Julio Chevalier, Fundador y Primer Superior General de los Misioneros del Sagrado Corazón (Notas biográficas del P. Piperon MSC)
Capítulo IX
LA ASOCIACIÓN DE ALMAS CONSAGRADAS AL CORAZÓN DE JESÚS
LA CONGREGACIÓN DE HIJAS DE NUESTRA SEÑORA
DEL SAGRADO CORAZÓN
LOS LIBROS
Entre las obras más afanosamente deseadas por el P. Chevalier, puede colocarse indudablemente la de las "Almas consagradas al culto del Sagrado Corazón".
"Nuestra Congregación tratará solícitamente de congregar a los fieles devotos del Sagrado Corazón. Los asociará bajo la bandera de este mismo Corazón por medio de estatutos convenientes para caldearlos en la piedad, respetando siempre la autoridad de los Obispos" (Constituciones, No. 18).
Estas líneas dejan bien claro, a poco que se reflexione sobre ellas, las habituales disposiciones de nuestro Padre.
Convencido con Santa Margarita María que "no hay camino más corto para llegar a la perfección, ni medio más seguro para la salvación que consagrarse al Sagrado Corazón para tributarle los homenajes de amor, honor y alabanza de que somos capaces", nada escatimaba con tal de procurar esta oportunidad a las almas de buena voluntad.
Con el fin de facilitar a los Religiosos la tarea de asociar a los fieles bajo la bandera del Sagrado Corazón, estableció las normas de una Asociación especial que tendría por objeto "formar, agrupar y fomentar verdaderos adoradores del Corazón de Jesús, adoradores en espíritu y en verdad para darle el culto de amor, agradecimiento, reparación e imitación pedidos a Santa Margarita María, y atraer así sobre las almas los infinitos tesoros de gracia y santidad que ha prometido en retorno de los homenajes que le sean rendidos". ("El Sagrado Corazón", por el P. Julio Chevalier,pág. 400 — Edición de 1900).
La obra, aprobada por el Arzobispo de Bourges, fue acogida entusiásticamente por los fieles. En poco tiempo tenía adeptos por todas partes. Cuando, a finales de 1877, el Padre dirigía una petición a Pío IX solicitando indulgencias para esta nueva Asociación,ya podía escribir:
"Desde hace varios años, con el permiso y aprobación de Su Excelencia el Arzobispo de Bourges, tratábamos de iniciar esta obra proponiendo a los fieles que las solicitaban unos estatutos destinados a regirla, pues bien ya cuenta con unos trescientos miembros repartidos por diversas provincias de Francia, Italia, Bélgica, Inglaterra, Austria y Canadá. Y diariamente recibimos nuevas adhesiones".
La súplica, con la calurosa recomendación de Mons. De la Tour d'Auvergne, fue presentada al Santo Padre, el cual por un Breve de 29 de enero de 1878, concedió las indulgencias y favores solicitados. Estos fueron los últimos favores concedidos por Pío IX a la Congregación de MSC, a la que con tanta benevolencia había acogido desde el principio, y a la que había arropado, por así decirlo, con su poderosa protección. Diez días después, el 7 de febrero, Pío IX, lleno de días y de méritos, dejaba esta tierra en la que tanto había trabajado y sufrido por la causa de la Santa Iglesia, para volar al cielo a recibir la recompensa de sus eminentes virtudes.
La última bendición de Pío IX favoreció de modo admirable la extensión de la Asociación de almas consagradas al Sagrado Corazón que cuenta hoy con cerca de dos mil miembros individualmente o integrados en Asociaciones florecientes.
Para nuestro Fundador constituyó un gran consuelo dejar tras de sí, esparcida por el mundo, una legión de almas escogidas entregadas por entero al Sagrado Corazón, deseosas de glorificarle por medio de una vida santa, y de reparar con sus homenajes las ingratitudes que recibe.
El venerado Padre sentía un verdadero afecto hacia estas almas. Pidámosle que bendiga esta asociación, multiplique sus miembros y logre para ellos un fervor cada vez mayor.
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Las sublimes prerrogativas de la Inmaculada Madre de Dios, consideradas sobre todo en sus relaciones con el Corazón de su hijo divino, habían hecho renacer en el alma de nuestro venerado Padre tan profundos sentimientos de veneración, tan alta estima de las perfecciones con que la veía adornada, que buscaba incesantemente nuevos motivos para darle gloria. Su deseo hubiera sido, si posible fuera, ver los altares erigidos por nuestra pobreza —tronos, ay!, tan poco dignos de la Reina del ciclo—, rodeados noche y día por una guardia de honor que rindiera continuamente homenaje a su nobleza, como lo hacen los Ángeles de Dios en el cielo.
