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ASÍ ES LA MISERICORDIA DE DIOS: Domingo y devoción de la Divina Misericordia

 

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Ésta es la última tabla de salvación para la humanidad

- ¿Pero qué es «misericordia»?

- La Misericordia de Dios presentada por Él mismo

- Experiencia de la madre Angélica

- Así se lo dijo a algunos de sus amados siervos

- La Divina Misericordia exige una respuesta

- El cuadro de Jesús Misericordioso

Ésta es la última tabla de salvación para la humanidad
La celebración de la Misericordia de Dios merece más que un día de fiesta; pero en este día de fiesta es Dios mismo el que toma la iniciativa y se quiere mostrar más misericordioso que nunca.


Por Diana R. García B.


Se lo dijo Nuestro Señor Jesucristo a la religiosa santa Faustina Kowalska: «Deseo que mi Misericordia sea venerada; le doy a la humanidad la última tabla de salvación, es decir, el refugio en mi misericordia».

Ella, por obediencia a su director espiritual, había escrito hacia 1930 en su Diario todas las revelaciones que el Señor le hizo. Y, gracias a tal escrito, la devoción a la Divina Misericordia se fue extendiendo en pocos años por toda Europa y luego por el mundo.

Sin embargo, llegaron a la Santa Sede traducciones erróneas y confusas de selecciones del Diario, por lo cual la Iglesia prohibió en 1959 la difusión de la devoción a la Divina Misericordia en la forma presentada por Faustina.

HACIA LA UNIVERSALIZACIÓN DE LA FIESTA

En 1965 por fin se comenzó una investigación seria sobre la vida de sor Faustina Kowalska, que desembocó en que en 1968 iniciara su causa de beatificación.

Luego, gracias a la intervención del entonces arzobispo de Cracovia, cardenal Karol Wojtyla, se levantaron en 1978 las prohibiciones relacionadas con sor Faustina.

Ella fue beatificada en 1992, y canonizada el 30 de abril de 2000, que era exactamente el segundo domingo de Pascua, día que Jesucristo pidió a santa Faustina se convirtiera en la «Fiesta de la Misericordia».

LA GOZOSA DECLARACIÓN

Precisamente el día de la canonización el Papa Juan Pablo II declaró durante la homilía que el segundo domingo de Pascua «a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de ‘Domingo de la Misericordia Divina’».

El beato Juan Pablo estaba muy contento con ello, por eso más tarde pudo decir a título personal: «Yo le doy gracias a la Divina Providencia porque he podido contribuir personalmente al cumplimiento de la Voluntad de Cristo, a través de la institución de la Fiesta de la Divina Misericordia».

EXALTAR MÁS ESTA FIESTA

La misericordia es propia de Dios, o sea parte de su naturaleza. Y aunque se supone que eso todos lo deberían saber, en realidad no es así.

Hay mucha gente que lo deja traslucir cuando expresa ideas como «Dios no me puede perdonar» o «Lo que hizo Fulano no tiene perdón de Dios». Quienes hablan así no han entendido todavía la Divina Misericordia, por eso miden a Dios con la misma medida con la que se miden ellos mismos: como ellos no serían capaces de perdonar tal ofensa, suponen equivocadamente que el Señor tampoco.

Por eso es tan importante la promoción de esta fiesta, que aún no ha sido suficientemente exaltada, aun cuando ya le fue conferido el carácter de fiesta eclesiástica universal.

LO QUE PIERDE LA GENTE SI EL SACERDOTE NO HABLA

Jesucristo dijo a santa Faustina que la Fiesta de la Misericordia «debe celebrarse el domingo siguiente al de Pascua de Resurrección. Ese día los sacerdotes deberán predicar a las almas mi infinita Misericordia».

Las palabras del Señor no son presentadas como algo que estará bien hacer o no hacer, sino como algo que se debe realizar, una misión que Dios encomienda a sus sacerdotes. Pero todavía en muchas Misas esta fiesta pasa bastante desapercibida, casi como si se tratara de un domingo cualquiera. Incluso hay uno que otro templo o capilla dedicado a la Misericordia de Dios que traslada su fiesta patronal a otra fecha porque el segundo Domingo de Pascua coincide con las vacaciones escolares, de manera que una celebración con kermés u otras actividades externas tendría muy poca participación; así, acaba por dársele mucha más importancia a la vendimia, al convivio y a los fuegos pirotécnicos que a la petición hecha por Cristo respecto de este día específico.

