EL SECRETO DE MARÍA
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Introducción
1) Aquí tienes, alma predestinada, un secreto que me ha enseñado el
Altísimo, y que en ningún libro antiguo ni moderno he podido encontrar. Voy
a confiártelo con la gracia del Espíritu Santo; pero con estas condiciones:
a) Que no lo comuniques sino a las personas que lo merezcan, por sus
oraciones, sus mortificaciones, sus limosnas, sus persecuciones, su
abnegación y su celo por el bien de las almas.
b) Que te valgas de él para hacerte santa y espiritual; porque la
importancia de este secreto se mide por el uso que de él se hace. Cuidado
con cruzarte de brazos, sin trabajar; que mi secreto se convertirá en veneno
y vendrá a ser tu condenación.
c) Que todos los días de tu vida des gracias a Dios, por el favor que te
hace al enseñarte un secreto que no mereces saber. Y a medida que lo vayas
poniendo en práctica en las acciones ordinarias de la vida, comprenderás su
precio y excelencia; que, al principio, por la multitud y gravedad de los
pecados y aficiones secretas que te atan, sólo imperfectamente lo conocerás.
2) No te dejes llevar de ese deseo precipitado y natural de conocer la
verdad, di primero devotamente, de rodillas, el Ave Maris Stella y el Veni
Creator Spiritus, para pedir a Dios la gracia de entender y saborear este
misterio divino. Como tengo poco tiempo para escribir y tú tienes poco para
leer, te lo diré en compendio.
PRIMERA PARTE
NECESIDAD DE UNA VERDADERA DEVOCIÓN A MARÍA
I. La gracia de Dios es absolutamente necesaria.
3) Lo que Dios quiere de ti, alma que eres su imagen viva, comprada con la
Sangre de Jesucristo, es que llegues a ser santa, como Él, en esta vida, y
glorificada, como Él, en la otra.
Tu vocación cierta es adquirir la santidad divina; y todos tus pensamientos,
palabras y obras, tus sufrimientos, los movimientos todos de tu vida a eso
se deben dirigir; no resistas a Dios, dejando de hacer aquello para que te
ha criado y hasta ahora te conserva.
¡Qué obra tan admirable! El polvo trocado en luz, el pecado en santidad, la
criatura en su Creador, y el hombre en Dios. Obra admirable, repito, pero
difícil en sí misma, y a la naturaleza por sí sola imposible. Nadie si no
Dios con su gracia y gracia abundante y extraordinaria puede llevarla a
cabo; la creación de todo el universo no es obra tan grande como ésta.
4) Y tú ¿cómo lo conseguirás? ¿Qué medios vas a escoger para levantarte a la
perfección a que Dios te llama? Los medios de salvación y santificación son
de todos conocidos; señalados están en el Evangelio, explicados por los
maestros de la vida espiritual, practicados por los santos. Todo el que
quiera salvarse y llegar a ser perfecto necesita *humildad de corazón,
*oración continua, *mortificación universal, *abandono en la Divina
Providencia y *conformidad con la voluntad de Dios.
5) Para poner en práctica todos estos medios de salvación y santificación,
nadie duda que la gracia de Dios es absolutamente necesaria y que, más o
menos, a todos se da. Más o menos digo, porque Dios, a pesar de ser
infinitamente bueno, no da a todos el mismo grado de gracia, aunque da a
cada uno la suficiente. El alma fiel con mucha gracia hace grandes cosas, y
con poca gracia, pequeñas. Lo que valora y hace subir de quilates nuestras
acciones es la gracia dada por Dios y seguida por el alma. Estos principios
son incontestables.
II. Para hallar la gracia de Dios hay que hallar a María.
6) Todo se reduce, pues, a hallar un medio fácil con que consigamos de Dios
la gracia necesaria para ser santos, y éste es el que te voy a enseñar.
Digo, pues, que para hallar esta gracia de Dios hay que hallar a María. Por
las siguientes razones:
7) *Sólo María es la que ha hallado gracia delante de Dios, ya para Sí, ya
para todos y cada uno de los hombres en particular; que ni los patriarcas,
ni los profetas, ni todos los santos de la ley antigua pudieron hallarla.
8) *María es Madre de la gracia, Mater gratiae, porque Ella es la que dio el
ser y la vida al Autor de toda gracia.
9) *Dios Padre, de quien todo don perfecto y toda gracia desciende como
fuente esencial, dándole al Hijo, le dio todas las gracias; de suerte, que,
como dice San Bernardo, se le ha dado en Él y con Él la voluntad de Dios.
10) *Dios la ha escogido por tesorera, administradora y dispensadora de
todas las gracias, de suerte que todas las gracias y dones pasan por sus
manos y conforme al poder que ha recibido reparte Ella a quien quiere, como
quiere, cuando quiere y cuanto quiere, las gracias del Eterno Padre, las
virtudes de Jesucristo y los dones del Espíritu Santo.
11) Así como en el orden de la naturaleza es necesario que tenga el niño
padre y madre, así en el orden de la gracia es necesario que el verdadero
hijo de la Iglesia tenga por Padre a Dios y a María por Madre; y el que se
jacte de tener a Dios por padre, sin la ternura de verdadero hijo para con
María, es un engañador.
12) Puesto que María ha formado la Cabeza de los predestinados, Jesucristo,
tócale a Ella el formar los miembros de esa Cabeza, los verdaderos
cristianos: que no forman las madres cabezas sin miembros, ni miembros sin
cabeza. Quien quiera, pues, ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de
verdad, debe formarse en María, mediante la gracia de Jesucristo, que en
Ella plenamente reside, para de lleno comunicarse a los verdaderos miembros
de Jesucristo, que son verdaderos hijos de María.
13) El Espíritu Santo, que se desposó con María, y en Ella, por Ella y de
Ella, produjo su obra maestra, el Verbo encarnado Jesucristo, continúa
produciendo todos los días en Ella y por Ella a los predestinados, por
verdadero aunque misterioso modo.
