El Bautismo de Niños por Autores varios
El Observador de la Actualidad
Índice
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¿Bautizar a los niños pequeños? Desde luego que sí
- Una Iglesia sin niños no es la Iglesia de Jesús
- El Bautismo de niños en la Iglesia primitiva
- Existen razones por las cuales se le puede negar el Bautismo a un bebé
¿Bautizar a los niños pequeños? Desde luego que sí
¿Es lícito bautizar a los infantes? La respuesta de la Iglesia a lo largo de toda su historia siempre ha sido la misma: sí.
Sin embargo, a partir del siglo XVI, con la invención del protestantismo, cada nueva religión tomó su particular resolución al respecto. Así, por ejemplo, los luteranos, los metodistas, los anglicanos y los presbiterianos sí bautizan a los bebés, mientras que los bautistas, los adventistas, los jehovistas (de la secta «Testigos de Jehová»), los campbellistas (de las sectas «Iglesia de Cristo», «Discípulos de Cristo» e «Iglesia Cristiana»), la mayoría de las religiones pentecostales y prácticamente todas las sectas más nuevas, rechazan el bautismo de los pequeños.
Las principales objeciones esgrimidas por los que quieren impedir que los infantes accedan al Bautismo son los siguientes:
Argumento No. 1.- Primero hay que creer y luego bautizarse
Según esto, hay que obedecer lo que dice Marcos 16, 16: «El que crea y se bautice, se salvará», lo que implicaría ser primero un creyente en Cristo y sólo entonces sería posible recibir el Bautismo, como dice Hechos de los Apóstoles 18, 8: «Muchos habitantes de Corinto... abrazaron la fe y se hicieron bautizar». Como los niños, por falta de conciencia, están incapacitados para abrazar la fe en Cristo, luego entonces no deben ser bautizados.
Quienes así hablan olvidan otros pasajes de la Biblia. Por ejemplo, Mateo 28, 19-20: «Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos.... y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado». Aquí los pasos para convertirse en discípulo de Cristo son primero el Bautismo y después la enseñanza. En el caso de los infantes, esto es lo que procede, mientras que en el caso de quienes han alcanzado ya un cierto nivel de conciencia habrá que aplicar lo estipulado en Marcos 16, 16. Por eso la Iglesia nunca bautiza a adultos o a niños en edad de discernir sin que pasen antes por un catecumenado.
Argumento No. 2.- Los bebés no tienen pecado
Dice san Pedro (Hch 2, 38): «Háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados». Como los niños pequeños no tienen conciencia, tampoco tienen pecado, así que no tendrían necesidad de arrepentirse de nada y no requerirían bautizarse.
Quien niega que los niños nacen sin pecado contradice la enseñanza divina. Si bien los bebés no tienen un pecado personal, sí heredan desde su concepción el pecado, la culpa de Adán. Dice la Palabra de Dios: «Tú ves que malo soy de nacimiento, pecador me concibió mi madre» (Sal 51, 7). «Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron» (Rm 5, 12).
En otras palabras, bíblicamente hay un pecado con el que todo hombre nace, por eso es importante y bueno el Bautismo de los bebés, pues, así como Dios permitió que heredáramos la culpa de Adán, igualmente nos permite del Nuevo Adán, Cristo, heredar la redención: «Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de Uno solo, todos se convertirán en justos» (Rm 5, 19).
Argumento No. 3.- La Biblia no lo ordena ni se practicó al principio
«En ninguna parte de la Biblia se ordena que haya que bautizar a los niños», dicen los opositores a esta práctica. Pero más bien hay que preguntarles a ellos: «¿Dónde dice la Biblia que esté prohibido bautizar a los niños?
De hecho, Cristo ordena no impedir que los niños se acerquen a Él: «Dejen que los niños vengan a Mí, y no se lo impidan» (Mt 19,14). ¿Cuál es la mejor forma de que un niño se una plenamente a Cristo? Sin duda alguna el Bautismo. Para acceder a la salvación hace falta «nacer de nuevo», es decir, bautizarse. Éstas son palabras de Jesús: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3, 5). Cristo nunca dice que se haga una excepción en el caso de los infantes.
Además enseña san Pedro: «Conviértanse y háganse bautizar... y así recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos» (Hch 2, 38-39). La promesa, pues, es tanto para padres como para hijos, entre los cuales, por lógica, suele haber infantes.
