(Jn 15,13); si por sus amigos, por el mismo Padre celeste y por todo hombre
que, sin conocerlo, debe ser ya por principio, sin acepción de personas,
hermano, amigo, compañero...
11. Para alcanzar este fin, el Parlamento Universal de la Juventud tiene
como misión específica incrementar el compromiso personal de cada joven,
teniendo en cuenta su origen y su destino, unido al compromiso de los demás
jóvenes de todos los credos, razas y países con la defensa de los más nobles
ideales: la paz, la vida, la unidad, el amor... Propone, en este sentido, el
modelo de unidad que se encierra en el mensaje parlamentario del mismo
Cristo a la humanidad: constituirse los hombres en unidad mística como Él y
el Padre se constituyen en unidad absoluta.
12. El mensaje sobrenatural especificamente cristiano, al que se compromete
el Parlamento Universal de la Juventud, constituido por las distintas
organizaciones juveniles, consiste, finalmente, en sentar a Cristo, no sólo
en este Parlamento, sino también en los demás parlamentos o foros nacionales
e internacionales mediante la confesión de la fe a través de la fórmula dada
por Él mismo cuando manifiesta que "...todo aquel que se declare por mí ante
los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los
cielos" (Mt 10,32). Ésta es misión del joven por la que, adquiriendo la
mística fe viva de sí mismo, transmite infrustrable su auténtica grandeza
proyectiva a un mundo sediento de una transcendencia que dé sumo alcance a
una historia que, escrita por el hombre, se revista, lejos del reductivo
devenir, de lo que es su perdurable esencia.
New York, 8 de Septiembre del 1991