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El Sagrado Corazón de Jesús del P. Julio Chevalier MSC:  El Sagrado Corazón de Jesús Centro de todo, continuación libro 1 capítulo 4

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Nota: Al comienzo de la página le ofrecemos los puntos saltantes del capítulo y al final del resumen encontrará los enlaces que lo llevarán inmediatamente al tema que pueda interesarle.

Libro I

Capítulo Cuarto

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CENTRO DE TODO
(continuación)

 

Este capítulo resumido:

 

 I. En Jesús, Hombre-Dios, el Corazón es el centro, el resumen, el todo de su vida humana, por su influencia en todas las vidas que le componen.- Al principio, la finalidad del Sagrado Corazón fue la de ser, entre las manos del Verbo, el órgano principal de esta vida humana, presente en todas las partes de Jesús en el mismo momento.- El Sagrado Corazón de Jesús, ¿es el primer motor de su vida?- ¿En qué sentido es el punto de encuentro de las dos vidas de Jesús?. - Comparación de la esfera, que es perfectamente una, gracias a su centro.- En Jesús, como un punto central, está su Corazón.... Es su Corazón que es el principio y el altar de su adoración hacia la divina Majestad de su Padre.- Es el Santuario de la divina caridad, el órgano de acción de las gracias.- El Sagrado Corazón, última palabra de todo.- Y es María, que lo ha dado al mundo, al cielo y a Dios              

 II. Definición de la gracia.- Intimidad de la unión que establece entre Dios Nuestro Padre, y nosotros, sus hijos adoptivos. Misterio de nuestra deificación, fundada sobre las palabras de Nuestro Señor, del gran Apóstol.- Comentarios de Mons. Gay, de Cornelio a Lápide, de san Basilio.- Hombres por naturaleza, somos Dios por la gracia.- Jesús es la vid, nosotros somos sarmientos: entre El y nosotros, hay una misteriosa y profunda ley de vida.- Admirable unidad del plan divino. - Jesús deifica en su alma todos los seres espirituales, en su cuerpo todos los seres materiales y por la gracia todas las personas que lo quieran. Y la gracia está sobre todo en su Corazón. ¿Por qué? Fuente de nuestra vida sobrenatural, el Sagrado Corazón es también el Corazón de la Iglesia y de cada uno de sus miembros                             

 III. Necesitamos de Dios.- Hay en nosotros un deseo íntimo, profundo, invencible, de ser distinguidos, de ser nosotros, de ser para Dios lo que ningún otro será.- De otra parte, tenemos la voluntad de Dios de no hacer dos criaturas absolutamente semejantes.- ¿Cómo se realizarán estos dos deseos correspondientes? Por la gracia.- Es la gracia, que recibida por cada uno de una manera especial, en una medida propia y personal, hace de cada alma un ser aparte.- Así, cada uno recibirá un nombre propio, que dirá eternamente quién es.- Palabras de Mons. Gay.- Autoridad de san Pablo, estableciendo esta diversidad de gracias, esta variedad de favores divinos.- En el cuerpo de Cristo, nosotros somos tal miembro particular, tal órgano, tal fibra y no tal otra. Y, ¿cuál es la fuente, el principio de esta vida tan diversificada de los miembros del cuerpo de Cristo? ¡El Corazón!- Comparación sacada de nuestra vida corporal.- Del Corazón de Jesús recibimos, con la gracia y la gloria, nuestra fisonomía especial, nuestra misión personal de cara a la eternidad.- Gratia Dei sum id quod sum!  

 

I. El Corazón es en Jesús el principio de la vida

II. El Corazón de Jesús es el Corazón de la Iglesia

III. El Corazón de Jesús, fuente de toda prerrogativa sobrenatural

NOTAS AL CAPITULO CUARTO DEL LIBRO PRIMERO

 

 

 

I. El Corazón es en Jesús el principio de la vida

Resumiendo lo que precede, podemos decir: Jesús es el Hombre-Dios. El reúne toda la creación: Yo soy la vida, nos dice, toda la vida increada y la creada, la vida vegetativa y animal o la vida ma­terial, y la vida espiritual y racional.

Y desde este punto de vista, ¿cuál es en Jesús el papel del corazón?

Primero y como en nosotros, el corazón preside las funciones de la vida vegetativa; no hay una fibra del cerebro, por ejemplo, que no crezca primero, y se desenvuelva como una planta. Ade­más, la vida vegetativa es en nosotros, con relación a las otras dos, como una base necesaria, un fondo del que ellas dependen. En efecto, si sucede que las funciones de esa vida: nutrición, cir­culación y otras, no marchan bien, enseguida lo sentimos (vida animal) y nuestros pensamientos (vida racional), reciben un contra-golpe tan profundo, como rápido e inevitable; lo mismo en Je­sús; no que pudiera producirse ningún desorden en su divino organismo' ; pero en El, como en nosotros, el corazón tiene sobre la vida vegetativa, la influencia directa de un primer motor y en rela­ción con las vidas superiores, una influencia menos directa aunque de primer orden. El corazón es pues el punto central de la divina humanidad2.

