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El Sagrado Corazón de Jesús, autor P. Julio Chevalier MSC: La Mística Divina Libro II cap. 5

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Nota: Al comienzo de la página le ofrecemos los puntos saltantes del capítulo y al final del resumen encontrará los enlaces que lo llevarán inmediatamente al tema que pueda interesarle.

Libro II

Capítulo Quinto

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESUS

Y LA MÍSTICA DIVINA

Resumen del capítulo:

 I. La Mística Divina, o la ciencia de las operaciones de Dios en las almas, nos revela unos efectos tan extraños como ciertos.- Estos fenómenos tienen su sede en el alma y su contragolpe en el corazón, que deja entrever a veces presencia, por la vivacidad y la variedad de sus movimientos

 II. La herida hecha en el corazón de san Francisco de Asís, de santa Magdalena de Pazis.- Desgarrón en el corazón de Ida de Lovaina.- La bienaventurada Reconigi, deja durante 55 días su corazón en manos de la Sabiduría eterna, que se lo devuelve más bello, más puro que nunca. - Prodigio más sorprendente aún, en el corazón de santa Catalina de Siena, de santa Margarita María, de santa Lutgarda, de san Miguel de los Santos                                                

 III. Estos hechos demuestran que el corazón participa estrechamente en las operaciones afectivas, de las que es la sede.- Influencia que sobre el amor tiene un corazón en buen o mal estado.- Autoridad del autor de la Mística Divina                               

 IV. ¿Cómo vivir cuando un corazón ha sido sustraído, perforado o cambiado?- ¿La santa Humanidad de Jesús, puede ser ella desposeída de su propio Corazón? ¿Como el Corazón físico del Salvador puede, sin cesar de pertenecerle, convertirse en el corazón de otro, o de varias personas a la vez? Explicación de Benedicto XIV.- Todos los prodigios observados en el Corazón de los santos, son otras tantas pruebas en apoyo de nuestra tesis.- Suponer al corazón insensible a las afecciones sensibles, no tendría ningún sentido y permanecería inexplicable 

 

I. Importancia de la Mística en esta cuestión

II. El Corazón de Jesús y el corazón de los Santos

III. Estos hechos demuestran que el Corazón es la sede del Amor

IV. Explicación de estos misterios de amor

NOTAS AL CAPITULO CUARTO, DEL LIBRO SEGUNDO

I. Importancia de la Mística en esta cuestión

Los estudios precedentes ya han puesto en evidencia esta verdad, afirmada por todos los pueblos: Que el corazón del hombre es la sede de su vida afectiva, es decir, de su amor.

Hay una ciencia que aún no hemos interrogado sobre esta importante cuestión, ciencia profunda y variada, que posee ella también sus doctores. Es la Mística divina.

Esta ciencia se mueve en las esferas superiores, a donde el hombre carnal no sabría elevarse1; trata de las operaciones divinas en su conjunto. Ella nos revela, no sólo la acción íntima de Dios en las almas de excepción, que ella purifica, ilumina e inflama, sino que nos describe también los fenómenos sobrenaturales que suceden en los mismos, cuando el Verbo Encarnado deja aparecer sobre los sentidos externos las atracciones maravillosas de sus opera­ciones secretas; operaciones que no son más que efusiones de Amor puramente gratuitas, emanadas de su Corazón sagrado.

La mística, pues, tiene mucho que aportar para corroborar la tesis que nos ocupa. Sobre todo que tiene hechos que presentar, hechos extraños, misteriosos sin duda, pero no por eso menos ciertos; pues se pueden ver con los ojos y palpar con las manos. Son sobrenaturales en su causa, pero tangibles en sus efectos. Es Dios quien los ha producido con su acción soberana.

En este estado, el hombre está de tal forma subyugado por la gracia, que queda reducido al estado de una dichosa y fecunda pasividad. Su alma está totalmente abrasada por el fuego de la divina caridad, y su corazón, en esta unión tan íntima y santa, se convierte en el crisol y teatro de emociones tan vivas, que le dominan y tan dulces, que le arrebatan.