Sería triste que, por no instruir los sacerdotes a los fieles, éstos se pierdan los favores divinos asociados a la Fiesta de la Misericordia: «Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la Confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de mi Misericordia», dijo Cristo a santa Faustina.

No hay obligación de creer en el contenido de las revelaciones privadas, pero ello no es pretexto para dejar pasar desapercibidas las promesas asociadas a este día, puesto que la Iglesia estableció en 2002: «Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia Divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia Divina, o al menos rece, en presencia del Santísimo Sacramento, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús Misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, confío en Ti’)».

La Misericordia Divina se merece más que un día de fiesta. Pero Dios quiere derramar gracias abundantes en este día, como dijo a Faustina: «Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la fiesta de mi Misericordia. Si no adoran mi Misericordia, morirán para siempre.... Habla a las almas de esta gran Misericordia mía, porque está cercano el día terrible, el día de mi Justicia».

 

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¿Pero qué es «misericordia»?

La palabra «misericordia» viene del latín miser, que significa «miseria» o «desdicha», y cor, que significa «corazón». De ahí que misericordia es sentir en el corazón la desdicha o la miseria de los demás.

Tener misericordia es, pues, tener la capacidad de sentir lo que sufren los otros como si ese sufrimiento fuera propio, y, en consecuencia, compadecerse haciendo algo bueno por los demás.

En el Nuevo Testamento la palabra griega equivalente es eleeo, cuyo significado se entiende como tener simpatía con otra persona en su miseria, manifestada especialmente en obras. En el Antiguo Testamento aparece con dos palabras hebreas: hesed, que es la capacidad de estar dentro de la piel de otro (hoy le diríamos «empatía»), y rahamin, que se refiere al «amor de madre», ya que se deriva de rehem, que significa «regazo materno».

 

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La Misericordia de Dios presentada por Él mismo

LO QUE ENSEÑA A TRAVÉS DE LAS ESCRITURAS

«Tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos» (Éxodo 20, 6).

«El Señor es lento para enojarse y está lleno de misericordia» (Números 14, 18).

«David dijo a Gad: ‘¡Estoy en un grave aprieto! Prefiero caer en manos del Señor, porque es muy grande su misericordia, antes que caer en manos de los hombres’» (I Crónicas 21, 13).

«Yo te desposaré para siempre; te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; ... Tendré compasión de ‘No compadecida’ y diré a ‘No es mi pueblo’: ‘¡Tú eres mi Pueblo!’, y él dirá: ‘¡Dios mío!’» (Oseas 2, 21-25).

«Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará, dice el Señor que te quiere» (Isaías 54,10).

«El amor de Yahveh no se ha acabado, ni se han agotado sus misericordias; se renuevan cada mañana. Sí, tu fidelidad es grande» (Lamentaciones 3, 22-23).

«Si aflige, también se compadece, por su gran misericordia» (Lamentaciones 3, 32).

«Abandonémonos en las manos del Señor y no en las manos de los hombres, porque así como es su grandeza es también su misericordia» (Eclesiástico 2, 18).

«Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia» (Salmo 33, 18)

«Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo, tu fidelidad hasta las nubes» (Salmo 36, 6).

«Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo; ¡ustedes han sido salvados gratuitamente!» (Efesios 2, 4-5).

«No por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, Él nos salvó...» (Tito 3, 5).

«Manténganse en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna» (Judas 1, 21).

 

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Experiencia de la madre Angélica

La fundadora de la televisora EWTN estaba en una playa de California cuando una ola cubrió sus zapatos. Una gota llegó a su mano y ella la miró. Después miró el mar inmenso. Y oyó la voz del Señor: «Angélica, esa gotita representa todos tus pecados, todas tus imperfecciones y todas tus fallas. Échala en el océano». Ella la devolvió al mar. Entonces el Señor le dijo: «El océano es mi Misericordia. Ahora, si buscas esa gotita, ¿puedes encontrarla?», «‘No, Señor’, contestó. Por eso anima la madre Angélica a todos: «Cada día, cada minuto de cada día, echa tu gotita en el océano de su Misericordia. Ya no te preocupes, solamente esfuérzate con más empeño».

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Así se lo dijo a algunos de sus amados siervos

 - A su sierva santa Margarita María Alacoque le dijo Nuestro Señor Jesucristo:
«Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a los que comulguen los primeros viernes durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final; que ellos no morirán en mi desgracia y sin recibir los sacramentos, y Yo seré su asilo seguro en la última hora».

