Julio Chevalier, Fundador y Primer Superior General de los Misioneros del Sagrado Corazón (Notas biográficas del P. Piperon MSC)
Capítulo VIII
LAS TRES ARCHICOFRADÍAS
El Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, ocupaba continuamente el pensamiento del P. Chevalier. Ni sus excesivos trabajos, ni los sufrimientos, ni las persecuciones, ni las más dolorosas pruebas lograban disuadirle. Se habría creído merecedor de un anatema si, siendo como era Misionero de este Corazón Sagrado, y habiendo sido favorecido por El con tantos favores y cautivado con tanta fuerza, pudiera proponerse otro objetivo en sus actividades. Como el Profeta Rey, ansiaba que todas las criaturas, los Ángeles y Santos del cielo, los hombres en la tierra, los seres todos en una palabra, contribuyesen con sus homenajes a la alabanza del divino Corazón.
Ya nos había enseñado a glorificarle por medio de María y en unión con Ella, cuando nos había dado a conocer el nuevo título de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón con el que quería que se invocara siempre a la Virgen bendita en la Basílica. Nos repetía sin cesar: "Con este título que resume en cierto modo todos los demás, reconocemos el poder que el Salvador le ha dado sobre su Corazón adorable. Suplicamos a esta Virgen poderosa que nos conduzca al Corazón de Jesús; que nos revela los misterios de amor que encierra; que nos abra la fuente de los tesoros de su gracia; que Ella con susmanos maternales los reparta sobre los que la invocan y se encomiendan a su protección. Y además nos unimos a nuestra Madre para alabar al Corazón de Jesús y reparar con Ella las ofensas que recibe de los hombres". Estas palabras expresadas hace más de cincuenta años, nos revelan perfectamente el obsesivo ideal de nuestro Padre.
¿Tenía alguna otra manera de expresar en términos más claros su ferviente anhelo de ver la devoción a María ocupar un puesto preponderante en el culto de amor al Corazón de Jesús?
Ansiaba aprender de la Madre del Cielo las perfecciones divinas del Sagrado Corazón. ¿Quién, mejor que Ella había sondeado sus infinitas profundidades?
Por otra parte, consciente de la incapacidad de la inteligencia y del corazón humano para dar la debida gloria al Corazón de Cristo, buscaba en la Virgen María el remedio a sus limitaciones.
En otras palabras, "al Corazón de Jesús por María" fue su constante obsesión y su continua práctica.
Sin género de duda, por inspiración de la misma Santísima Virgen fue como él dio con el bendito título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Título en verdad glorioso y bendito; nombre que los ángeles del cielo han esparcido por el universo entero, y que tantos millones de corazones agradecidos se complacen en repetir día tras día con ternura, amor y confianza porque María no cesa de derramar sus beneficios sobre quienes la invocan con este título entrañable.
Uno de los mayores gozos del Padre, su mayor consuelo, era pensar que la devoción a Nuestra Señora había contribuido en gran medida a calar profunda y delicadamente en las almas el conocimiento y amor del Divino Corazón.
Pero ¿y San José?
También el humilde obrero de Nazareth, asociado por íntimos lazos a Jesús y María, debía tener un puesto destacado, un papel de excepción en los homenajes que se rinden al Corazón de Jesús.
Después de la misma Madre de Dios, ¿acaso no fue él quien mejor le conoció y amó?
El mismo Jesús tuvo que sentir hacia quien fue el Custodio fiel de su infancia los más exquisitos sentimientos de particular ternura.
El amor de José hacia Jesús tenía que tener exacta reciprocidad en el amor de Jesús a José, siendo sin duda a él a quien más amaba después de a María, su Madre.
El P. Chevalier quiso establecer una Archicofradía con el nombre de "San José, amigo del Sagrado Corazón". Pero la Santa Sede hizo la observación de que este título no expresaba suficientemente las prerrogativas del Santo Patriarca, y lo sustituyó por el más explícito de "San José, Modelo y Patrono de los Amigos del Sagrado Corazón".
Escribía más tarde el P. Chevalier: "Declarar que San José es el prototipo de los que aman al Corazón de Jesús equivale a decir que llegó en el amor a un grado imposible de sobrepasar e incluso de alcanzar. Podemos implorar su ayuda y protección para imitarle. Por eso la Iglesia le proclama no sólo Modelo sino también Patrono de los que aman al Sagrado Corazón, y quieren progresar en su amor... Tengamos siempre en los labios esta sublime invocación: "San José, Modelo y Patrono de los Amigos del Sagrado Corazón, Ruega por nosotros".
