15 días con el P. Julio Chevalier msc
Séptimo día: EL VERDADERO PASTOR (Jn 10, 12)
Desde el pesebre hasta la cruz, la dulzura y la fuerza aparecen en Él con un esplendor in-comparable: Yo soy el Buen Pastor. La misericordia acompaña siempre sus pasos... y el poder no lo abandona jamás. La hora del combate supremo se acerca. Se trata de luchar contra todas las fuerzas del infierno, de derribar a Satanás y de vencer a la muerte. ¿Qué hacer? El Verbo encarnado salta a la arena y encuentra en su Co-razón la energía que necesita para reducir a sus enemigos y obtener una victoria clamorosa (S 155).
A fuerza de reagrupar, uno se vuelve pastor, «verdadero pastor» Un 10, 12). Jesús «va delante» (Jn 10, 4). Su vida es un inmenso éxodo, una trashumancia, una pascua. Le siguen los que ha llamado para que estén con Él. Él es el nuevo Moisés, el Pastor anunciado en Ezequiel 34, que guía al rebaño para asegurarle paz y seguridad (cf. Sal 23). Sin jesús... nuestro camino en la vida estaría rodeado de mil dificultades, obstruido por obstáculos insuperables... (M2 244).
Suaviter et fortiter
Suaviter et fortiter (Sb 8, 1), así define Chevalier las maneras del Pastor Jesús. Igual que los sabios de su tiempo, cree que la sangre está compuesta principalmente de hierro (fortiter) y de azúcar (suaviter), y ve en ello el doble símbolo de la fuerza (hierro) y de la dulzura (azúcar), dos virtudes que el Corazón de Jesús posee en grado eminente..., que inspiran todos sus movimientos y son como el carácter distintivo de su misión (S 155). ¿Cuál ha sido la causa lamentable de que nuestra iconografía cristiana le haya dado al rostro del Buen Pastor esos rasgos dulzones e insulsos de hoy? ¡Qué desfiguración! Chevalier veía en Él ante todo fuerza y dulzura. El Buen Pastor no tiene nada de empalagoso: Desde el pesebre hasta la cruz, la dulzura y la fuerza aparecen en Él con un esplendor incomparable... La misericordia acompaña siempre sus pasos y el poder no le abandona jamás. Relee a Pablo: Dios no nos dio un espíritu de temor, sino la fuerza y el amor. Asimismo, todo lo puedo en Aquel que me conforta. La mansedumbre nos asegura el dominio de la tierra, y la fortaleza, el reino del cielo (S 155).
La fuerza y la dulzura del Buen Pastor son la fuerza y la dulzura misma del amor de Dios: no se debilitan. Lo vemos tomar «la firme decisión» (Lc 9, 51) de ir a Jerusalén, donde mueren los profetas. ¡Qué fuerza, qué seguridad, qué consuelo para nosotros! ¿Quién estará contra nosotros? (M2 433). ¡Qué fuerza hasta en su misericordia»: Cuando encuentra la oveja..., la acaricia, se la carga a los hombros y la devuelve al redil; es tan feliz que su alegría «desborda por todas partes» (M2 54). El Buen Pastor conoce a sus ovejas. Se preocupa por ellas. Presiente los peligros que corren; parece estar dotado de un sexto sentido (M1 431): ...Mira por todos los lados, llama, corre, va y viene. No hay sendero que no revise, ni camino que no recorra, ni roca o desierto que no explore, ni matorral donde no rebusque, ni arroyo que no franquee (M2 54). Así nos ama Jesús y así está unido a nosotros su Corazón, y de este modo nos revela el amor de Dios. ¿Qué no ha hecho para llevarnos a Él? ¿Qué no sigue haciendo todos los días para ganarnos a su amor? ...Apreciaríamos todavía más esta divina bondad si pensáramos que no sólo tiene por objeto a todos los hombres en general, sino a cada uno de nosotros en particular (M1 224).
Pastores con Él
Desde entonces, ¿cómo dejarlo solo ante su agotadora misión? «También tengo otras ovejas...» (Jn 10, 16). Él nos ordena que trabajemos pára convertirlas y que seamos su instrumento. ¡Qué honor para nosotros estar asociados a su Obra y dar testimonio de sus mismas virtudes! (MI. 525). «Aprended de mí...», pide Jesús a sus discípulos... Y Chevalier aprende, aprende la dulzura y la humildad. Sabrá ser al mismo tiempo testigo de una dulzura heroica y de una fuerza sobrehumana cuando recibe en su propio despacho a hermanos que le han acusado gravemente y con falsedad ante el arzobispo de Bourges. Incluso consigue para uno de ellos la muceta de canónigo.
Chevalier era un hombre fuerte, «de esa fuerza extraordinaria que se basa en la confianza en Dios y así puede superar los peores obstáculos. Camina al lado del Buen Pastor... y, de vez en cuando, camina "delante"». «Es más que un hombre de acción. En efecto, un hombre de acción en un sentido puramente natural no puede aguardar con esperanza y con paciencia durante años vacíos, como él hizo... En todas las circunstancias se apoyaba más en su confianza en Dios que en sus propios recursos».
A sus hermanos les apremia a que acojan en el corazón los sentimientos que están en el Corazón de Cristo: Siguiendo al Buen Pastor, sabrán atraer a sus ovejas con su benevolencia, arrastrarlas con los lazos de la caridad; ni siquiera dudarán en llevarlas sobre sus espaldas si es necesario; en cuanto al espíritu opuesto, el espíritu de temor y de rigor, por el que el jansenismo ha hecho tanto mal en la Iglesia, pondrán todos sus esfuerzos en erradicarlo (Constituciones de los MSC, 1877). Que sean dulces y humildes de corazón, y así verán que su apostolado produce un fruto abundante: La oveja se deja guiar fácilmente, reconoce a su Pastor así como su voz, y le sigue... (M1 525-526).
¡Así es el Buen Pastor! El asalariado, por el contrario, piensa en sí mismo, no obra sino para sí mismo... Como el administrador del Evangelio que se queda sin empleo, se dice: ¿Qué haré? Cavar no puedo; mendigar me da vergüenza; ya sé lo que voy a hacer... (Lc 16, 3). ¡Me haré sacerdote...! (sic) (M1 528). Una tarde en que su familia soñaba en alto con la posición desahogada que podría aportarle su futuro cargo de párroco, él puso las cosas en su sitio de un modo tajante: Si contáis conmigo para hacer lo mismo, sufriréis una amarga decepción. Os lo advierto de antemano. Si me hago sacerdote, es para estar al servicio de Dios, y no de mi familia; es para ganar almas para Jesucristo, y no para enriquecer a los míos (N 12).