Julio Chevalier, Fundador y Primer Superior General de los Misioneros del Sagrado Corazón (Notas biográficas del P. Piperon MSC)
Capítulo XV
LAS CASAS DE TILBURGO Y ANVERES
OTRAS FUNDACIONES
EXPANSIÓN MISIONERA
Cuando el P. Chevalier encaminaba el Noviciado de la Congregación hacia Holanda en plena efervescencia de las expulsiones, no pretendía solamente procurar a los novicios un refugio en que pudieran terminar su formación religiosa en el retiro y la paz; su visión abarcaba otros horizontes más amplios. Holanda le parecía una tierra fecunda y bendita en que la vida de fe había echado profundas raíces y se traducía en obras admirables. La Asociación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón empezó allí a ser conocida de manera providencial desde los primeros años. En 1886 se había erigido una Cofradía afiliada a la de Issoudun en la capilla de las Ursulinas de Sittard, en el Limbourg holandés, con la aprobación del Obispo de Ruremonde. Con este humilde comienzo en el estrecho recinto de un internado, y merced al entusiasmo de las Ursulinas, su radio de acción se extendió en poco tiempo no sólo a las diócesis de los Países Bajos, sino el Limburgo belga, a la Prusia del Rin y otras comarcas. Cuando el 11 de diciembre de 1873 Mons. Paradis coronó en nombre de Pío IX la Imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en la modesta capilla de las Ursulinas, la Cofradía de Sittard contaba ya con cuatro millones de Asociados de Holanda y de los países limítrofes. En el discurso que el P. Chevalier pronunció en aquella memorable solemnidad en presencia del Obispo y de gran cantidad de sacerdotes y fieles, dejó caer estas palabras que contenían un deseo y una súplica:
"Vuestro Santuario rebosante de exvotos es hoy centro y meta de tan numerosas peregrinaciones que su recinto resulta ya incapaz de recibir a la piadosa multitud que estoy contemplando. Quiero ser el portavoz de Nuestra Señora del Sagrado Corazón pidiéndoos n su nombre que levantéis en vuestro rico y generoso país un amplio templo en consonancia con el incremento extraordinario de Asociación".
Pronto este deseo del P. Chevalier quedó cumplido. Con la probación del Obispo, el mismo día se abrió una suscripción y se acogieron muchos y generosos donativos. Unos años después se abrió a la piedad de los fieles el nuevo Santuario. Cuando 7 años más tarde los Novicios expulsados de Francia tuvieron que buscar efugio en las hospitalarias tierras de Holanda, pudieron contemplar aquella manifestación de fe y de amor convertida en un monumento dedicado a gloria de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Fue para ellos un reconfortante gozo poder arrodillarse a los pies re la Virgen coronada como la de Issoudun en nombre de Pío IX implorar su protección para los desterrados y la bendición para sus bienhechores.
El P. Chevalier, después de haber participado en las fiestas de a Coronación y haber vivido los días de triunfo de la Virgen, estaba persuadido de que Nuestra Señora del Sagrado Corazón había reparado a sus apóstoles un nuevo campo en que podrían dar rienda suelta a su celo. Por eso, cuando sonó la hora de la prueba, no dudó en encaminar a los novicios hacia aquella bendita tierra. Cosa admirable: entre los novicios de entonces, había algunos holandeses, oriundos todos de aquella Diócesis que Nuestra Señora del Sagrado Corazón había escogido para su acogida.
iAdmirable coincidencia preparada por delicadeza de la divina providencia! El P. Chevalier que había quedado tan impresionado por el vigor de la fe de aquellos pueblos católicos y había podido :contemplar con sus mismos ojos su amor y confianza en Nuestra Señora, no sin razón había sacado en consecuencia que si Ella ha3ía sabido seleccionar almas privilegiadas entre sus devotos para consagrarlos al Corazón de su Hijo, no dejaría de seleccionar algunos obreros del Evangelio para el día en que pudiera plantar su abra en una región tan fecunda en vocaciones. El tiempo ha demostrado lo acertados que eran sus presagios.