En este altar sagrado, Jesús ofrece a Dios, su Padre, una ado­ración permanente y digna de su grandeza infinita. Así este Co­razón Divino es el glorificador por excelencia de la divina majestad3.

Y si ahora consideramos a Jesús como la manifestación supre­ma de la infinita bondad, ¿qué decir de su Corazón? ¿No es en este Corazón sagrado donde esta Bondad se establece y permanece? Y si su santa humanidad es el Templo4, ¿su Corazón acaso no es el Santuario, el Santo de los Santos?

Jesús es la acción de gracias, hemos dicho. Ofreciendo al Crea­dor un agradecimiento digno de él, infinito como su grandeza y su amor, satisface plenamente el reconocimiento de las criaturas. Otra vez, ¿no podemos decir que su Corazón es el órgano de esta acción de gracias universal?

En Jesús, la criatura se da totalmente a Dios; se pierde en Dios: embeleso supremo que es también su suprema aspiración. Así esta unión de amor, ¿no es sobre todo en el Corazón, donde se produ­ce? El Corazón de Dios se precipita hacia su criatura, arrastrado por la fuerza de un amor infinito, y el corazón de la criatura sube hacia Dios, bajo la influencia de una atracción que avasalla todas las demás. En Jesús esos dos Corazones se encuentran y se unen tan profundamente que se funden en uno, y este Corazón único es el fruto del Cielo y la Tierra: " ¡He aquí el germen del que los Profetas tanto han hablado! Los cielos lo dan como un rocío; las nubes lo esparcen como una lluvia y sin embargo la tierra lo ve brotar de su seno... La creación tiene un objetivo, y tiene un fruto a produ­cir: es vuestro Corazón,Jesús mío".5

Si ahora, habiendo dicho de Jesús que es la gloria suprema e in­finita de Dios, la revelación por excelencia de su divina bondad, la Eucaristía universal y el Éxtasis permanente de la criatura en Dios, yo diría que si queremos resumir en una palabra este mismo resu­men, diremos que Jesús es la Religión, la Religión por excelencia,viviente e infinita.

Pero este último título, es al Sagrado Corazón de Jesús a quien debemos atribuirlo principalmente. ¿Es que la Religión no es un lazo, y qué lazo, sino un lazo de amor, el único que puede ligar los espíritus? Y si adelantando el orden de las ideas, tomamos la pala­bra Religión en el sentido de lazo roto y reanudado, yo pregunta­ría: ¿Quién ha hecho este lazo, quién ha reanudado sus extremos separados, y separándose cada día más? ¿No es el amor?

El Sagrado Corazón, esta es la última palabra. En Jesús todo revierte: Yo soy el principio y el fin, dice El, y en Jesús todo revie­ne a su Corazón.

Oh María, ¡qué gloria para vos!

Ese Corazón, donde Dios opera tantas maravillas y de donde recibe tanto amor, eseCorazón donde se encuentran reunidas tantas grandezas, donde el Cielo y la Tierra se encuentran en un beso de paz, ese Corazón de donde mana la vida y a donde se diri­ge, este Corazón el centro de todo, es el Corazón de vuestro Hijo. Es Vos que lo habéis dado al mundo, que lo habéis dado al Cielo y a la Tierra. ¡ Ah! Seáis bendita en el tiempo, seáis bendita en la eternidad!

II. El Corazón de Jesús es el Corazón de la Iglesia

Jesucristo es el punto de partida, el centro y la cima de la crea­ción entera, natural y sobrenatural. El la eleva, la diviniza y la de­vuelve a su Autor, que ella glorifica como se merece. Todo viene a resumirse en Cristo; y en Jesucristo, todo se centra en su Co­razón.

Es una verdad adquirida. ¿Pero eso es todo? No. Prosigamos nuestro estudio. ¡Nuestra naturaleza está deificada en Jesús! Sea, pero nuestra persona no lo es; y nosotros queremos, y Dios quiere que lo sea. Creando en nosotros necesidades en harmonía con nuestros deseos, nos revela las aspiraciones de su Corazón, por lasaspiraciones del nuestro. ¿Qué deseamos nosotros, desde lo más íntimo de nosotros mismos, allí donde las pasiones enmudecen? Deseamos subir más arriba, hasta Dios, vivir de su vida, identificarnos con El, sumergirnos para siempre jamás en la fuente de gozo que brota de su pecho. Que uno lo sepa, en efecto, o que lo ignore, la verdad es que nuestro corazón está hecho para el suyo.6

Pero, ¿cómo va a realizarse este misterio? Por la gracia santifi­cante. Y entonces, ¿qué es esta gracia y qué produce ella en noso­tros? La gracia de Dios, dice san Pablo, es la vida eterna en Jesu­cristo Nuestro Señor.7 La vida eterna no es solamente una imita­ción de esta vida, o solamente un derecho a poseerla en el futuro, sino que es la vida eterna en la misma realidad: "Vida esencial e interior de Dios, donada primero a Jesucristo en excelencia en el adorable misterio de su Encarnación, y luego donada a todos no­sotros por Cristo"8

