El P. Julio Chevalier y su tiempo
Jean Tostain msc
Páginas relacionadas
Introducción
1- El Padre
Chevalier y su tiempo
2- El Padre
Chevalier y la sociedad de su tiempo
3- El Padre
Chevalier y la Iglesia de su tiempo
Conclusión
Introducción
Hablar del tiempo del Padre Chevalier no tiene un interés solamente
anecdótico. Es una clave para comprender el talante de nuestro fundador. Su
vocación, su misión era ofrecer "el verdadero remedio a los males de su
tiempo". Comprender mejor lo que eran estos males y este tiempo es
comprender mejor su misión y la misión que legó a los Misioneros del Sagrado
Corazón.
Los "males de su tiempo" no deben por otra parte entenderse como males
temporales, dificultades pasajeras como las atraviesa toda sociedad humana.
Julio Chevalier se concienció de que el tiempo que era el suyo, ponía en
total evidencia los verdaderos males de la humanidad de todos los tiempos.
Las dificultades de su tiempo indicaban una crisis profunda, que tenía sus
raíces en el pasado y provocaba una conmoción sin retomo. La Iglesia de
Francia en concreto vivió de modo intenso esta conmoción. El momento fuerte
y más visible de este trastorno fue la Revolución francesa, pero sus
orígenes se remontan a un pasado más lejano. La intuición del Padre
Chevalier fue comprender más tarde que era inútil el querer restaurar el
orden antiguo, que era necesario hacer nacer los hombres a un mundo nuevo
para remediar los males surgidos tras su desaparición. "veo surgir un mundo
nuevo del Corazón de Cristo..."
Lo que es relevante es que Julio Chevalier parece haber tenido siempre
conciencia, al menos intuitivamente, de los males de su tiempo. No hubo en
él un descubrimiento súbito, de "conversión". El descubrimiento, la
iluminación súbita fue la del "remedio" a estos males, la que le apareció de
repente con la revelación de lo que es en verdad la "devoción" al Sagrado
Corazón.
La infancia es un momento en que uno queda marcado inconscientemente por los
acontecimientos y el ambiente en que se vive. Y por la época del pequeño
Julio, los acontecimientos de la Revolución francesa de 1789 eran historia
reciente. Nuestro fundador nació en 1824, exactamente 35 años solamente
después del comienzo de estos sucesos. En su infancia, él vivió sus
consecuencias.
En su pequeña ciudad natal, Richelieu, la iglesia había sido transformada
por los revolucionarios en "templo de la Razón", después abandonada casi en
ruinas. En tiempo de la infancia de Julio, había sido reparada a medias.
Esta ciudad de Richelieu había sido total y artificialmente construida para
el servicio del castillo del príncipe de Richelieu. De este castillo, pues,
confiscado en el momento de la Revolución, no conoció el joven Julio más que
las ruinas de las que aún entonces se vendían las últimas piedras al mejor
postor.
La iglesia, el castillo... A sus ojos, en miniatura, era el ejemplo de una
sociedad que había perdido su identidad.
Es todo un sistema social lo que se estaba hundiendo en todo el país. El
deseo de igualdad había engendrado una voluntad de eliminación de todos los
que no eran "el pueblo": los nobles, los ricos, los sacerdotes, pero también
habían sido perseguidos, detenidos y decapitados los intelectuales y los
sabios. En tiempo del joven Julio Chevalier se habían calmado estos tiempos
de furor. Pero su madre había sido educada por una tía que había conocido la
prisión porque se sospechaba de que había escondido a sacerdotes. A veces,
los recuerdos de familia marcan más que sucesos mayores más lejanos...
Ya se adivina entonces lo que será la reacción de Julio Chevalier a todo lo
largo de su vida. Puesto que nada parece seguro, instintivamente se vuelve
hacia lo que es eterno y cierto: Dios. El niño era muy piadoso, levantándose
pronto para ir a ayudar a misa, poniéndose al servicio del sacerdote en toda
ocasión. Hay aquí más que un asunto de sentimiento pasajero como sucede a
veces en los niños. Julio comenzó muy pronto a trabajar en un oficio sin
gran interés pero pagado: el de zapatero. En aquel tiempo los niños
trabajaban 10 horas al día. Esto le dejaba poco tiempo libre. Pero, si debía
levantarse más temprano para ir a la iglesia, nunca tenía tiempo para ir a
divertirse con los jóvenes de su edad. Con la esperanza, que parecía
imposible, de entrar un día en el seminario, aprenderá la gramática latina a
la vez que reparaba el calzado...
Son hechos pequeños pero significativos del modo como Julio Chevalier quería
ya dominar su tiempo en lugar de dejarse arrastrar por él. .
