PREFACIO
Este estudio se ocupa del complejo fenómeno de la Nueva
Era (New Age), que influye en numerosos aspectos de la cultura
contemporánea.
El estudio es un informe provisional. Es el fruto
de la reflexión común del Grupo de Trabajo sobre Nuevos Movimientos
Religiosos, compuesto por miembros de diferentes dicasterios de la Santa
Sede: los Consejos Pontificios de la Cultura y para el Diálogo
Interreligioso, que son los redactores principales de este proyecto; la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el Consejo Pontificio
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Estas reflexiones van dirigidas principalmente a los
encargados de la labor pastoral a fin de que puedan explicar en qué
difiere el movimiento Nueva Era de la fe cristiana. El estudio
invita a los lectores a tener en cuenta la sed espiritual de muchas
personas de nuestro tiempo, que la espiritualidad de la Nueva Era
trata de colmar. Es preciso reconocer que el atractivo que ejerce la
religiosidad de la Nueva Era sobre algunos cristianos puede deberse
en parte a una falta de atención seria por parte de las propias
comunidades cristianas respecto a temas que, en realidad, son elementos
integrantes de la síntesis católica. Tales son, por ejemplo, la
importancia de la dimensión espiritual del hombre, integrada en el
conjunto de su existencia, la búsqueda del sentido de la vida, la
vinculación entre los seres humanos y el resto de la creación, el deseo de
una transformación personal y social, y el rechazo de una visión
racionalista y materialista de la humanidad.
La presente publicación subraya la importancia de
comprender la Nueva Era como corriente cultural, así como la
necesidad de que los católicos comprendan la auténtica doctrina y
espiritualidad católicas para valorar adecuadamente los temas de la
Nueva Era. Los dos primeros capítulos presentan la Nueva Era
como una tendencia cultural multifacética y proponen un análisis de los
fundamentos básicos de las ideas transmitidas en dicho contexto. A partir
del tercer capítulo se ofrecen algunas indicaciones para el estudio de la
Nueva Era, comparándola con el mensaje cristiano. Asimismo, se
ofrecen también algunas sugerencias de carácter pastoral.
Quienes deseen profundizar en el estudio de la Nueva
Era encontrarán referencias útiles en los apéndices. Es de esperar que
esta obra proporcione un estímulo para ulteriores estudios, adaptados a
los diferentes contextos culturales. Su objetivo consiste en fomentar el
discernimiento de quienes buscan puntos de referencia sólidos para una
vida más plena. Estamos convencidos de que en la búsqueda de muchos de
nuestros contemporáneos se puede descubrir una auténtica sed de Dios. Como
dijo el Papa Juan Pablo II a un grupo de obispos de Estados Unidos: « Los
pastores deben preguntarse sinceramente si han prestado suficiente
atención a la sed del corazón humano en busca del “agua viva” que solo
puede dar Cristo nuestro Redentor (cf. Jn 3, 7-13) ». Lo mismo que
él, queremos apoyarnos « en la novedad perenne del mensaje evangélico y en
su capacidad para transformar y renovar a quienes lo aceptan » (AAS 864,
330).
1 ¿QUÉ TIPO DE
REFLEXIÓN?
Las siguientes reflexiones tienen por objeto orientar a
los encargados de la predicación del Evangelio y de la enseñanza en la
Iglesia, en todos los niveles. Este documento no pretende proporcionar un
conjunto exhaustivo de respuestas a las múltiples cuestiones suscitadas
por la Nueva Era o por otros indicios contemporáneos de la perenne
búsqueda humana de felicidad, sentido y salvación. Es una invitación a
comprender la Nueva Era y a entablar un diálogo con quienes se ven
influidos por sus ideas. El documento ayuda a los agentes de pastoral a
comprender la espiritualidad de la Nueva Era y a responder a la
misma, ilustrando los puntos donde dicha espiritualidad contrasta con la
fe católica y refutando las posturas propugnadas por los pensadores de la
Nueva Era en oposición a la fe cristiana. En realidad, lo que se
exige a los cristianos es, ante todo y sobre todo, estar fundamentados
firmemente en su fe. Sobre esta sólida base, pueden construir una vida que
responda positivamente a la invitación de la primera carta de san Pedro: «
Si alguien os pide explicaciones de vuestra esperanza, estad dispuestos a
defenderla, pero con modestia y respeto, con buena conciencia » (1 Pt
3, 15s).
1.1. ¿Por qué ahora?
El comienzo del tercer milenio no sólo llega dos mil años
después del nacimiento de Cristo, sino también en una época en que los
astrólogos creen que la Era de Piscis –conocida para ellos como la era
cristiana– está tocando a su fin. Estas reflexiones se refieren a la
Nueva Era, que recibe su nombre de la inminente Era astrológica de
Acuario. La Nueva Era es uno de los muchos intentos de dar sentido
a este momento histórico con que la cultura (especialmente la occidental)
se ve bombardeada. Resulta difícil ver con claridad qué hay de compatible
e incompatible respecto al mensaje cristiano. Por eso parece que es este
el momento oportuno para ofrecer una valoración cristiana del pensamiento
de la Nueva Era y del movimiento de la Nueva Era como
conjunto.
Se ha dicho, y con razón, que en estos días muchas
personas vacilan entre la certeza y la incertidumbre, especialmente en lo
que se refiere a su identidad.1 Algunos dicen que la religión
cristiana es patriarcal y autoritaria, que las instituciones políticas son
incapaces de mejorar el mundo y que la medicina tradicional (alopática) es
sencillamente incapaz de curar eficazmente a las personas. El hecho de que
lo que en otros tiempos eran elementos centrales de la sociedad se
perciban actualmente como indignos de confianza o carentes de verdadera
autoridad, ha creado un clima en el que las personas dirigen su mirada
hacia el interior, hacía sí mismas, en busca de sentido y de fuerza. Hay
también una búsqueda de instituciones alternativas que se espera puedan
responder a sus necesidades más profundas. La vida caótica y
desestructurada de las comunidades alternativas de los años setenta ha ido
dando paso a una búsqueda de disciplina y de estructuras, que son
claramente los elementos clave de los movimientos « místicos »
inmensamente populares. La Nueva Era resulta atractiva sobre todo
porque mucho de lo que ofrece sacia el hambre que con frecuencia las
instituciones oficiales dejan insatisfecha.