14) María ha recibido de Dios particular dominio sobre las almas, para
alimentarlas y hacerlas crecer en Él. Aun llega a decir San Agustín que en
este mundo los predestinados todos están encerrados en el seno de María, y
que no salen a la luz hasta que esta buena Madre les conduce a la vida
eterna. Por consiguiente, así como el niño saca todo su alimento de la
madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, así los predestinados
sacan todo su alimento espiritual y toda su fuerza de María.
15) María es a quien ha dicho el Padre: "in Jacob inhabita", hija mía, mora
en Jacob, es decir, en mis predestinados, figurados por Jacob; María es a
quien ha dicho el Hijo: "in Israel haereditare", hereda en Israel, madre
querida, es decir, en los predestinados; María es a quien ha dicho el
Espíritu Santo: "in electis meis mitte radices", arraiga fiel esposa, en mis
elegidos. Quienquiera, pues, que sea elegido o predestinado, tiene a María
por moradora de su casa, es decir, de su alma y la deja echar raíces de
humildad profunda, de caridad ardiente y de todas las virtudes.
16) Molde viviente de Dios, "forma Dei", llama San Agustín a María y, en
efecto, lo es. Quiero decir que en Ella sola se formó Dios hombre, al
natural, sin que rasgo alguno de divinidad le faltara; y en Ella sola
también puede formarse el hombre en Dios, al natural, en cuanto es capaz de
ello la naturaleza humana, con la gracia de Cristo.
De dos maneras puede un escultor sacar al natural una estatua o retrato:
primera, con fuerza y saber y buenos instrumentos puede labrar la figura en
materia dura e informe; y segunda, puede vaciarla en un molde. Largo,
difícil, expuesto a muchos tropiezos es el primer modo; un golpe mal dado,
de cincel o de martillo, basta, a veces, para echarlo a perder todo. Pronto,
fácil y suave es el segundo, casi sin trabajo y sin gastos, con tal que el
molde sea perfecto y que represente al natural la figura; con tal que la
materia de que nos servimos sea manejable y de ningún modo resista a la
mano.
17) El gran molde de Dios, hecho por el Espíritu Santo, para formar al
natural un Hombre-Dios, por la unión hipostática, y para formar un
hombre-Dios por la gracia, es María. Ni un solo rasgo de divinidad falta en
este molde; cualquiera que se meta en él y se deje modelar, recibe allí
todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios; y esto de manera suave y
proporcionada a la debilidad humana, sin grandes trabajos ni agonías; de
manera segura y sin miedo de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni
tendrá jamás entrada en María, Santa e Inmaculada, sin la menor mancilla de
culpa.
18) ¡Oh alma querida, cuánto va del alma formada en Jesucristo, por los
medios ordinarios de la que, como los escultores, se fía de su pericia, y se
apoya en su industria, al alma bien tratable, bien desligada, bien fundida,
que sin estribar en sí, se mete dentro de María y se deja manejar allí por
la acción del Espíritu Santo! ¡Cuántas tachas, cuántos defectos, cuántas
tinieblas, cuántas ilusiones, cuánto de natural y humano hay en la primera!
Y la segunda, ¡cuán pura es y divina y semejante a Cristo!
19) No hay ni habrá jamás criatura, sin exceptuar bienaventurados, ni
querubines, ni serafines de los más altos en el mismo cielo, en que Dios sea
más grande que en la Bienaventurada Virgen María. Ella es el paraíso de Dios
y su mundo inefable, donde el Hijo de Dios entró para hacer maravillas, para
guardarle y tener en Él sus complacencias. Un mundo hecho para el hombre
peregrino, que es la tierra que habitamos; otro mundo para el hombre
bienaventurado, que es el paraíso; mas para Sí mismo, ha hecho otro mundo y
lo ha llamado María; mundo desconocido a casi todos los mortales de la
tierra, e incomprensible a los ángeles y bienaventurados del cielo, que,
admirados de ver a Dios tan elevado y lejano, tan escondido en su mundo que
es la Bienaventurada Virgen María, claman sin cesar: "Santo, Santo, Santo".
20) Feliz y mil veces feliz es en la tierra el alma a quien el Espíritu
Santo revela el Secreto de María para que lo conozca, a quien abre este
huerto cerrado, para que en él entre, y esta fuente sellada para que de ella
saque el agua viva de la gracia y beba en larga vena de su corriente. Puesto
que en todas partes está Dios, en todas se le puede hallar: pero no hay
sitio en que la criatura encontrarle pueda tan cerca y tan al alcance de su
debilidad como en María, pues para eso bajó a Ella. En todas partes es el
Pan de los fuertes y de los ángeles, pero en María es el Pan de los niños.
21) Nadie, pues, se imagine, como algunos falsos iluminados, que María, por
ser criatura, es impedimento para la unión con el Creador. No es ya María
quien vive, es sólo Jesucristo, es sólo Dios quien vive en Ella. La
transformación de María en Dios excede a la de San Pablo y otros santos más
que el cielo se levanta sobre la tierra. Sólo para Dios nació María, y tan
lejos está de ¡retener! consigo a las almas que, por el contrario, hace que
remonten hasta Dios su vuelo, y tanto más perfectamente las une con Él,
cuanto con Ella están más unidas.
María es eco admirable de Dios, que cuando se grita: María, no responde más
que: Dios; y cuando con Santa Isabel se la saluda bienaventurada, no hace
más que engrandecer a Dios. Si los falsos iluminados, de quienes tan
miserablemente ha abusado el demonio, hasta en la oración, hubieran sabido
hallar a María y por María a Jesús y por Jesús a Dios, no hubieran dado tan
terribles caídas. Una vez que se ha encontrado a María, y por María a Jesús
y por Jesús a Dios Padre, se ha encontrado todo bien, como dicen las almas
santas. Quien dice todo, nada exceptúa: toda gracia y amistad cerca de Dios,
toda seguridad contra los enemigos de Dios, toda verdad contra la mentira,
toda facilidad para vencer las dificultades en el camino de la salvación,
toda dulzura y gozo en las amarguras de la vida.