No podría ser de otra manera. El corazón, en efecto, es para nosotros el órgano que responde a la vida afectiva; el alma, expe­rimentando una transformación en su vida de amor, el contragolpe debe repercutir sobre el órgano corporal, que decela la impulsión íntima y muestra la medida por su propia acción y por la intensidad misma de sus movimientos. Es fácil probarlo.

II. El Corazón de Jesús y el corazón de los Santos

Todo el mundo conoce el amor de san Francisco de Asís por Nuestro Señor Jesucristo. Era tan intenso, tan apasionado este amor, que a veces explotaba en transportes violentos; y su corazón, no pudiendo contener más sus ardores, se entreabrió un día, bajo la acción de un ardiente Serafín, para dejar escapar sus llamas. Cosa extraña, el santo mantuvo durante toda su vida, la cica­triz de esta herida misteriosa.

Sus piadosos discípulos pudieron contemplarla a placer, des­pués de su muerte y la Iglesia ha reconocido su autenticidad2

Santa Magdalena de Pazis, y otros muchos bienaventurados, conservaron en su pecho la huella de una herida semejante, oca­sionada por la misma causa3.

Tenemos también un caso, más extraño todavía, que encontramos en los Bolandistas; su autenticidad no puede ponerse en du­da, pues fue sometida a la crítica más severa.

La venerable Ida, de Lovaina, hacía sus meditaciones habituales sobre la Pasión del Salvador. Esta contemplación había excitado en su alma un amor tan ardiente hacia Jesús, que su pecho, arqueado por la dilatación delcorazón, se desgarró; y la abertura era tan ancha y tan profunda, que el hálito de la respiración pasaba por ella, penetraba hasta la región del hígado, y la sangre, a veces brotaba en abundancia4

La bienaventurada Reconigi, dice su historiador, tenía a me­nudo en sus labios, las palabras de David: ¡Dios mío, cread en mi un corazón puro!Repetía tan a menudo este versículo, derramando lágrimas, que Nuestro Señor se le apareció, mantuvo ínti­mo coloquio con ella y le reveló muchos secretos. Después le dijo: "Voy a satisfacer tus deseos". Entonces abrió el pecho de la santa, tomó su corazón, lo purificó y lo colocó de nuevo en su sitio, des­pués de haber grabado estas tres palabras: Jesus spes mea: Jesúses mi esperanza. Por tres veces el Señor repitió este prodigio. Una vez, guardó consigo durante 55 días el corazón de la bienaventura­da, antes de devolvérselo. Y cosa bien inaudita y más que maravi­llosa, la herida abierta en su costado era tan ancha y tan larga, que hacía la aspiración y expulsión del aire. Luego, acabados los 55 días, el Salvador se le apareció de nuevo y con su mano derecha depositó el corazón en su lugar natural, diciendo: "Tu sabes, mi querida esposa, que soy la Sabiduría infinita, que hice y puedo rehacer todas las cosas de la nada, y que está en mi voluntad ha­cer y rehacer el corazón de mis amigos y mis escogidos. Aquí tienes ahora estecorazón, que tú me has ofrecido y consagrado tantas veces y te lo devuelvo más bello, más puro, más ardiente que nunca5