Aunque gran parte de la Nueva Era es una reacción
frente a la cultura contemporánea, en muchos aspectos se revela hija de
esa misma cultura. El Renacimiento y la Reforma han configurado el
individuo occidental moderno, que no se siente agobiado por cargas
externas, como la autoridad meramente extrínseca y la tradición. Hay
muchos que sienten cada vez menos la necesidad de « pertenecer » a las
instituciones (pese a lo cual, la soledad sigue siendo en gran medida un
azote de la vida moderna), y no se inclinan a dar a las opiniones «
oficiales » mayor valor que a las suyas propias. Con este culto a la
humanidad, la religión se interioriza, de manera que se va preparando el
terreno para una celebración de la sacralidad del yo. Por eso la Nueva
Era comparte muchos de los valores que propugnan la cultura de la
empresa y el « evangelio de la prosperidad » (de los que se hablará más
adelante: sección 2.4), así como la cultura del consumidor, cuyo influjo
puede verse claramente en el número cada vez mayor de personas que afirman
que es posible conciliar el cristianismo y la Nueva Era, aceptando
lo que les parece mejor de uno y otra.2 Merece la pena recordar
que las desviaciones en el seno del cristianismo también han superado el
teísmo tradicional, al aceptar una vuelta unilateral al Yo, lo cual
favorecería esta fusión de enfoques diferentes. Lo que importa señalar es
que, en ciertas prácticas de la Nueva Era, Dios queda reducido a
una prolongación del progreso del individuo.
La Nueva Era atrae a personas imbuidas de los
valores de la cultura moderna. La libertad, la autenticidad, la
autosuficiencia y otras cosas por el estilo se consideran sagradas. Atrae
a quienes tienen problemas con estructuras de tipo patriarcal. « No
requiere más fe o más creencia que la necesaria para ir al cine »,3
y sin embargo pretende saciar el apetito espiritual del hombre. Pero, y
aquí se halla la cuestión central, ¿qué se entiende exactamente por
espiritualidad en el ambiente de la Nueva Era? La respuesta es
clave para desentrañar algunas de las diferencias entre la tradición
cristiana y gran parte de lo que puede llamarse Nueva Era. Algunas
versiones de la Nueva Era dominan las fuerzas de la naturaleza y
buscan comunicarse con otros mundos para descubrir el destino de los
individuos, para ayudarles a sintonizar con la frecuencia adecuada y sacar
el máximo partido de sí mismos y de sus circunstancias. En la mayor parte
de los casos, resulta completamente fatalista. El cristianismo, por su
parte, es una invitación a dirigir la mirada hacia el exterior, más allá,
al « nuevo adviento » del Dios que nos llama a vivir el diálogo del amor.4
1.2. En la era de las comunicaciones
La revolución tecnológica de las comunicaciones en los
últimos años ha provocado una situación completamente nueva. La facilidad
y la velocidad con que hoy podemos comunicarnos es una de las razones por
las que la Nueva Era ha atraído la atención de personas de todas
las edades y ambientes. Muchos cristianos, sin embargo, no están seguros
de qué es en realidad. Internet, en particular, ha adquirido un enorme
influjo, especialmente en los jóvenes, que lo consideran un medio
agradable y fascinante para obtener información. Pero sobre numerosos
aspectos de la religión es un vehículo superficial de desinformación: no
todo lo que se presenta con la etiqueta de « cristiano » o « católico » es
de fiar, ni refleja la doctrina de la Iglesia Católica. Al mismo tiempo,
hay una notable expansión de las fuentes de la Nueva Era que van
desde cosas serias a lo ridículo. Las personas necesitan, más aún, tienen
derecho a una información fidedigna sobre las diferencias entre el
cristianismo y la Nueva Era.
1.3. Contexto cultural
Cuando se examinan muchas de las tradiciones de la
Nueva Era, en seguida aparece claro que, en realidad, es poco que hay
de lo nuevo en la Nueva Era. El nombre parece haberse difundido a
través de los rosacruces y la francmasonería, en tiempos de las
revoluciones francesa y americana. Sin embargo, la realidad que denota es
una variante contemporánea del esoterismo occidental, que se remonta a los
grupos gnósticos surgidos en los primeros tiempos del cristianismo y que
se afianzaron en época de la Reforma en Europa. Este gnosticismo se fue
desarrollando junto con las nuevas visiones científicas del mundo y
adquirió una justificación racional a lo largo de los siglos XVIII y XIX.
Implicaba un progresivo rechazo del Dios personal y se fue centrando en
otras entidades que en el cristianismo tradicional figuraban como
intermediarias entre Dios y la humanidad, con adaptaciones cada vez más
originales de las mismas, e incluso añadiendo otras. Una poderosa
corriente de la cultura occidental moderna que ha contribuido a difundir
las ideas de la Nueva Era es la aceptación general de la teoría
evolucionista de Darwin. Esto, junto con una atención centrada en los
poderes o fuerzas espirituales ocultas de la naturaleza, ha sido la
columna vertebral de lo que hoy se conoce como teoría de la Nueva Era.
