El matrimonio natural: El matrimonio en Cristo
El matrimonio natural
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Algunas nociones básicas
Voy a exponeros aquí verdades que vosotros, en su mayor parte, ya sabéis,
porque son de experiencia común. Quizá no las sabríais expresar con
exactitud, y quizá no las recordáis con frecuencia. Pero se trata de
verdades que, para entender y realizar bien el matrimonio, debéis tener muy
en cuenta.
Objetos y personas
Los minerales, plantas y animales son criaturas corruptibles, completamente
contingentes, que poseen un modo de ser muy limitado, y que desaparecen sin
dejar rastro de sí. Pero la persona humana es un ser incorruptible,que tiene
una subsistencia necesaria, una calidad única y espiritual, que la alza
sobre todos los otros seres creados. ¿Y qué quiero decir aquí al emplear la
palabra incorruptible, en un sentido filosófico? Quiero decir, nada más y
nada menos, que la persona humana, una vez que comienza a existir, ya nunca
saldrá de la existencia: es para siempre, sin fin.
El hombre, sencillamente, es una persona. Es mucho más que una piedra o un
animal: es persona libre, dueña de sí, inviolable. Puede darse, pero no
puede ser robada lícitamente. Nadie puede imponerle un acto voluntario, pues
éste dejaría de serlo. Sólo libremente puede atravesarse la frontera de su
libertad personal.
Según lo anterior, cosas y animales son objetos, que pueden ser utilizados
como instrumentos. Pero la persona humana es un sujeto, con un mundo
subjetivo y libre, y nunca puede ser lícitamente empleada como un medio,
como un objeto. No es algo meramente, es alguien, y si tratamos a una
persona simplemente como un objeto, la ofendemos.
Una prostituta, por ejemplo, es tomada por el hombre como una mujer-objeto,
y es, pues, considerada como una cualquiera, sin corazón ni nombre propios.
Es decir, no es tratada como un ser personal, como un ser humano. Ella
misma, por dinero, se presta a ese horror. Pero para tratar al ser humano
como se merece es preciso tratarlo como persona, y por tanto con amor.
Sensaciones y emociones
Las sensaciones son reacciones de los sentidos producidas por el contacto
con determinados objetos. Permanecen activas mientras dura el contacto; y
cuando éste cesa, perdura la imagen del objeto, aunque tienden a apagarse.
«Ojos que no ven, corazón que no siente».
Las emociones son reacciones sensoriales más profundas, pues mientras la
sensación vibra sólo ante las cualidades sensibles del objeto, la emoción es
más personal, ya que capta todos los valores a él inherentes; valores, por
lo demás, no necesariamente materiales, sino también espirituales, aunque
materializados de alguna manera en el objeto -la gracia de movimientos, por
ejemplo-. Las emociones son importantes para el nacimiento del amor, y son
sin duda más duraderas que las sensaciones.
La sensualidad
La sensualidad capta los valores sexuales de otra persona, y por sí misma no
se dirige a la persona, sino al cuerpo como posible objeto de placer. Es
natural, y por tanto es buena. Se hace mala, sin embargo, cuando la persona,
en actos internos o externos, se deja llevar por ella, prescindiendo de la
razón y de la voluntad. Ella, la sensualidad, abandonada a sí misma, es
absolutamente inestable: se vuelve hacia cualquier objeto posible de goce, y
por eso puede destrozar la dignidad personal y hacer mucho daño a otras
personas.
En este sentido el término anglosajón sex-appeal no designa al amor sino
como atractivo sexual. Y así expresa una visión deshumanizada del sexo,
desvinculada de la persona y del amor, que sólo es suficiente para la
sexualidad de los animales: éstos, en efecto, acuden automáticamente a la
llamada del sexo (sex-appeal).
La afectividad
La afectividad no es por sí misma una tendencia adquisitiva de placer, como
la sensualidad, sino que se orienta más bien hacia la admiración, la
aproximación, la ternura y el deseo de intimidad. Ocupa suavemente la
memoria y la imaginación, al mismo tiempo que atrae la inclinación de la
voluntad. Es poco objetiva, y suele idealizar la persona de su admiración,
imaginando en ella valores quizá inexistentes, lo que fácilmente conduce a
la decepción.
Tiende la afectivad a manifestarse en miradas, sonrisas y gestos, y puede
mantenerse en un plano puramente espiritual, aunque fácilmente se inclina
hacia la sensualidad. Suele decirse en esto que,normalmente, la mujer es más
afectiva y el hombre más sensual. Lo cual puede ocasionar problemas, cuando
la mujer -por una proyección de sí misma- tiende a ver amor afectivo en un
hombre que quizá apenas le ofrece sino sensualidad.
La voluntad
La libertad del hombre reside en su voluntad. Es precisamente la voluntad de
la persona la que elige y quiere, y partiendo de la inteligencia, se dirige
inmediatamente a la persona. Por eso aquél que apenas usa de su
entendimiento, apenas puede ser libre, y apenas puede amar de verdad, pues
está a merced de aquellas vibraciones cambiantes, más pendientes del plano
sensible.
Ya véis, pues, con esto que el amor de la voluntad -personal, consciente y
libre- es el único que puede integrar y fijar en un amor pleno todos los
impulsos inestables y turbulentos de sensaciones y emociones, sensualidades
y afectos, que ahora, de este modo armonizados y profundizados, enriquecen
grandemente al enamorado, suscitan en él una alegría desconocida, y
despiertan en la persona unas energías y capacidades que muchas veces
permanecían, al menos en parte, en estado latente.
El amor fielmente sostenido por el querer fuerte y constante de la voluntad
es el único que puede unir realmente a dos personas, el único que puede
hacer coincidentes las voluntades, dando a cada una de ellas la inclinación
a querer lo que el otro quiere.