El Silencio Sagrado: Para los mistagogos de las comunidades, Responsables y PPFF
Puesto que la Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo, es
necesario mantener constantemente viva la afirmación del discípulo ante la
presencia misteriosa de Cristo: "Es el Señor" (Jn 21, 7). Nada de lo que
hacemos en la Liturgia puede aparecer como más importante de lo que
invisible, pero realmente, Cristo hace por obra de su Espíritu. La fe
vivificada por la caridad, la adoración, la alabanza al Padre y el silencio
de la contemplación, serán siempre los primeros objetivos a alcanzar para
una pastoral litúrgica y sacramental
(Juan Pablo II Vigesimus Quintus Annus, 10)
Existe un elemento indefectible para percibir la presencia misteriosa del
Señor en la liturgia, elemento del que se habla muy poco, y se practica
menos aún:
EL SILENCIO SAGRADO
Más que una vez han reclamado: "¿Por qué el acólito recién se pone en marcha
para traer el misal cuando el sacerdote dice `¡Oremos!'? ¿No podría salir
antes para no haya esta pausa tan larga?" Se sorprenden cuando se les
informa que se procede así a propósito. Los Silencios Sagrados son
importantes"
¿Cuándo se dan? El primer Silencio Sagrado se da luego de la invitación del
presbítero: "Antes de celebrar los Sagrados Misterios pidamos perdón por
nuestros pecados". Es el momento cuando deberíamos pedir perdón al Señor muy
concretamente por los pecados de este día, del día anterior y de la semana
que acaba de concluir. Siente la necesidad urgente de ser perdonado el que
vislumbra la santidad divina presente en la celebración. ¿No les parece que
es signo de insensibilidad cuando uno ni siquiera siente la necesidad de
pedir perdón?
El segundo Silencio Sagrado se da cuando antes de pronunciar la "Oración
colecta" el presbítero dice: "Oremos". En ese momento cada uno debería orar
fervientemente por lo que más en ese momento le mueve el corazón. Dice San
Ignacio de Antioquia: "Cuando oramos en comunidad la oración tiene más
fuerza". La oración se llama colecta porque el presbítero "recolecta" esta
oración fervorosa de todos y la presenta al Señor.
El tercer Silencio Sagrado se da antes de la oración sobre las ofrendas. En
ese momento la asamblea se apresta a presenciar y participar en la realidad
eucarística. El breve momento de Silencio Sagrado servirá para concentrarnos
a estar con cuerpo y alma ante "presencia misteriosa de Cristo".
Y el cuarto Silencio Sagrado se da cuando el presbítero, después de la
comunión invita a orar: `Oremos…', un momento de dar gracias fervorosamente
por los dones recibidos.
A veces, después de la comunión y antes de levantarse para la oración, el
presbítero hace una pausa para que toda la asamblea pueda recogerse y entrar
en ese silencio.
Son tan pocos y tan cortos los Silencios Sagrados en la celebración
eucarística que deberíamos aprovecharlos al máximo.
Reflexionemos:
Sal 130, 1-3: Señor, mi corazón ya no es ambicioso, ni se eleva con soberbia
mi mirada.
Ni voy en busca de cosas grandes que son superiores a mis fuerzas.
Aquietada y acallada está mi alma como un niño pequeño en brazos de su
madre,
como un niño amamantado está mi espíritu, como un niño dentro de mí.
¡Espera, Israel, en el Señor ahora y por siempre!
El silencio es necesario para el recogimiento, la interiorización y la
oración interior. El silencio al que nos referimos no es vacío, ausencia,
desembarco en un «nirvana gnóstico» y alienante. Es presencia, receptividad,
respuesta a Dios que nos habla «aquí y ahora», y reacción a su acción en
nosotros también «aquí y ahora». Si la palabra no está anclada en este
silencio, puede desgastarse, transformarse en ruido, en palabrería, incluso
en aturdimiento.
Los momentos de silencio, la experiencia de interiorización, si son
auténticos buscan ser prolongados fuera de la celebración. Es a lo que se
refiere Sta. Teresa de Jesús cuando emplea frases como: «Muchas veces se
engolfa el alma o la engolfa el Señor en sí, por mejor decir» (Libro de la
vida, cap. 20, 19), tan usadas por ella. Se trata, en definitiva, de pasar
de la experiencia litúrgica del silencio a la «espiritualidad del silencio»
que nos abre a la dimensión contemplativa de la vida ordinaria; para que
nuestra vida, según la voluntad de Dios, pueda ser: «alabanza de la gloria
de su gracia con la que nos agració en el Amado» (Ef 1, 6).