En realidad, si la Nueva Era ha alcanzado un notable grado de
aceptación ha sido porque la cosmovisión en que se basa ya estaba
ampliamente aceptada. El terreno estaba bien preparado por el crecimiento
y la difusión del relativismo, junto con una antipatía o indiferencia
hacia la fe cristiana. Ha habido, además, un vivo debate acerca de si, y
en qué medida, se puede calificar la Nueva Era como un fenómeno
posmoderno. La existencia misma del pensamiento y la práctica de la
Nueva Era, así como su vitalidad, dan testimonio del insaciable anhelo
del espíritu humano en pos de la trascendencia y del sentido religioso,
algo que no es sólo un fenómeno cultural contemporáneo, sino que ya se
manifestaba en el mundo antiguo, tanto cristiano como pagano.
1.4. La
Nueva Era y la fe católica
Aun cuando se pueda admitir que la religiosidad de la
Nueva Era en cierto modo responde al legítimo anhelo espiritual de la
naturaleza humana, es preciso reconocer que tales intentos se oponen a la
revelación cristiana. En la cultura occidental en particular, es muy
fuerte el atractivo de los enfoques « alternativos » a la espiritualidad.
Por otra parte, entre los católicos mismos, incluso en casas de retiro,
seminarios y centros de formación para religiosos, se han popularizado
nuevas formas de afirmación psicológica del individuo. Al mismo tiempo,
hay una nostalgia y una curiosidad crecientes por la sabiduría y los
rituales de antaño, lo cual explica en parte el notable aumento de la
popularidad del esoterismo y del gnosticismo. Muchos se sienten
especialmente atraídos por lo que se conoce –correctamente o no– como «
espiritualidad » celta,5 o por las religiones de los pueblos
antiguos. Los libros y cursos sobre espiritualidad o sobre religiones
antiguas u orientales son un negocio floreciente y con frecuencia reciben
el apelativo de « Nueva Era » por razones de carácter comercial.
Pero los vínculos con dichas religiones no siempre están claros. De hecho,
con frecuencia se niegan.
Un discernimiento cristiano adecuado del pensamiento y de
la práctica de la Nueva Era no puede dejar de reconocer que, como
el gnosticismo de los siglos II y III, ésta representa una especie de
compendio de posturas que la Iglesia ha identificado como heterodoxas.
Juan Pablo II ha alertado respecto al « renacimiento de las antiguas ideas
gnósticas en la forma de la llamada New Age. No debemos engañarnos
pensando que ese movimiento pueda llevar a una renovación de la religión.
Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis, es decir, esa postura
del espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba por
tergiversar Su Palabra sustituyéndola por palabras que son solamente
humanas. La gnosis no ha desaparecido nunca del ámbito del cristianismo,
sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes
filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o pararreligiosas,
con una decidida aunque a veces no declarada divergencia con lo que es
esencialmente cristiano ».6 Un ejemplo de esto puede verse en
el eneagrama, –un instrumento para el análisis caracterial según nueve
tipos– que, cuando se utiliza como medio de desarrollo personal, introduce
ambigüedad en la doctrina y en la vivencia de la fe cristiana.
1.5. Un desafío
positivo
No debe subestimarse el atractivo de la religiosidad de la
Nueva Era. Cuando falta un conocimiento profundo de los contenidos
de la fe cristiana, algunos, pensando erróneamente que la religión
cristiana no es capaz de inspirar una espiritualidad profunda, la buscan
en otros lugares. A decir verdad, algunos dicen que la Nueva Era se
está quedando anticuada y hablan ya de la « próxima » era.7
Hablan de una crisis que comenzó a manifestarse en Estados Unidos a
comienzos de los años 1990, pero admiten que, especialmente fuera del
mundo de habla inglesa, tal « crisis » puede llegar más tarde. Sin
embargo, las librerías y las emisoras de radio, así como la multitud de
grupos de auto-ayuda en numerosas ciudades y capitales occidentales, todos
ellos parecen desmentir tal crisis. Parece que, al menos por el momento,
la Nueva Era sigue estando bien viva como parte del actual panorama
cultural.
El éxito de la Nueva Era presenta un desafío a la
Iglesia. Muchos piensan que la religión cristiana ya no les ofrece –o tal
vez nunca les proporcionó– algo que necesitaran realmente. La búsqueda que
con frecuencia conduce a una persona a la Nueva Era es un anhelo
auténtico: de una espiritualidad más profunda, de algo que les toque el
corazón, de un modo de hallar sentido a un mundo confuso y a menudo
alienante. Hay algo de positivo en las críticas que la Nueva Era
dirige al « materialismo de la vida cotidiana, de la filosofía e incluso
de la medicina y de la psiquiatría; al reduccionismo, que se niega a tener
en cuenta las experiencias religiosas y sobrenaturales; a la cultura
industrial de un individualismo desenfrenado, que inculca el egoísmo y se
despreocupa de los demás, del futuro y del medio ambiente ».8
Los problemas que plantea la Nueva Era nacen más bien de lo que
propone como respuestas alternativas a las cuestiones vitales. Si no
queremos que la Iglesia sea acusada de permanecer sorda a los anhelos de
los hombres, sus miembros deben hacer dos cosas: afianzarse con mayor
firmeza aún en los fundamentos de su fe y escuchar el clamor, con
frecuencia silencioso, del corazón de los hombres, que les lleva a
alejarse de la Iglesia cuando no encuentran en ella respuestas
satisfactorias. En todo ello hay también una llamada a acercarse a
Jesucristo y a estar dispuestos a seguirle, ya que Él es el verdadero
camino hacia la felicidad, la verdad sobre Dios y la plenitud de vida para
cuantos estén dispuestos a responder a su amor.
2 LA
ESPIRITUALIDAD DE LA NUEVA ERA
VISIÓN GENERAL
En muchas sociedades occidentales, y de manera creciente
también en otras partes del mundo, los cristianos con frecuencia entran en
contacto con diversos aspectos del fenómeno conocido como Nueva Era.