Santa Catalina de Siena tenía costumbre de dirigir al Cielo esta oración del Rey-Profeta: Cread en mí, Dios mío, un corazón puro. Un día vio a su divino Esposo venir hacia ella, abrirle el costado iz­quierdo, extraerle el corazón y alejarse. Concluida la visión, comprendió que no había sido puramente simbólica, pues no podía per­cibir en su pecho el más leve signo que demostrara la presencia del corazón. Habiendo ido a encontrar a su confesor, le desveló el prodigio; pero éste no hacía más que sonreírse y la reprendía por su credi­bilidad, estimando que era imposible vivir sin corazón. "Nada es imposible a Dios, replicó Catalina, y no puedo dejar de creer que mi corazón ha desaparecido de mi pecho". Durante muchos días, se la oyórepetir que vivía sin corazón. Algún tiempo después, Jesús se le apareció de nuevo, envuelto en una luz prodigiosa, teniendo en sus augustas manos uncorazón humano, resplandeciente y rojo como una llama. A esta vista, la santa se postró en un santo estremecimiento. El Señor se le acercó, la abrió por segunda vez el costado izquierdo y devolvió a su sitio el corazón que traía en sus manos, diciendo: "Hija querida, antes tomé tu corazón; ahora te doy el mío, para que en adelante sea tu vida." Después de dicho esto,cerró sólidamente la abertura que había hecho en su carne,6 dejando subsistir, en señal de milagro, los bordes de una cicatriz, que sus hermanas,añade el bienaventurado Raimundo de Capua, me han asegurado, a mí y a otras personas, haber visto con sus propios ojos, y de la que ella misma me confirmó la existencia.7 Después de este día, le fue totalmente imposible volver a decir aquella oración, que antes había estado siempre en sus labios: ¡Señor, yo os recomiendo mi corazón!, y parece que su pecho seconvirtió en un verdadero horno, cuyos ardores aumentaban a la sola vista, o a la proximidad de la Eucaristía, de tal suerte que sus compañeras escuchaban entonces como una dulce crepitación, muy armoniosa, como de las llamas que se escapaban de su corazón.

Escuchemos ahora a santa Margarita María, que nos cuenta como le ocurrió a ella un prodigio semejante, muy sorprendente también.

"Una vez, dice ella, estando delante del Smo. Sacramento... me encontraba totalmente investida de su divina presencia, pero tan fuertemente, que me olvidé de mí misma y del lugar donde estaba, y me abandoné a este divino Espíritu, entregando mi corazón a la fuerza de su amor. Me hizo reclinar largo rato sobre su divino pecho, donde me descubrió las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su sagrado Corazón, que siempre mehabía mantenido secretos, hasta este momento en que me los manifestó por primera vez, pero de una manera tan efectiva y sen­sible, que no me dejó sin lugar a duda... Me pidió mi corazón, y yo le supliqué lo tomara; lo hizo así, y lo colocó dentro del suyo, en el que me lo hizo ver consumiéndose como un pequeño átomo, dentro de aquel ardiente horno, del que lo extrajo como una llama ardiente en forma de corazón, y lo devolvió al lugar de donde lo había tomado, diciéndome:

"Aquí tienes, querida mía, como prenda preciosa de mi amor, que contiene para ti una pequeña chispa de sus llamas más vivas, para que te sirva de corazón y te consuma hasta el último momen­to. Y para garantizar que la gran gracia que acabo de hacerte no es solo imaginación y que es como el fundamento de todas las que aún voy a hacer contigo, aunque haya cerrado la llaga de tu costado, el dolor permanecerá para siempre...". Después de un favor tan grande, continúa la Santa, y que duró un espacio de tiempo tan largo, de tal forma que no sabía si estaba en el cielo o en la tierra, permanecí durante muchos días, como embriagada o abra­sada, y de tal forma fuera de mi misma, que solo podía repetir con cierta violencia estas palabras... Esta llaga, cuyo dolor me es tan agradable, me causa ardores tan vivos, que me consume y me hace arder en vida"8

Hablemos de otro prodigio, acaso más maravilloso todavía:

Santa Lutgarda, había recibido el don de curar, por simple contacto, toda clase de enfermedades; pero como la concurrencia de los que sufrían era inconveniente a su vida de oración, pidió que le fuera retirada esta gracia, y que en cambio Dios le diera la inteligencia de los Salmos, a fin de poder recitar el Oficio divino con la devoción. Esta petición fue escuchada, pero la Esposa de Cristo no estaba aún satisfecha. El Señor la preguntó: "¿Quéquieres entonces? — ¡Lo que quiero, dijo ella, es vuestro Corazón!— Pero el Señor dijo entonces: ¡ Pues yo quiero más aún el tuyo! Sea, dijo enseguida Lutgarda, ¡que vuestro Corazón sea el Amor del mío, y que yo no tenga mi corazón más que en Vos! Y este hermoso intercambio se realizó enseguida.9

Citemos un último ejemplo que sacamos de la vida de san Mi­guel de los Santos.

