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El Sagrado Corazón de Jesús autor P. Julio Chevalier MSC: El Sagrado Corazón y la Eucaristía libro III cap. 1 

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Nota: Al comienzo de la página le ofrecemos los puntos saltantes del capítulo y al final del resumen encontrará los enlaces que lo llevarán inmediatamente al tema que pueda interesarle.

 

LIBRO III

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS,

ESTUDIADO EN SU AMOR

 

Capítulo Primero

EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y LA EUCARISTÍA

 

Resumen del capítulo

 I. Deseo de Nuestro Señor, de quedarse en la Eucaristía con los hombres.- Realización de este deseo en la Eucaristía             
 II. Figura de la Eucaristía: el árbol de la vida, el sacrificio de Melquisedec, el maná, el pan de la proposición, el Cordero Pascual, las bodas de Cana, la multiplicación de los panes                      
 III. Promesas de la Eucaristía, después de la multiplicación de los panes
 IV. Institución de la Eucaristía. Milagros que contiene: presencia multiplicada, sacrificio reproducido y continuado a través de los siglos    
 V. La Eucaristía es el resumen de todas las maravillas operadas por Jesucristo

 

I.    Motivos de la Institución de la Sagrada Eucaristía

II.    Figuras de la Sagrada Eucaristía

III.    Promesas de la Sagrada Eucaristía

IV.   Institución de la Sagrada Eucaristía

V.      La Eucaristía es el memorial de todas las maravillas obradas por Jesucristo


NOTAS DEL CAPITULO PRIMERO DEL LIBRO TERCERO

 

I.  Motivos de la Institución de la Sagrada Eucaristía

Por su Encarnación, el Hijo de Dios se entregó al mundo. Apareció en medio de nosotros, con un Corazón lleno de compasión, de amor y de misericordia. Vivió 33 años en la tierra de Israel. Los judíos pudieron contemplarlo, hablar con Él, escuchar su divina palabra, ser testigos de sus milagros, aprovecharse de sus beneficios, asistir a su inmolación en la cruz y recoger los méritos de su sangre.

¿Las nuevas generaciones, estarán privadas de su presencia? La Judea tendrá en exclusiva el privilegio de haberle poseído? No, el Redentor, prometido a toda la tierra, se debe a todos los pueblos que acaba de rescatar del pecado para conducirlos al Cielo. Habien­do dicho, por la boca inspirada del sabio, que tendría sus delicias en habitar con los hijos de los hombres,1 mantuvo su palabra. Para realizar su ardiente deseo, que era también el de su divina Muerte,2 interroga a su Corazón, y su Corazón le responde indicándole la Sagrada Eucaristía, prefigurada ya en el Antiguo Testa­mento.

II.               Figuras de la Sagrada Eucaristía

Son muy numerosas, pero nos detendremos solamente en las más importantes.

1).- La primera es ese árbol misterioso, plantado en el Paraíso Terrenal, que llamamos Árbol de la Vida.

"Sus frutos, dice s. Agustín, tenían el privilegio de preservar a nuestros primeros padres, tanto de la enfermedad, como de la ve­jez y de la muerte y de mantenerlos en una perpetua juventud, has­ta su traspaso al Cielo."3Figura impresionante de la Eucaristía, que nutre al alma de un pan divino, la ilumina, la fortifica y la guarda para la vida eterna.

2).-El sacrificio de Melquisedec. Abraham acababa de conse­guir una sorprendente victoria sobre los enemigos de Dios. Melqui­sedec, sacerdote del Altísimo, sale a su encuentro y ofrece un sacrificio de pan y de vino. ¿Qué representan este pan y este vino, esta hostia sin tacha, sino el pan y el vino de nuestros altares, cambiados en cuerpo y sangre de Jesucristo?4

3).-El maná. Los hebreos habían huido de Egipto y atravesa­ban el desierto para alcanzar la tierra prometida. Faltos de todo alimento, Dios, en su bondad, los alimenta durante 40 años, con un pan misterioso que ellos llaman el Maná. "Vos habéis dado a vuestro pueblo, dice el sabio, el alimento de los ángeles. Sin nece­sidad de trabajar, ese pan bajaba del Cielo todo preparado y contenía todos los sabores imaginables. Este alimento era un testimo­nio de la solicitud que Vos mostráis por vuestros hijos. Se acomodaba a todas las inclinaciones y cambiaba de gusto según el capri­cho de su apetito."5 Este sí que es una semejanza sorprendente de la Eucaristía. "Este sacramento, en efecto, dice s. Cipriano, encierra igual que el Maná, todos los gustos imaginables y, por una virtud maravillosa, hace sentir a cada uno de los que le reciben dig­namente y con devoción, todo el placer que deseen. Sacia el apetito y sobrepasa en suavidad a todas las otras dulzuras."6

4).-Los panes de la proposición. Bajo la prescripción del Se­ñor, Moisés hizo una mesa de madera imputrescible, revestida con planchas de oro; era la mesa sobre la que debían ser depositados, como una ofrenda continua al Todopoderoso, los panes llamados: Panes de la Proposición.7 También aquí encontramos una sem­blanza del altar eucarístico, donde el sacerdote deposita, cada día, el verdadero pan de vida, descendido del Cielo, en perpetua acción de gracias.