Muchos de ellos sienten la necesidad de entender cómo pueden
aproximarse de la mejor manera posible a algo tan seductor y, al mismo
tiempo, complejo, esquivo y en ocasiones perturbador. Estas reflexiones
intentan ayudar a los cristianos a hacer dos cosas:
– identificar los elementos del desarrollo de la tradición
de la Nueva Era;
– señalar los elementos incompatibles con la revelación
cristiana.
Ésta es una respuesta pastoral a un desafío actual. No
pretende proporcionar una lista exhaustiva de los fenómenos de la Nueva
Era, ya que eso requeriría un voluminoso tratado, aparte de que dicha
información está disponible en otros lugares. Es esencial intentar
comprender la Nueva Era correctamente para evaluarla con
imparcialidad y evitar crear una caricatura de la misma. Sería insensato,
además de falso, decir que todo lo relacionado con este movimiento es
bueno, o que es malo todo lo que se refiere a él. No obstante, dada la
visión subyacente a la religiosidad de la Nueva Era, en términos
generales es difícil reconciliarla con la doctrina y la espiritualidad
cristianas.
La Nueva Era no es un movimiento en el sentido en
que normalmente se emplea el término « Nuevo Movimiento Religioso », ni es
lo que normalmente se da a entender con los términos « culto » o « secta
». Es mucho más difuso e informal, ya que atraviesa las diversas culturas,
en fenómenos tan variados como la música, el cine, seminarios, talleres,
retiros, terapias, y en otros muchos acontecimientos y actividades, si
bien algunos grupos religiosos o para-religiosos han incorporado
conscientemente algunos elementos de la Nueva Era, e incluso
algunos han sugerido que esta corriente ha sido fuente de inspiración para
varias sectas religiosas y para-religiosas.9 Sin embargo, la
Nueva Era no es un movimiento individual uniforme, sino más bien un
entramado amplio de seguidores cuyo característica consiste en pensar
globalmente y actuar localmente. Quienes forman parte del entramado no
se conocen necesariamente unos a otros y raramente se reúnen, si es que
llegan a hacerlo. Con el fin de evitar la confusión que puede surgir al
usar el término « movimiento », algunos se refieren a la Nueva Era
como un « ambiente » (milieu)10 o un « culto de
audiencia » (audience cult).11 Sin embargo, también se
ha señalado que « es una corriente de pensamiento muy coherente »,12
un desafío deliberado a la cultura moderna. Es una estructura sincretista
que incorpora muchos elementos diversos y que permite compartir intereses
o vínculos en grados distintos y con niveles de compromiso muy variados.
Muchas tendencias, prácticas y actitudes más o menos vinculadas la
Nueva Era, en realidad son parte de una reacción más amplia,
fácilmente identificable, frente a la cultura dominante, de modo que el
término « movimiento » no está completamente fuera de lugar. Puede
aplicarse a la Nueva Era en el mismo sentido en que se aplica a
otros movimientos sociales de vasto alcance, tales como el movimiento por
los derechos civiles o el movimiento por la paz. Igual que éstos, abarca
un impresionante conjunto de personas vinculadas a los objetivos
fundamentales del movimiento, pero sumamente diferentes por la manera en
que se vinculan a él y por el modo de entender algunas cuestiones
concretas.
La expresión « religión de la Nueva Era » es más
controvertida, por lo que conviene evitarla, a pesar de que la Nueva
Era es con frecuencia una respuesta a preguntas y necesidades
religiosas, que ejerce su atracción sobre personas que tratan de descubrir
o redescubrir una dimensión religiosa en su vida. Evitar el término «
religión de la Nueva Era » no significa en modo alguno poner en
cuestión el carácter genuino de la búsqueda de significado y del sentido
de la vida por parte de esas personas. Respeta el hecho de que muchos de
quienes están dentro del movimiento Nueva Era distinguen
cuidadosamente entre « religión » y « espiritualidad ». Muchos han
rechazado la religión organizada, porque a su juicio no ha logrado
responder a sus necesidades y por ello se han dirigido a otros lugares
para encontrar « espiritualidad ». Más aún, en el corazón de la Nueva
Era está la creencia de que la época de las religiones particulares ha
pasado, por lo que referirse a ella como a una religión sería contradecir
su propia autocomprensión. No obstante, se puede situar la Nueva Era
en el contexto más amplio de la religiosidad esotérica, cuyo atractivo
sigue creciendo.13
Hay un problema implícito en el presente texto. Tratando
de entender y evaluar algo que es esencialmente una exaltación de la
riqueza de la experiencia humana, inevitablemente se le objetará que jamás
podrá hacer justicia a un movimiento cultural cuya esencia es precisamente
romper con lo que se consideran los límites restrictivos del discurso
racional. En realidad, tiene por objeto invitar a los cristianos a tomar
en serio la Nueva Era y, como tal, pide a quienes lo lean entrar en
un diálogo crítico con quienes se aproximan al mismo mundo desde
perspectivas muy diferentes.
La eficacia pastoral de la Iglesia en el tercer milenio
depende en gran medida de la preparación de comunicadores eficaces del
mensaje evangélico. Lo que sigue es una respuesta a las dificultades
expresadas por muchos de quienes están en contacto con ese fenómeno tan
complejo y escurridizo conocido como la Nueva Era. Es un intento de
comprender qué es la Nueva Era y de identificar las preguntas a las
que ésta pretende ofrecer respuestas y soluciones. Hay ya excelentes
libros y otros materiales que analizan el fenómeno en su conjunto o que
explican aspectos particulares con gran detalle. Nos referiremos a algunos
de ellos en el apéndice. No obstante, no siempre realizan el necesario
discernimiento a la luz de la fe cristiana. El propósito del presente
texto es ayudar a los católicos a encontrar una clave para entender los
principios básicos que hay tras el pensamiento de la Nueva Era, de
modo que puedan valorar cristianamente los elementos de la Nueva Era
que encuentren. Conviene recordar que muchas personas rechazan el
término « Nueva Era » y sugieren la expresión « espiritualidad
alternativa » como más correcta y menos restrictiva. También es verdad que
muchos de los fenómenos mencionados en este documento probablemente no
lleven ninguna etiqueta particular, pero se presupone, en aras de la
brevedad, que los lectores identificarán el fenómeno o conjunto de
fenómenos que pueden estar razonablemente vinculados con el movimiento
cultural general conocido habitualmente como Nueva Era.