Son varios los momentos particularmente importantes para prolongar la
experiencia del silencio: la oración personal en lo oculto de la propia
habitación (Mt 6, 6), el silencio de los días de retiro y, sin duda, los
ratos de adoración, oración y contemplación delante del Santísimo
Sacramento. (A. C. Molinero, Para el `asombro eucarístico' desde los
Prefacios de la Collectio Missarum de Beata Maria Virgine, Catecumenium
7(2006)123).
Nos enseña la Iglesia: El Silencio Sagrado
"También, como parte de la celebración, ha de guardarse, a su tiempo, el
silencio sagrado. La naturaleza de este silencio depende del momento de la
Misa en que se observa. Así, en el acto penitencial y después de la
invitación a orar, los presentes se recojan en su interior; al terminar la
lectura o la homilía, mediten brevemente sobre lo que han oído; y después de
la Comunión, alaben a Dios en su corazón y oren.
Es laudable que se guarde, ya antes de la misma celebración, silencio en la
iglesia, en la sacristía, y en los lugares más próximos, a fin de que todos
puedan disponerse adecuada y devotamente a las acciones sagradas"
(Ordenación general del Misal, 45)
¿Cómo fomentar la vivencia del Silencio Sagrado?
El(a) encargado(a) de la monición ambiental no inicia su monición hasta que
haya un silencio.
El(a) encargado(a) de la monición invita a aprovechar los silencios
sagrados: rito penitencial ("…pidamos perdón por nuestros pecados…") y los
"oremos…" (oración colecta, sobre los dones y después de la comunión).
Los padres de familia entrenan a sus hijos en hacer silencio, por ejemplo,
antes de bendecir a Dios por los alimentos, etc., es decir, no se comienza a
orar si no hay silencio porque muchas veces se comienza a orar para hacer
callar a los presentes. La cosa debería ser al revés.
Un ejemplo: Al pasar por al pueblo de una tribu de indios norteamericanos
los visitantes observaron como una mujer sentó a su hijo pequeño a su lado y
lo animaba a estar quieto y sin hablar durante un rato relativamente largo.
Le preguntaron el por qué. Contestó la madre: "El niño no puede participar
en las reuniones de los jefes si no puede estar quieto. Y el niño sabe que
debe entrenarse. Tiene que aprender a estar sentado y a estar quieto para
que sea admitido a la presencia de los adultos".
Con ocasión de la homilía el presbítero anima a vivir el Silencio Sagrado.
Algunas sugerencias prácticas
- Sugerir a los cantores de recibir la preciosa Sangre del Señor en profundo
recogimiento. A veces la reciben, dicen "Amén" y, en el acto, se inclinan
para recoger la guitarra, el cartón y el micro para el canto. ¿Qué expresa
esta manera de proceder? ¿Que están conscientes que el Hijo de Dios los ha
alimentado con su Preciosísima Sangre para que tengan vida eterna? Por lo
menos deberían recogerse un momento en oración, ¿no les parece? Pues, he
aquí otro Silencio Sagrado.
- Sugerir a las hermanas que, seguramente por causa del calor, llevan un
vestido muy escotado (la espalda), que un chal (shawl) de material muy
delgado no quitaría nada de la "frescura" del ambiente y haría que su
presencia sea muy elegante y decente al mismo tiempo.
- Sugerir a los hermanos "friolentos" a que se sientan lejos de las ventanas
abiertas para que los demás puedan disfrutar de la corriente de aire de la
ventana abierta. ¿Cuál es el lugar más adecuado para los hermanos que no
pueden estar expuestos a la corriente de aire?
- Algunas parejas responsables ya están desempeñando su función de
mistagogos. ¡No saben el bien que les están haciendo a los hermanos! Poco a
poco se encontrarán cada vez más profundamente con el Señor en el misterio
de su amor.
- A los hermanos de la comunidad que tienen una dirección electrónica
(e-mail) se les puede enviar este texto para que lo puedan leer con calma.
Que Dios los bendiga y que crezcan en santidad.
Se lo desean y por ello oran
Sus presbíteros.