5).- El cordero pascual. Dios había ordenado que cada familia de su pueblo, por el ministerio de Moisés, cuando iban a partir de Egipto, sacrificar un cordero, marcar con su sangre el dintel de las puertas, para evitar la saña del ángel exterminador y comer de su carne asada. Llamaron a esta ceremonia, desde aquél día, la Pas­cua.8 "De todas las figuras eucarísticas, ésta, según s. Tomás, es la principal, puesto que representa la Eucaristía como Sacrificio, como alimento del alma y como fuente de todo bien."9

6).-             Las bodas de Caná. En el principio de su vida pública, Je­sucristo asistió a unas bodas en Caná de Galilea, acompañado de su Madre y sus discípulos. Y atendiendo a la petición de su divina Madre, cambió el agua en vino.10 ¿Qué significa este prodigio? ¿Fue solamente para mostrar el poder de María sobre el Corazón de su Hijo, o para calmar la sed de los convidados, evitando también la confusión y humillación de los esposos, tal vez para confirmar a los Apóstoles en su fe, o acaso santificar el matrimonio? Sí, segura­mente pensó en todo ello; pero "existe otro significado, exclama s. Agustín, significa que en su día el Salvador cambiará el pan en su carne y el vino en su sangre."11

7).-             La multiplicación de los panes. Un día que el Señor había entrado en el desierto, una gran muchedumbre le había seguido ávida de escucharle, sin preocuparse de llevar consigo los víveres que necesitarían. A punto de despedirles, su corazón se conmovió: Misereor super hanc turbam,suspiró. Llamando a sus discípulos les dijo: "Hace tres días que este pueblo me sigue y acom­paña, y no tienen nada que comer; y no puedo despedirles de esta manera, pues podrían desfallecer en el camino de regreso." Los Apóstoles respondieron: "¿Cómo podríamos encontrar eneste desierto pan suficiente para satisfacer a tanta gente?" Pero Jesús añadió: "¿Cuántos panes tenéis?" "Siete", le dijeron. En­tonces dijo al pueblo que se sentara; y tomando los siete panes, dando gracias a Dios, los fraccionó y los hizo distribuir entre la gente. Todos, con un total de cuatro mil, sin contar mujeres y niños, comieron hasta saciarse. Y al final, a su indicación, recogieron siete cestos llenos de mendrugos, que habían ya desecha­do.12

Este milagro es evidentemente la imagen de aquel que Nues­tro Señor realizó en la cena del Jueves Santo, donde dio como alimento, a las almas que le siguen en el desierto de esta vida, el verdadero pan bajado del Cielo, a fin de que no desfallezcan en el camino que aún les queda por recorrer, hasta llegar a la patria del Cielo.

III. Promesas de la Sagrada Eucaristía

Después del milagro de la multiplicación de los panes, donde el Corazón de Jesús se mostró tan bueno y compasivo con los que sufren, los judíos con la pretensión de conseguir aún más beneficios, fueron de nuevo a su encuentro en Cafarnaúm, en donde El se hallaba. Nuestro Señor, viendo que en sus corazones no buscaban más que cosas materiales, aprovechó esta circunstancia para hacer que aspiraran a cosas más altas. Les dijo abiertamente que era el Hijo de Dios, el verdadero pan viviente, bajado del cielo para dar la vida al mundo, y que el que lo comiera, nunca jamás volvería a tener hambre. Le dijeron entonces: "Señor, danos siem­pre de este pan". — "El pan que yo os daré, dijo el Señor, es mi carne. En verdad, en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en voso­tros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día, pues mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él".

Los judíos discutían entre sí diciendo: "¿Cómo puede éste darnos su carne para comer?"

Jesús resolverá este problema y dará la respuesta con la institución de la Eucaristía. (Juan 6, 34-57).