- A san Pío de Pietrelcina le dijo en 1959:
«La hora del castigo está próxima, pero Yo manifestaré mi Misericordia».

 - A sor Josefa Menéndez (actualmente en proceso de beatificación):
«Esto es lo que quiero explicar a las almas: Yo enseñaré a los pecadores que la misericordia de mi Corazón es inagotable; a las almas frías e indiferentes, que mi Corazón es fuego y fuego que desea abrasarlas porque las ama; a las almas piadosas y buenas que mi Corazón es el camino para avanzar en la perfección y por él llegarán con seguridad al término de la bienaventuranza.

«Hay muchas almas que creen en Mí, pero pocas que creen en mi Amor; y entre las que creen en mi Amor, son poquísimas las que cuentan con mi Misericordia... Deseo que crean en mi Misericordia, esperen todo de mi Bondad, y no duden nunca de mi Perdón. ¡Soy Dios, pero Dios de Amor!

«Mi Corazón es infinitamente santo, pero también es infinitamente sabio y, como conoce la miseria y la fragilidad humanas, se inclina hacia los pobres pecadores con Misericordia infinita. Amo a las almas después de que hayan cometido su primer pecado si vienen a pedirme humildemente perdón. ... ¡Las amo aun cuando lloran su segundo pecado y, si eso se repite, no digo un billón de veces, sino incluso millones de billones de veces, las amo y las perdono siempre y lavo en mi Sangre tanto el último como el primer pecado! ¡No me canso de las almas, y mi Corazón espera siempre que vengan a refugiarse en Él, por más miserables que sean!».

 - A la sierva de Dios sor Benigna Consolata (que se encuentra en proceso de beatificación):
«Soy el Señor de todas las Misericordias. Aquello que mayormente busco es manifestar constantemente mi Misericordia.... La puerta de mi Misericordia no está cerrada con llave, solamente está arrimada; es suficiente tocarla para que se abra. Hasta un pequeño niño la puede abrir; hasta un viejo que haya perdido las fuerzas. Al contrario, la puerta de mi Justicia está cerrada con llave y la abro solamente para aquel que me obliga a hacerlo, no la abro nunca por propia voluntad.

 - Y a santa Faustina Kowalska:
«Escribe que cuanto es más grande su miseria, tanto mayor derecho tienen a mi Misericordia. Llamo a todas las almas a la confianza en el insondable abismo de mi Misericordia, porque deseo salvarlas a todas.

«La fuente de mi Misericordia ha sido abierta para todos las almas con el golpe de la lanza en la Cruz. No he excluido de ella a ninguna. Mi Misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico.

«Como Rey de Misericordia, deseo colmar las almas de gracias, pero no quieren aceptarlas ... Oh, qué grande es la indiferencia de las almas por tanta bondad... Tienen tiempo para todo, solamente no tienen tiempo para venir a Mí a tomar las gracias.

«Si huyen de mi Corazón misericordioso, caerán en mis manos justas. Di a los pecadores que siempre los espero...».

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La Divina Misericordia exige una respuesta
No es nada raro que las personas, ya sea porque cometieron un pecado gravísimo, porque se encuentran estancadas en una condición de pecadores reincidentes o porque son sometidos a una serie de duras pruebas (falta de trabajo, enfermedad, etc.), lleguen a dudar de la Divina Misericordia para con ellas.

DUDA OFENSIVA

Dudar de la Misericordia del Señor es un acto que lo ofende, pues es pretender poner límites a su Amor infinito. Por eso insistía Jesús al hablarle a santa Faustina Kowalska: «Ningún pecado, aunque sea un abismo de corrupción, agotará mi Misericordia». Y también: «Cuanto más grande es la miseria de un alma tanto más grande es el derecho que tiene a mi Misericordia».

AL OTRO EXTREMO

Sin embargo, cada vez es más grande el grupo de los que se coloca justo en el lado opuesto: se hacen a la idea de que Dios perdona todo sin necesidad de que el hombre haga nada a cambio. Así, arrepentimiento, conversión y buenas obras salen sobrando.