A partir de 1882, la casita de Géra, próxima al Seminario Mayor, en que se habían instalado los novicios, se quedaba ya pequeña.
Por otra parte estaba intranquilo por la suerte que pudiera correr la Escuela Apostólica de Issoudun. No sin fundamento temía que el día menos pensado tuviera que ser desalojada del cobijo que le había buscado. La tormenta desatada en Francia contra las Congregaciones Religiosas, lejos de amainar, crecía cada día más amenazadora. Acuciado por estos presentimientos, escribió al Superior del Noviciado: "La Pequeña Obra no está segura en Issoudun ; de un momento a otro puede llegarnos la orden de enviar los niños a sus casas. Busque un edificio en el que podamos darles acogida junto con los novicios y estudiantes. Apresúrese, no hay tiempo que perder".
Aquel mandato puso un nudo en la garganta del superior que lo recibía. Como las almas vacilantes, veía surgir por todas partes dificultades insuperables[1]. Quería obedecer, pero se veía incapaz. ¿Cómo iba a poder él dirigir adecuadamente las tres obras que se le venían encima, cuando ya se sentía abrumado con sólo la responsabilidad de la dirección del Noviciado?
Entre tanto recibió una carta de una de sus antiguas dirigidas, un alma de exquisitos sentimientos, que le pedía consejos. En su carta de respuesta, terminaba con estas palabras:
"Encomiende mucho un asunto muy importante para el bien de las almas que me preocupa día y noche. Pida al P. Vandel que me ilumine; me hace mucha falta".
Aquella persona tenía una gran confianza en la intercesión del P. Vandel, muerto en olor de santidad 5 años antes, y a quien ella creía deber muchos favores. Ella ignoraba completamente los proyectos encomendados a sus oraciones. Vivía lejos de Issoudun y era imposible que estuviera al corriente de ellos.
Poco después llegaba una nueva carta en que decía: "El querido P. Vandel me ha inspirado que le escriba de Vd. para decirle que no se inquiete; la Pequeña Obra saldrá adelante".
Estas líneas tranquilizaron al Superior. A partir de aquel momento se entregó confiado a la obra que se le encomendaba. En lo sucesivo no volvió a inquietarse a pesar de las incontables dificultades surgidas. Dios quería aquella obra, estaba seguro. El Corazón de Jesús sabría bien el modo de sacarla adelante a pesar de la inutilidad del instrumento escogido.
La casa estaba preparada ya en el mes de octubre siguiente. Quedaron instalados novicios y escolares y poco después llegaron los niños.
Se trataba de una antigua fábrica de tejidos, abandonada desde hacía mucho tiempo. Estaba situada en el barrio de Veldhaven, en Tilbourg. En pocos meses había quedado acomodada para una Comunidad. Ciertamente en aquella nueva vivienda de aspecto antiestético no había nada que pudiera halagar las exigencias de la naturaleza; todo, absolutamente todo era de una pobreza extrema, pero lo importante es que la obra de la Congregación podía continuar. El futuro de la Congregación estaba asegurado.
Aún no habían pasado tres meses y ya el P. Chevalier estaba pensando en una nueva fundación. Era necesaria; la casa de Tilbourg resultaba insuficiente para las necesidades del momento. Ahora la mirada del Fundador se dirigía hacia Bélgica. Tenía la seguridad de que los católicos de aquel bravo y espléndido país que con tanto entusiasmo habían recibido la devoción a Nuestra Señora, verían bien una comunidad de MSC.
No estaba equivocado. Quedó establecida una casa en Borgerhout, dentro del recinto amurallado de Anveres. El P. E. Bontemps que estaba entonces en Issoudun fue el encargado de ponerla en marcha y quedó en ella como Superior. Pero estaba llamado a algo más importante, difícil y comprometido que la fundación de una Comunidad en país civilizado: estaba destinado a fundar una nueva Misión en el Archipiélago de las Gilbert.