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La Archicofradía de San José, Modelo y Patrono de los Amigos del Sagrado Corazón es la segunda fundada por el P. Chevalier, y dirigida por los MSC.
La tercera es el CULTO PERPETUO DE AMOR Y REPARACION al Sagrado Corazón de Jesús. Es el magnífico complemento de la serie de obras propuestas a los fieles para glorificar al Corazón de Jesús. Todos, en efecto, por mínima voluntad que tengan, pueden rendir al Corazón de Jesús este Culto de Honor y Reparación cuyas prácticas esenciales no constituyen para nadie una carga. No supone un estorbo para el cumplimiento de los deberes ordinarios; antes al contrario, proporcionan una gran ayuda para cumplirlos fielmente y sacar de ellos abundantes méritos.
El Culto Perpetuo de Honor y Reparación al Sagrado Corazón de Jesús fue inaugurado en la Basílica del Sagrado Corazón de Issoudun el 25 de marzo de 1874. En los Anales de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de este mismo año (junio, pág. 122) podemosleer: He aquí otra flor en el jardín de Nuestra Señora del Sagrado Corazón..."
Propuesto el 25 de marzo de este mismo año a los fieles de Issoudun, inmediatamente quedó establecido el CULTO PERPETUO, y se va propagando rápidamente con inmensos .tesoros de gracias...
Nos parece estar escuchando a Nuestra Señora que nos dice con mayor alegría aún que Santa Margarita María: " ¡Cómo me alegráis al querer rendir un homenaje especial a este adorable Corazón!" (Obras de Sta. Margarita María, tomo 2).
El origen de esta práctica tan fecunda en frutos de salvación es bien humilde y sencillo. En el suelo fértil de la Iglesia suelen nacer así los mejores y más abundantes frutos.
Unos años atrás había entrado en la Congregación un sacerdote sumamente piadoso, de una modestia y discreción mayores, si cabe. Su ardoroso afán de consagrarse sin reserva al servicio del Corazón de Jesús, buscaba afanosamente el modo de agradarle y honrarle con más perfección[1].
El humilde Religioso, el "buen Padre Miniot" como le llamábamos familiarmente, pensaba que los Misioneros del Sagrado Corazón deberían rendir un culto ininterrumpido y especial al Sagrado Corazón. Habría querido que todos los días, en cada Comunidad, fuesen designados oficialmente en nombre de la Congregación algunos miembros para ofrecer al Sagrado Corazón homenajes de adoración, amor y alabanza en reparación de los ultrajes inferidos por los pecadores.
Era el germen del CULTO PERPETUO.
El P. Chevalier, a quien comunicó su idea, la encontró maravillosa y le felicitó por ella prometiéndole madurarla en la reflexión y oración, y hacer todo lo posible para llevarla a la práctica.
La pequeña semilla había caído en tierra fecunda, echó raíces y se desarrolló rápidamente.
El Padre, atento siempre a cuanto podía hacer relación a la gloria del Sagrado Corazón y el bien de las almas, se decía: "si esta piadosa práctica responde a los deseos de nuestro Señor, como ha manifestado a Santa Margarita María, y da sólidas esperanzas para el progreso espiritual de nuestros Misioneros, ¿por qué limitarla solamente a los miembros de la Congregación? ¿No sería privar al Corazón de Jesús de tantos homenajes como pide y muchas almas de un medio de santificación? Después de todo, la devoción al Corazón de Jesús no era privilegio de una determinada categoría decristianos; es de todos".
A partir de aquel momento quedó establecido el CULTO PERPETUO DE HONOR, REPARACIÓN Y ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN.
Fue presentado para su aprobación al Arzobispo de Bourges, quien se apresuró a aprobarlo.
El 25 de marzo, como he dicho antes, el Padre lo expuso a los fieles de Issoudun, que lo acogieron gozosamente. Más tarde, en el mes de junio, se dio a conocer a los numerosos socios de la Archicofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón por medio de los Anales.
Bajo el patrocinio de la Tesorera del Corazón de Jesús, la Piadosa Asociación del Culto Perpetuo produjo abundantes frutos de gracia y virtudes en los claustros y en las familias que lo adoptaron.
Diez y siete años más tarde, el 15 de abril de 1891, su Eminencia el Cardenal Parroqui, Vicario de S.S. León XIIl la estableció canónicamente en la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Roma; y el 26 de junio del mismo año el Soberano Pontífice la erigía en Archicofradía y la enriquecía con numerosas indulgencias.