1. - Julio
Chevalier y las ideas de su tiempo
La Revolución francesa, que tuvo repercusiones hasta en las aldeas más
pequeñas, es mucho más que una simple revolución como tantos países las han
conocido en el curso de la historia. No se trata solamente de un cambio de
régimen, sino de una turbación de las mentalidades, de un hundimiento de
todo un sistema de valores que habían guiado al mundo occidental hasta el
presente. La comparación más cercana que podemos hacer es la del hundimiento
del mundo soviético. Pero, en el fondo, la comparación es muy débil, ya que
el sistema soviético era bastante reciente (3/4 de siglo) y frente a él se
hallaba todo el mundo llamado "libre". Por el contrario, la Revolución
francesa es el suceso que marca el fin de un sistema de valores establecido
desde hacía más de 10 siglos, al que se refería todo el mundo occidental y
que se llama: la cristiandad.
El IV Concilio de Letrán (1215), la asamblea más imponente de toda la Edad
Media, consagró este régimen teocrático, ya instaurado claramente por el
Papa Inocencio III. Dependencia de la Iglesia de los "dos poderes"
espiritual y temporal. La autoridad de los soberanos procedía de una
delegación pontificia, así como ésta procedía de una delegación divina.
No se concebía que pudiera existir otro régimen más que el régimen
monárquico, con un rey "de derecho divino" bajo la autoridad del Papa que no
dudaba en lanzar un anatema a todo un país, si el monarca no se sometía al
derecho cristiano, a la moral cristiana y a la autoridad del Papa.
La Iglesia reinaba como dueña y señora sobre toda la enseñanza (no había más
universidades que las católicas, en las que la teología ocupaba el primer
lugar); sobre la ciencia (se atenían a una interpretación fundamentalista de
la Biblia, el libro que explicaba todo. A notar: 150 años solamente antes de
la Revolución: la condenación de Galileo); sobre la justicia (no había más
tribunales que los eclesiásticos); sobre la política y las alianzas entre
las naciones; sobre las artes, la literatura. . . En una palabra, sobre la
vida entera de los hombres.
La primera fisura en este sistema de valores fue el advenimiento del
protestantismo (Lutero en el siglo XVI). Simplificando un poco, digamos que
en un principio es la negación de la autoridad del Papa sobre las
conciencias, pero también una cierta acusación contra la revelación, dando
un amplio margen a la interpretación personal de las Escrituras. En su
"Pequeño tratado sobre la libertad humana" Lutero afirma la autoridad única
de la Sagrada Escritura y precisa la doctrina de la justificación por la fe.
"La libertad humana"... "Libertad" será la palabra clave de la Revolución
francesa.
Pero en su libro sobre el Sagrado Corazón, el Padre Chevalier hace remontar
la verdadera primera ruptura al filósofo Descartes (1596-1650). Al romper
con la escolástica, Descartes no admite otra base de la ciencia que la
razón. El "Método" que preconiza es el de alcanzar la verdad a partir de una
intuición evidente seguida de una deducción lógica. La "Razón". . . "La
Libertad ", es después, la otra palabra clave de la Revolución francesa que
llegó a instituir un culto y ceremonias grandiosas a "la diosa Razón"
(incluso, lo hemos visto, en Richelieu). La Razón que se opone a la
Revelación: ahí está la raíz de la conmoción.
Los hombres de buena voluntad del tiempo de Julio Chevalier fluctuaban entre
la fidelidad a lo que había sido la Iglesia durante siglos y lo que tenían
de bueno estas nuevas ideas. Pues la razón y la libertad son valores que no
niega la fe cristiana, muy al contrario; pero quizá haya hecho un mal uso de
ellos.
A propósito de la razón, decía San Pablo:
"Lo que podemos conocer de Dios es manifiesto (.), de suerte que no tienen
excusa;
(.)han perdido el sentido de sus razonamientos (..), en su pretensión de la
sabiduría, se han vuelto locos" (Rom 1, 16-20)
En cuanto a la libertad, para San Pablo es fácil la elección: El hombre no
sabe ser libre. O bien reconoce su dependencia de Dios y Dios le libera, o
bien no la reconoce y se convierte en esclavo del pecado.
¿ 'No sab��is (...) que sois esclavos de aquel al que obedecéis, ya sea del
pecado que conduce a la muerte, ya de la obediencia que conduce a la
justicia?" (Rom 6,16) "Habéis recibido un espíritu de libertad" (Gal 5,13)
Santa Margarita Maria (1647-1690) es contemporánea de Descartes (nació tres
años antes de su muerte), y el P. Chevalier presenta en su libro sobre el
Sagrado Corazón las revelaciones y el culto al Sagrado Corazón como una
respuesta a la nueva filosofía.[1]
En el fondo esto es lo que descubre la víspera de su subdiaconado. Para él
significa una iluminación. Al descubrir en el Sagrado Corazón "el Centro, el
pivote, la quintaesencia del cristianismo "[2], descubre por el mismo hecho,
el remedio a los males de su tiempo. El Amor hace que sea superado el
conflicto entre autoridad y libertad, lo mismo que entre revelación y razón.