La Biblia atestigua que se bautizaban familias enteras; la fe de los padres bastaba para que los hijos fueran bautizados: Silas y Pablo le dijeron al carcelero de Filipos: «Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia» (Hch 16, 31); y «recibió el bautismo él y todos los suyos» (Hch 16, 33). Lidia fue bautizada con toda su familia (cfr. Hch 16, 15). Pablo bautizó a toda la familia de Estéfanas (cfr. I Co 1, 16). Crispo, jefe de una sinagoga, fue bautizado «con toda su casa» (cfr. Hech 18, 8).
En la Antigua Alianza no se esperaban a que los niños varones fueran adultos para incorporarlos al pueblo de Dios, sino que eran circuncidados al octavo día de nacidos (cfr. Gn 17, 12; Lc 2, 21; Hch 7, 8). El Bautismo, enseña san Pablo, reemplaza la circuncisión: «En Cristo fueron circuncidados, no por mano de hombre, sino por... la circuncisión de Cristo. En el Bautismo, ustedes fueron sepultados con Él, y con Él resucitaron» (Col 2, 11-12). Como los judíos circuncidan a sus niños y después los forman en su fe, así las familias cristianas bautizan a sus hijos desde pequeños y los van formando en la fe en Cristo conforme van creciendo.
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Una Iglesia sin niños no es la Iglesia de Jesús
Habla el cardenal Godfried Danneels, de Bélgica
«Cuando Tertuliano dijo en cierto momento de su vida que no se iba a bautizar a más niños, que quienes quisieran el Bautismo tenían que esperar a ser adultos, Roma respondió que no, porque fue el mismo Jesús quien dijo a los apóstoles: ‘Dejad que los niños vengan a Mí’. El tema fundamental en favor del bautismo de los niños es que lo pide el mismo Jesús. Me parece muy importante. La presencia de los niños bautizados en la Iglesia es una riqueza que nunca podemos olvidar. Es una gracia y un privilegio inmenso vivir ya desde la primera infancia en una atmósfera de oración, pero también de culto, participando en la Misa.
«Existe una corriente protestante, la de los remostrantes, donde no se bautiza a los niños. He escuchado a un buen pastor de esta comunidad que se quejaba de que la iglesia estaba vacía de niños, que había sólo adultos. Él decía: es otra cosa. No es lo mismo.
«Una Iglesia sin niños no es la Iglesia de Jesús. El bautismo de los pequeños demuestra hasta qué punto cree la Iglesia que venir a la fe es la obra de Cristo en nosotros. Y al mismo tiempo manifiesta que la Iglesia es el lugar donde los pequeños y los pobres ocupan el primer lugar. La Iglesia no es una asamblea de perfectos, todos ellos conscientes y autónomos. No es una reserva de élites. A menudo creemos que la obra de Dios en nosotros se mide según el grado de autoconciencia que tenemos: cuanto más autoconscientes seamos, más podrá impregnarnos la gracia. Pero no funciona así. El trabajo de la gracia no se manifiesta en una toma de conciencia psicológica. La gracia precede a la conciencia, y no está condicionada por ella. Dios ama a su criatura tal como es, consciente o no. Él sabe cómo trabajar las almas, incluso las de quienes no son conscientes. La del bebé como la del moribundo o la del enfermo terminal que ha perdido la conciencia. Solo la voluntad malvada intenta resistirse a la gracia. No la inconciencia inocente. Y además, ¿quién puede resistirse a la mano de Dios, cuando Él quiere atraernos hacia Sí? Pablo, con toda su voluntad negativa, no consiguió resistir en las puertas de Damasco.
«Hay que recordar el episodio bíblico de Naamán, el jefe del ejército del rey de Siria, enfermo de lepra, que va ante el profeta Eliseo a pedirle la curación. El profeta le manda a decir que se sumerja siete veces en las aguas del río Jordán si quiere curarse. Y entonces éste se enfurece: le parece ridículo que para uno como él, tan poderoso, que ha venido desde Siria para ver al profeta, todo se resuelva con un baño en el río. Al final sus siervos le convencen... Para mí Naamán es la imagen de todos aquellos que no consiguen aceptar que la gracia es algo tan simple».
Fuente: 30 Giorni
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El Bautismo de niños en la Iglesia primitiva
Además de lo que se desprende en el Nuevo Testamento respecto del Bautismo de niños, es un hecho históricamente comprobable que la Iglesia primitiva bautizaba a los infantes. He aquí algunos testimonios:
+ En las catacumbas antiguas de Roma, donde enterraban a los primeros cristianos, hay inscripciones sobre las tumbas de los niños fallecidos. Una de ellas dice: «Aquí descansa Arquilla, recién bautizada; tenía un año y cinco meses cuando falleció el día 23 de febrero». Otro epitafio dice: «Nacido con el nombre de Pascasio Severo el jueves de Pascua, día anterior a las nonas de abril... quien vivió seis años, recibió la gracia el 11 de las calendas de mayo y depuso sus albas bautismales en el sepulcro la octava de Pascua». Igualmente: «Aquí está puesta Veneriosa, recién bautizada, que vivió seis años; finó el 8 de las idus de agosto». Y esta otra: «A Domisio inocente, recién bautizado, que vivió tres años, treinta días».