Sólo permaneció unos meses en Anveres. Cediendo a sus ruegos, el Superior General le permitió salir para Sydney, en Australia, desde donde poco después partió hacia las Gilbert.
El 8 de mayo de 1888, día de la Ascensión, tras un largo y penoso viaje, complicado por la falta de servicio marítimo regular entre Sydney y el archipiélago, escribía al P. Chevalier:
"Desembarcamos en Nonouti. Bajamos a Papuaki, nombre que significa "lugar santo". Nos reciben unos doscientos habitantes llenos de algazara". Con el P. Bontemps se encontraba el P. José Leray, hoy Vicario Apostólico, y el Hno. Conrado Weber. Un trío de Misioneros como la primera expedición que 5 años antes habían tomado posesión de los inmensos Vicariatos de Melanesia y Micronesia de los que dependía el Archipiélago de las Gilbert.
oOo
El P. Chevalier que se sentía satisfecho con los progresos de la Congregación en el Norte, quiso que la nueva fundación de Anveres fuera suficientemente amplia para poder albergar las obras vitales de la Sociedad: los dos Noviciados: el de los Hermanos Coadjutores y el de los candidatos al sacerdocio; un Escolasticado para los estudiantes de filosofía y teología, y el colegio para los alumnos de la Pequeña Obra de Bélgica y Alemania. En sus planes Anveres iba a ser como la casa de formación para nuestras Misiones, que en auge continuo, requerían incesantemente nuevos recursos de personal. La casa de Tilbourg continuaba con su Escuela Apostólica cada vez más floreciente.
Empezábamos a palpar la acción del Corazón de Jesús suscitando apóstoles en diversas naciones para la propagación del Evangelio. Alemania empezaba a lanzar miradas de codicia sobre Nueva Bretaña e islas adyacentes para establecer allí su protectorados[2]. A partir de ese momento las islas son el "Archipiélago Bismarck", y Nueva Bretaña se llama "Nueva Pomerania". El P. Chevalier que seguía atentamente estos acontecimientos, se deshacía en agradecimiento a Nuestra Señora por haber preparado de antemano elementos de lengua alemana para continuar la obra de evangelización tan laboriosa y heroicamente comenzada por sus tres primeros misioneros. Probablemente, si los MSC no se hubieran establecido en "Nueva Bretaña" cuando los súbditos del imperio alemán enviaron allá al primer gobernador, ya no habrían podido entrar. Además, de no haber estado en condiciones de aportar personal de lengua y nacionalidad alemanas, habrían tenido serias dificultades para quedarse allá; lo cual habría sido un obstáculo insuperable para el
desarrollo de la misión. De ahí la fundación de la Provincia Alemana, la segunda cronológicamente. La primera es la del Norte, erigida el 5 de mayo de 1894, con las fundaciones de Holanda y Bélgica. Esta Provincia incluye además la Prefectura Apostólica de Nueva Guinea Holandesa y de las Islas Kei, cuyos primeros Misioneros salieron en otoño de 1903.
Entre las numerosas dificultades de las Misiones en las Islas del Pacífico hay que destacar en primer lugar la falta de comunicaciones regulares entre aquellas islas y los países civilizados[3]. La mayor parte de la población vive en estado salvaje; viven míseramente, sin más reservas que la caza, la pesca o los productos espontáneos del suelo. Los indígenas no conocen oficio alguno; no son capaces de dedicación a ningún trabajo continuado si no es obligados por perentoria necesidad. El misionero que llega a estas inhóspitas tierras, si no quiere exponerse a perecer de miseria o de hambre, tiene que proveerse de todo lo absolutamente necesario para sobrevivir: comida, vestidos, instrumentos de trabajo y tantas otras cosas indispensables. Tiene que tener prevista a tiempo la renovación de provisiones antes de que se acaben. Por ese motivo es necesario que el puesto de Misión esté en conexión con un puerto de mar frecuentado por barcos que aborden las costas en que ha fijado su residencia. De ahí también la necesidad de establecer una residencia bien abastecida y lo más económica posible de las cosas más precisas. Esta residencia se llama "la procura", y el que está al frente de ella es el "Procurador" de la Misión.