El suceso que vamos a contar, escribe su biógrafo, es una de las pruebas más grandes de amor, que Nuestro Señor haya dado a alguno de sus más fieles servidores. El Hermano Miguel se había entregado a Dios tan perfectamente, desde su infancia, que podía decir desde entonces... que su Bien-amado estaba todo en él, y que él estaba todo en su bien-amado. Pero como el Amor no dijo jamás: ¡Basta!, le parecía que no amaba suficientemente y su deseo era de amarle más y más.

Cuando un día hacía oración, en esta disposición habitual de espíritu, poco satisfecho de su amor hacia Dios, pidió a Nuestro Señor que cambiara sucorazón y le diera otro más tierno y más sensible a los atractivos del amor divino. Esta súplica amorosa fue tan agradable a Nuestro Señor, que la acogió favorablemente y fue atendida admirablemente, pues el suplicante no hubiera podido imaginar la señal de amistad que el divino Maestro iba a otorgarle. El Señor soberano extrajo el corazón de su amado Miguel, lo es­condió en su propio pecho, y le hizo entrega de su divino Corazón, que puso en lugar del suyo extraído, dejando al Hermano tan feliz y contento, tan satisfecho del cambio y tan abrasado de amor, que es imposible describirlo.

Este admirable favor, el Hermano Miguel lo declaró a su con­fesor, el P. Francisco de la Madre de Dios, quien lo depuso bajo fe de juramento, y era un testigo fuera de toda duda, además de ser un varón distinguido por sus virtudes y doctrina.

Aunque este hecho no necesitaría más pruebas... plugo, sin embargo, a Nuestro Señor hacerlo conocer de otra manera, para honor de su siervo y fiel amigo.

Había en Sevilla una religiosa de la Orden de las Descalzas, la venerable Ana de Jesús que terminó sus días en aquella ciudad, con una reputación de santidad, que Nuestro Señor se dignó con­firmar, operando algunos milagros por su intercesión, el día de sus funerales. Esta sierva de Dios, deseaba tan vivamente que el Señor abrasara su corazón de su puro amor, que pudiera amarlo igual que los serafines. En la temeridad piadosa de su fervor, pidió a Jesús nada menos que el don de su propio Corazón.

Parece como si el buen Maestro no se sintió ofendido de este atrevimiento, puesto que se dignó contestar: "No puedo darte mi Corazón, puesto que Miguel ya lo posee y yo poseo el suyo". Un día que la misma sierva de Dios estaba en oración, Nuestro Señor le mostró al Hermano Miguel, y entonces ella vio en su pecho, en lugar del corazón, al Niño Jesús, rodeado de llamas.1°

III. Estos hechos demuestran que el Corazón es la sede del Amor

He aquí una serie de hechos que no se pueden poner en duda; están revestidos con los testimonios de autenticidad, que la crítica más severa podría exigir. Los que los refieren los han visto y veri­ficado por sí mismos o los han recogido de testigos oculares y dig­nos de fe. El fraude o la ilusión no son admisibles. En efecto, nada es más fácil que darse cuenta de una herida, de una cicatriz, de una llaga. La veracidad de los relatos que acabamos de aportar parecen incontestables; no hay ninguna razón para rechazarlos; los testigos y las fuentes de donde proceden, lejos de ser sospechosos, me­recen por el contrario toda confianza.

Las maravillas que acabamos de aportar, y otras muchas del mismo género que hemos omitido, confirman, sin lugar a duda, que el corazón participa de las operaciones afectivas y que es la sede de las mismas.