2.1. ¿Qué hay de nuevo en
la Nueva Era?
Para muchos, el término « Nueva Era » se refiere a
un momento decisivo de la historia. Según los astrólogos, vivimos en la
Era de Piscis, que ha estado dominada por el cristianismo y que será
reemplazada por la nueva era de Acuario a comienzos del tercer milenio.14
La Era de Acuario adquiere una enorme importancia en el movimiento de la
Nueva Era, en gran medida a causa del influjo de la teosofía, el
espiritismo y la antroposofía, así como de sus antecedentes esotéricos.
Quienes subrayan el inminente cambio del mundo expresan a menudo el
deseo de dicho cambio, no tanto en el mundo mismo cuanto en nuestra
cultura, en nuestro modo de relacionarnos con el mundo. Esto es
especialmente manifiesto en quienes acentúan la idea de un Nuevo Paradigma
de vida. Es un enfoque atractivo, puesto que en algunas de sus
manifestaciones, los hombres no son espectadores pasivos, sino que
desempeñan un papel activo en la transformación de la cultura y en la
creación de una nueva conciencia espiritual. En otras manifestaciones, se
atribuye un mayor poder a la progresión inevitable de los ciclos
naturales. En cualquier caso, la Era de Acuario es una visión, no una
teoría. Pero la Nueva Era es una tradición amplia, que incorpora
muchas ideas sin vinculación explícita con el cambio de la Era de Piscis a
la Era de Acuario. Entre ellas hay visiones moderadas, pero muy
generalizadas, de un futuro en el que habrá una espiritualidad planetaria
junto a las religiones individuales, instituciones políticas planetarias
que complementarán las locales, entidades económicas globales más
participativas y democráticas, una mayor importancia de las comunicaciones
y la educación, un enfoque mixto de la salud que combinará la medicina
profesional y la auto-curación, una comprensión del yo más andrógina, y
formas de integrar la ciencia, la mística, la tecnología y la ecología.
Una vez más, esto demuestra el profundo deseo de una existencia
satisfactoria y saludable para la raza humana y para el planeta. Entre las
tradiciones que confluyen en la Nueva Era pueden contarse: las
antiguas prácticas ocultas de Egipto, la cábala, el gnosticismo cristiano
primitivo, el sufismo, las tradiciones de los druidas, el cristianismo
celta, la alquimia medieval, el hermetismo renacentista, el budismo zen,
el yoga, etc.15
En esto consiste lo « nuevo » de la Nueva Era. Es
un « sincretismo de elementos esotéricos y seculares ».16 Se
vincula a la percepción, ampliamente difundida, de que el tiempo está
maduro para un cambio fundamental de los individuos, la sociedad y el
mundo. Hay varias expresiones de la necesidad de cambio:
– de la física mecanicista de Newton a la física
cuántica;
– de la exaltación de la razón de la modernidad a una
valoración del sentimiento, la emoción y la experiencia (descrita a menudo
como un desplazamiento del pensamiento racional del « cerebro
izquierdo » al pensamiento intuitivo del « cerebro derecho »);
– de un dominio de la masculinidad y el patriarcado, a una
celebración de la feminidad en los individuos y en la sociedad.
En este contexto, se usa con frecuencia el término «
cambio de paradigma » (paradigm shift). A veces, claramente se
presupone que tal cambio no sólo es deseable, sino inevitable. El rechazo
a la modernidad, subyacente a este deseo de cambio, no es nuevo. Más bien
puede describirse como « un restablecimiento o “revival” moderno de
las religiones paganas con una mezcla de influjos tanto de las religiones
orientales como de la psicología, la filosofía, la ciencia y la
contracultura modernas, desarrolladas en los años cincuenta y sesenta ».17
La Nueva Era no es sino un testigo de una revolución cultural, una
reacción compleja frente a las ideas y valores dominantes en la cultura
occidental, a pesar de lo cual su crítica idealista es, paradójicamente,
típica de la cultura que critica.