Al poseer esta vida de Dios, somos sus hijos, sus hijos adop­tivos, es cierto; pero comprendamos bien esta palabra: adoptivo aquí no significa que por la gracia, seamos solamente para Dios, lo que es para un hombre el ser adoptado por un extranjero. La hija de Faraón adopta a Moisés, es decir que ella le llama su hijo. Nosotros, al contrario, adoptados por Dios en la gracia, nos con­vertimos realmente en hijos suyos, "Ved qué amor tiene Dios por nosotros, dice san Juan,que quiere seamos llamados (lo cual no bastaría) y que seamos realmente sus hijos9 : UT FILII DEI NO­MINEMUR ET SIMUS." Si nuestra filiación no fuera real, si para nosotros sólo se tratara de un título, el Apóstol diría solamente: nominemur;ya que añade et simus, es que somos realmente hijos de Dios. También cuando san Pablo escribe: Habéis recibido el espíritu de adopción10, es solamente para que comprendamos que por nuestra naturaleza no tenemos ningún derecho a estadivina filiación y no es para restringir el sentido de esta filiación en sí misma11 , al contrario.

San Pablo dice y repite que Cristo es la cabeza de todo hom­bre12, la cabeza de la Iglesia13, ésta es su cuerpo y su plenitud", es decir, este misterioso complemento sin el cual Cristo mismo no sería lo que tiene que ser.

De ahí esas palabras de Jesucristo: Yo soy la viña y vosotros los sarmientos.15 ¿Es que no hay entre la vida y los sarmientos, la cabeza y los miembros, una misma savia, una misma sangre, una misma vida, y en resumen una sola y misma naturaleza? "Oh vid viviente, Oh vid animadora, Oh vid amada y adorada... nuestroprincipio, nuestro apoyo, nuestra plenitud y nuestra gloria! De esta manera y hasta este punto, nosotros dependemos de Ti!... Vos queréis que permanezcamos, no sólo próximos a Ti, sino injertados en Ti, enraizados y como sumergidos en Ti, de tal suerte unidos a Ti que Vos y nosotros no formemos sino una sola y única planta."16

Y es este de tal manera su pensamiento, que emplea para expresarlo los términos más fuertes, y los repite hasta la saciedad: "Padre mío, que todos los que me has dado estén unidos entre sí, como nosotros mismos lo estamos: que yo sea en ellos como tú lo estás conmigo, a fin de que no sean más que uno, que sean con­sumados en la unidad. "17 Es decir, que en esta unión tan estrecha, tan una, hay algo de esta perfecta unidad, que une, en Dios, las tres Personas Divinas. Por esto los comentaristas y los santos Pa­dres, al igual que Jesús, recurren a los términos más enérgicos, para explicar esta unión.

"Por la gracia, dice Cornelio a Lápite, el Espíritu Santo se da él mismo personal y sustancialmente al alma del justo, y al entregarse trae consigo las otras personas divinas, el Padre y el Hijo, de quie­nes no puede separarse. Toda la Trinidad viene, pues, personal y sustancialmente a aquel que está justificado". Nuestra filiación diCuadro de texto: 87
vina es tal, que "no de un modo accidental por la gracia, sino más biensustancialmente por naturaleza, somos hijos de Dios y casi co­mo dioses." 18

Y san Basilio, no se limita a decir "casi como dioses", sino que como David y el mismo Espíritu Santo, escribe: "Los santos son Dioses, a causa del Espíritu Santo que habita en ellos, según esta palabra que Dios les dirige: Yo he dicho, sois Dioses, sois todos hijos del Altísimo..."; y concluye de ello, "que el Espíritu Santo es Dios de por sí, puesto que es para estos Dioses, la causa de su divinidad." 19

Es pues ciertamente una vida divina análoga a la de Dios la que la gracia nos confiere; pues de lo contrario, san Basilio no podría concluir de ello la divinidad del Espíritu Santo ; pues, o su razona­miento no es válido, o bien se apoya sobre esta base de que la gracia nos deifica... Sólo existen dos vidas, la vida creada o la vidaincreada. Nuestro nacimiento nos da la primera, la gracia la segunda; hombres por naturaleza, somos dioses por la gracia, "Dioses de segundo orden, pero realmente y verdaderamente Dioses, al fin y al cabo."2° Como el hierro se enrojece en el fuego, y se convierte en fuego, brillante y abrasador, permaneciendo hierro, nosotros permanece­remos eternamente personas humanas, pero eternamente también seremos para la gloria, eso que somos ya ahora por la gracia,penetrados de Dios, impregnados de Dios, no hombres-dioses, sino hombres-deificados, pudiendo decir, diciendo: Yo vivo, pero no, no soy yo el que vive; es Cristo quien vive en mi.21

Así es nuestra unión personal con Jesús; rebasa toda imagina­ción. Digámoslo una vez más, no es una simple unión de semejan­za y amor, sino que es una misteriosa y profunda unión de vida: "Jesús es la vid y nosotros los sarmientos. Jesús es la cabeza y no­sotros los miembros. Y de la misma manera que los miembros y la cabeza forman el cuerpo, de la misma manera que la cepa y los sarmientos forman la vida, de la misma manera también el Cristo entero está formado por Jesús y nosotros. El Cristo no es Jesús tan solo; el "Cristo todo entero es la cabeza y el cuerpo; los cristianos, con su jefe, forman un Cristo único". No se debe decir: Hay uno y muchos, sino muchos son uno en el Cristo hecho hombre: el jefe y el cuerpo. ¿Cuál es el cuerpo? Es la Iglesia. Admirad, alegraos, todos nos hemos convertido en Cristo: Christus facti sumus: si El es la cabeza, nosotros somos los miembros; el hombre todo entero somos El y nosotros: totus homo, ille et nos.22

Así viene a realizarse la unión de estos dos órdenes extremos: el orden natural y el de la unión hipostática; la gracia es un trazo de unión, y ella constituye el orden sobrenatural.