Los primeros misioneros, destinados por la Santa Sede en 1881 a la colonia libre de Nueva Francia, contaban con los barcos de aquella colonia para el avituallamiento necesario. Su ilusión duró lo que tardaron en conocer el fracaso de la colonia y la dispersión de los colonos.
A consecuencia de ello, las condiciones en que quedaban nuestros queridos misioneros, se hacía indispensable una Procura en Sydney. Y se hacía tanto más urgente cuanto que a los nueve meses de su llegada, el 27 de junio de 1883, en menos de media hora, un incendio abrasó su choza de madera y techumbre de pajón y cuanto contenía. El fuego producido durante la noche los dejó con lo puesto.
Tres meses después, el P. Navarre que había podido tomar un barco con rumbo a Sydney, anunciaba la desoladora noticia al P. Chevalier: en estos términos: "Hemos quedado arruinados, bendito sea el Sagrado Corazón! Las llamas han devorado absolutamente todas nuestras pertenencias dejándonos medio desnudos en el frío de la noche, pero no han podido debilitar nuestra entereza, nuestra indomable esperanza en el Sagrado Corazón, ni nuestra confianza en el feliz éxito de nuestra Misión, comenzada con tantas dificultades. Cuando falta todo, queda aún la ayuda de Dios...!"
Terminaba la carta el 4 de octubre, añadiendo: "He llegado a Sydney después de cuatro semanas de navegación... Me quedaré aquí esperando la llegada de nuevos compañeros, cuya colaboración nos será de la mayor utilidad. Envíennos por ellos todo lo que puedan. No tenemos nada de nada: ni libros, ni ornamentos, ni cálices. Quisiéramos también una imagen de Nuestra Señora".
El animoso Misionero tuvo que esperar cerca de un año la ayuda tan urgente y tan angustiosamente pedida. Francia estaba tan lejos!...
Un Procurador de Misiones con residencia en Sydney, hubiera podido desde el primer momento del desastre cubrir las necesidades más urgentes y ahorrar a nuestros Misioneros muchos y angustiosos sufrimientos. Desde ese momento quedó decidida la creación de una Procura. El Cardenal Morán, muy interesado por nuestras Misiones, para apoyar esta fundación, confió a nuestros Padres una Parroquia.
El 4 de febrero de 1885, el P. Navarre escribía desde Sydney al P. Chevalier: "He visitado al Arzobispo con los PP. Couppé y Verius para agradecerle la Parroquia que acaba de ofrecernos y desea confiar al P. Couppé para que con dos de nuestras monjasabran una escuela y sea al mismo tiempo Procurador de la Misión". El 25 de julio del mismo año, el Cardenal, trasladado a Roma en visita al Santo Padre, escribía al P. Chevalier una atenta carta de la que gustosamente transcribimos algunos párrafos.
El Cardenal felicita al Padre por haber aceptado "tan animosamente y con tan indecible confianza en el Sagrado Corazón los inmensos y difíciles Vicariatos de Melanesia y Micronesia, abandonados durante un cuarto de siglo". Después añade:
"Testigo yo mismo del espíritu de fe y de la tenacidad del P. Navarre, Superior de la Misión, y de sus compañeros, he creído
que lo mejor que podía hacer por ellos era ofrecerles la oportunidad de situarse en Sydney para poder establecer la Procura y al mismo tiempo desempeñar un ministerio en mi diócesis".
Al tiempo que agradecían las propuestas del Cardenal, los Misioneros quedaron instalados en Botany Bay. El benévolo Cardenal, al confiarles la pequeña Parroquia, les dijo: "Mucho ánimo, Padres! El trabajo será abrumador, pero es la parroquia que mejor les va, pues en ella, con la evocación de la patria, tiene la tumba de uno de sus Sacerdotes".