22) Y no es que esté exento de sufrimientos y cruces el que ha encontrado a
María mediante la verdadera devoción: lejos de eso, más que a ningún otro le
asaltan, porque María, que es la madre de los vivientes, da a sus hijos los
trozos del Árbol de la Vida, que es la Cruz de Jesucristo; mas al
repartirles buenas cruces, les da gracias para llevarlas con paciencia y aun
con alegría (de suerte que las cruces que da Ella a los suyos son cruces de
dulce, almibaradas más bien que amargas); o si por algún tiempo gustas la
amargura del cáliz, que necesariamente han de beber los amigos de Dios, la
consolación y gozo que esta buena Madre hace suceder a la tristeza, les
alienta infinito para llevar otras cruces, aun más amargas y pesadas.
III. Una Verdadera Devoción a María es indispensable.
23) Lo importante está, pues, en saber hallar de veras a la Bienaventurada
Virgen María, para dar con la abundancia de todas las gracias. Dueño
absoluto, Dios puede por sí mismo comunicar lo que ordinariamente no
comunica sino por medio de María; y negar que alguna vez así lo haga, sería
temerario; pero según el orden establecido por la Divina Sabiduría, como
dice Santo Tomás, Dios no se comunica ordinariamente a los hombres, en el
orden de la gracia, sino por María. Para subir y unirse a Él, preciso es
valerse del mismo medio de que Él se valió para descender a nosotros, para
hacerse hombre y para comunicarnos sus gracias; y ese medio es una Verdadera
Devoción a la Santísima Virgen.
SEGUNDA PARTE
EN QUÉ CONSISTE LA VERDADERA DEVOCIÓN A MARÍA
I. Varias verdaderas devociones a la Santísima Virgen.
24) Hay varias verdaderas devociones a la Virgen Santísima: no hablo aquí de
las falsas.
25) La primera consiste en cumplir con los deberes de cristiano, evitando el
pecado mortal, obrando más por amor que por temor, rogando de tiempo en
tiempo a la Santísima Virgen y honrándola como Madre de Dios, sin ninguna
otra especial devoción para con Ella.
26) La segunda tiene para la Virgen más altos sentimientos de estima, amor,
veneración y confianza; induce a entrar en las cofradías del Santo Rosario y
del Escapulario, a rezar el Santo Rosario, a honrar las imágenes y altares
de María, a publicar sus alabanzas, a alistarse en sus congregaciones. Y
esta devoción, al excluir de nuestra vida el pecado, es buena, santa y
laudable; pero no es tan perfecta ni tan capaz de apartar a las almas de las
criaturas y desprenderlas de sí mismas a fin de unirlas a Jesucristo.
27) La tercera devoción a la Santísima Virgen, de muy pocas personas
conocida y practicada, es, almas predestinadas, la que os voy a descubrir.
II. La devoción perfecta a María.
a) En qué consiste.
28) Consiste en darse todo entero, como esclavo, a María y a Jesús por Ella;
y en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María. Voy
a explicar estas palabras.
29) Hay que escoger un día señalado para entregarse, consagrarse y
sacrificarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin encogimiento,
por entero y sin reserva alguna; cuerpo y alma, bienes exteriores y fortuna,
como casa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus
méritos, gracias, virtudes y satisfacciones.
Es preciso notar aquí que con esta devoción se inmola el alma a Jesús por
María, con un sacrificio, que ni en orden religiosa alguna se exige, de todo
cuanto el alma más aprecia; y del derecho que cada cual tiene para disponer
a su arbitrio del valor de todas sus oraciones, limosnas, mortificaciones y
satisfacciones; de suerte que todo se deja a disposición de la Virgen
Santísima, que a voluntad suya lo aplicará, para la mayor gloria de Dios,
que sólo Ella perfectamente conoce.
30) A disposición María se deja todo el valor satisfactorio e impetratorio
de las buenas obras; así que, después de la oblación que de ellas se ha
hecho, aunque sin voto alguno, de nada de cuanto bueno hace es ya uno dueño;
la Virgen Santísima puede aplicarlo; ya a un alma del purgatorio para
aliviarla o libertarla, ya a un pobre pecador para convertirle.
31) También nuestros méritos los ponemos con esta devoción en manos de la
Virgen Santísima; pero es para que nos los guarde, aumente y embellezca;
puesto que ni los méritos de la gracia santificante, ni los de la gloria
podemos unos a otros comunicarnos. Le entregamos todas nuestras oraciones y
obras buenas, en cuanto son satisfactorias e impetratorias, para que Ella
las distribuya y aplique a quien le plazca. Y si después de estar así
consagrados a la Santísima Virgen, deseamos aliviar algún alma del
purgatorio, salvar a algún pecador, sostener a alguno de nuestros amigos con
nuestras oraciones, mortificaciones, limosnas, sacrificios, preciso es
pedírselo humildemente a Ella, y estar a lo que determine, aunque no lo
conozcamos: bien persuadidos de que el valor de nuestras acciones,
administrado por las mismas manos (las de la Virgen) de las que Dios se
sirve para distribuirnos sus gracias y dones, no podrá menos de aplicarse a
la mayor gloria suya.
32) He dicho que consiste esta devoción en entregarse a María en calidad de
esclavo; y es de notar que hay tres clases de esclavitud. La primera es
esclavitud de naturaleza; buenos y malos son de esta manera esclavos de
Dios. La segunda es esclavitud forzada; los demonios y los condenados son de
este modo esclavos de Dios. La tercera es esclavitud de amor y voluntad; y
con ésta debemos consagrarnos a Dios por medio de María, del modo más
perfecto en que una criatura puede entregarse a su Creador.