Así, resumiendo, por la gracia santificante vivimos de la misma vida de Dios; y esta vida de Dios, por Jesucristo nos es comunica­da, pues la gracia no es más que una extensión, una prolongación de la Encarnación. Y ya hemos visto que toda gracia, toda y de un modo absoluto, Dios la ha acumulado en Jesús.

Precisemos ahora y digamos que es en su Corazón, donde ha sido particularmente concentrada. ¿Y por qué en su Corazón? ¿Es que podemos ignorarlo? ¿Es que el Corazón no es el órgano del amor sensible? ¿No es en el Corazón de Jesús donde se encuen­tran el amor de Dios que desciende hacia la creación y el amor de la creación toda entera que remonta hacia Dios? ¿Es que no es este divino Corazón, el amor de Dios por excelencia? Si la gracia es amor; y hasta de ello toma el nombre y se llama caridad. ¿Cómo. no podría ser sino la caridad, ya que Dios es la misma caridad, y que ella es la vida comunicada de Dios?

Es pues bien natural, que toda gracia se encuentra en Jesús, su divino Corazón sea el principal depósito y la fuente única. Y es así en realidad es del Corazón de Jesús de donde brota para El la vida natural y para nosotros la sobrenatural. Y de donde se distri­buye su propia sangre y de donde nosotros recibimos la gracia, esa sangre divina de nuestra alma.23

Dicho de otra manera, el Corazón de Jesús no es solamente el Corazón de su santísima Humanidad, es también el Corazón de la Iglesia, su cuerpo místico; y puesto que el Cuerpo Místico es para Jesús un verdadero cuerpo, y que nosotros somos sus miembros, cada uno de nosotros puede decir de verdad, a este divino Cora­zón: "Vos sois mi Corazón". ¡Qué gloria! ¡Qué grandeza para el hombre!

III. El Corazón de Jesús, fuente de toda prerrogativa sobrenatural

Conocemos ahora las maravillas que la gracia santificante ha obrado en cada uno de nosotros. Uno siente la tentación de creer que Dios ha colmado la medida y es imposible esperar nada más. Es un error. Nuestro corazón, siempre insaciable, siente aún den‑

tro de sí una nueva aspiración que es como la coronación de todas las otras y que sólo el Corazón de Jesús puede satisfacer.24

Esta aspiración sublime no viene más que de Dios, que tiene hambre y sed de darse sin medida, mientras sienta los vacíos de nuestras almas. Por lo demás, es El quien ahonda esos vacíos para tener la ocasión de llenarlos, los dilata incluso, para volcarse aún con más amplitud. Para El es una necesidad el responder a los de­seos que nos elevan y nos purifican, a los deseos que nos arrastran hacia El, porque tienen la característica que excita su amor des­bordante, que no desea más que prodigarse, como los surcos de una muela de molino que tienen su forma característica en el relie­ve que debe llenarlos. En realidad tenemos hambre sólo de Dios; de ahí esa sed inextinguible de la verdadera felicidad o del cielo, que es la plena posesión de Dios; de ahí también, ese horror instin­tivo del mal real o del infierno, que es el vacío de Dios.

Partiendo de ese principio, que no puede ser negado, yo digo: Tenemos necesidad, incluso en el cielo, de algún bien que sea para nosotros en exclusiva y que nadie más posee.

Desplacémonos a una reunión de familia. Es la fiesta de nues­tra querida madre. Vosotros y todos los vuestros, habéis prepara­do un regalo, un concierto. Estudiad vuestro corazón; ¿qué de­seáis? Que en este regalo, tal vez ese ramo de flores escogidas, haya una flor colocada por vosotros, que no tenga paragón! No importaque no sea precisamente la más bella, lo que os importa a vosotros, no es tanto que sea la flor que atrae más las miradas, pues este sentimiento no sería el más puro. No, lo que queríais es que fuera la vuestra, toda vuestra y solo vuestra en exclusiva. Esto os basta, es lo que queríais. Si se canta, vosotros tenéis vuestra parte, vues­tro solo; no importa que no sea la melodía más bonita, pero es vuestra participación, necesaria para el conjunto. Pero si os calla­rais, el concierto sería menos bello; para vosotros es un honor. Ha­céis por vuestra madre algo exclusivamente vuestro, algo que nadie más ha hecho. No, no es egoísmo ni orgullo, es amor puro, delica­do, exquisito.