Mucho ánimo, en efecto, necesitaban los dos Padres que se encargaron de aquel ministerio. ¡Estaba todo sin hacer! Se encontraron con una pequeña y mísera iglesia a la que acudía de tarde en tarde un sacerdote a celebrar Misa y administrar los Sacramentos a los obreros de los alrededores. No tenía ni casa parroquial para el cura, ni escuela para los niños. Los dos Padres asumieron con buena voluntad la responsabilidad e hicieron lo que pudieron; pero Botany Bay no era lo más indicado para establecer una Procura. Aquel villorrio quedaba excesivamente alejado del centro de población y del puerto. Era solamente una solución momentánea. El Cardenal lo sabía perfectamente. Por eso, en cuanto quedó libre la parroquia de Randwick, más céntrica y mejor comunicada, la confió a los Misioneros. Reconstruyeron la iglesia dedicándola a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, aumentaron la casa parroquial y construyeron las escuelas. Randwick quedó como residencia de la Procura hasta que se erigió la Provincia Australiana el 8 de diciembre de 1905. A partir de esa fecha la Procura quedó establecida en una casa dedicada únicamente al servicio de las Misiones, dependiente directamente del Superior General.
Las Misiones no absorbían por completo el dinamismo del P. Fundador. Veía con gozo cómo estaba aumentando el número de los religiosos. El Noviciado, aunque instalado lejos de Francia, seguía cada vez más floreciente. A los candidatos de Francia se añadían los de Holanda, Bélgica, Alemania, Irlanda, Inglaterra, Italia y España.
Se había cumplido la premonición de León XIII, cuando, bendecir a los primeros expedicionarios para Melanesia, había dicho: "Os harán falta muchos Misioneros". El Corazón de Jesús había ido llamando voluntarios en diversas naciones católicas paraextender su Reino hasta las islas remotas en que aún no era conocido.
El P. Chevalier saboreaba admirado el trabajo de la Gracia de las almas que habitaban en tan diversos países, y no escatimaba cuanto pudiera servir para favorecerlo y extenderlo, pues era medio puesto en sus manos para propagar el conocimiento y amor al Corazón de Jesús y la realización de su divisa "Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús".
En medio de las mayores dificultades, había esperado contra toda esperanza. Ahora el Corazón de Jesús recompensaba su confianza inquebrantable poniendo bajo su dirección operarios d< Evangelio de distintas lenguas y nacionalidades como diciéndole "No temas; trabaja sin descanso; yo reinaré a pesar de mis en amigos".
La primordial preocupación del P. Chevalier, fue asegurar, en cuanto lo permitían las circunstancias, la Comunidad del Sagrado Corazón en Issoudun. Antes de comenzar las expulsiones había fundado una institución de enseñanza secundaria para los jóvenes de la población y de los alrededores, respetando las exigencias de la ley y de la reglamentación universitaria. La escuela pudo seguir abierta a pesar de la persecución. En ella fueron admitidos los alumnos de la Pequeña Obra con sus profesores, primero como externos y más tarde como pensionistas. De esta manera la comunidad quedaba estabilizada y así pudo mantenerse a pesar de las tretas administrativas que el Padre supo soslayar. Unos años más tarde, los precintos puestos a las puertas de la Basílica, gastados por el tiempo, cayeron por sí solos, con lo cual quedaba franqueado el paso, se pudieron celebrar algunas Misas, y más tarde, con gran alegría de los fieles de Issoudun y de los peregrinos que acudían d fuera, empezaron a celebrarse ceremonias como en tiempos pasa dos. Aunque la inquina de la administración municipal no había bajado las defensas, el Padre tenía alguna influencia en las altas e! esferas para lograr alguna tolerancia que aprovechaba muy prudentemente para mantener sus obras y seguir trabajando por el incremento de la Congregación. De esta manera logró crear en 1885 un residencia en París, años más tarde otras en Vichy —diócesis de Moulins— y después una Procura de Misiones en Marsella. En 1889 enviaba algunos Misioneros a hacerse cargo del Colegio de Canet de Mar, Barcelona, España. En 1890, a instancias de Mons. Marchal, ocupaba de nuevo la abadía de Chezal-Benoît. En 1894 erigía la Provincia del Norte y tres años después la de Alemania, como henos dicho antes. En 1896 abría un nuevo Noviciado en Kensington Sydney— para la Provincia de Australia. Después vinieron las casas de SaintAlbans y de Baintree, en Inglaterra, la de Natick en los EE.UU., y por fin la de Québec, en Canadá. El mismo año las casas de Italia: Roma, Florencia y Omegna (Diócesis de Novara) .fueron constituidas en Provincia.