33) Debes tener en cuenta, además, que de criado a esclavo hay mucha
diferencia. El criado pide paga por sus servicios; el esclavo, no. El criado
está libre para dejar a su señor cuando quiera, y no le sirve sino a plazos,
el esclavo no puede dejarle, pues se le ha entregado para siempre. El criado
no da a su señor derecho de vida y muerte sobre su persona; el esclavo se le
entrega por completo, de suerte que su señor puede hacerle morir sin que la
justicia le inquiete. Fácilmente se echa de ver que el esclavo forzado vive
en la más estrecha de las sujeciones. Tal, que sólo puede convenir al hombre
respecto de su Creador.
34) ¡Feliz y mil veces feliz el alma generosa que se consagra a Jesús por
María, como esclava de amor, después de haber sacudido en el bautismo la
esclavitud tiránica del demonio!
b) Excelencia de esta práctica.
35) Muchas luces necesitaría yo para describir perfectamente la excelencia
de esta práctica; sólo de corrida tocaré algunos puntos.
* El entregarse así a Jesús por María es imitar a Dios Padre, que no nos ha
dado a Jesús sino por María, y que no nos comunica sus gracias sino por
María; es imitar a Dios Hijo, que no ha venido a nosotros sino por María, y
como nos ha dado ejemplo para que según hizo Él hagamos nosotros, nos ha
invitado a ir a Él por el mismo camino que Él ha venido, que es María; es
imitar al Espíritu Santo, que no nos comunica sus gracias y dones, sino por
María "¿No es justo, dice San Bernardo, que vuelva la gracia a su Autor por
el mismo canal por donde se nos ha transmitido?"
36) *Ir de este modo a Jesús por María es verdaderamente honrar a
Jesucristo, pues es dar a entender que por razón de nuestros pecados, no
somos dignos de acercarnos directamente ni por nosotros mismos a su infinita
santidad, y que nos hace falta María, su Santísima Madre, para que sea
nuestra Abogada y Mediadora con nuestro único Mediador ante Dios Padre que
es Él. Esto es al mismo tiempo acercarnos a Él como medianero y hermano
nuestro y humillarnos ante Él, como ante nuestro Dios y nuestro Juez; es, en
una palabra, practicar la humildad, que arrebata siempre el Corazón de Dios.
37) *Consagrarse así a Jesús por María es poner en manos de María nuestras
buenas acciones, que, aunque parezcan buenas, están muchas veces manchadas y
son indignas de que las mire y las acepte Dios, ante quien no son puras las
estrellas.
¡Ah!, roguemos a esta buena Madre y Señora, que después de recibir nuestro
pobre presente, Ella lo purifique, Ella lo santifique, Ella lo suba de punto
y lo embellezca de tal suerte, que le haga digno de Dios. Todas las rentas
de nuestra pobre alma, para Dios Padre, son menos, para ganar su amistad y
gracia, de lo que sería para un rey la manzana agusanada que para pagar su
arriendo le presentara un pobre colono de su majestad. ¿Qué haría este pobre
hombre si fuera listo y tuviera cabida con la reina? Benévola ella con el
pobre campesino y respetuosa con el rey, ¿no quitaría a la manzana lo que
tuviera de agusanado y de podrido y la pondría en fuente de oro, rodeada de
flores? Y el rey, ¿no la recibiría sin inconveniente y aun con gusto, de
manos de la reina, que tanto quiere al campesino? Modicum quid offerre
desideras?, manibus Mariae tradere cura, si non vis sustinere repulsam.
¿Deseas ofrecer alguna poca cosa?, dice San Bernardo. Por manos de María
procura entregarla, si no quieres sufrir repulsa.
38) ¡Ay, buen Señor! ¡qué poca cosa es todo cuánto hacemos! Pero pongámoslo,
con esta devoción, en manos de María. Una vez que del todo nos hayamos dado
a Ella, en cuanto darnos podamos, despojándonos en su honor de todo, Ella,
infinitamente más generosa, se comunicará del todo a nosotros, con sus
méritos y virtudes; Ella colocará nuestros presentes en la bandeja de oro de
su caridad; Ella, como Rebeca a Jacob, nos revestirá de los hermosos
vestidos de su primogénito y unigénito Jesucristo, es decir, de sus méritos,
que a la disposición de Ella están; y así, como esclavos y domésticos suyos,
después de habernos despojado de todo para honrarla, tendremos dobles
vestidos (omnes domestici ejus vestiti sunt duplicibus); trajes, galas,
perfumes, méritos y virtudes de Jesús y de María, en el alma del esclavo de
Jesús y de María, despojado de sí mismo y fiel en vivir su consagración.
39) *Entregarse así a la Santísima Virgen, es ejercitar en el más alto grado
posible la caridad con el prójimo; puesto que es dar a María lo que más
apreciamos para que de ello disponga, según su voluntad, en favor de vivos y
difuntos.
40) *Esta es la devoción con que se ponen en seguro las gracias, méritos y
virtudes, haciendo depositaria de ellos a María y diciéndola: "Toma, querida
dueña mía: he aquí lo que con la gracia de tu querido Hijo he hecho de
bueno; por mi debilidad e inconstancia, por el gran número y malicia de mis
enemigos, que día y noche me acometen, no soy capaz de guardarlo. ¡Ay!, que
todos los días estamos viendo caer en el lodo los cedros del Líbano, y venir
a parar en aves nocturnas las águilas que se levantan hasta el sol! Así mil
justos caen a mi izquierda y a mi diestra diez mil; pero Tú, mi poderosa y
más que poderosa Princesa, tenme que no caiga; guarda todos mis bienes, que
no me los roben; te confío en depósito todos mis bienes; Depositum custodi.
- Scio cui credidi. Bien sé quién eres; por eso me confío por completo a Ti.
