15 días con el P. Julio Chevalier msc
Sexto día: «VENID TODOS LOS QUE ESTÁIS CANSADOS» (Mt 1 1, 28)
Si seguimos a Nuestro Señor en su vida pública, vemos cómo extiende su Corazón sobre todo los infortunios y todas las miserias morales y físicas. ¿De dónde procede ese perdón que concede tan generosamente a la Samaritana, a la mujer adúltera, a María Magdalena? De su Corazón ¿De dónde procede esa misericordia infinita que prodiga a los pecadores, esa compasión tan tierna por los que sufren? De su Corazón... Por eso el Evangelio que lo relata podría denominarse e Evangelio del Sagrado Corazón (S 20).
En esta compasión por los excluidos de toda clases es donde Jesús muestra de continuo el Co razón de Dios. «Que vea, que oiga, que camine aumenta mi fe», le gritan por todas partes. Él oye Es feliz por la confianza que inspira a esos desgraciados, y también se siente conmovido. Su Co razón le duele. ¡Maravilla de maravillas! Los dos Corazones, el suyo y el de su Padre, no forman más que uno, experimentan los mismos sentimientos, se ven invadidos de la misma compasión: «No necesitan médico los que están sanos, sino los enfermos» (Lc 5, 31; Mc 2, 17). Y Jesús cita también el ejemplo de los pajaritos y de los lirios del campo... Vuestro Padre celestial, que vela sobre ellos, no podría abandonaros... ¿Por qué preocuparnos más de la cuenta? Nuestras desconfianzas y nuestros miedos serían una injuria para Él (M2 300).
Chevalier escucha. ¿Qué enseña Jesús? Sólo «lo que el Padre me ha enseñado» (Jn 8, 28): Un padre tenía dos hijos... «Ve al más joven irse con su hatillo al hombro... Si un día vuelve, ¿pondrá el Padre límites a sus favores? ¡No!, su ternura no conoce límites (MS 26). Para expresar su emoción, Chevalier no encuentra otras palabras que las del mismo Jesús (M1 373), y recuerda también el encuentro con Pedro a orillas del lago, poco después de la resurrección: Jesús lo levanta. ¿Hará alusión a su negación?... No... Como el padre del hijo pródigo, le habla con ternura, le habla con el Corazón (M1 487).
Chevalier escucha y observa. ¿Qué hace Jesús? Nada que no haya visto en su Padre: lo propio de Dios es bondad, perdón y misericordia y: ..la misión [de Jesús] en la tierra no era condenar, sino perdonar; ni rechazar a los que sufren, sino consolados; ni alejar a los pecadores, sino instruirlos y convertirlos; ni echar a los enfermos, sino curarlos; ni abandonar a la oveja perdida, sino traerla al redil; ni apagar la mecha que aún humea, sino avivarla; ni romper la caña frágil, sino enderezarla. ¡Éste es el Sagrado Corazón! ¡Qué bondad! ¡Qué misericordia! (M2 642).
¿Por qué asombrarse de ello?, preguntarán algunos. Todo el mundo sabe que Dios es un Padre. Sería como olvidar que Chevalier debe nadar contra la corriente de su tiempo: el jansenismo (1 Doctrina de Jansenio (+ 1640) que exageraba las ideas de san Agustín acerca de la influencia de la gracia divina para obrar el bien, negando el libre albedrío en el hombre. En el siglo XVIII, tendencia que propugnaba la autoridad de los obispos y la limitación del poder papal [NdE) mantiene y alimenta siempre el miedo; los artistas gustan de representar al Crucificado con los brazos tendidos al cielo y muy cerca uno de otro, como si sólo un pequeñísimo número pudiera ser acogido entre ellos.
Uno de los mejores biógrafos de Chevalier (C 22-23) ha buscado en los catecismos de su época a ver si encontraba uno que tratara en detalle del amor de Dios. Resultado: «Una sola alusión —escribe—, y además estaba en el contexto inverosímil de la condenación eterna. El catecismo decía: "Los que mueren en estado de pecado mortal serán privados para siempre del amor de Dios"». Y Chevalier cita a Mons. Landriot: Ciertamente, hay cristianos que razonan y actúan como si estuvieran satisfechos de ver salvarse el menor número posible de almas, y que sienten poco menos que la indignación de los puritanos cuando se les habla de la infinita misericordia de Dios (S 259).