De la misma forma podemos decir a Dios: "Señor, yo no soy nada; sin embargo quisiera hacer por vos algo que nadie más haría. Si con vuestra gracia, pudiera ser algo muy grande, me causaría alegría, pero no pido tanto; las cosas grandes haced que las hagan los mejores dotados que yo; pero lo que nadie va a hacer, permitidque yo lo haga; así será algo que vos deberéis solamente a vuestro más humilde servidor."

O bien, bajo otra forma, sin cansarme de hablar de Jesús, yo le podría decir: "Oh mi adorable Salvador, escucho el armonioso concierto de vuestros santos. ¡Qué magníficos cantos! ¡Cómo qui­siera tener en este concierto, un solo que fuera exclusivo mío! No pido una parte brillante o principal: pido la última, es más que yomerezco; una nota solamente; pero sería la mía; y sería una armo­nía, de más, en este concierto universal! Yo ayudaré a todo el cie­lo a cantaros mejor; vos recibiréis de mí ese poquito más de gloria; sin mí, no lo hubierais recibido!

¿No hace falta formular este deseo para sentir que proviene de Dios? ¡ Es tan puro, tan tierno!

Contemplemos ahora las obras de Dios: no existen dos que se asemejen totalmente. La variedad, por lo demás, es un elemento de belleza; cuanto más aumente, sin dañar a la unidad, tanto más exquisita es la belleza que resulta.

Podemos pues admitir, incluso proponiéndolo como principio, que las criaturas difieren no solamente en géneros y especies, sino que de unidad en unidad, en cada especie considerada aparte. Y esto es más verdad aún en el orden de la gracia.

En efecto, este orden, más elevado, más cerca de Dios, y todo divino en esencia, yo diría que este orden debe expresar mejor a Dios y darnos de su belleza una revelación más perfecta en una va­riedad más grande y en una mayor unidad. Por lo demás, es un principio de santo Tomás, que "Dios, teniendo principalmenteen vista la creación, la perfección del universo, las criaturas son tanto más numerosas, cuanto son más perfectas."25 Y de ahí con­cluye que los ángeles son más numerosos que los cuerpos26; noso­tros podemos concluir que las variedades de la gracia, son más nu­merosas que las de la naturaleza.

Ahora tenemos, por decirlo así, los dos anillos extremos de una cadena. Por un lado, he aquí nuestro deseo íntimo, profundo, invencible, de ser distinguidos de entre todos, de ser para Dios alguien que nadie lo será nunca. De otra parte vemos en Dios la voluntad de no hacer dos criaturas absolutamente semejantes. ¿Cómo unir esos dos extremos? O si os parece mejor, ¿cómo se realizan esos dos deseos correspondientes de la criatura y del Creador? He aquí la fórmula. — Todo elegido, ángel o santo, participa en la vida divina por la gracia en el tiempo, por la gloria en la eternidad. Ese es el fondo común de la perfección y de la beatitud uni­versales. Pero cada uno recibe esta gracia y esta gloria de una ma­nera especial, en una medida propia y personal, y es esto lo que hace de cada uno, para la eternidad, un ser aparte, pudiendo decir como Dios, aunque no sea en general: Yo soy el que es,sino en particular: Yo soy éste, esta pequeña cosa que no es y no será nun­ca otra cosa.

Y de idéntica forma como Aquel que es, saca su Nombre de su Ser, y se llama el NOMBRE" , el nombre por excelencia, como es el ser por excelencia: en el cielo, cada uno recibirá su nombre de su ser, nombre personal, diferente de cualquier otro, que dirá eter­namente quién es el que lo tiene.

"El Buen Pastor nombra con su nombre a cada una de sus ove­jas que le pertenecen, dice Mons. Gay. Cada alma, en efecto, tiene su nombre propio en la divina inteligencia de Cristo, como cada uno tiene su lugar en su Corazón. Este nombre es el pensamiento eterno de Dios sobre él; es lo que al crearla Dios la ordena que sea ante El; es la forma ejemplar de su predestinación, el ideal de su ser, la ley interior de su vida, la perfección suprema de su estado, su medida, su belleza, su carácter en la naturaleza y en la gracia; es el principio de la sustancia de su gloria y de su felicidad. Nom­brar así las almas, es formularlas divinamente."28

Por lo demás, estas palabras no son más que el comentario de aquellas de san Pablo: "Diferentes son las gracias, pero el Espíritu es el mismo; diferentes son los ministerios, pero único es el Maes­tro; diversas son las operaciones, pero existe un solo Dios que lo hace todo en todos. A cada uno se le ha dado, según su necesidad,alguna manifestación del Espíritu. A éste, el Espíritu le da palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; aotro, don de interpretarlas."29

Pero san Pablo nos habla aquí de los dones extraordinarios, y se insiste demasiado en la idea que no es lo mismo en los do­nes más comunes. Y esto es un error. Dios pone una misma va­riedad en todos sus favores. Y esta diversidad en las gracias recibi­das, en las disposiciones naturales y en las circunstancias en las que vivimos, es lo que hace la vida de cada uno como un molde aparte, donde toma para la eternidad una forma totalmente per­sonal.