Todo lo concerniente al Culto Perpetuo está claramente expuesto en el "Manual" que tiene a su alcance la mayor parte de nuestros lectores, y por tanto resulta superfluo extenderse más. No obstante nos parece oportuno traer aquí algunas reflexiones queleemos en el prólogo de una de las últimas ediciones de ese librito que contiene tantas cosas buenas. Datan de 1903.
"Con profundo sentimiento de gozo y reconocimiento publicamos esta novena edición del "Manual de la Archicofradía del Culto Perpetuo al Sagrado Corazón".
" ¿Cómo no manifestar nuestra alegría al comprobar la rapidez con que se han agotado las anteriores ediciones? Es sin duda una prueba del creciente interés que ha despertado la devoción al Sagrado Corazón, indicio anticipado de la salvación que este divino Corazón ha venido a traer a la tierra".
"Nos alegran los "actos perpetuos" de amor y reparación que así se han ofrecido a este adorable Corazón para compensar los ultrajes "perpetuamente" cometidos por los pecadores".
Por medio de las tres Archicofradías fundadas, el P. Chevalier contribuyó considerablemente a propagar en el mundo la doctrina y el amor misericordioso de Jesús. Aunque cada una de ellas tiene un objetivo particular que la distingue de las otras dos, todas ellas tienden a un mismo fin: el Corazón de Jesús.
La Archicofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón nos manifiesta los tesoros de amor y misericordia contenido en este Corazón infinitamente misericordioso, y nos enseña el medio de participar de ellos: podemos obtenerlos por María, la inefable Tesorera del Sagrado Corazón, por María, nuestra Madre.
San José se nos presenta como el arquetipo, el "Modelo" acabado en el cumplimiento de nuestros deberes para con el Sagrado Corazón y de los homenajes que debemos ofrecerle.
Por la práctica del Culto Perpetuo nos proponemos penetrar en las profundidades del Corazón de Jesús por la oblación diaria de nosotros mismos y de nuestros actos de virtud; nos ejercitamos en el ofrecimiento de nuestra adoración, amor y alabanza; imploramos su favor, confiados en su bondad; reparamos las ingratitudes y desprecios que recibe; compadecemos sus sufrimientos, y estrechamos los lazos que nos unen a su Corazón.
En una palabra, el Culto Perpetuo nos ayuda a practicar con mayor perfección la devoción al Corazón de Jesús.
¿Quién será capaz de calcular el número de buenas obras y actos de virtud que han suscitado nuestras tres Archicofradías?
¿Quién llegará a saber jamás la multitud de almas a las que habrán encaminado hacia la salvación?
Bendita sea la memoria de nuestro venerado Fundador que nos ha legado tan preciosa herencia.
Al fundarlas quiso; deseó y se propuso el bien que han producido y continuarán produciendo.
Serán para él una fuente inagotable de eterna gloria y felicidad.
1. [1] El recordado P. Miniot fue verdaderamente humilde y bondadoso. Exacto en el cumplimiento de la Regla y en los ejercicios de piedad, practicaba a la letra los consejos del autor de la Imitación: "buscad pasar inadvertidos y ser tenidos en nada". Su vida transcurría pura tanto en los largos coloquios ante el Sagrario con el Sagrado Corazón como en el confesonario, en el que recibía a los penitentes con gran amabilidad.
Cuando se le necesitaba para cualquier servicio, se le podía encontrar con toda seguridad en uno de esos dos lugares.
No me habría atrevido a divulgar su secreto si el querido compañero estuviera aun en vida, pues esto le habría causado gran disgusto.
El P. Miniot había nacido en Charost, capital del cantón de Cher.
Realizó sus estudios en el Seminario de Bourges. Una vez ordenado sacerdote, ejerció el ministerio parroquial. Cuando en 1871 entró en el Noviciado de la Congregación en Montluçon, era Párroco de Mer (Indre), donde quedan aun vivos muchos recuerdos de él.
Después de la Profesión fue Profesor de la Pequeña Obra, y más tarde ayudante del Maestro de Novicios. Cuando desempeñaba este cargo fue llamado al Escolasticado de Roma; después a París, de donde tuvo que salir hacia Barcelona cuando la expulsión de 1901.
Murió en 1903 pletórico de méritos; a la edad de 72 años, después de 31 de vida religiosa.
Cf. También Anales españoles 1903, enero. (Nota del traductor).