Grandioso sueño, ciertamente, fruto espontáneo de su amor a la Madre de Dios, pero irrealizable por la debilidad humana. Sin embargo se veía forzado a moderar sus deseos a la medida de sus posibilidades. Escuchémosle cómo expresa sus sentimientos a este respecto. En su precioso libro sobre Nuestra Sra. del Sagrado Corazón ("Nuestra Señora del Sagrado Corazón según la Sagrada Escritura, los Santos Padres y la Teología", pág. 485, 4ta. edición), en una forma impersonal, pero transparente, leemos:
"Desde los primeros momentos en que María recibió el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, fue inevitable pensar que esta divina Madre se rodearía de una corte de honor que en pos de Ella y bajo su protección había de consagrarse por entero al servicio del Corazón de Nuestro Señor. Este feliz presentimiento se ha visto realizado con la aprobación del Arzobispo de Bourges y la Bendición del Santo Padre".
¿Cuál era esta 'corte de honor" que la Virgen de las vírgenes iba a reunir, según el presentimiento del piadoso Fundador, sino la CONGREGACION DE HIJAS DE NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZON?
Cuando en 1895, el Padre publicaba el volumen del que hemos entresacado las líneas anteriores, esa Congregación había enviado ya intrépidas misioneras a las regiones evangelizadas por los Misioneros del Sagrado Corazón.
Esta Congregación nació el 30 de agosto de 1874 a la sombra de la Basílica de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, como dan fe los Anales de este mismo año (No. de Sept.).
Sin embargo aquel primer intento no dio el resultado apetecido por el Fundador. Fue como una semilla cuidadosamente escogida y confiada a un suelo fértil por un experto jardinero, pero que no siempre produce los frutos esperados.
Fue ocho años más tarde cuando Nuestra Señora del Sagrado Corazón proporcionó a la pequeña y hasta entonces lánguida Comunidad la persona destinada a ser como la madre y fundadora, el momento en que empezó a desarrollarse.
Durante 26 años la Rma. Madre María Luisa Artzer (fallecida el 21 de febrero de 1908), a pesar de las dificultades, tuvo el consuelo de ver a sus Hijas multiplicarse y proyectarse a lo lejos: a las Misiones de Nueva Guinea y de las Islas Gilbert en que evangelizan varios puestos de misión; a Sydney (Australia) en que tienen establecido un Noviciado y dirigen escuelas; a Tasmania, a donde fueron llamadas por el Obispo para instruir y catequizar a la juventud de la Diócesis.
Aunque la persecución las ha obligado a abandonar la casa que fue su cuna; aunque, como tantas otras Congregaciones, se han visto obligadas a cerrar temporalmente en Francia su Noviciado y buscar una tierra hospitalaria para la continuación de sus obras, este vendaval no ha sido suficiente para detener su progreso.
Bélgica las ha acogido benévolamente. Allí han fundado ya varias casas. La Rvda. Madre con su Consejo ha fijado su residencia en Thuin, pequeña población de la Diócesis de Tournai.
También allí, al lado de la Casa-Madre, se ha abierto un Noviciado que ofrece muchas esperanzas.
Todas las prolíficas obras cuya creación acabamos de describir someramente, son como espigas doradas de una mies cosechada por nuestro Fundador para gloria del Sagrado Corazón y el establecimiento de su reino en las almas. El siervo bueno y fiel no enterró los talentos que le habían sido confiados, sino que multiplicó su valor por medio de un incesante trabajo y a fuerza de múltiples sacrificios.
Sirviéndonos de las palabras del salmista, también podemos decir que, habiendo sembrado con lágrimas, pudo depositar con alegría una cosecha abundante a los pies del Señor.
También los libros que ha dejado escritos han sido como doradas espigas añadidas a esta meritoria mies ya de suyo abundante.
Estos volúmenes, al igual que su ministerio pastoral, igual que todas las obras fundadas por él, no tienen otro objetivo que dar la gloria debida al Corazón de Jesús y la extensión de su reinado en el mundo.
Ya desde los primeros tiempos de su ministerio misionero, en los días que evangelizaba las zonas rurales, echaba en falta una recopilación de cánticos al Sagrado Corazón al alcance de las personas sencillas a quienes llevaba la palabra de Dios. Al no encontrar nada a su gusto, decidió coleccionar él mismo un repertorio impreso para su uso personal y el de sus colaboradores; un modesto cuadernillo de una treintena de páginas, de pequeño formato, con cánticos populares de fácil asimilación, para los componentes de los coros parroquiales.
Ese fue el humilde origen de la "Colección de Cánticos al Sagrado Corazón" que publicó años más tarde, y que nos atreveríamos a decir que tuvo días de gloria, ya que a la primera edición sucedieron otras muchas tan rápidamente agotadas como la primera.
Ciertamente hemos de reconocer que no fueron obras literarias dignas de captar la atención de los poetas ni de satisfacer gustos refinados; tampoco era esa su intención. Su deseo era proporcionar a las gentes sencillas un medio más de degustar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Trató de hacer algo útil, lo que se dice en sentido cristiano "una buena obra" que produce un gozo más puro y unos frutos más duraderos que la gloria literaria.
Los "Cánticos a Nuestra Señora del Sagrado Corazón", y los "Cánticos a San José, Modelo y Patrono de los Amantes del Sagrado Corazón", compuestos como los anteriores pensando en las diversas circunstancias que pudieran ser utilizados, gozaron de la inmediata aceptación del público al que estaban destinados. Así lo demuestran las numerosas ediciones que siguieron.