Nosotros somos, pues, en el cuerpo de Cristo, tal miembro par­ticular, tal órgano, tal fibra y no tal otra; sobre esta cepa divina, nosotros somos este sarmiento, esta hoja, esta flor o este fruto ; y repitámoslo, lo que somos, nadie más lo es, ni lo será nunca."

Nuestra vocación común, es que todos seamos miembros de Jesús, por la gracia y para la gloria. Nuestra vocación personal, que seamos para Jesús tal miembro y no tal otro.

Pero, en nosotros, ¿de dónde le viene a nuestros órganos tan diversos la fuerza de realizar funciones tan diversas? El ojo ve, el oído oye, los labios se mueven; todo está en movimiento en nues­tro cuerpo, y cada movimiento se compone a su vez de una multi­tud de movimientos parciales. Para que el brazo se levante, hace falta la vibración de los nervios, la tensión de los músculos y una gran multiplicidad de acciones conjuntadas. ¿Cuál es el principio, la fuente única de esta vida tan diversificada? Es el corazón. Cier­tamente hay en nosotros otros órganos necesarios y que también se pueden llamar fuentes de la vida; pero aunque su acción sea tan necesaria, lo cierto es que todo depende del corazón. Además, pri­mitivamente, en el origen de nuestra vida, ¿no es del corazón de donde ha brotado primero esta vida? Este órgano es el primer vi­viente, y cuando el muere, todos los demás en torno suyo están ya silenciados.31

El corazón tiene pues en nuestro organismo una importancia primordial; y es de el que discurre con la sangre esta vida que nos hace ver con los ojos, oír por los oídos, y coordinar nuestros pen­samientos con el cerebro. Por eso, cuando sus latidos se vuelven insuficientes, nuestros ojos se velan enseguida, el oído se endurece, el pensamiento se vuelve oscuro e imposible en el cerebro trastor­nado.

Imagen viviente y perfecta del Sagrado Corazón de Jesús, en el orden de la gracia.

Es el, este divino Corazón, quien da a María esta blancura des­lumbradora de su perfecta inocencia, y a Magdalena esa otra blan­cura de un arrepentimiento perfecto. Al mártir le da la fuerza de soportar tal suplicio, al doctor la luz para ver y mostrar tal verdad. Cada orden de cristianos obtiene de él las gracias para que sea lo que es; y en el siglo o en el claustro, todos le deben lo que han recibido. Si somos tentados, la gracia significa esta fuerza que nos hace falta para resistir y vencer, como es para nuestras heridas el bálsamo especial que las curará, y para nuestras virtudes, esa savia particular que necesitan para crecer: Gratia Dei sum id quod sum, grita san Pablo32, todo lo que soy, por la gracia de Dios lo soy, y la gracia, el Sagrado Corazón nos la da.

Pero este Corazón adorable, para conseguir cosas tan grandes, se sirve de un instrumento; y este instrumento, sois Vos, ¡0h Ma­ría ¿Quién podrá describir el lugar que tenéis en el plan divino que acaba de desenvolverse a nuestros ojos? Sois Vos, que habéis hecho brotar esta fuente de vida, de luz y de bendición; a través de vues­tras benditas manos, tantas riquezas llegan hasta nosotros. Puestoque el Corazón de vuestro Hijo es el centro al que todo converge, el punto de reunión de todos los mundos, la glorificación de todos los seres, el reposo de todos los elegidos, conducidnos a este crisol luminoso donde todo se transfigura y deifica.

NOTAS AL CAPITULO CUARTO DEL LIBRO PRIMERO

1.      Yo digo: producirse; el organismo de Jesús era tan perfecto, que por sí mismo jamásfue alterado. (Suarez, III p., disp. 32, sect. 2, n. 7, t. XVIII, p. 175, éd. Vivés). Pero las alteraciones que sufrió en su Pasión por ejemplo, venían del exterior: su carne no era impasible.

2.      LA ESPERA Y LA FIGURA DE DIOS.

Képler, que pensaba a menudo en Dios en medio de sus complicados cálculos, nospresenta la figura esférica como la más perfecta de todas y ve en ella la semejanza más exacta de Dios: Mundi archetipus Deus ipse est, dice él, cujus nulla figura si­milior est (si qua similitudo locum habet) quam sphaerica superficies.

Dios es el Ser de los seres, el primero de todos, el increado, la misma simplicidad, laperfección, el inmutable, que se basta infinitamente a sí mismo e igualmente sufi­ciente para todas las criaturas, creando y sosteniendo todas las cosas, vivificando y desarrollando, uno en esencia y tres personas en El: Antecedens omnia, ingenitum, simplicissimum, perfectissimum, immobile, sibi ipsi creaturisque omnibus sufficien­tissimum, creans et sustentans omnia, unus essentsa, in persona trinus.

La figura esférica, si es posible comparar la sombra con la luz, y la gota de agua al océano, reproduce de una manera sorprendente, propiedades similares.