Hay que añadir a estas fundaciones las frecuentes expediciones de Misioneros para cubrir los puestos de los que iban cayendo o para multiplicar las estaciones a medida que lo iba exigiendo la expansión del Evangelio en aquellas tierras. Con esto será fácil hacerse una idea de la labor del P. Fundador hasta su ancianidad.
Para la fecha de su fallecimiento, 21 de octubre de 1907, la congregación comprendía ya 5 Provincias: la de Francia, terriblemente castigada por la persecución; la del Norte; las de Alemania, Italia y la Australiana recién erigida (8 de diciembre de 1905)..
A la Provincia de Francia están confiados los dos Vicariatos de Nueva Guinea inglesa y el de las Islas Gilbert, gobernados por un Vicario Apostólico; a la de Alemania el Vicariato de Nueva Pomerania y el de las Islas Marshall. La Provincia del Norte tiene a su cargo la Prefectura Apostólica de Nueva Guinea Holandesa, fundada por ella. La Provincia Australiana se ocupa de la Diócesis de Victoria Palmerston.
Estas cinco inmensas y difíciles Misiones están produciendo magníficos frutos.
Si bien es verdad que abundan los trabajos y preocupaciones, también es cierto que las bendiciones del Corazón de Jesús sobre los sacrificios de sus apóstoles son las que vigorizan sus fuerzas y los inundan de consuelos. Ahí está el gozo más íntimo del misionero y el colmo de sus ambiciones: abrir el cielo a sus evangelizados. Sucorazón, como el Corazón del que los envía, se consume por la salvación de las almas. Ese era también el gozo y la satisfacción del P. Chevalier al conocer el incremento de la Congregación y los frutos obtenidos por los Misioneros entre los infieles. Ese era al mismo tiempo la compensación a sus sufrimientos y a las preocupaciones causadas por la persecución en las obras de Francia.
En el fondo de su alma alimentaba la firme esperanza de que llegaría un día en que serían achantados los perseguidores, y de entre las ruinas amontonadas por ellos, volverían a renacer las obras de Dios que creían definitivamente aniquiladas.
[1] El P. Piperon está hablando de sí mismo con una excesiva modestia. Era un alma vigorosa, capaz de llevar a buen término las obras más difíciles que se le encomendaran. (Nota del editor de la edic. de 1924).
[2] Cuando nuestros Misioneros abordaron aquellos territorios, no pertenecían a ninguna nación europea. El P. Chevalier propuso al gobierno francés tomar posesión oficial de ellos por medio de nuestros misioneros en nombre de Francia. La respuesta fue: "Ya tenemos bastantes colonias". En cambio Alemania, más avispada, no dudó en plantar su estandarte en un territorio que promete ser una colonia próspera y rica. Una vez más las pérfidas tendencias habían errado inspirando a1 gobierno francés una despectiva respuesta. Si Nueva Bretaña hubiese pasado a ser colonia francesa, habría sido imposible la Misión
[3] Desde hace unos 10 años existen líneas marítimas más frecuentes y regulares.
. El recuerdo de Francia a que hace alusión el Cardenal, era el monumento a La Pérouse, levantado por la madre patria sobre una roca que domina la inmensidad del océano. El Sacerdote cuyos restos reposaban desde hacía más de un siglo a la orilla del mar, era el franciscano Le Receveur, compañero de La Pérouse en sus expediciones, y que había muerto allí en 1788