+ San Policarpo, que, anciano, murió mártir el año 155 d. C., atestiguó lo siguiente cuando sus persecutores querían que renegrara de su fe en Cristo: «Hace ochenta y seis años que le sirvo». No podría haber dicho eso si no hubiera sido bautizado desde niño.
+ A finales del siglo II, san Ireneo enseña: «Nuestro Señor ha venido para salvar a todos los que renacieron por Él en Dios,
a los niños de pecho, a los pequeños y a los niños» (Adv. haer. II, 22, 4).
+ Orígenes escribe en el año 244 d. C. que «el bautismo se le da a los infantes» (Homilías sobre Levítico); y en sus Comentarios a la Carta de san Pablo a los Romanos dice que la Iglesia «ha recibido de los Apóstoles la tradición de dar el Bautismo aun a los niños. Los Apóstoles, a quienes fueron encomendados los secretos de los misterios divinos, supieron que hay en cada uno la mancha innata del pecado, la cual debe ser lavada a través del agua y del Espíritu». La razón que da sobre esta actuación de los Doce es la siguiente: «Según la ley del Antiguo Testamento se debe ofrecer un sacrificio por todo niño que nace. ¿Por qué? Por los pecados que tienen... Por esto la Iglesia ha recibido de los Apóstoles la tradición de bautizar también a los niños».
+ San Hipólito (siglo II-III), en La Tradición Apostólica, 16, 4, ofrece un ritual que incluye el bautismo de niños: «Bautiza en primer lugar a los niños... Si pueden responder por sí mismos que respondan; si no pueden, que sus padres o alguien de su familia responda por ellos».
+ San Cipriano de Cartago (siglo III), a su vez, critica en varias obras a los que, imitando la circuncisión, esperan hasta el octavo día para bautizar a los niños, y afirma además: «No se puede negar la misericordia y la gracia de Dios a ningún hombre que viene a la existencia».
+ Decía san Juan Crisóstomo en el siglo IV: «Nosotros bautizamos incluso a los niños pequeños, aunque no tengan pecados, para que les sea dada la justificación, la filiación, la herencia, la gracia de ser hermanos y miembros de Cristo, así como la morada del Espíritu Santo».
+ Y san Agustín escribe: «La costumbre de la Madre Iglesia de bautizar a los infantes ciertamente no debe ridiculizarse... ni se debe creer que su tradición es otra cosa sino apostólica».
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Existen razones por las cuales se le puede negar el Bautismo a un bebé
Quien retrasa el Bautismo de su hijo por no tener «dinero para la fiesta» no entiende todavía de qué se trata el sacramento
«Los padres tienen la obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas después del nacimiento», dice el canon 867 del Código de Derecho Canónico. Por eso resulta lamentable que tantos papás retrasen por meses y hasta por años la incorporación de sus hijos en la vida en Dios por cuestiones tan extrañas como: «Es que no tengo dinero para la fiesta», «Es que todavía no hemos encontrado un buen salón para la pachanga».
Los efectos del Bautismo
Es verdad que se hizo costumbre en algunas religiones realizar una fiesta cuando se bautiza a un bebé, en la que el único que no participa ni goza ni se entera del jolgorio es precisamente el supuestamente celebrado. Pero hasta hace algunas décadas la conciencia de lo que representaba el Bautismo era mucho mayor, por eso la mayoría de los papás ni hacían fiesta ni esperaban meses: apenas unos cuantos días después de nacido el infante éste era bautizado. Los progenitores y los padrinos sabían bien de qué se trataba esto: de un acontecimiento verdaderamente sobrenatural donde al bautizado:
+ se le borra el pecado original y todos los pecados que hubiera cometido hasta ese momento en su vida, así como la penas merecidas por el pecado (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1263);
+ además se vuelve «criatura nueva» —nace de nuevo, como le decía Jesús a Nicodemo—, quedando incorporado en la vida sobrenatural (cfr. CIC, 1265);
+ se convierte en miembro de la Iglesia, del Pueblo de Dios; ahora es hijo de Dios (cfr. CIC, 1267);
+ entra en comunión con los demás miembros de la Iglesia, se vuelve su hermano en Cristo (cfr. CIC, 1271);
+ queda sellado por Dios de forma indeleble: ahora pertenece a Dios de manera permanente (cfr. CIC, 1272-1274).