Al respecto escribe el presbítero español Enrique Cases: «La Misericordia de Dios no tiene problema para la mayoría de los fieles cristianos, aunque sean poco practicantes y medio paganos en sus vidas. Piensan que Dios es tan bueno y tan bondadoso, tan débil, que siempre perdona, aunque vivamos como unos desgraciados. Von Balthasar comenta ante esta actitud tan hipócrita y cínica que es una verdadera ofensa a Dios como si pecar fuera indiferente, o, incluso, como si no amarle o vivir distraídamente hacia Él y su Amor no tuviese valor».

Acaba de ser beatificada en septiembre del año pasado la religiosa italiana y estigmatizada Elena Aiello. Pues bien, un día se le apareció Jesús cubierto de llagas y sangre y le dijo: «Mira, hija mía, cómo los pecados del mundo me han herido... Los hombres abusan de mi Misericordia y han transformado la Tierra en una escena de crímenes».

¿Y LA JUSTICIA?

Hay algo que el ser humano no debe olvidar jamás: si bien Dios es infinitamente misericordioso, también es infinitamente justo, y de hecho dice: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mt 5, 6). Después de brindar toda serie de oportunidades inmerecidas para que el hombre acceda a la Misericordia, habrá un momento en el cual al Señor le tocará aplicar la justicia:

«No digas: ‘Pequé, ¿y qué me sucedió?’, porque el Señor es paciente. No estés tan seguro del perdón mientras cometes un pecado tras otro. No digas: ‘Su compasión es grande, Él perdonará la multitud de mis pecados’, porque en Él está la Misericordia, pero también la ira, y su indignación recae sobre los pecadores. No tardes en volver al Señor, dejando pasar un día tras otro, porque la ira del Señor irrumpirá súbitamente y perecerás en el momento del castigo» (Eclo 5, 4-7).

«Oh infelices, que no disfrutan de este milagro de la Divina Misericordia; lo pedirán en vano cuando sea demasiado tarde», dijo Cristo a santa Faustina.

LO QUE HAY QUE HACER

Dios no puede forzar a nadie a aceptar su misericordiosa salvación. Para acceder a ella hace falta reconocer el propio pecado, acercarse a Dios, confiar en su Misericordia, pedirle perdón y corresponder en adelante siendo uno misericordioso. El Señor no sólo lo sugiere sino que lo exige: «Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia» (Mt 5, 7); «Porque el que no tiene misericordia será juzgado sin misericordia» (Stgo 2, 13).

En palabras del Señor a santa Faustina: «Debes mostrar Misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte»; «Si un alma no practica la Misericordia de alguna manera, tampoco la alcanzará en el día del juicio».
D. R. G. B.

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El cuadro de Jesús Misericordioso
El Señor pide que el segundo domingo de Pascua se le dé un lugar y trato privilegiado a esta imagen

Existen diferentes representaciones pictográficas del Señor de la Misericordia, pero todas llevan la leyenda: «Jesús, en Ti confío» (o su variante: «Jesús, yo confío en Ti»).

La razón de que no haya una representación única se debe a que no se trata de una imagen de origen milagroso, como ocurre con la Virgen de Guadalupe. Sin embargo, sí se trata de una imagen pedida por Dios mismo, lo cual en sí no tiene nada de raro: el Señor, ya desde tiempos del Antiguo Testamento, pidió a los israelitas que construyeran un arca con dos imágenes de querubines ( Ex 25, 18-20), y en otra ocasión pidió a Moisés que hiciera la imagen de una serpiente de bronce colocada en un asta (cfr. Nm 21, 8-9).

Jesús dijo a santa Faustina Kowalska: «Dibuja un cuadro según me estás viendo, con la invocación: ‘Jesús, en Ti confío’. Quiero que se venere en el mundo entero.

«Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas... Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi Misericordia cuando mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza.

«Estos rayos protegen a las almas de la indignación de mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios.

«Yo preservaré las ciudades y casas en las cuales se encontrase esta imagen.

«Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. Prometo ya aquí en la Tierra la victoria sobre los enemigos: sobre todo a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como a mi Gloria. Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de venir a la fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la firma: ‘Jesús, en Ti confío’».

Habrá quienes juzguen el valor artístico no muy grande de las distintas imágenes del Cristo Misericordioso, por lo cual Jesucristo aclara: «No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en mi Gracia». Y pide, a través de santa Faustina: «Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia».

«Deseo que esta imagen sea expuesta en público el primer domingo después de la Pascua de Resurrección. .. A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas; ella ha de recordar a los hombres las exigencias de mi Misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil».

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