Al conflicto razón-revelación responde él. "El que ama, ha nacido de Dios y
conoce a Dios" de San Juan (1 J. 4,7); o también: "El amor encuentra su
alegría en la verdad..." de San Pablo (1 Cor. 13,6. En el conflicto
libertad-obediencia, otra vez San Juan: "En esto consiste el amor de Dios:
en que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga" (1
J. 5,3) cómo un eco de las palabras mismas de Cristo: "Mi yugo es suave y mi
carga ligera".
Se comprende su exaltación ante esta evidencia que lo ilumina todo, lo
resuelve todo.
A menudo se oye decir que no hay nada de extraño en que el Padre Chevalier
hubiera escogido inscribir al Sagrado Corazón en el titulo de su
Congregación ya que muchas de las numerosas congregaciones nacidas en el
siglo XIX se encomendaban al Sagrado Corazón. La devoción al Sagrado Corazón
estaba entonces muy en boga en la Iglesia de Francia y en el pueblo (1873:
la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre.) Pero cómo ha escrito el P.
Braun:
"La devoción al Sagrado Corazón no era para nuestro fundador una devoción
entre muchas otras. Para J. Chevalier, la devoción al Sagrado Corazón era la
quintaesencia del cristianismo, el centro donde todo converge, el compendio
de todo." Fue ante todo "un descubrimiento personal que, desde el comienzo,
está en relación con el misterio de la Encarnación. Misterio de la Epifanía,
de la manifestación del amor de Dios en Jesucristo, con sui corazón humano,
su corazón abierto para todos”.
El Sagrado Corazón es “todo Jesús" como el P. Chevalier no ha cesado de
repetirlo una y otra vez. Y Jesús es el amor de Dios Encarnado, que continua
encarnándose en los hombres. Así comprendida, la "devoción" al Sagrado
Corazón era verdaderamente para el P. Chevalier, la respuesta a los
principales males de su tiempo, el racionalismo y el "egoísmo" (en el
sentido de: soy el único que decide sobre lo que es bueno y sobre lo que
debo creer y hacer)... Razón y Libertad. Estas dos entidades que, en este
contexto, se convierten en "los males". Males a los que respondían a menudo
un dogmatismo y un moralismo intransigentes que ya no tienen lugar en el
Reino del Amor.
El amor trasciende todo dogma y todos los pasos de la razón. San Pablo decía
a los Corintios:
"¿Las profecías? Desaparecerán. ¿El saber? Desaparecerá.
El amor no acaba nunca". 1 Cor. 13,8)
2 - Julio
Chevalier y la sociedad de su tiempo
Otro contexto al que tuvo que enfrentarse el P. Chevalier en su tiempo, es
la llegada de la democracia. Para nosotros, gente del siglo XX, es un bien
esencial y, si no está todavía establecida en todos los países, estamos
persuadidos de que es una cuestión de tiempo y deque, a veces con
dificultad, todas las naciones están en marcha hacia la democracia. En el
siglo XIX, era una profunda conmoción de todos los valores establecidos. La
democracia nació en verdad de la Revolución francesa. Y, por esto, una vez
más, esta revolución no fue solamente un suceso local sino de importancia
mundial.
En la antigüedad habían existido regímenes "democráticos", pero en realidad
era una clase social la que dirigía, los aristócratas (en griego: aristos =
el mejor). Ni hablar de que el pueblo, menos aún los esclavos, tomaran parte
en las decisiones.
Sin embargó, la idea de democracia iba abriéndose camino desde hacía algunos
decenios. Se puede decir que las comunidades protestantes que fueron a
establecerse en lo que iba a ser los Estados Unidos de América vivieron de
hecho la democracia. Pero era debido a una cadena de circunstancias
históricas, más que a una voluntad deliberada de establecer un nuevo sistema
de relaciones sociales. No hubo un líder para predicar el sistema de la
democracia por oposición a otro, únicamente la voluntad de liberarse de la
tutela de Inglaterra (que por otra parte conocía un régimen bastante
liberal) y de gobernarse por sí mismos.
El concepto teórico de la democracia nació más bien de los filósofos
franceses del siglo 18, que prepararon las mentalidades para la Revolución y
que hoy llamamos los "filósofos de las Luces". Y entre ellos, hay que citar
en particular a Jean-Jacques Rousseau. En el "Contrato Social", una de sus
numerosas obras que tuvo una resonancia considerable, Rousseau imagina al
hombre de los orígenes, este estado de naturaleza, este momento cero en el
que aún no reina ninguna legitimidad. Si, por consiguiente, esta legitimidad
no ha existido desde toda la eternidad, no viene ni de la naturaleza (como
por ejemplo, la autoridad de los padres), ni de Dios, sino de la voluntad de
los hombres, es decir, de un contrato. Estamos como asistiendo al nacimiento
de la idea democrática: lo que hace que un régimen político sea justo, no es
el hecho de que iba a imitar un orden natural, no es tampoco que él se iba a
basar en un pretendido "derecho divino", es que se arraiga en la "voluntad
general". Lo que es decidido ó admitido por todos ó al menos por la mayoría,
está es la norma, esto es lo que es justo y legítimo.