Motivos serios para no bautizar
Al conocer los efectos del Bautismo, incomparable don de Dios, deberían desaparecer todos los pretextos para no bautizar a alguien lo más pronto posible. Por eso podría sorprender a algunos saber que hay ciertos casos en los que un sacerdote no sólo puede sino debe negar el bautismo a un bebé. ¿Cuáles son? En el libro Los derechos de los niños en la Iglesia católica, que escribiera monseñor Pedro López Gallo en la arquidiócesis de Vancouver, Canadá, se explican ciertas circunstancias, unas no válidas y otras sí:
«¿Cómo puede un sacerdote negar el Bautismo a cualquier niño, cuando cada quien tiene el derecho a este sacramento por medio del cual se logra la salvación del alma, sobre todo considerando que la salvación de las almas es la ley suprema de la Iglesia?
«Los motivos que un sacerdote aduce para negar el Bautismo son de dos categorías:
«A) Los padres no están registrados en su parroquia o no acuden a las prácticas religiosas de esa iglesia; los padres no quieren asistir a los cursos de preparación del Bautismo, o pretenden que el Bautismo sea administrado un día no programado por la administración parroquial; o bien pertenecen a otra parroquia y no cuentan con la autorización del párroco respectivo, etcétera. Todas estas razones se pueden catalogar como endebles para negar el Bautismo a un niño.
«B) Los padres que viven en amasiato; los que no están casados ni siquiera civilmente, o que sólo se casaron por lo civil y no por la Iglesia; los que se vuelven a casar sin contar con la declaración de nulidad de su primer matrimonio; los que habitualmente frecuentan iglesias de otras creencias pero que desean complacer a algunos miembros de la familia (por ejemplo, a los abuelos); los que desean bautizar a sus hijos en el seno de la Iglesia católica sin ninguna intención ni propósito de educarlos como católicos. Éstas sí pueden considerarse razones de peso para negar el Bautismo.
«El sacerdote no debe negar jamás el Bautismo en el listado de ‘razones endebles’, sino encontrar soluciones pragmáticas. Un ejemplo de lo anterior sería ofrecer a los padres una preparación privada en caso de que no pudieran asistir a los cursos colectivos de la parroquia. En estas circunstancias es obligación del sacerdote ayudar a los padres a que reúnan las condiciones necesarias.
«El Bautismo sólo se puede posponer si existe la evidencia fundada de que el niño no será encauzado en la fe católica. Es obligación del sacerdote no rehusar en forma categórica el Bautismo de los niños, sino más bien propiciar y facilitar la debida preparación de los padres, posponiendo el sacramento hasta que los obstáculos hayan sido superados. El sacerdote debe ser lo suficientemente ingenioso para otorgar los bienes sacramentales de la salvación.
«Los padres no pueden solicitar el Bautismo de sus hijos si rehúsan criarlos y alimentarlos tanto física como espiritualmente. En caso de que los padres no sean practicantes, éstos pueden seleccionar a algún familiar católico que dé los pasos necesarios para demostrar que están comprometidos activamente en asegurar que el niño tenga una educación católica. En este último caso el sacerdote puede solicitar por escrito el compromiso de los padres o de los familiares para cumplir con lo anteriormente establecido. Si tales garantías se dan, entonces el sacerdote no puede negarse a bautizar a los niños y debe confiar en la sinceridad del compromiso de los padres.
«Por otro lado, a pesar de la buena disposición de los padres, pueden existir otras razones para que un sacerdote retrase el Bautismo. Un ejemplo sería el caso de una madre que desea bautizar a su hijo antes de darlo en adopción; en tales circunstancias habría que asegurarse de que el niño recibirá en el futuro una educación católica.
«En ciertas diócesis los sacerdotes niegan el Bautismo a los niños que nacen de madre sustituta, o concebidos con ayuda de bancos de esperma y óvulos, o por fertilización in vitro, dudando de que tales niños tengan un alma. Así respondió el entonces cardenal Ratzinger: ‘Es correcto reconocer que todos estos niños han sido concebidos a través de óvulo y esperma humano, los cuales producen vida humana, y el alma humana se crea por la concepción’.
«Algunas legislaciones permiten la adopción de infantes por parte de parejas homosexuales. Considerando que esto está en total oposición con las enseñanzas de la Iglesia respecto de la familia, se ha prohibido que cualquier sacerdote bautice a los niños que han sido adoptados por homosexuales. Lo anterior, lejos de constituir un prejuicio, se aviene a la esperanza realista de que el niño sea educado en un ambiente católico, lo que, en tales circunstancias, ciertamente no es el caso».