Chevalier no niega que Jesús ha dicho: «Muchos son llamados, mas pocos escogidos» (Mt 22, 14) y otros pensamientos parecidos, pero sufre al ver estas palabras desviadas de su sentido hasta el punto de hacer decir a Jesús lo contrario de lo que piensa: Y entonces —se indigna— esta ternura infinita y todopoderosa ¿sólo llevaría a dejar que se perdiera la mayoría de los que quería salvar?... ¡No, no! Dios no murió en la cruz para entresacar aquí y allá unos pocos elegidos... Al llevarse a los abismos su raquítico botín, no lanzará Satanás un grito de triunfo, sino un grito de rabia. ¡Bondad infinita del Corazón de Jesús, tú has vencido! (S 258). Sostener lo contrario, como hacen los jansenistas, sería para Chevalier como un insulto a Dios, que quiere salvar y reunir a todos los hombres. ¡Qué mentira para un Chevalier que no conoce a Dios sino como un corazón abierto a todos!
Querido padre —le había susurrado en su lecho de muerte el sacerdote Quentin, su párroco de Aubigny-sur-Nére—, que sus preferencias sean antes para los pequeños, los pobres, los ignorantes y los abandonados que para los grandes, los ricos, los sabios y los mundanos (N 18). Chevalier escuchó: Se lo prometí; después me arrodillé y su débil mano se tendió sobre mí para bendecirme (N 18). Esta bendición inspiró toda su vida. Sus mayores preocupaciones no le hicieron nunca olvidar a los pequeños y a los humildes, que son la porción elegida del rebaño del Divino Pastor; los amigos privilegiados de su Corazón (M1 74). Si no queremos olvidar a nadie, hay que empezar por el más pequeño; así estaremos seguros de que no falta ninguno. Y pone a Jesús como ejemplo: ¿No dio su vida por nosotros? Desde su cuna hasta la tumba, nos dedicó todos los latidos de su Corazón; y todo en Él se resumía en un solo grito: «Misereor super hanc turbam - Siento compasión de vosotros» (Mc 8, 2). Así pues, si queremos ser semejantes a Jesucristo..., debemos ser buenos y compasivos con los desgraciados... (M2 116).
De ello es testigo esta carta del 27 de junio de 1859 a una de sus bienhechoras: Buenísima y muy honrada señora: Una señora de Chátillon-surIndre, muy caritativa pero poco afortunada, le ruega que le haga usted un favor, si puede... El Sr. Cloquemin de Buzenlay, que usted debe de conocer, va a menudo a París; este señor tiene en su poder un billete de mil francos de un tal Lemoine a nombre de esta pobre señora; ella reclama su dinero desde hace tiempo. Cuando pase este año, el billete dejará de tener validez... Dígnese aceptar..
Reflexión
El mundo sufre: ¿Qué hacer para curarlo y salvarlo? Darle a conocer, a amar y a abrazar la devoción al Sagrado Corazón, que le dará todo lo que le falta. Es el único remedio que Dios mismo nos ha dado para curar a los países modernos, es decir, para volver a llevarlos por el camino de la salvación, que un día abandonaron. Perfeccionar la industria, multiplicar los telégrafos y los ferrocarriles, aumentar el bienestar y centuplicar todos los goces es como ofrecer manjares exquisitos y lujosos vestidos a una persona que se está asfixiando.... ¡Insensatos! Lo que necesita esta agonizante no es seda ni diamantes: es aire. ¡Abrid las puertas, romped las ventanas! Que el aire entre a raudales, que circule para que pueda respirar, ¡y así se salvará! De igual forma, devolved a las almas la gracia que con tanto amor nos ofrece el Corazón de Jesús; dad Dios al mundo, que respira esta atmósfera, y la humanidad quedará satisfecha y apaciguada (S 243).