Se comprende que la Iglesia de aquel tiempo no quisiera saber nada de esta
democracia. E incluso en nuestros días, nos preguntamos a veces sobre
algunas consecuencias de este sistema del que Churchill decía que era el
"peor de todos los sistemas de gobierno, a excepción de todos los demás".
Incluso, si uno es un demócrata convencido, puede interrogarse sobre la
legitimidad de ciertas cosas reconocidas como totalmente "legales" (aborto,
eutanasia...).
El clero de Francia se opuso vigorosamente a esta democracia. No para
defender sus privilegios, como se ha dicho a menudo. El bajó clero tuvo un
papel importante y decisivo en las reuniones de los "Estados Generales" que
marcaron los comienzos de la Revolución. Bajó su influencia file votada una
de las primeras leyes revolucionarias (la abolición de los privilegios - 4
de agosto de 1789). Y el clero del siglo XIX, en el periodo
post-revolucionario, file un clero pobre, generoso y desinteresado (el Cura
de Ars es un ejemplo de ello). En este sentido hubo una verdadera
regeneración del clero. Pero este clero seguía visceralmente unido al
régimen monárquico único capaz de mantener, le parecía, el derecho divino y
el de oponerse al "derecho" aleatorio de la "democracia". Con nuestras
palabras de hoy y con nuestras normas actuales, se dice que el clero de
entonces era "de derechas", mientras que por el contrario, una gran parte de
nuestro clero actual se ufana de ser "de izquierdas". Pero en el siglo XIX
no se aplicaban estas categorías. "Ser de izquierdas", es actualmente querer
estar del lado de los pobres, para la defensa de los pobres. El clero de
Francia del XIX, en cuanto tal, estaba mucho más que nosotros "del lado de
los pobres", multiplicando las obras de caridad, de enseñanza a los más
pobres, y viviendo él mismo, de un modo general, en una gran pobreza. Pero
se encontraba al lado de los ricos en el momento de la lucha por la
"Restauración", por lo tanto, para la vuelta definitiva del rey, pero ante
todo, para la vuelta a los verdaderos valores fundamentales.
A finales del siglo XIX, después de varias tentativas bastante lamentables
para restaurar la monarquía (Luís XVIII, Carlos X, Luís Felipe, Napoleón
III), y de los sobresaltos particularmente sangrantes (la Revolución de
1848, la "Comuna" en 1871), y una guerra (1870), la República (la 3era ya)
está definitivamente instaurada, con la mayoría por un solo voto. Es 21 años
después (1892) cuando el Papa León XIII, muy tardíamente pues, declara[3]
que la Iglesia de Francia debe aceptar este régimen republicano que, cien
años después de la revolución, se había suavizado mucho. En la mayor parte
del clero hubo una gran tristeza y una incomprensión.
Y ¿qué fue del Padre Chevalier en este grave debate de su tiempo? Nos
veríamos tentados a decir que él no entró en modo alguno en la polémica.
Contrariamente a todos los que tenían alguna autoridad ó audiencia en la
Iglesia de la Francia de entonces, y es una excepción totalmente notable, no
encontramos en sus escritos ninguna línea para defender el principio de la
monarquía (y el Padre Chevalier habría tenido ocasión para ello con las
multitudes que venían a Issoudun, con los Anales muy extendidos.. .).Tampoco
se puede decir que fuera "republicano". No podía serlo. Era imposible que
fuera "republicano" en el sentido que entonces tenia este nombre, ya que el
republicano se distinguía, en está época, por su admiración por la
Revolución que liberó a los Franceses de la esclavitud de los nobles y de
los sacerdotes. El católico es para él como un testimonio de una religión
oscurantista llamada a desaparecer ( y que hay que ayudar a que
desaparezca).
El P. Chevalier se mantiene, pues, desde los comienzos no fuera del debate
sino por encima de él. Su objetivo, su misión es la de luchar contra lo que
él llama la indiferencia y el egoísmo, que son para él los dos principales
"males de su tiempo". La indiferencia es ignorar a Dios, es haber perdido la
referencia a Dios. El egoísmo es no dar valor más que a lo que conviene al
hombre, sin otra referencia que uno mismo.
Pero el P. Chevalier no habla de "lucha", de "combate", de "restauración",
de "restablecimiento", habla del "remedio" que hay que proponer contra los
males de su tiempo, y este remedio, es dar a conocer el amor de Dios.
Cualquiera que sea el régimen político, lo esencial para él es establecer el
reino del amor, el Amor del Verbo Encarnado. Cuando el P. Chevalier busca a
Emilio Maugenest para proponerle fundar una congregación, le dice: 'Dos
plagas corroen nuestro desgraciado siglo: la indiferencia y el egoísmo. Es
necesario un remedio eficaz que pueda aplicarse a estos dos males. Este
remedio se encuentra en el Corazón Sagrado de Jesús que no es más que amor y
caridad...".