Es preciso decir una palabra sobre la idea de cambio de
paradigma. La popularizó Thomas Kuhn, historiador americano de la
ciencia, que concibió el paradigma como « la constelación entera de
creencias, valores, técnicas, etc., compartidos por los miembros de una
comunidad dada ».18 Cuando se produce un desplazamiento de un
paradigma a otro, se trata de una transformación en bloque de la
perspectiva más que de un desarrollo gradual: en realidad, es una
revolución. Kuhn puso de relieve que los paradigmas rivales son
inconmensurables y no pueden coexistir. Por eso, afirmar que un cambio de
paradigma en el ámbito de la religión y de la espiritualidad es
simplemente una manera nueva de formular las creencias tradicionales,
constituye un error. Lo que sucede en realidad es un cambio radical de
cosmovisión, que pone en entredicho no sólo el contenido, sino también la
interpretación fundamental de la visión anterior. Tal vez el ejemplo más
claro de todo esto, por lo que se refiere a la relación entre la Nueva
Era y el cristianismo, sea la reelaboración de la vida y el
significado de Jesucristo. Es imposible reconciliar estas dos visiones.19
Está claro que la ciencia y la tecnología han sido
incapaces de cumplir sus promesas de antaño, por lo que los hombres se han
vuelto hacia el ámbito espiritual en búsqueda de significado y de
liberación. Tal como ahora la conocemos, la Nueva Era procedía de
la búsqueda de algo más humano y más bello frente a la experiencia
opresora y alienante de la vida en la sociedad occidental. Sus primeros
exponentes, dispuestos a extender su mirada en esta búsqueda, hicieron de
ella un enfoque muy ecléctico. Podría ser uno de los signos de la « vuelta
a la religión », pero desde luego no es una vuelta a las doctrinas y
credos cristianos ortodoxos. Los primeros símbolos de este « movimiento »
que se introdujeron en la cultura occidental fueron el conocido festival
de Woodstock, en el estado de Nueva York, en 1969, y el musical Hair,
que expuso los principales temas de la Nueva Era en su canción
emblemática « Aquarius ».20 Pero esto era tan sólo la punta de
un iceberg cuyas verdaderas dimensiones se han podido percibir sólo en una
época relativamente reciente. El idealismo de los años 1960 y 1970 todavía
sobrevive en algunos sectores. Pero ahora ya no son los adolescentes
quienes están implicados principalmente. Los vínculos con la ideología
política de izquierdas se han desvanecido y las drogas psicodélicas no
tienen ya la importancia de entonces. Han sucedido tantas cosas desde
entonces que todo esto ya no resulta revolucionario. Las tendencias «
espirituales » y « místicas » que antes se limitaban a la contracultura,
hoy día forman parte arraigada de la cultura dominante y afectan a facetas
tan distintas de la vida como la medicina, la ciencia, el arte y la
religión. La cultura occidental está ahora imbuida de una conciencia
política y ecológica más generalizada y todo este desplazamiento cultural
ha ejercido un enorme impacto en los estilos de vida de las personas.
Algunos han sugerido que el « movimiento » Nueva Era es
precisamente ese gran cambio hacia lo que se considera « un género de vida
notablemente mejor ».21
2.2. ¿Qué pretende
ofrecer la Nueva Era?
2.2.1. Encantamiento:
tiene que haber un ángel
Uno de los elementos más comunes de la espiritualidad de
la Nueva Era es la fascinación por las manifestaciones
extraordinarias y en particular por los seres paranormales. Las personas
reconocidas como médiums aseguran que su personalidad es poseída por otra
entidad durante el trance, un fenómeno de la Nueva Era conocido
como « channeling » (canalización), en el cual el médium
puede perder el control de su cuerpo y de sus facultades. Algunas personas
que han sido testigos de estos acontecimientos no dudarían en admitir que
las manifestaciones son efectivamente espirituales, pero no proceden de
Dios, a pesar del lenguaje de amor y luz que suele usarse casi siempre...
Probablemente sea más correcto referirse a ello como a una forma
contemporánea de espiritismo, más que a una espiritualidad en sentido
estricto. Otros amigos y consejeros del mundo del espíritu son los ángeles
(que se han convertido en centro de un nuevo negocio de libros e
imágenes). Cuando en la Nueva Era se habla de ángeles, se hace de
manera poco sistemática, pues las distinciones en este ámbito no siempre
se consideran útiles, sobre todo si son demasiado precisas, ya que « hay
muchos niveles de guías, entidades, energías y seres en cada octava del
universo... Están allí para que los escojas y elijas según tus propios
mecanismos de atracción-repulsión ».22 Estos seres espirituales
a veces son invocados de manera « no religiosa » como una ayuda para la
relajación, con vistas a mejorar la toma de decisiones y el control de la
propia vida personal y profesional. Otra experiencia de la Nueva Era,
que aseguran poseer algunos que se autodefinen como « místicos »,
consiste en la fusión con algunos espíritus que enseñan a través de
personas concretas. Algunos espíritus de la naturaleza son descritos como
energías potentes que existen en el mundo natural y también en los «
niveles interiores »: es decir, aquellos a los que se accede mediante el
uso de rituales, drogas y otras técnicas para alcanzar estados de
conciencia alterados. Está claro que, al menos en teoría, la Nueva Era
a menudo no reconoce ninguna autoridad espiritual más allá de la
experiencia personal interior.
2.2.2.
Armonía y comprensión: buenas vibraciones
Fenómenos tan diversos como el Jardín de Findhorn y
Feng Shui23 representan una diversidad de estilos que
ilustran la importancia de estar en sintonía con la naturaleza y el
cosmos. En la Nueva Era no existe distinción entre el bien y el
mal. Las acciones humanas son fruto de la iluminación o de la ignorancia.
De aquí que no podamos condenar a nadie, y que nadie tenga necesidad de
perdón. Creer en la existencia del mal sólo puede crear negatividad y
temor. La respuesta a la negatividad es el amor. Pero no del tipo
que tiene que traducirse en acciones; es más una cuestión de actitudes de
la mente. El amor es energía, una vibración de alta frecuencia; el secreto
de la felicidad y de la salud consiste en sintonizar con la gran cadena
del ser, de encontrar el propio puesto en ella. Los maestros y las
terapias de la Nueva Era afirman ofrecer la clave para encontrar
las correspondencias entre todos los elementos del universo, de modo que
uno pueda modular la tonalidad de su vida y estar en armonía absoluta con
los demás y con cuanto lo rodea, si bien el trasfondo teórico varía de uno
a otro.24
2.2.3. Salud: una
vida dorada
La medicina formal (alopática) tiende en la actualidad a
limitarse a curar dolencias aisladas, concretas, y no logra una visión de
conjunto de la salud de la persona: esto ha provocado frecuentemente una
comprensible insatisfacción. La popularidad de las terapias alternativas
ha aumentado enormemente porque aseguran abarcar a la persona en su
totalidad y se dedican a sanar más que a curar. Como es
sabido, la sanidad holística se centra en el importante papel que
desempeña la mente en la curación física. Se dice que la conexión entre
los aspectos espirituales y físicos de la persona se encuentra en el
sistema inmunológico o en el sistema chakra hindú. Desde la
perspectiva de la Nueva Era, la enfermedad y el sufrimiento
proceden de una actuación contra la naturaleza. Cuando se está en sintonía
con la naturaleza, cabe esperar una vida más saludable e incluso una
prosperidad material. Según algunos sanadores de la Nueva Era, en
realidad no tendríamos por qué morir. El desarrollo de nuestro potencial
humano nos pondrá en contacto con nuestra divinidad interior y con
aquellas partes de nuestro yo alienadas o suprimidas. Esto se revela sobre
todo en los Estados de Conciencia Alterados (Alterated States of
Consciuousness, ASCs), inducidos por las drogas o por diversas
técnicas de expansión de la mente, particularmente en el contexto de la «
psicología transpersonal ». Se suele considerar al chamán como el
especialista de los estados de conciencia alterados, como aquel que es
capaz de mediar entre los reinos transpersonales de los dioses y los
espíritus y el mundo de los humanos.