Las obras maestras del P. Chevalier son indudablemente los dos volúmenes titulados "El Sagrado Corazón de Jesús" y "Nuestra Señora del Sagrado Corazón según la Sagrada Escritura, los Santos Padres y la Teología".
¿Se había propuesto el autor algún plan previo al escribir estas obras? ¿Tenía recopilados de tiempo atrás concienzuda y científicamente preparados los materiales que iba a necesitar? Incluso cabría preguntarse si en algún momento le habría pasado por la cabeza escribirlas. i En absoluto! Puedo asegurarlo porque desde los comienzos yo mismo he seguido todo el proceso, y aún me atrevería a decir que he visto componer el esquema de esta doble obra de arte creada por él en honor y para gloria del Sagrado Corazón y de la Santísima Virgen.
Cuando en 1862 escribía el primer folleto sobre Nuestra Señora no pretendía más que precisar el sentido de este nuevo título dado a la Madre de Dios. Y aquellas breves páginas fueron el germen fecundo que produjo los dos títulos citados. Aquel opúsculo tuvo que ser editado repetidas veces.
La edición de 1868 salió laudablemente enriquecida con algunas transformaciones. En ella abundan las citas de Santos Padres que confirman el nuevo título dado a María. En esa edición el opúsculo se convierte ya en un considerable compendio, con unprólogo sobre la devoción al Sagrado Corazón que lleva como consecuencia inmediata la devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Algunos años después, y con el título de "Nuestra Señora del Sagrado Corazón mejor conocida", aquel folleto se convierte en un tratado de varios centenares de páginas, varias veces reeditado y ampliado.
En ese volumen profusamente documentado se destaca primordialmente el Corazón de Jesús en su relación con la Virgen Inmaculada.
Más tarde, en 1883, bajo la supervisión y con el permiso del Maestro del Sacro Palacio, se imprimió un grueso volumen con el título de "El Sagrado Corazón de Jesús relacionado con María, estudiado bajo el punto de vista de la Teología y la Ciencia Moderna, o Nuestra Señora del Sagrado Corazón".
Esta obra, dedicada a Su Santidad León XIII, recibió el 22 de septiembre de 1884, un Breve Pontificio muy reconfortante para el Padre, justamente cuando estaba sufriendo las consecuencias terribles de la persecución.
Por fin, a instancias de algunos compañeros, se decidió a publicar esta importante obra en dos volúmenes independientes el uno del otro, lo cual trajo consigo la completa modificación de una labor que había supuesto ya más de veinte años de trabajo.
Las diversas ediciones de cada uno de estos volúmenes son un fiel testimonio de la aceptación del público.
En 1895 sacaba a la luz la cuarta edición del libro "Nuestra Señora del Sagrado Corazón... , y cinco años más tarde la cuarta de "El Sagrado Corazón".
Debemos hacer observar que el infatigable autor revisaba por entero el libro a cada nueva edición, completándolo con mejoras más o menos considerables
Sin embargo, estos trabajos, añadidos a los que suponía el gobierno de la Congregación y el ministerio pastoral de una extensa parroquia, no eran suficientes para su actividad. En 1892, ya casi septuagenario, publicaba la "Escuela del Sagrado Corazón, o Lecciones de Perfección". Al año siguiente aparecían dos volúmenes de "Meditaciones para todos los días del año según el espíritu del Sagrado Corazón". En 1899 salía la "Historia religiosa de Issoudun", un grueso volumen de 450 páginas cuya segunda edición estaba preparando cuando le sobrevino su larga, dolorosa y definitiva enfermedad.
En 1904 terminaba su trabajo sobre "El Apocalipsis y los tiempos modernos", del que pudo ver salir dos ediciones más en poco tiempo; y, durante este mismo año "Ejercicios Espirituales de ocho días según la doctrina y método de San Ignacio".
Hay que añadir además diversos artículos publicados de vez en cuando en los "Anales de Nuestra Señora del Sagrado Corazón", y un considerable número de trabajos impresos para circunstancias especiales, amén de otros muchos encontrados en sus apuntes. Es de notar que el Padre nunca tuvo secretario que le ayudara ni en suabundante correspondencia particular, ni para sus escritos. De ahí se puede deducir la cantidad de trabajos realizados durante su larga carrera.
Pese al paso de los años y las graves enfermedades que iban arruinando sus fuerzas corporales, su mente no perdió ni el vigor ni el primer dinamismo. Prueba de ello son sus últimos trabajos. Son el fruto de su extrema senectud. De cara ya a rendir cuentasde su vida al Soberano Juez, con una humildad edificante y una inquebrantable confianza en la divina misericordia de que pueden dar testimonio los que le asistieron en sus últimos años, practicaba a la letra el consejo de la "Imitación": "No estés nunca ocioso; ocúpate en leer, escribir, rezar, editar o hacer alguna cosa que se refiera al bien común" (Imit. libro 1ro. cap. XIX).
Así fue la vida del venerado Padre hasta su último instante para gloria del Corazón de Jesús y bien de las almas.