Tú eres fiel a Dios y a los hombres y no permitirás que perezca nada de
cuanto a Ti se confía; eres poderosa y nadie podrá dañarte, ni arrebatarte
de entre las manos lo que tienes." ("Ipsam sequens non devias; ipsam rogans
non desperas; ipsam cogitans non erras; ipsa tenente, non corruis; ipsa
protegente, non metuis; ipsa duce, non fatigaris; ipsa propitia, pervenis
(San Bernardo, Inter flores, cap. 135), y en otra parte: Detinet Filium ne
percutiat; detinet diabolum ne noceat; detinet virtutes ne fugiant; detinet
merita ne pereant; detinet gratiam, ne effluat.") Estas son palabras de San
Bernardo, que en sustancia expresan todo lo que acabo de decir. Aunque no
hubiera otro motivo para excitarme a esta devoción, sino el ser medio seguro
para conservar y aumentar en mí la gracia de Dios, debía yo abrasarme de
entusiasmo por ella.
41) Esta devoción torna el alma verdaderamente libre, con la libertad de los
hijos de Dios. Ya que por amor a María se reduce uno a la esclavitud, esta
querida Señora le ensancha y dilata en recompensa el corazón, y le hace
marchar a pasos de gigante por el camino de los mandamientos de Dios.
Ahuyenta el disgusto, la tristeza y el escrúpulo. Esta fue la devoción que
el Señor enseñó a la madre Inés de Jesús, como medio seguro para salir de
grandes penas y perplejidades en que se hallaba "Hazte esclava de mi Madre",
le dijo. Lo hizo así, y al momento sus penas cesaron.
42) Para autorizar esta devoción convendría contar aquí las bulas e
indulgencias de los Papas, los decretos de los Obispos en favor suyo, las
cofradías establecidas en su honor, el ejemplo de muchos santos y grandes
personajes que la han practicado; pero todo esto lo paso en silencio.
c) Su fórmula interior y espíritu.
Ad Iesum per Mariam (A Jesús por María)
43) He dicho, además, que esta devoción consiste en hacer todas las cosas
con María, en María, por María y para María.
44) No basta entregarse por esclavo a María una vez sola; ni aun es bastante
hacerlo todos los meses o todas las semanas. Devoción harto pasajera sería
ésa, que no elevaría el alma a la perfección a que, si bien se practica, la
puede levantar. No es muy difícil alistarse en una cofradía, ni aun abrazar
esta devoción y rezar diariamente algunas oraciones prescritas; lo difícil
es entrar en el espíritu de ella, que es hacer que el alma en su interior
dependa y sea esclava de la Santísima Virgen y de Jesús por Ella. Muchas
personas he hallado que con admirable entusiasmo se han sometido a tan
santas esclavitudes exteriormente; pero muy pocas que hayan cogido el
espíritu de esta devoción y menos todavía que hayan perseverado en él.
Obrar con María.
45) *La práctica esencial de esta devoción consiste en hacer todas las
acciones con María; es decir, tomar a la Virgen Santísima por modelo acabado
en todo lo que se ha de hacer.
46) Por eso antes de hacer cualquier cosa: *Hay que anonadarse delante de
Dios, como quien de su cosecha es incapaz de todo bien sobrenatural y de
toda acción útil para la vida eterna. *Hay que recurrir a la Virgen
Santísima y unirse a sus intenciones, aunque no se conozcan. *Hay que unirse
por María a las intenciones de Jesucristo, es decir, ponerse en manos de la
Virgen Santísima como instrumento, para que Ella obre en nosotros, y haga de
nosotros lo que bien le parezca, para gloria de su hijo Jesucristo, para
gloria del Padre: de suerte que no haya vida interior, ni operación del
espíritu que de Ella no dependa.
Obrar en María.
47) *Hay que hacer todas las cosas en María, es decir, que hay que irse
acostumbrando a recogerse dentro de sí mismo, para formar una pequeña idea o
retrato espiritual de la Santísima Virgen. Ella será para el alma oratorio
en que dirija a Dios sus plegarias, sin temor de ser desechada. Torre de
David para ponerse en seguro contra los enemigos. Lámpara encendida para
alumbrar las entrañas del alma y abrasarla en amor divino. Recámara sagrada
para ver a Dios con Ella. María, en fin, será únicamente para esta alma su
recurso universal y su todo. Si ruega será en María; si recibe a Jesús en la
Sagrada Comunión le meterá en María para que allí tenga Él sus
complacencias. Si algo hace será en María; y en todas partes y en todo hará
actos de desasimiento de sí misma.
Obrar por María.
48) *Hay que acostumbrarse a acudir a Nuestro Señor Jesucristo por medio de
María, por su intercesión y su crédito para con Él, de suerte que nunca nos
hallemos solos cuando vayamos a pedirle.
Obrar para María.
49) *Finalmente, hay que hacer todas las acciones para María, es decir, que
como esclavos que somos de esta augusta Madre de Dios, no trabajemos más que
para Ella, para su provecho y gloria, como fin próximo y para gloria de
Dios, como fin último. Debe esta alma en todo lo que hace, renunciar al amor
propio, que casi siempre, aun sin darse cuenta, se toma a sí mismo por fin,
y repetir muchas veces en el fondo del corazón: por Vos, mi amada Señora,
hago esto o aquello, voy aquí o allá, sufro tal pena o tal injuria.
50) Guárdate bien de creer que lo más perfecto es ir todo derecho a
Jesucristo, todo derecho a Dios; tu obra, tu intención poco valdrá; pero
yendo por María será la obra no tuya, sino de María en ti, y será por
consiguiente, muy levantada y muy digna de Dios.
51) Guárdate bien, además, de hacerte violencia para sentir y gustar lo que
dices y haces; dilo y hazlo todo con la fe que María tuvo en la tierra, y
que con el tiempo Ella te comunicará. Deja a tu Soberana, pobre esclavillo,
la vista clara de Dios, los transportes, los gozos, los placeres, las
riquezas, y no tomes para ti más que la fe pura, llena de disgusto, de
distracciones, de fastidio, de sequedad. Di: Amén, así sea, a cuanto hace
María, mi Reina, en el cielo; para mí es lo mejor que puedo hacer ahora.