Hay una notable variedad de enfoques que promueven la
salud holística, derivados unos de antiguas tradiciones culturales,
conectados otros con las teorías psicológicas desarrolladas en Esalen
durante los años 1960-1970. La publicidad relacionada con la Nueva Era
cubre un amplio espectro de prácticas, tales como la acupuntura, el
biofeedback, la quiropráctica, la kinesiología, la homeopatía, la
iridología, el masaje y varios tipos de « bodywork » (tales como
ergonomía, Feldenkrais, reflexología, Rolfing, masaje de polaridad, tacto
terapéutico, etc.), la meditación y la visualización, las terapias
nutricionales, sanación psíquica, varios tipos de medicina a base de
hierbas, la sanación mediante cristales (cristaloterapia), metales
(metaloterapia), música (musicoterapia) o colores (cromoterapia), las
terapias de reencarnación y, por último los programas en doce pasos y los
grupos de auto-ayuda.25 Se dice que la fuente de la sanación
está dentro de nosotros mismos, que la podemos alcanzar cuando estamos en
contacto con nuestra energía interior o con la energía cósmica.
En cuanto la salud incluye una prolongación de la vida, la
Nueva Era ofrece una fórmula oriental en términos occidentales.
Originariamente, la reencarnación formaba parte del pensamiento cíclico
hindú, basada en el atman o núcleo divino de la personalidad (más
tarde, el concepto de jiva), que se trasladaba de cuerpo a cuerpo
en un ciclo de sufrimiento (samsara), determinado por la ley del
karma, vinculado al comportamiento en las vidas pasadas. La esperanza
estriba en la posibilidad de nacer en un estado mejor o, definitivamente,
en la liberación de la necesidad de volver a nacer. A diferencia de la
mayoría de las tradiciones budistas, lo que vaga de cuerpo en cuerpo no es
un alma, sino un contínuum de conciencia. En ambas tradiciones, la vida
presente está encerrada en un proceso cósmico potencialmente infinito, sin
fin, que incluye incluso a los dioses. En occidente, después de Lessing,
la reencarnación se ha entendido de manera mucho más optimista, como un
proceso de aprendizaje y de realización individual progresiva. El
espiritismo, la teosofía, la antroposofía y la Nueva Era ven la
reencarnación como una participación en la evolución cósmica. Este enfoque
postcristiano de la escatología se considera como la respuesta a las
cuestiones no resueltas por la teodicea y prescinde del concepto de
infierno. Cuando el alma se separa del cuerpo, los individuos pueden
volver la mirada hacia toda su vida hasta ese instante y cuando el alma se
une a su nuevo cuerpo se obtiene una visión anticipada de la siguiente
fase de la vida. Uno puede acceder a sus vidas anteriores mediante los
sueños y las técnicas de meditación.26
2.2.4. Totalidad:
un viaje mágico al misterio
Una de las preocupaciones centrales del movimiento
Nueva Era es la búsqueda de « totalidad ». Invita a superar todas las
formas de « dualismo », ya que dichas divisiones son un producto insalubre
de un pasado menos iluminado. Las divisiones que según los promotores de
la Nueva Era se deben superar, incluyen la diferencia real entre el
Creador y la creación, la distinción real entre el hombre y la naturaleza
o entre el espíritu y la materia, todas las cuales son consideradas
erróneamente como formas de dualismo. Se da por supuesto que estas
tendencias dualistas están basadas en definitiva en las raíces
judeocristianas de la civilización occidental, cuando en realidad sería
más acertado vincularlas al gnosticismo, y en particular al maniqueísmo. A
la revolución científica y al espíritu del racionalismo moderno se los
considera culpables especialmente de la tendencia a la fragmentación que
considera las unidades orgánicas como mecanismos reducibles a sus
componentes más pequeños, que pueden explicarse a continuación en función
de estos últimos, así como de la tendencia a reducir el espíritu a la
materia, de manera que la realidad espiritual –incluyendo el alma– se
convierte en mero « epifenómeno » contingente de procesos esencialmente
materiales. En todas estas áreas, las alternativas de la Nueva Era
reciben el apelativo de « holísticas ». El holismo impregna todo el
movimiento Nueva Era, desde su interés por la salud holística hasta
la búsqueda de la conciencia unitiva, y desde la sensibilidad ecológica
hasta la idea de un « entramado » global.
