15 días con el P. Julio Chevalier msc
Décimo día: CORAZÓN TRASPASADO
De este Corazón adorable, traspasado por la lanza y del que la vida ya se había esfumado, surge otra vida. Es la vida de los hijos de Dios y herederos del Cielo. El Verbo, salido del Corazón del Padre, hace surgir el mundo de la nada; y del Corazón del Verbo encarnado, traspasado en el Calvario, veo surgir un mundo nuevo, el mundo de los elegidos. Y esta creación, llena de grandeza y de fecundidad, inspirada por el amor y la misericordia, es la Iglesia: este cuerpo místico de Cristo que la perpetuará sobre la tierra hasta la consumación de los siglos y vivirá de su vida divina durante toda la eternidad (S 119).
¡Oh, Chevalier! Lo que tú llamabas «la última palabra de Dios» la ves ahora: evocas en tu corazón a todas esas creaturas que te han hablado de Él y encuentras sentido a los tanteos de la Antigua Alianza. Ahora se realiza la expectativa de los profetas: «Derramaré sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración. Mirarán al que traspasaron:..» (Za 12, 10-11; Jn 19, 37).
El fuego que Jesús quería encender (cf. Lc 12, 49), lo ves ahora arder en la montaña (cf. Jn 12, 32). Ves el «sol» que se levanta sobre los que yacen en la muerte: es su Corazón desgarrado por la lanza. Es el corazón del «hombre nuevo» para un «mundo nuevo». ¡Escucha, Chevalier, escucha a Jesús que habla! Él pronuncia su testamento: Entrego mi alma a Dios, in manus tuas... y mi cuerpo a los hombres: hoc est corpus meum... ¡Oh precioso testamento! ¡Ojalá pudiéramos poseer este Corazón, contar sus movimientos y hacer que palpite en nuestro pecho en lugar del nuestro! (MS 238). Es una Alianza nueva que Dios sella en este momento con nosotros.
Se agradecen una parada y un descanso. Y sobre todo una confesión ardiente: ...¿No es en este Corazón donde se encuentran el amor de Dios que desciende hacia la creación y el amor de toda la creación que remonta hacia Dios? (S 88).
Te ha atraído sin violencia, con suavidad y ternura, y tú has subido hasta Él. Una a una has ido poniendo todas las «letras de la creación», y ahora lo lees todo de una vez y comprendes la frase entera que el amor de Dios ha grabado tan pacientemente antes incluso de la creación del mundo: ¡El Corazón traspasado es la última palabra de Dios! Pues todo vuelve a Jesús: yo soy el principio y el fin, dice Él; y en Jesús todo vuelve a su Corazón (S 84).
En efecto, todo está dicho. El Padre no tiene nada más que añadir; este Corazón es el todo de Jesús: Es el hogar de su calor, el centro y el rey de su organismo, el principio de su existencia física... (S 119). Después de la lanzada del soldado, de este Corazón, como de un lecho nupcial, ha surgido la Iglesia; de Él reciben su fuerza y su eficacia todos los sacramentos (M2 42).
Era necesaria esta herida... grabada en letras de fuego y de sangre, como una última palabra de amor de Dios... para que se nos mostrara claramente todo lo que el amor de Dios quería darnos para ver y amar.
Era necesaria esta herida como una ...puerta siempre abierta para que Dios saliera incesantemente de sí mismo y descendiera a sus creaturas, para que incesantemente las creaturas ascendieran hacia Él (S 302). Era necesaria esta herida para que Tomás pudiera meter su mano en ella y adorar de rodillas: «Señor mío y Dios mío»; para que también nosotros pudiéramos entrar (como Juan y Pedro en la tumba la mañana de Pascua), para ver y creer. «Vuestro costado —dice Bernardo de Claraval— fue traspasado por la lanza sólo para facilitarnos la entrada. Vuestro costado fue abierto sólo para que pudiéramos refugiarnos en él y disfrutar de paz. Y fue herido de esta forma sólo para hacernos comprender mejor, por esta herida visible, la herida invisible de vuestro amor...» (S 34).
Era necesaria esta herida abierta en su costado, como cuando se hace un injerto, para meternos en el Corazón mismo de Dios (cf. S 86); por ella brota a raudales la vida divina de su adorable Corazón: ...Unámonos, pues, a Jesús como el sarmiento a la cepa de la viña, y viviremos por los siglos de los siglos (M1 420). Somos hijos adoptivos solamente, es cierto... (S 85); pero aun así somos misterioso complemento sin el cual Cristo mismo no sería todo lo que debe ser (S 86 -cf. Ef 1, 23).
Era necesaria esta herida, como una fuente, contenida desde hace tantos siglos, que vuelve a brotar con más abundancia, disipa la sequía arrasadora y devuelve la fertilidad. Entonces, en torrentes, se liberan de este Corazón raudales de gracia y de luz que inundan todo el universo, lo arrancan de su sudario, le hacen salir de la tumba... y lo devuelven a la vida (MS 34). Era necesaria esta herida en el Corazón de Dios, como la firma del gran pergamino de su amor: Chevalier, ahora tú lees en ella, con el corazón en la mano, la deslumbrante revelación por fin cumplida del Corazón de Dios.
¡Bendita sed, Chevalier! Ella es la que te hizo buscar incansablemente las fuentes de la vida; la que, la tarde de la fiesta de las Tiendas, te hizo oír el grito de Jesús de pie en el atrio del templo. «Si alguno tiene sed, venga a Mí... y beba el que cree en Mí; de su seno brotarán ríos de agua viva» (Jn 7, 38). ¡Lo oíste! Y, con María y Juan, subiste hasta la gran cepa plantada en el Calvario para beber en la viña del Padre. Sarmiento exangüe, pero rebosante de racimos, de donde brotaba la gracia, extensión, prolongación de la Encarnación para la vida del mundo (S 88). Por eso también nosotros subimos hoy a beber con alegría de esta fuente que apagará como por encanto la sed ardiente de las pasiones... [que] sofocará nuestras ansias, nos quitará el deseo del placer..., nos hará morir al mundo..., hará nacer en nosotros aspiraciones a los bienes sobrenaturales y fecundará todas nuestras obras... (M1 427).