IV. Institución de la Sagrada Eucaristía

Jesús-Salvador, la víspera de su Pasión, sabe que ha llegado la hora. Va a dejar la tierra para subir al Padre. Pero la tierra, celo­sa de su tesoro, quiere retenerle en ella. ¿Qué va a hacer Jesús? Por un lado, su amor por el Padre y su obediencia a las órdenes que de Él había recibido, le reclaman otra vez al Cielo; por otro lado, el afecto que siente hacia los hombres, le solicita que perma­nezca a su lado. ¿Cuál de este doble amor, vencerá sobre el otro? Su Corazón, que tanto nos ha amado, ¿es que nos dejará huérfanos? No! Ese divino Corazón encontrará la manera de satisfacer estos dos amores, aunque parezca imposible, en esas dos tenden­cias incompatibles. Jesús, sin dividirse, se dará todo entero al cielo y todo entero a la tierra. Y estará, todo entero, en el Cielo con el Padre, y sobre la tierra todo entero con los hombres, sus hermanos, subiendo al Cielo con su cuerpo glorioso, inmortal y quedando sobre la tierra, quedando con este mismo cuerpo, pero es­condido en un velo oscuro. Instituirá un Sacramento, bajo el im­pulso de su Corazón lleno de amor por nosotros, sacramento en el cual él estará realmente, substancialmente presente hasta la con­sumación de los siglos, para poder hablar familiarmente con los hombres, sin reserva, multiplicando los prodigios; prodigios más grandes, más maravillosos, que los que había obrado para hacer surgir el mundo de la nada. En efecto, para satisfacer este deseo de su Corazón, conculcará incluso las leyes de la naturaleza. Se reproducir a sí mismo, se multiplicará para estar presente todo entero y al mismo tiempo en una infinidad de lugares. Cambiará, transubstanciará la substancia del pan y del vino en la de su cuerpo y de su sangre, sin que quede nada de la primera más que los accidentes, que no tienen otra base que su mano todopoderosa; de suerte que su cuerpo adorable se encontrará vivo y todo entero en cada partícula, aun la más pequeña de la hostia.

Ha sonado la hora para la realización de este gran misterio. El Corazón de Jesús tiene prisa en realizarlo. Estando en la mesa con sus discípulos, en el Cenáculo, para celebrar la Pascua legal, Nuestro Señor tomó el pan en sus manos divinas, lo rompió y se lo dio diciendo: Tomad y comed, esto es mi cuerpo; y tomando el cáliz, dio gracias y se lo dio diciendo: Bebed todos, pues esto es mi sangre que será vertida para la remisión de los pecados."

Lo ha conseguido; la sagrada Eucaristía está instituida. El Corazón sagrado de Jesús ha conseguido la obra maestra de su amor, y los deseos de María están satisfechos. ¿Y cuándo el Salvador operó ese prodigio de los prodigios? La noche misma de su Pasión, cuando los judíos estaban tramando cómo apoderarse de su persona para insultarle, azotarle, matarlo en la cruz; cuando ya pre­veía que uno de los suyos le traicionaría, que otro le negaría, que todos le abandonarían cobardemente; incluso previendo que en el curso de los siglos, multitud de cristianos pagarían este nuevo ymaravilloso favor con la más negra ingratitud y lo profanarían con horribles sacrilegios. A pesar de todo, nada le detiene, ni el sacrificio de la expresión de su gloria y su majestad suprema, ni el sacrificio de su independencia y de su dominio soberano sobre todos los seres, sometiéndose El a su criatura, obedeciendo a la voz del sacerdote, muchas veces tan indigno de su ministerio; ni del sacrificio de su grandeza, de su inmensidad, encerrándose en la más pequeña partícula de la hostia, ni el sacrificio de su santidad, hasta soportar entrar en un corazón manchado por el pecado, donde rei­na como amo el demonio y quedar asociado a lo que hay de más corrompido; ni del sacrificio de sus atributos, de su persona toda entera, dándose a nosotros en forma de comida, que es de todas las uniones la más íntima, la más estrecha, y esto para siempre y sin interrupción, sin término y sin fin, a fin de transformarnos en El, de hacernos vivir de su vida y de imprimir hasta en nuestros cuerpos la prenda tan preciosa de nuestra felicidad e inmortalidad eternas.

¿Podría haber hecho más por nosotros? No, grita san Agustín. "Aunque su poder sea infinito, no podía habernos dado nada mejor que la Eucaristía; aunque su sabiduría es tan luminosa, no pu­do encontrar una invención más excelente, para hacernos bien; aunque sus riquezas son inmensas, no encontró nada mejor, de que hacernos presente."