Al contrario de los predicadores de la época, herederos de una larga
tradición jansenista, que llaman a la penitencia, a la conversión, a la
"vuelta" al recto camino, haciendo temblar a las muchedumbres (tan numerosas
por otra parte) al recordarles sus obligaciones y las exigencias de un Dios
todopoderoso, el P. Chevalier pide a los Misioneros del Sagrado Corazón "que
hablen mucho de la misericordia de Dios". Hacer conocer a los hombres que
Dios les ama y que ellos pueden amarlo... Su política es esta: no cambiar
las instituciones, sino atacar el mal en su base cambiando el corazón de los
hombres. Donde reina el amor, ya no hay injusticia.
Nuestras Constituciones MSC, incluso renovadas en su forma y completadas,
son la concretización del mensaje del P. Chevalier y cuya primera versión él
mismo redactó. Leemos en ellas:
"Con Nuestro Fundador, contemplamos a Jesucristo, unido al Padre...Él es el
Buen Pastor.. Él nos inspira la voluntad de servir. . Él nos ayuda a vivir
como artesano de justicia y de paz. . Él libera al hombre del miedo. . .
Queremos proclamar su amor al mundo. . . " (6-10)
Y continúan:
"Siguiendo el ejemplo de Jesús, nos esforzaremos por llevar a los demás a
Dios. . ., para unirlos a Él mediante el amor y librarlos del temor. . . Él
espíritu de nuestra Congregación… es, sobre todo, un espíritu de amor por la
justicia y de preocupación por todos, especialmente por los más pobres".
(6-13)
"Siguiendo a nuestro Fundador, estaremos atentos a los que sufren. . .
descubriremos el rostro de Cristo en los pobres, en los pequeños, y en todas
las víctimas de la injusticia y de la violencia. . . Manifestaremos nuestra
compasión por ellos trabajando con coraje para garantizarles sus derechos
humanos y para cambiar los corazones de sus opresores..” (20-22)
He aquí un espíritu (herencia del P. Chevalier) de lo más "republicano”...
Está bien que las nuevas constituciones hablen del "respeto de los derechos
humanos"... En efecto, la "Declaración de los Derechos del hombre" data del
año mismo de la Revolución francesa (1789) (file completada en 1793, después
en 1795, antes de servir de base para la Declaración de la ONU en 1948). Los
Revolucionarios, habiendo hecho tabla rasa del pasado establecido sobre el
"derecho divino", se sintieron obligados a crear una nueva base de derechos,
los "derechos del hombre". El P. Chevalier no niega estos derechos del
hombre, muy al contrario, como, de un modo general, lo hará con toda su
fuerza la Iglesia de su tiempo. Es verdad que tampoco habla de ello. Era un
tema tabú y polémico. Pero escribió líneas sencillas, casi ingenuas, pero
magnificas sobre el hecho de que cada uno es un ser único y por lo tanto
digno de un respeto infinito (Cf. "El Sagrado Corazón, p.81 a 85)[4].
Por otra parte tenemos sin duda un reflejo de este espíritu "democrático"
del P. Chevalier que no quería hablar de obligaciones y de derechos, de
sumisión y de obediencia, sino solamente de amor, en la manera misma como
nos hablan nuestra Constituciones sobre la obediencia, recordando ante todo
que "Jesús se hizo obediente por amor...", continúan: "Hacemos profesión de
obediencia para participar en sui espíritu de obediencia de suerte que
podíamos servir mejor a nuestros hermanos. . . "Y también: "Tratamos de
descubrir la voluntad de Dios en comunión con nuestros hermanos'" (38-40).
Este problema de política (Realistas, Republicanos...) ha podido quizá a
veces parecer secundario. En Francia, ha tenido (y la conserva) una
importancia considerable a causa del contexto histórico y del impacto
decisivo que pareció tener para el futuro de la Iglesia. En tiempo del P.
Chevalier tenia una gran importancia. Él no lo eludió sino que se adelantó a
él.
3 - Julio
Chevalier y la Iglesia de su tiempo
En las poderosas corrientes que se manifestaban entonces en la Iglesia, el
P. Chevalier se presentaba ardientemente como un "ultramontano[5].
El "Ultramontanismo" (de "ultra": más allá, y "montes": los montes, en este
caso los Alpes) designa una fortísima corriente de pensamiento favorable a
la autoridad del Papa, que se extendió en los ambientes católicos de Francia
(pero también en los países germánicos) a todo lo largo del siglo XIX. Se
opone a las teorías del Galicanismo (Gallia = Francia) y a otros movimientos
que tendían a hacer prevalecer la autoridad de los concilios nacionales
sobre la del Papa, y los derechos soberanos del Estado sobre el
funcionamiento de una Iglesia nacional. El Galicanismo no databa de la
Revolución; tenia raíces más lejanas. Los reyes, los estados, en reacción
contra la autoridad absoluta de Roma en todas las esferas, buscaban más
autonomía e independencia. Pero en el siglo XIX, el ultramontanismo
manifiesta una reacción contra los excesos a los que habían dado lugar
estas teorías: como la "Constitución civil del Clero" en 1790 (debiendo todo
sacerdote prestar juramento de fidelidad al estado) y los "artículos
orgánicos" añadidos por Napoleón al Concordato de 1801, para privilegiar el
papel del Estado en la organización de la Iglesia. El movimiento
ultramontano apuntaba a la restauración de la autoridad espiritual del Papa
después de la crisis revolucionaria (a ello dedicó su esfuerzo Pío VII y
después Gregorio XVI). Es sobre todo Pío IX (1846-1878) el que comenzará una
política de centralización romana y de los poderes del Papa. Esta logrará su
coronación en 1870 con la proclamación, por el Concilio Vaticano I. del
dogma de la infalibilidad pontificia.