52) Tampoco te atormentes, si no gozas tan pronto de la dulce presencia de
la Santísima Virgen. No es para todos esta gracia. Y cuando por su gran
misericordia favorece Dios con ella, muy fácilmente el alma la pierde, si no
es fiel en recogerse con frecuencia. Si tal desgracia te ocurriese, vuélvete
dulcemente a tu Soberana y pídele perdón.
d) Efectos maravillosos que produce en un alma fiel.
53) Infinitamente más de lo que aquí te digo, te enseñará la experiencia y
tantas riquezas y gracias hallarás en la práctica si eres fiel en lo poco
que aquí te enseño, que te quedarás sorprendido y con el alma llena de
júbilo.
54) Trabajemos, pues, alma querida, y hagamos de manera que por la fiel
práctica de esta devoción, el alma de María esté en nosotros para
engrandecer al Señor, el espíritu de María esté en nosotros para regocijarse
en Dios su Salvador. Palabras son éstas de San Ambrosio: Sit in singulis
anima Mariae ut magnificet Dominum, sit in singulis spiritus Mariae ut
exultet in Deo. No creas que haya mayor gloria y felicidad en morar en el
seno de Abrahán, que se llama paraíso, que en el seno de María, en el que el
Señor ha puesto su trono. Son palabras del sabio Abad Guerrico: Ne
credideris majoris esse felicitatis habitare in sinu Abrahae, qui vocatur
Paradisus, quam in sinu Mariae in quo Dominus thronum suum posuit.
55) Infinidad de efectos produce en el alma esta devoción fielmente
practicada; pero el principal es hacer que de tal modo viva María en un alma
de la tierra, que no sea ya más el alma quien vive, sino María en ella;
porque, por decirlo así, el alma de María viene a ser su alma. Pues cuando
por una gracia inefable, pero verdadera, la Bienaventurada Virgen María es
Reina del alma, ¿qué maravillas no hace en ella? Como es Ella la obradora de
las grandes maravillas, sobre todo dentro de los corazones, trabaja allá, a
escondidas del alma misma: que si se diera cuenta de esas obras echaría a
perder su hermosura.
56) Como Ella es dondequiera la Virgen fecunda, en todas las almas en que
vive hace brotar la pureza de corazón y de cuerpo, la pureza de intenciones
y designios y la fecundidad de buenas obras. No creas, alma querida, que
María, la más fecunda de todas las criaturas, la que llegó hasta el punto de
producir un Dios, permanezca ociosa en un alma fiel. Ella sin cesar hará
vivir el alma en Jesucristo y hará vivir a Jesucristo en el alma. Filioli
mei, quos iterum parturio donec formetur Christus in vobis (Gál 4,19). Si,
como lo fue al nacer en el mundo, es Jesucristo fruto de María en cada una
de las almas; sin duda que en aquellas donde Ella habita es singularmente
Jesucristo fruto y obra maestra suya.
57) En fin, que para estas almas María viene a serlo todo junto a
Jesucristo. Ella esclarece su espíritu con su fe pura. Ella profundiza su
corazón con su humildad. Ella con su caridad le acrecienta y le abrasa. Ella
le purifica con su pureza. Ella le ennoblece y ensancha con su maternidad.
Pero, ¿adónde voy a parar? No hay modo de enseñar, si no se experimentan,
estas maravillas de María, maravillas increíbles a las gentes sabias y
orgullosas, y aún al común de los devotos y devotas.
58) Así como por María, vino Dios al mundo la vez primera en humildad y
anonadamiento, ¿no podría también decirse que por María vendrá la segunda
vez, como toda la Iglesia le espera, para reinar en todas partes y juzgar a
los vivos y a los muertos? ¿Cómo y cuándo?, ¿quién lo sabe? Pero yo bien sé
que Dios, cuyos pensamientos se apartan de los nuestros más que el cielo de
la tierra, vendrá en el tiempo y en el modo menos esperado de los hombres,
aun de los más sabios y entendidos en la Escritura Santa, que está en este
punto muy oscura.
59) Pero todavía debe creerse que al fin de los tiempos, y tal vez más
pronto de lo que se piensa, suscitará Dios grandes hombres llenos del
Espíritu Santo y del espíritu de María por los cuales esta Bienaventurada
Virgen Soberana hará grandes maravillas en la tierra para destruir en ella
el pecado y establecer el reinado de Jesucristo su Hijo sobre el corrompido
mundo; y por medio de esta devoción a la Santísima Virgen, que no hago más
que descubrir a grandes rasgos, empequeñeciéndola con mi miseria, estos
santos personajes saldrán con todo.
e) Prácticas exteriores.
60) Además de la práctica interior de esta devoción, que acabo de describir,
hay otras exteriores, que no se deben omitir ni despreciar.
Consagración y renovación.
61) La primera es entregarse, en algún día señalado, a Jesucristo, por manos
de María, cuyos esclavos nos hacemos, comulgar al efecto en ese día y
pasarlo en oración. Y esta consagración ha de renovarse por lo menos todos
los años en el mismo día.
Ofrenda de un tributo a la Santísima Virgen.
62) La segunda dar todos los años en el mismo día un pequeño tributo a la
Santísima Virgen en testimonio de servidumbre y dependencia; tal es siempre
el homenaje de los esclavos para con sus señores. Consiste, pues, este
tributo en alguna mortificación, limosna o peregrinación, o en algunas
oraciones. Lo importante es que, si no se le da mucho a María, debe al menos
ofrecerse lo que se le presente con humildad y agradecido corazón.
Celebrar especialmente la fiesta de la Anunciación.
63) La tercera es celebrar todos los años con devoción particular la fiesta
de la Anunciación, que es la fiesta principal de esta devoción establecida
para honrar e imitar la dependencia en que el Verbo eterno por amor nuestro
en este día se puso.
Rezar la Coronilla de la Santísima Virgen y el Magnificat.
64) La cuarta práctica externa es rezar todos los días el Santo Rosario (sin
que haya obligación bajo pena de pecado por faltar a ello), y rezar
frecuentemente el Magnificat, que es el único cántico que tenemos de María,
para dar gracias a Dios por sus beneficios y para atraer otros nuevos; sobre
todo no se ha de dejar de decir después de la Sagrada Comunión.