Jesucristo, ¿es que hubiera podido hacer más por nosotros? Jamás podremos mostrarle el reconocimiento que se merece! Sois Vos quien nos ha dado este precioso tesoro! Es a Vos a quien somos deudores de este adorable Sacramento, que hace de Dios el alimento de nuestras almas y nuestro compañero de exilio!

V. La Eucaristía es el memorial de todas las maravillas obradas por Jesucristo

La Eucaristía es el centro augusto de los Sacramentos, por los que la virtud de la Redención nos es comunicada, y es además un abismo misterioso donde reside la fuente de todas las gracias, es la prolongación y la multiplicación de la presencia de Dios hecho Hombre, en este valle de lágrimas; la renovación de la inmolación del Calvario; la extensión de la Encarnación del Verbo en cada uno de los miembros de su cuerpo místico; la glorificación terrestre de la naturaleza y de la humanidad; el perfeccionamiento supremo de la vida sobrenatural por la unión más íntima que puede aquí abajo concebirse, entre Dios y su criatura; y es además la prenda de nues­tra resurrección y de nuestra glorificación en el Cielo; el honor de la Iglesia, de la que es el profundo símbolo y el hogar activo de suunidad.

Se requerirían volúmenes para desarrollar todas las maravillas y enumerar sus razones teológicas, Y acometer este trabajo rebasaría los límites de nuestro proyecto.

Con lo dicho debería bastar un tanto para comprender que la Sagrada Eucaristía es la obra maestra y el ápice supremo del amor del Corazón de Jesús, hacia nosotros. En ella vive y palpita este divino Corazón. Ha brotado de este Corazón sagrado, como el río brota de una fuente. Está presente en ella para recibir los homenajes que queremos tributarle y las reparaciones que deseamos ofrecerle, para recibir nuestras súplicas, escuchar nuestras penas, y nuestros suspiros, para escuchar nuestros deseos y prodigamos sus gracias más preciosas, y sus bendiciones más abundantes.

¡Oh Corazón de Jesús! ¡Quién cantará vuestras glorias, quién enumerará vuestras riquezas, quién publicará vuestras bondades! ¡Seáis por siempre benditos, en el tiempo y en la eternidad, por todos los favores y beneficios que nos habéis otorgado!!


NOTAS DEL CAPITULO PRIMERO DEL LIBRO TERCERO

1.   Deliciae meae esse cum filiis hominum. (Porv. 8, 31).

2.   San Efrén Siro dice que María, conociendo bien como el Corazón de su Hijo amaba a los hombres, le había pedido que accediera instituir la Sagrada Eucaristía, diciéndole: "Yo te suplico, Hijo mío, cuando llegue la hora, haceos presente bajo la figura de pan, cambiadle en vuestro Cuerpo sagrado; permaneced en este pan misterioso y en aquellos que lo comieran. Los pueblos actuales, tienen la insigne dicha de contemplaros en persona; es verdad, pero las generaciones futuras sean aun más dichosas, puesto que por la Eucaristía, no solamente verán el pan vivo bajado del Cielo, sino que lo poseerán, lo que es más valioso todavía."

Tuam, oro, imaginem representet panis ac mens; morare in pane, et in comedentibus illum; in utroque objecto, manifesto atque occulto, videat te ut Mater, sic Eccle­sia tua. Compares sunt, absens, qui panem desideravit tuum; et praesens, qui amavit formam tuam: in pane et in corpore viderunt te primi et novissimi. Attamen cons­picuus panis, Nate, tuus, aliquatenus pretiosior est, quam corpus tuum, istud namque viderunt etiam infideles, panem tuum vivum non item ; quocirca laetati sunt absentes, quoniam ipsorum sors sortem praesentium separavit. (S. Ephrem Syriace, in Nativ. Dom., Sermo II, p. 427, éd. Salvioni, 1740 — Idem, S. Iren, adv. Haeres., Lib. 3o, c. 16, n. 7 — Para más detalles, ver Le Sacré Coeur de Jesus dans ses rapports avec Marie, por el P. J. Chevalier. Un Volumen grande in-8, p. 221. Edición aprobada por Roma.

3.   San Agustín, de Gen. ad litter., lib. 9, c. 22, et passim.

4.   Gen. 14, 18.

5.   Sap. 16, 20 y 21.

6.   San Cipriano, de coena Domini.

7.   Exod. 25.

8.   Gen. 65, 11.

9.   Santo Tomás, III p., q. 73, art. 6.

10.  Juan, 2, 1.

11.  S. Agustín, sermo III in nupt. Canae, in append., éd. Migne. — Id. San Bem., in append., t. III, in antf. Salve Regina, serm IV, p. 1073, éd. Migne.

12.  Mat. 14, 19.

13 Mat. 26, 26.

 

 


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