Es una cuestión difícil de evocar tan brevemente. Ha llevado, principalmente
en nuestro país, a muchas violentas y largas polémicas que están lejos de
estar apagadas.
Pues es verdad que los medios conservadores veían en la restauración de la
autoridad espiritual del Papa, la esperanza de restaurar un orden social
basado en la preeminencia de la Iglesia.
Es verdad que a su encíclica "Quanta Cura" (1864) que condenaba el
naturismo, el liberalismo y el indiferentismo, Pío IX añadió el "Syllabus",
condenando 80 "errores de nuestro tiempo": algunas proposiciones eran
atrevidas (por primera vez se condenan en él los daños del liberalismo
económico) pero muchas otras parecen inaceptables, sobre todo a nuestros
ojos de hoy, como el rechazo de la separación de la Iglesia y el Estado, la
proclamación de la religión católica como la única religión de Estado, la
prohibición de todo culto para las otras religiones. . . Era un texto torpe
e inoportuno, pero que no hacía sino retomar las condenas 6 precedentes de
otros Papas y que quería ser más una llamada de atención que una condena[6].
Esto hace que muchos hermanos, sobre todo en Francia, sabiéndola adhesión
del P. Chevalier al Papa, consideren a nuestro fundador como un conservador
que no podría ser seguido en este punto.
El reproche es injusto.
La adhesión del P. Chevalier ala Santa Sede es muy anterior a Pío IX. De sus
elementales estudios de seminarista ordinario, Julio Chevalier no había
conservado más que los perjuicios del viejo Galicanismo. Así en Francia,
tras los pasos de la Iglesia anglicana, la Asamblea general del Clero,
reunida en "Concilio" (1862), había proclamado las libertades de la Iglesia
galicana casi independiente de Roma. El rey Luís XIV (1638-1715) se creía
jefe de la Iglesia de Francia, consagrado por la unción, apoyado en esto por
el alto clero y por hombres eminentes como Bossuet.
Para Julio Chevalier, todas las desgracias de Francia venían de allí; de
esta ruptura con la Iglesia universal en provecho de las Iglesias locales.
Es un punto de vista que no se parece forzosamente al de nuestra época. Hoy
desearíamos más autonomía para las Iglesias locales para que se adaptaran
mejor, en el plan pastoral y litúrgico, a las necesidades, a las culturas, a
las mentalidades de cada país. Pero lo que proponía Julio Chevalier, erala
independencia de la Iglesia. Francia, entre otros países, había tenido la
experiencia de una Iglesia sometida al poder civil. La Iglesia estaba
entonces considerada como un instrumento político, una garantía de orden
social, tenía un lugar preponderante en la buena marcha de los asuntos del
Estado[7]. Evidentemente que no es su papel, y, para Julio Chevalier, la
Iglesia galicana había perdido así su razón de ser que es esencialmente la
de anunciar el Reino de Dios y no la de administrar los reinos terrestres.
Le parecía pues que poner en su lugar ala Iglesia universal era una prenda
de libertad, de renovación, de renacimiento, de pureza original.
Al llegar Napoleón al poder en 1799 es consciente de que, después de las
violencias de la Revolución, la unidad nacional rota no podrá ser restaurada
sin la paz religiosa. Entabla pues negociaciones difíciles con Roma que
desembocan por fin en un Concordato en 1801. Un Concordato es un compromiso.
Es así como la religión católica es reconocida como la religión "de la
mayoría de los franceses" (y no del Estado), y que el emperador se reserva
el derecho y el poder exclusivo de nombrar a los obispos. Están sometidas a
autorización la publicación en Francia de todos los textos de la Santa Sede,
la celebración de los sínodos. . .etc. . . Lo que efectivamente deseaba un
Julio Chevalier (que vivió toda su vida bajo el régimen del Concordato)
erala independencia plena y entera de la Iglesia.
Al margen del Concordato, Napoleón, para justificarse ante la Asamblea de la
que él había salido, declaraba:
“No veo en la religión el misterio de la Encarnación, sino el misterio del
orden social; (...) vincula al cielo una idea de igualdad que impide que el
rico sea masacrado por el pobre. ¿Cómo tener orden en un Estado sin
religión? (...) Cuando un hombre se muere de hambre al lado de otro que
rebosa bienes, le es imposible aceptar esta diferencia si no hay una
autoridad que se lo diga: 'Dios lo quiere así, en el mundo tiene que haber
pobres y ricos; pero después y durante la eternidad el reparto se hará de
otro modo”[8].