MAGNIFICAT (Lc 1, 46-55)
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi
salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha
hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a
sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba
del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los
colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había
prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por
siempre. Gloria al Padre.
Llevar la cadenilla.
65) La quinta es llevar una cadenilla bendita al cuello, al brazo o al pie o
a través del cuerpo. Esta práctica puede en absoluto omitirse, sin perjuicio
de lo esencial de esta devoción; sin embargo, será pernicioso despreciarla y
condenarla y peligroso descuidarla. He aquí las razones de llevar esta señal
exterior: 1) Para librarse de las funestas cadenas del pecado original y
actual, que nos han tenido atados. 2) Para honrar las sogas y ataduras
amorosas con que nuestro Señor tuvo a bien ser atado para tornarnos
verdaderamente libres. 3) Ya que estas ataduras son de caridad, traham eos
in vinculis caritatis, para hacernos recordar que sólo debemos obrar movidos
por esta virtud. 4) Y en fin, para recordarnos nuestra dependencia de Jesús
y de María en calidad de esclavos.
¡Oh cadenas más preciosas y más gloriosas que los collares de oro y piedras
preciosas de todos los emperadores porque nos atan a Jesucristo y a su
Santísima Madre!
Hay que notar que conviene que estas cadenas si no son de plata, sean al
menos de hierro, para llevarlas con comodidad. No deben dejarse nunca
durante la vida, para que nos acompañen hasta el día del juicio. ¡Qué gozo,
qué gloria, qué triunfo para el consagrado, cuando al sonido de la trompeta
resucite adornado todavía con esta cadena, que, probablemente, no se habrá
gastado aún! Este solo pensamiento bastaría para que te animes poderosamente
a no dejarla nunca.
ORACIONES A JESÚS Y A MARÍA
Oración a Jesús
66) Dejadme, amabilísimo Jesús mío, que me dirija a Vos, para atestiguaros
mi reconocimiento por la merced que me habéis hecho con la devoción de la
esclavitud, dándome a vuestra Santísima Madre para que sea Ella mi abogada
delante de vuestra Majestad, y en mi grandísima miseria mi universal
suplemento. ¡Ay, Señor! tan miserable soy, que sin esta buena Madre,
infaliblemente me hubiera perdido.
Sí, que a mí me hace falta María, delante de Vos y en todas partes; me hace
falta para calmar vuestra justa cólera, pues tanto os he ofendido y todos
los días os ofendo; me hace falta para detener los eternos y merecidos
castigos con que vuestra justicia me amenaza, para miraros, para hablaros,
para pediros, para acercarme a Vos y para daros gusto; me hace falta para
salvar mi alma y la de otros; me hace falta, en una palabra, para hacer
siempre vuestra voluntad, buscar en todo vuestra mayor gloria.
¡Ah, si pudiera yo publicar por todo el universo esta misericordia que
habéis tenido conmigo! ¡Si pudiera hacer que conociera todo el mundo que si
no fuera por María estaría yo condenado! ¡Si yo pudiera dignamente daros las
gracias por tan grande beneficio! María está en mí. Haec facta est mihi.
¡Oh, qué tesoro! ¡Oh, qué consuelo! Y, de ahora en adelante, ¿no seré todo
para Ella? ¡Oh, qué ingratitud! Antes la muerte. Salvador mío queridísimo,
no permitáis tal desgracia, que mejor quiero morir que vivir sin ser todo de
María.
Mil y mil veces, con San Juan al pie de la Cruz, la he tomado en vez de
todas mis cosas. ¡Cuántas veces me he entregado a Ella! Pero si todavía no
he hecho esta entrega a vuestro gusto, la hago ahora, mi Jesús querido, como
Vos queréis la haga. Y si en mi alma o en mi cuerpo veis alguna cosa que no
pertenezca a tu Bienaventurada Madre, arrancadla, os ruego, arrojadla lejos
de mí; que no siendo de María, indigna es de Vos.
67) ¡Oh, Espíritu Santo! Concededme todas las gracias, plantad, regad y
cultivad en mi alma el Árbol de la Vida verdadero, que es la amabilísima
María, para que crezca y florezca y dé con abundancia el fruto de vida. ¡Oh,
Espíritu Santo! Dadme mucha devoción a María, vuestra Inmaculada Esposa; que
me apoye mucho en su seno maternal y recurra de continuo a su misericordia,
para que en Ella forméis dentro de mí a Jesucristo, al natural, grande y
poderoso, hasta la plenitud de su edad perfecta. Amén.
Oración a María
68) Te saludo, María, Hija predilecta del Padre eterno. Te saludo, María,
Madre admirable del Hijo. Te saludo María, Esposa fidelísima del Espíritu
Santo. Te saludo, María, mi amada Madre, mi amable Señora, mi poderosa
Soberana. Te saludo, mi gozo, mi gloria, mi corazón y mi alma. Vos sois toda
mía por misericordia, y yo soy todo vuestro por justicia. Pero todavía no lo
soy bastante. De nuevo me entrego a Vos todo entero en calidad de eterno
esclavo, sin reservar nada ni para mí, ni para otros.
Si algo veis en mí que todavía no sea vuestro, tomadlo en seguida, os lo
suplico, y haceos dueña absoluta de todos mis haberes para destruir y
desarraigar y aniquilar en mí todo lo que desagrade a Dios y plantad,
levantad y producid todo lo que os guste.
La luz de vuestra fe disipe las tinieblas de mi espíritu; vuestra humildad
profunda ocupe el lugar de mi orgullo; vuestra contemplación sublime detenga
las distracciones de mi fantasía vagabunda; vuestra continua vista de Dios
llene de Su presencia mi memoria, la caridad de vuestro Corazón abrase la
tibieza y frialdad del mío; cedan el sitio a vuestras virtudes mis pecados;
vuestros méritos sean delante de Dios mi adorno y suplemento. En fin,
queridísima y amadísima Madre, haced, si es posible, que no tenga yo más
espíritu que el vuestro para conocer a Jesucristo y su divina voluntad; que
no tenga más alma que la vuestra para alabar y glorificar al Señor; que no
tenga más corazón que el vuestro para amar a Dios con amor puro y con amor
ardiente como Vos.