Ella domina todas las otras por la belleza, la simplicidad, la perfección de su forma. Ella sola, entre todas las figuras de los cuerpos, no tiene más que una superficie por límite, y esta superficie puede reposar entera sobre cada uno de sus puntos. Las otras figuras tienen necesidad de diferentes superficies y sus superficies no pueden reposar que sobre muchas líneas. Pero lo que es más digno de mención en la esfera, es el símbolo que nos ofrece del adorable misterio de la Santísima Trinidad.

En la esfera hay tres cosas, dice Képler el centro, la superficie y la igualdad de dis­tancia entre la superficie y el centro y del centro a todos los puntos de la superfi­cie. Estas tres propiedades distinguen la una de la otra, pero se relacionan de una manera tan íntima, que si una de ellas es destruida, las otras lo son también. Sin em­bargo, ellas forman tres atributos que es imposible de confundir entre sí: In spheri­co tris sunt: centrum, superficies et aequalitas intervalli, quórum uno negato, coe­tera corruunt, suntque distincta inter se ut unum non sit alterum.

El centro es como el origen de la esfera; es el principio, es de el que se forma por un número infinito de líneas invisibles, esta superficie donde todos los puntos es­tán a igual distancia del punto que las ha producido. Se podría decir que el punto se ha abierto en eclosión en una flor desde donde irradia como una luz. Centrum est quasi origo spbaerici;superficies intelligitur a centro non egredi, sed egressa esse lineis rectis numero infinitos per intermedium in omnes plagas, nullo sui vestigio relicto, in intermedio, puncto se in hanc amplitudinem communicante ad aequali­tatem usque intervallorum omnium, etc.

Quien observa la esfera, tiene enseguida el medio de conocer el centro y el centro es, sin embargo, en sí mismo como un santuario inaccesible a toda mirada. La re­lación, eternamente inmutable, de todos los puntos de la circunferencia al centro es la luz que revela la verdadera posición del centro escondido. La superficie es pues el carácter, la imagen, el resplandor del centro; es el camino que conduce a él. Se puede decir, pues, con un símil que ocasiona admiración a la inteligencia humana: El que ve la superficie, en la superficie ve el centro, como el que al Hijo, en el mis­mo Hijo ve al Padre. Centrum seipso est invisibile et impervestigabile; monstratur yero undique flexu aequabilisimo superficiei, mediante aequabilitate intervalli; ita­que superficies est character et imago centri, fulgor ab eo et via ad it; et qui super­ficiem vidit, in eo ipso videt et centrum, non aliter.

La extensión perfecta de esta figura, resulta de la comparación establecida entre el centro y la superficie; ella procede realmente del uno y de la otra; ella mide y escruta las profundidades podríamos decir insondables de esta forma y nos da así una de las imágenes más exactas de la adorable Trinidad Intervallum resultat ex comparatione centri cum superficie, et sic procedit ab utrodque mensuratque et scru­tatur profundum hujus figurae. El Padre es el centro de donde brota el esplendor eterno que se llama el Verbo, y el Espíritu Santo es la unión del Padre y del Hijo, es la medida, no que separa, sino que une esas dos Personas infinitamente adorables. (Képler, Elementa astronomiae Copernicae).

3.   Por el Corazón de Jesús, que es el corazón del Hombre-Dios, la Santísima Trinidad recibe una adoración verdadera, las oraciones, las sumisiones, los deberes que solopueden ser prestados por la criatura, y que no obstante son soberanamente dignos de Dios, estando ofrecidos por la Persona del Verbo Encarnado, la Persona de un Dios. (Mons. Baudry, le Coeur de Jésus, p. 2, $.1, p. 183).

4.   Solvite Templum hoc, et in tribus diebus excitabo illud. (Juan 2, 19).

5.   Mons. Baudry, le Coeur de Jésus, p. I, $ 10, p. 50 y 51). El autor añade: "Y cuando estará (vuestro Corazón, oh Jesús) enteramente formado por el amor de todos loscorazones y su consumación en uno, entonces ocurrirá el reino de la paz en la justi­cia, la bondad y la verdad. iAmén! "Más arriba, había dicho: "Es vos, oh Corazón del Verbo Encarnado, vos sobretodo, Oh Corazón del Cristo Universal, que reunien­do en vos vuestros elegidos, sois verdaderamente el fin de todas las obras de Dios, el fruto universal de la creación". (lb. p. 50).

6.   Pondus meum, amor meus... Fecisti nos at Te, Deus, et inquietum est cor nostrumdonec requiescat in te. (S. Agustin, Confess. Lib. 13, c. 9, ey lib. 1, c. 1).

7.   Gratia autem Dei, vita aeterna, in Christo Jesu Domino Nostro. (Rom. 6, 23).

8.   Mons. Gay, Vie et vertus Chrét., t. I, p. 31 — "Si, la vida tres veces santa y toda ellabeatífica de Dios, esta vida que dada al Cristo en su plenitud, deriva en nosotros porparticipación, es la vida eterna, ahora no la tenemos, es cierto, de una manera eter­na, pero la tenemos realmente." (Idem, Elevations sur la vie et la doctrine de N.S. J.C., t. I, p. 478).

9.        Cuadro de texto: 95
Videte qualem charitatem dedit nobis Pater, ut filii Dei nominemur et sumus. (la. Joan 3, 1).