Julio Chevalier tenía evidentemente una idea distinta del sacerdote,
Este mismo Napoleón, algunos años más tarde, retuvo prisionero al Papa Pío
VII durante cinco años fuera de Roma (1809-1814). Reunió un Concilio
nacional (1811) que decidió, presionado por él, conceder a los arzobispos el
poder de investidura de los obispos, "impidiéndoselo " al Papa. Esto ocurría
10 años solamente antes del nacimiento de Julio Chevalier...
He aquí por qué, en este tiempo que era el suyo, el Padre Chevalier era
"Ultramontano", no soñando con una Iglesia todopoderosa, sino para ver
renacer una Iglesia independiente que llegue a ser plenamente ella misma.
Amó ala Iglesia "como Cristo amó a la Iglesia..."
la quiso resplandeciente, sin mancha, santa e irreprochable ". (Cf. Ef
5-25-27)
Pues "este mundo nuevo" que él veía surgir del Corazón de Cristo, esta
creación llena de grandeza y de fecundidad inspirada por el amor y la
misericordia, es la Iglesia, este cuerpo místico de Cristo, que la
perpetuará en la tierra...”
Conclusión
"El Padre Chevalier y su tiempo" es un tema amplio. Para tratarlo,
seria necesario al menos una semana, entrando más adelante en los hechos
concretos.
A propósito de las Ideas de su tiempo,
se podría hablar del anticlericalismo (la próxima inauguración dela dos
calles nos lo recordará)
y de sus consecuencias (la expulsión de los religiosos, la separación dela
Iglesia y el Estado...)
A propósito de la Sociedad de su tiempo,
convendría examinar el grave problema de la gran pobreza del pueblo, del
éxodo rural, de la industrialización y de la emergencia de una clase obrera
desgraciada y explotada. Abordar también el tema muy interesante de los
fulgurantes progresos de la ciencia, y en particular de la medicina. Una
medicina materialista, "Mecanicista" ala que se opone enérgicamente el P.
Chevalier (principalmente en su libro sobre el Sagrado Corazón).
A propósito de la Iglesia de su tiempo,
convendría evocarla corriente jansenista, de raíces tan antiguas y aún tan
poderosa
Examinarla situación pastoral deplorable de esta época, y cómo el P.
Chevalier le hizo frente, sobre todo como párroco.
Hablar del impulso misionero extraordinario, en Francia, en el siglo XIX, y
de la visión misionera particular del P. Chevalier.
Considerarla eclosión en esta época de una multitud de congregaciones, y en
este contexto, cómo nuestra Congregación MSC tiene algo de singular.
Y hablar también de la intuición que el P. Chevalier tuvo del papel de los
laicos en la Iglesia. En su tiempo, esta visión fue incomprendida y
desaprobada; ahora parece esencial ala Iglesia de nuestro tiempo.
Podrían también ser abordados muchos otros temas, a veces secundarios pero
reveladores.
No he podido, en este tiempo limitado, más que evocar (mal, me temo) temas
generales pero que me parecían esenciales.
***
De lo que debemos tener conciencia ante todo, estoy profundamente convencido
de ello, es que el P. Chevalier no nos deja una manera de obrar, un "método"
que deberíamos aplicar o adaptar a nuestra época. Es posible incluso que en
situaciones parecidas, habiendo cambiado los tiempos, habiendo cambiado el
mundo, sigamos un proceder diferente del suyo. El P. Chevalier no es un
intelectual que ha elaborado una doctrina. Es ante todo el hombre de una
intuición. Cualesquiera que sean los males que encontremos, debemos
inspirarnos en esta intuición para ponerles remedio.
Nuestro fundador ha vivido en un siglo cruzado por corrientes poderosas y
contradictorias, un siglo de conmociones. Pero tuvo esta intuición de lo
esencial: Dios Padre es amor, el Verbo nacido de él es amor, su Encarnación
es la encarnación del amor, y la Iglesia salida de su Corazón abierto no
puede ser sino amor[9]. Abrir los ojos y el corazón de los hombres a este
amor, esa es la misión de lo esencial. Sirve para todos los tiempos (por lo
tanto para el nuestro) y para todas las situaciones. El Padre Chevalier no
está en favor de ningún medio particular ni de ninguna misión particular.
"En todas partes. ., para todos. . ., por todos..., por todos los medios y
todos los ministerios. . . "con tal que tengamos como objetivo lo esencial
"Con nuestro fundador, contemplamos a Jesucristo unido al Padre...”[10] y,
como Pablo, completando en su carne lo que falta ala Pasión de Cristo (Col
1,24), queremos acabar lo que falta ala venida de este "mundo nuevo..., esta
creación inspirada por el amor y la misericordia...
Julio Chevalier no nos ha dejado un método. Nos lega un espíritu.