Como hemos dicho, el hombre se compone de dos substancias: de alma y de cuerpo. Estas dos substancias reunidas forman un todo viviente, armonioso y completo. El cuerpo no tiene vida ni acción, sin el alma, y el alma, aquí abajo, no entra en conciencia de sus operaciones, aún las más íntimas, sin el concurso del cuerpo. El alma es la vida del cuerpo y el cuerpo es el instrumento del alma. "Así, ver y amar, es toda la vida del alma, es el alma toda entera. El corazón es el órgano instrumental del amor consciente. El pensamiento y el amor tienen sus orígenes en el alma, pero es en el eco que regresa del cuerpo al alma en esta doble operación, donde el hombre recibe la confirmación y el sentimiento: en este Punto de vista, el corazón es al amor, lo que el cerebro es al pen­samiento. Que la buena o mala disposición de éstos órganos sea una ayuda o un obstáculo al libre ejercicio de las funciones psicológicas, no es misterio para nadie. La organización material del corazón tiene su contragolpe sobre la vida afectiva del alma; cuan­to más perfecta sea esta organización, mejor contribuirá al perfec­cionamiento del amor".11

IV. Explicación de estos misterios de amor

Pero dicen: ¡Los hechos que aducís son inadmisibles! ¿Cómo vivir, cuando el corazón está perforado, sustraído o substituido? Es imposible!!!

Notemos primero, que "en el orden contingente, no hay na­da necesario. Dios hubiera podido organizar al hombre, sin darle un corazón. ¿Por qué no podría mantenerle la vida, después de haberle suprimido una víscera principal? Ciertamente esto sería una derogación de las leyes actuales y ordinarias de nuestro orga­nismo; pero esta derogación no constituye una imposibilidad ab­soluta; ello tiene un nombre en la Iglesia católica, se llamaría un milagro".12

Dios, que sacó su criatura de la nada, para darle un ser y su primera forma, puede también rehacerla o modificarla a su arbi­trio! ¿Quién osaría poner límites a su poder?

Pero ahora viene una dificultad más seria. En los hechos consig­nados, se dice que Nuestro Señor sustituyó su Corazón por el del santo o santa, y que enseguida se apropió el corazón de otro, que reemplaza el suyo propio.

Haremos notar que esta objeción, y la solución que podemos ofrecer, no podría debilitar en nada nuestra tesis: las razones en que se apoya no tienen relación con ella. Sea cual fuera la respues­ta, más o menos satisfactoria, el corazón del hombre, igual que el de Jesús, seguirá siendo siempre la sede de los afectos sensibles y órgano del amor.

Diremos, sin vacilar, que nos parece "inadmisible, en efecto, que la santa humanidad del Salvador quede desposeída de su propio Corazón, de forma que cese de estar unido hipostáticamente a la persona del Verbo; y no lo es menos que el corazón de tal o cual santo pase al pecho de Cristo, de forma que el Verbo Encarnado lo reivindique, como formando parte de su personalidad divina"13»

Pero ¿cómo explicar que el Corazón físico del Salvador pueda, sin cesar de pertenecerle, convertirse en el corazón de otro y hasta de otros a la vez? Es aquí donde radica el misterio!

Unos lo explican diciendo que, en rigor, se puede admitir que Jesucristo, en estas circunstancias, dé su Corazón de la misma ma­nera que da su cuerpo en la sagrada Comunión, igual que sucede en la recepción de la augusta Eucaristía.14

Otros ofrecen una interpretación tal vez más natural. Que es la siguiente: Jesucristo, al sustituir su Corazón por otro corazón, "hace a la afortunada criatura, a quien despoja y a la vez enriquece de esta suerte, un doble don: a su alma, el de las disposiciones y de los sentimientos que reflejan los afectos íntimos de su alma di­vina; a su cuerpo, el de un corazón en armonía con el estado interior, como si su Corazón sagrado, se armonizara con los impulsos de su alma15»