10.     Accepistis spiritum adoptionis filiorum in quo clamamus: Abba (Pater). Ipsum enimSpiritus testimonium reddit spiritui nostro quod sumus filii Dei. (Rom. 8, 15 y 16).

11.     Cornelius a Lap. in Oseas, c. 1, 10, t. 13, p. 299, ed. Vives).

12.     Omnis viri caput Christus est (la. Cor 11, 3).

13.     Et ipse est caput corporis Ecclaesiae (Col 1, 18).

14.     Ipsum dedit caput supra omnem Ecdesiam, quae est corpus ipsius, et plenitudo ejus, qui omnibus adimpletur. (Eph. 1, 22, 23).

15.     Ego sum vitis, vos palmites. (Joan. 15, 5).

16.     Mons. Gay, Elévations sur la vie et la doctrine de N.S. J.C. t. II, p. 129).

17.     Pater Sancte, serva eos quos dedisti mihi, ut sint unum sicut et nos... Omnes unumsint sicut tu, Pater, in me et ego in Te. Ego sum in eis et tu in me ut sint consum­mati in unum (Joan. 17, 21, 23).

18.     Spiritus sponte sua se anexuit suis donis gratiae et charitatis, ut, quandocumque eainfundit animae, simul cum eis et per ea, infundat seipsum personaliter et substan­tialiter, juxta illud Apostoli: Charitas Dei diffusa est in cordibus nostris per Spiri­tum Sanctum qui datus est nobis (Rom 5, 5). Vis majora? Accipe, Spiritus Sanctusdescendens personaliter in animan justam adducit caeteras divinas personas: Patrem et Filium, utpote a quibus separan nequit. Tota ergo Trinitas personaliter et subs­tantialiter venit ad animam quae justificatur et adoptatur.

Ex hac communicatione ipsiusmet Personae Spiritus Sancti et Divinitatis, sequitur animae stunma cum eo unio, elevatio et quasi deificado; ac consequenter adoptioperfectissima, scilicet non tantum per gratiam, sed per substantiam divinam. Quia per eam, non tantum jus habet ad haereditatem Dei Patris, sed et naturae divinaeparticipationem, ipsumque Spiritum Sanctum ac Dei filiationem, non tantum ac­cidentaliter, sed quasi substantialiter, eo sensu quo paulo ante dixi, adipiscitur. (Com a Lap. in Oseas 1, 10, t. 13, pag. 297, 298).

19.     Sanctus Basilius, Hom. de Spiritu Sancto, ait sanctos propter inhabitantem Spiri­tum esse Deos. Dictum enim est illis a Deo: Ego dixi: Dii estis filü Excelsi omnes; indeque probat Spiritus et ex Deo esse, qui Diis divinitatis est causa. (Citado por Com. a Lap. inOseas, pag. 298).

20.     Mons. Bertault, obispo de Tulle.

21.     Gal 2, 20.

22.     San Agustín; citado por Mons. Landriot: le Cbrist et la tradition, 6a. conf. Sic legi­turin Enarratione in Ps. LXX, serm. II, No. 2: In his qui crediderunt, omnis horno Christus, quia membra sunt Christi.

23.     Es por la gracia santificante, término mismo del amor de Dios hacia nosotros, que las comunicaciones sobrenaturales son realmente y plenamente efectuadas en no­sotros, puesto que los otros dones no son los preparativos o desarrollos de Aquel; y esta gracia ella misma no nos es comunicada sino después de haber pasado por vuestro Corazón, oh Jesús! (Mons. Baudry, le Coeur de Jésus, intr. $ 2, p. 8).

24.     Yo no hablo de la Eucaristía, que es el don supremo del Corazón de Jesús. Esta cuestión ha sido desarrollada en mi otra obra "Notre-Dame du Sacré-Coeur, según la Sagrada Escritura, los Santos Padres y los teólogos". 4a. edic. 1. 11, cap. III).

25.     Angeli... in quadam multitudine maxima sunt omnem materialem multitudinem excedentes... Et hujus ratio est, quia cum perfectio universi sit illud quod praeciqueDeus intendit in creatione rerum: quanto aliqua sunt magis perfecta, tanto in ma­jori excessu sunt creata a Deo. (Sto Tomas I, q. 50, art. 3).

26.  Según Sto. Tomás, los ángeles son todos diferentes. (ib. art. 4).

27.  Rabbin Abben Ezra, Commentaire sur l'Exode. Ver Rohrbacher, Histoire univer­selle de l'Eglise, t. I, p. 456.

28.  Mons. Gay, Elévations sur la vie et la doctrine de N.S. J.C., Elev. 1, in-8, pag. 415 — Es también la doctrina de san Francisco de Sales, Traité de l'amour de Dieu, lib. II, cap. VII, al final.

29.  1 Cor. 12, 4-10.

30.  Ver el Rdo. Pin,Jésus Christ dans le plan divin de la création, vol. lo., p. 178. Mons.Baudry, le Coeur de Jésus, p. I, $ 25 y 29, p. 119 y 136.

31.  Cor primum viven, ultimo moriens.

32.  1 Cor. 15, 10.

 


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