Issoudun, 8 de septiembre de 1999
Notas
[1]"El Sagrado Corazón", p. 183-184
[2] "El Corazón del divino maestro es el centro en el que todo converge en
el antiguo como en el nuevo testamento, el pivote sobre el cual todo gira en
el catolicismo, el sol de la Iglesia, la frente de nuestros misterios, el
origen de nuestros sacramentos, la prenda de nuestra reconciliación,
lasalvación del mundo, el remedio a todos los males, el arsenal del
cristiano. Así es como yo entiendo la devoción al Sagrado Corazón de Jesús:
ella lo abarca todo, ella es la respuesta para todo"
(Chevalier 1862 - Carta al P. Ramiére S.J.-Citada en Florilegio Chevalier-
en el 16 de agosto p. 262)
[3] Encíclica: "En medio de las preocupaciones", 16 de Febrero de 1892
"La novedad de la forma política no afecta en modo alguno al poder
considerado en sí mismo. En toda hipótesis, el poder civil, considerado como
tal, es de Dios y siempre de Dios (Rom 13,1 "Que cada uno se someta a las
autoridades en el ejercicio de su cargo. Pues no hay ninguna autoridad que
no venga de Dios, y los que existen están constituidos por Dios").
Pero el respeto que se debe a los poderes constituidos no puede imponer la
obediencia sin limite a toda medida promulgada por estos mismos poderes..."
[4] "Hay en nosotros el deseo de ser distinguido, de ser nosotros, de ser
para Dios lo que ningún otro será. Y hay en Dios la voluntad de no crear dos
creaturas iguales (...)
-"Cada uno, para la eternidad, es un ser aparte, (...) pudiendo decir: "Yo
soy esto, algo que no es ni será nunca otra cosa".(. ..) En el cielo, cada
uno recibirá el nombre de su ser, nombre personal, diferente de todo otro,
que dirá eternamente lo que es el que lo lleva"
-"El Buen Pastor llama por su nombre a cada una de sus ovejas..."
-"Estamos en el Cuerpo de Cristo, como miembro particular (...)
-"En la cepa divina, somos esta rama, esta hoja, este fruto. . . Y lo que
somos, nadie lo será nunca. . .
("El Sagrado Corazón" extractados de las páginas 81 a la 85)
[5] Conocemos el episodio que narra de sus primeros años de seminario.
"Hice la filosofía en Descartes cuyo ingenio nos hacia admirar el profesor,
y la teología en Baylly que se nos proponla como un autor práctico y seguro
en sus opiniones. Dios me dio la gracia de no compartir este parecer. El
sistema cartesiano me parecía falso y peligroso; lo combatí en clase con el
respeto debido al profesor. En cuanto a las teorías de Bailly, archi-
galicano, sobre los cuatro artículos, sobre la constitución dela Iglesia,
sobre los Concilios universales, sobre el Papa, me horrorizaban
instintivamente. Por eso las discusiones eran ardientes, apasionadas. Yo
pasaba por ultramontano, y no era el único. Casi todos estaban en contra del
autor y del profesor” . . .
(Fontes Societatís -NOTAS INTIMAS Serie I, Vol.2,p.13)
[6]El Papa lo admitió para tranquilizar los ánimos, después dela
intervención de Mons. Dupanloup, obispo de Orleans, jefe dela Iglesia
liberal, que se oponía ala proclamación dela infalibilidad pontificia.
[7] En Francia fueron ocupados por cardenales puestos muy importantes
(Richelieu: 1624-1642: 18 alios como primer ministro.- Mazarino le sucedió
de 1642 a 1661 - Dubois, ministro de asuntos exteriores, después pimer
ministro (1721-1723) era al mismo tiempo Presidente dela Asamblea del
Clero).
[8] 1801 - declaración en el Consejo de Estado. (en "Para leerla historia
dela Iglesia"- J.Comby, ed, Cerf-Tomo 2 p.99).
Otra "profesión de fe" de Napoleón:
"Haciéndome católico es como he acabado la guerra de Vendée, haciéndome
musulmán me he establecido en Egipto haciéndome ultramontano me he ganado a
los espíritus en Italia; si gobernara a un pueblo de judíos, volvería a
construir el templo de Salomón', (1800 – al Consejo de Estado)
y también:
"Un sacerdote vale más que cuatro guardias”...
[9]"De este Corazón adorable, rasgado por la lanza y de donde había salido
la vida, nace otra vida. Es la vida de los hijos de Dios y de los herederos
del cielo.
El Verbo, salido del Corazón de su Padre, hace surgir el mundo dela nada, y
del Corazón del Verbo Encarnado,
atravesado en el Calvario, veo salir un mundo nuevo, el mundo de los
elegidos.
Y esta creación, llena de grandeza y de fecundidad, inspirada por el amor y
la misericordia, es la Iglesia,
este cuerpo místico de Cristo, que la perpetuará en la tierra hasta la
consumación de los siglos,
y vivirá de su vida divina por toda la eternidad".
("El Sagrado Corazón" p. 145-1466; citado en Florilegio Cbevalier, en el 6
de julio, p.221)
[10]Constituciones MSC n° 6.