El Papa Benedicto XIV adoptó esta explicación, al declarar venerable a San Miguel de los Santos. Esto es lo que se lee en la Vida de este siervo de Dios, referente al prodigio que hemos reseñado .16

"Algunos creyeron al principio que este intercambio había si­do real, verdadero, físico. Parece incluso que el P. José de Jesús-María, que escribía en 1688, sostenía esta opinión y que se apoya­ba en pruebas que ahora podríamos aducir, si quisiéramos salir de los límites, en los que nuestro plan nos obliga a limitarnos. Pero lo cierto es que este hecho, considerado como raro y prodigioso, fue examinado con mucha atención por la Sagrada Congregación de Ritos, según las reglas de la crítica más severa que exigen tales materias, y que son habituales de este respetable Tribunal, verda­dero Areópago de la Iglesia Católica. Y como el historiador no puede marchar con paso seguro, sino sigue esta guía reconocida, debe decir, al terminar este relato, que cuando Benedicto XIV declaró la heroicidad de las virtudes del Bienaventurado Hermano Miguel, hizo de sus virtudes un elocuente panegírico, en la iglesia del convento de Santiago de los Españoles,17 y en este discurso dijo, con este profundo saber que le es propio, que el intercambio del Corazón de Jesús con el de su fiel servidor, fue un intercambio místico y espiritual, y esta es ahora la opinión de los que se ajustan con el juicio infalible de la Iglesia.18

Así, según la Mística divina, podemos concluir que el corazón no permanece indiferente a los afectos sensibles y que sigue siendo el principio, suinstrumento y su órgano. ¿Cómo explicar sino estos divinos incendios, esos braseros ardientes, esas llamas potentes que consumen el corazón de los santos, hacen erupción y explotan en el interior con esas maravillas que acabamos de mencionar? ¿Cómo explicar de otra manera, ese horno de amor, esa cari­dad inmensa que consume el Corazón del Salvador, que le dilata y que por su contacto, alumbra en el pecho de sus piadosos siervosun fuego misterioso que les abrasa, y los transporta en un mundo nuevo que les transfigura?

Oh Jesús, yo os creo, cuando nos mostráis vuestro Corazón adorable y nos decís: He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres!

Sí, yo os creo, cuando afirmáis con la Iglesia y los Santos, que vuestro Corazón es la sede de vuestros sentimientos, el centro de vuestra caridad, el inspirador de vuestra abnegación, el trono de vuestra misericordia, eltesoro del Cielo y de la Tierra, el abismo de todas las virtudes, el océano de bondad, una fuente de vi­da, el manantial de todas las gracias, el refugio de los pecadores, la fuerza de los débiles, la perseverancia de los justos, laesperanza de los moribundos, el terror de los demonios, la santificación delos corazones, la casa de Dios, la puerta del Cielo y una fragua de amor".19

¡Oh María! ¡Qué título no tenéis aún para el reconocimiento de nuestro amor! No olvidar, en efecto, que Vos habéis formado, con la operación del Espíritu Santo, ese Corazón adorable, de vuestra carne virginal. Así, qué crédito no tendréis Vos sobre El! Puesto que todas sus riquezas están en vuestras manos, dispensadlas sobre nosotros que somos vuestros hijos. Recalentad nuestras almas con el fuego divino que le consume; más aún, abrasadlas de su amor, o mejor aún, obtened que nuestros corazones no sean más que uno con el Corazón de Jesús y con el vuestro, que le essemejante en todo: cor unum et anima una." Entonces el deseo del gran Apóstol será una realidad: Sentite in vobis quod et in Christo Jesu,21 y cuando podremos gritar con él: "No somos nosotros los que vivimos, sino el Corazón de Jesús quien vive en noso­tros: Vivo autem, jam non ego; vivit yero in me Cristus".22

Nuestra Señora del Sagrado Corazón, escuchad nuestra súplica! Amén!