69) No pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni contentos, ni aun
espirituales. Para Vos el ver claro, sin tinieblas; para Vos el gustar por
entero sin amargura; para Vos el triunfar gloriosa a la diestra de vuestro
Hijo, sin humillación; para Vos el mandar a los ángeles, hombres y demonios,
con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva
alguna de todos los bienes de Dios.
Esta es, Bienaventurada Virgen María, la mejor parte que se os ha concedido,
y que jamás se os quitará, que es para mí grandísimo gozo. Para mí y
mientras viva no quiero otro, sino el experimentar el que Vos tuvisteis:
creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de
las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin descanso; trabajar
mucho hasta la muerte por Vos, sin interés, como el más vil de los esclavos.
La sola gracia, que por pura misericordia os pido, es que en todos los días
y en todos los momentos de mi vida diga tres amenes: amén a todo lo que
hicisteis sobre la tierra cuando vivíais; amén a todo lo que hacéis al
presente en el cielo; amén a todo lo que hacéis en mi alma, para que en ella
no haya nada más que Vos, para glorificar plenamente a Jesús en mí, en el
tiempo y en la eternidad. Amén.
CONCLUSIÓN
CULTIVO Y CRECIMIENTO DEL ÁRBOL DE LA VIDA
Qué hacer para que María viva y reine en nuestras almas
a) La Santa Esclavitud de amor. El Árbol de la Vida.
70) Alma predestinada, ¿has comprendido por obra del Espíritu Santo lo que
acabo de decirte? Entonces da gracias a Dios; que es un secreto que casi
todo el mundo ignora. Si has hallado el tesoro escondido en el campo de
María, la perla preciosa del Evangelio, tienes que venderlo todo para
comprarla; tienes que hacer el sacrificio de ti mismo en manos de María y
perderte dichosamente en Ella para hallar allí a sólo a Dios.
Si el Espíritu Santo ha plantado en tu alma el verdadero Árbol de la Vida
que es la devoción que acabo de explicarte, has de poner todo cuidado en
cultivarle para que dé fruto a su tiempo. Es esta devoción el grano de
mostaza de que habla el Evangelio, que siendo, al parecer, el más pequeño de
los granos, llega, sin embargo, a ser muy grande: y tan alto sube su tallo,
que las aves del cielo, es decir, los predestinados, anidan en sus ramas y
en el calor del sol reposan a su sombra y en él se guarecen de las fieras.
b) Manera de cultivar al Árbol de la Vida.
He aquí la manera de cultivarle:
71) *Plantado este árbol en un corazón muy fiel, quiere estar expuesto a
todos los vientos, sin apoyo alguno humano; este árbol, que es divino,
quiere estar siempre sin criatura alguna que le pudiera impedir levantarse a
su principio, que es Dios. Así que no ha de apoyarse uno en su industria, o
en sus talentos naturales, o en el crédito o en la autoridad de los hombres,
hay que recurrir a María y apoyarse en su socorro.
72) *El alma, donde este árbol se ha plantado, ha de estar, como buen
jardinero, sin cesar ocupada en guardarle y mirarle. Porque este árbol que
es vivo y debe producir frutos de vida, quiere que se le cultive y haga
crecer con el continuo mirar o contemplación del alma. Y éste es el efecto
del alma perfecta, pensar en esto continuamente, de modo que sea ésta su
principal ocupación.
73) *Hay que arrancar y cortar las espinas y cardos, que con el tiempo
pudieran ahogar este árbol e impedir que diera fruto: es decir, que hay que
ser fiel en cortar y tronchar, con la mortificación habitual, todos los
placeres inútiles y vanas ocupaciones con las criaturas; en otros términos:
crucificar la carne, guardar silencio y mortificar los sentidos.
74) *Hay que tener cuidado de que las orugas no le dañen. Estas orugas que
comen las hojas verdes y destruyen las hermosas esperanzas de fruto que el
árbol daba, son el amor propio y el amor de las comodidades: porque el amor
de sí mismo y el amor de María no se pueden en manera alguna conciliar.
75) *No hay que dejar que las bestias se acerquen a él. Estas bestias son
los pecados, que, con sólo su contacto, podrían matar el Árbol de la Vida.
Ni siquiera hay que permitir que lo alcancen con su aliento, es decir, los
pecados veniales, que son siempre muy peligrosos si no les damos
importancia.
76) *Hay que regar continuamente este árbol divino, con Santa Misa, la
Comunión Eucarística, y otras oraciones públicas y privadas, sin lo cual
dejaría de dar fruto.
77) *No hay que acongojarse si el viento le agita y sacude, porque es
necesario que el viento de las tentaciones sople para derribarle, y que las
nieves y heladas le rodeen para perderle; es decir, que esta devoción a la
Santísima Virgen, necesariamente ha de ser acometida y contradicha; pero con
tal que se persevere en cultivarla nada hay que temer.
c) Jesucristo es el Fruto duradero del Árbol de la Vida.
78) Si así cultivas tu Árbol de la Vida, recientemente plantado en ti por el
Espíritu Santo, yo te aseguro, alma predestinada, que en poco tiempo crecerá
tan alto, que las aves del cielo harán morada en él y vendrá a ser tan
perfecto que dará a su tiempo el fruto de honor y de gracia, es decir, el
amable y adorable Jesús, que siempre ha sido y siempre será el único fruto
de María.
Dichosa el alma en quien está plantado el Árbol de la Vida, María; más
dichosa aquella en que ha podido crecer y florecer; dichosísima aquella en
que da su fruto; pero la más dichosa de todas es aquella que goza de su
fruto y lo conserva hasta la muerte y por los siglos de los siglos. Amén.
Qui tenet, teneat.