 

NOTAS AL CAPITULO CUARTO, DEL LIBRO SEGUNDO

1.    Animalis horno non percipit ea que sunt Spiritus Dei. (1 Cor 2, 14).

2.    Dextrum quoque latus, quasi lancea transfixum, rubra cicatrice obductum erat. (sanBuenaventura, leg. S. Francisci, c. 13, p. 338, éd. Vivés).

3.    Mittebat mihi cercos radios ad pedes, manus ac latus dextrum. (V. Puccini, 25 Ma­yo, Bolandistas, t. XIX, p. 223, n. 172) — Tunc ego: "Igitur non pervenit aliquis ra­diorum ad latus dextrum?" at illa: "Non, inquit, sed ad sinistrum directissime su­per cor meum" (Raimundo de Capua, vida de Sta. Catar. de Siena, Boland. 30 Abril, t. XII, p. 910, n. 195).

4.    Lateris etiam aperturam tam hiantem et patulam... haec Christi passionis aemulatrix et socia persensisse dicitur, quod in eodem, ad instar oblongi vulneris patefacto, ad hepar usque proveniens, halitus per ipsa corporis interstitia laberetur. (Hugues de Flore. — Vide Bolandis. 13 Abril, t. II, p. 152, n. 14).

5.    Vies des saintes et bienhereuses filies de l'ordre de S. Domnique t. 1, lib. II, cap. VI, p. 433435).

6.    Videbatur siquidem el quod Sponsus aeternus ad caro solita more veniret ejusque latus sinistrum aperiens, cor inde abstraheret et discederet, &que ipsa sine corde penitus remaneret... Pluribus diebus hoc ideen repetens, se dixit vivere sine corde. — In luce apparuit el Dominus, habens in sacris manibus suis cor quoddam huma­num, rubicundum... Appropians Dominus, latus ejus sinistrum aperuir iterum, ip­sumque cor, quod in manibus gestabat, intromittens, inquit: "Ecce, carissima filia, sicut pridie tibi abstuli cor tuum, sic impraessentiarum trado tibi Cor meum, quo semper vivas". Et his dictis, quam in carne fecerat, clausit et solidavit. (Raimundo de Capua — Vide Bolandistas, 30 de Abril, t. XII, p. 907, n. 179-1980).

7.    Remansitque in signum miraculi loco illo cicatriz abducta, prout ejus sociae mihi et pluribus alüs frequenter se vidisse asseruerunt, et ipsa mihi seriose percunctanti negare non valens, verum esse confitens, confirmavit. (Id. Ibid.).

8.   Vida de la Beata Margarita María, escrita por ella misma, (T. 2o, p. 379. 2a Ed.).

9.    Cui Dominus: "Quid vis? — Volo inquit, Cor tuum". Et Dominus: "Quin ego po­tius et cor tuum volo". cui filia: "ita sit, Domine..." Facta est tunc communicatio cordium. (Tomás de Cantipre. — Bonadist. 16 Junio, t 24, p. 193, n. 12).

10. Vida de S. Miguel de los Santos, por Luis Saint-Jacques, cap. 4o, p. 85.

11. La Mística divina, de M. Ribet, sacerd. de S. Sulpicio, t. 2, c. 31, n. 5, p. 585.

12.  id. Ibid.

13.  id. Ibid.

14.  id. !bid.

15. Etudes sur le Coeur de Jesus, por P. Seraphin, n. 14, p. 459.

16. Vida de San Miguel de los Santos, por Luis de S. Jacques, cap. 4o, p. 87.

17.  Esta antigua Iglesia es hoy propiedad de los Misioneros del Sdo. Corazón.

18.  La infalibilidad pontificia no parece que fue ejercida en esta cuestión. La SagradaCongregación de Ritos consagra la interpretación de Benedicto XIV en el Oficio del Santo que nos ocupa: "Hunc servum suum fidelem peculiari voluit illustrare ignire dignatus est." (Brev. Rom., pro aliq. locis, 5 Jul. lo.6).

 



 


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