2.3. Principios
fundamentales del pensamiento de la Nueva Era
2.3.1. Una respuesta
global en tiempos de crisis
« Tanto la tradición cristiana como la fe laica en el
progreso ilimitado de la ciencia tuvieron que hacer frente a una grave
ruptura manifestada por primera vez en las revueltas estudiantiles del
1968 ».27 La sabiduría de las viejas generaciones de repente se
quedó sin significado y sin respeto, mientras se desvanecía la
omnipotencia de la ciencia, de manera que la Iglesia ahora « tiene que
enfrentarse a una grave crisis en la transmisión de su fe a las
generaciones jóvenes ».28 La pérdida generalizada de confianza
en estos antiguos pilares de la conciencia y de la cohesión social ha ido
acompañada por un retorno inesperado de la religiosidad cósmica, de
rituales y creencias que muchos pensaban habían sido suplantados por el
cristianismo. Sólo que esta perenne corriente esotérica subterránea en
realidad nunca se había extinguido. En cambio, resultaba nuevo en el
contexto occidental el auge de la popularidad de la religión asiática,
bajo la influencia del movimiento teosófico de finales del siglo XIX que «
refleja la creciente conciencia de una espiritualidad global que incorpora
todas las tradiciones religiosas existentes ».29
La eterna cuestión filosófica de la unidad y la
multiplicidad tiene su forma moderna y contemporánea en la tentación no
sólo de superar una división indebida, sino incluso también la diferencia
y la distinción reales. Su expresión más común es el holismo, ingrediente
esencial de la Nueva Era y uno de los principales signos de los
tiempos en el último cuarto del siglo XX. Se han invertido grandes
energías en el esfuerzo por superar la división en compartimentos estancos
característica de la ideología mecanicista, pero esto ha provocado el
sometimiento a un entramado global que adquiere una autoridad
cuasi-trascendental. Sus implicaciones más obvias son el proceso de
transformación consciente y el desarrollo de la ecología.30 La
nueva visión, meta de la transformación consciente, ha tardado en
formularse y su puesta en práctica se ve obstaculizada por formas de
pensamiento más antiguas, a las que se considera atrincheradas en el
statu quo. En cambio, ha tenido un enorme éxito la generalización de
la ecología como fascinación por la naturaleza y resacralización de la
tierra, la Madre Tierra o Gaia, gracias al celo misionero
característico de los « verdes ». La raza humana como conjunto es el
agente ejecutivo de la Tierra y la armonía y comprensión que se
requieren para un gobierno responsable se va entendiendo de manera
progresiva como un gobierno global, con una estructura ética global. Se
considera que el calor de la Madre Tierra, cuya divinidad penetra toda la
creación, colma el vacío entre la creación y el Padre-Dios trascendente
del judaísmo y del cristianismo, eliminando la posibilidad de ser juzgado
por este último.
En esta visión de un universo cerrado, que contiene a «
Dios » y a otros seres espirituales junto con nosotros, se descubre un
panteísmo implícito. Es éste un punto fundamental que impregna todo el
pensamiento y la actuación de la Nueva Era y que condiciona de
antemano cualquier otra valoración positiva de tal o cual aspecto de su
espiritualidad. Como cristianos creemos, por el contrario, que « el hombre
es esencialmente una criatura y como tal permanece para siempre, de tal
forma que nunca será posible una absorción del yo humano en el Yo divino
».31
2.3.2. La
matriz principal del pensamiento de la Nueva Era
La matriz esencial del pensamiento de la Nueva Era
ha de buscarse en la tradición esotérico-teosófica que gozó de gran
aceptación en los círculos intelectuales europeos de los siglos XVIII y
XIX. En particular, tuvo vigencia en la francmasonería, el espiritismo, el
ocultismo y la teosofía, que compartían una especie de cultura esotérica.
En esta cosmovisión, el universo visible y el invisible están vinculados
por una serie de correspondencias, analogías e influencias entre el
microcosmos y el macrocosmos, entre los metales y los planetas, entre los
planetas y las diversas partes del cuerpo humano, entre el cosmos visible
y los ámbitos invisibles de la realidad. La naturaleza es un ser vivo,
atravesado por una red de simpatías y antipatías, animado por una luz y un
fuego secreto que los seres humanos tratan de controlar. Las personas
pueden conectar con los mundos superior o inferior mediante su imaginación
(órgano del alma o espíritu), o bien recurriendo a mediadores (ángeles,
espíritus, demonios) o rituales.
Las personas pueden ser iniciadas en los misterios del
cosmos, Dios, o el yo, por medio de un itinerario espiritual de
transformación. La meta última es la gnosis, la forma superior de
conocimiento, equivalente a la salvación. Implica una búsqueda de la más
antigua y elevada tradición de la filosofía (lo que se llama, de modo
inapropiado, philosophia perennis) y de la religión (teología
primordial), doctrina secreta (esotérica) que es la clave de todas las
tradiciones « exotéricas » accesibles a todos. Las enseñanzas esotéricas
se transmiten de maestro a discípulo en un programa gradual de
iniciación.
Algunos ven el esoterismo del siglo XIX como algo
totalmente secularizado. La alquimia, la magia, la astrología y otros
elementos del esoterismo tradicional se habían integrado completamente con
aspectos de la cultura moderna, incluyendo la búsqueda de las leyes
causales, el evolucionismo, la psicología y el estudio de las religiones.
Alcanzó su forma más clara en las ideas de Helena Blavatsky, una médium
rusa que, junto con Henry Olcott, fundó la Theosophical Society en
Nueva York en 1875. Esta sociedad tenía por objeto fundir elementos de las
tradiciones orientales y occidentales en una forma de espiritismo
evolucionista. Tenía tres objetivos principales:
1. « Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la
Humanidad, sin distinción de raza, credo o color ».
2. « Promover el estudio comparativo de la religión, la
filosofía y la ciencia ».
3. « Investigar las leyes desconocidas de la Naturaleza y
los poderes latentes del hombre ».
« El significado de estos objetivos... debería estar
claro. El primer objetivo rechaza implícitamente el “fanatismo irracional”
y el “sectarismo” del cristianismo tradicional tal como lo conciben los
espiritistas y los teósofos... Lo que no es inmediatamente evidente en
estos objetivos es que para los teósofos la “ciencia” significaba las
ciencias ocultas, y la filosofía, la occulta philosophia. O que
para ellos, las leyes de la naturaleza eran de índole oculta o psíquica y
esperaban que la religión comparativa desvelase una “tradición primordial”
modelada, en último término, a partir de una philosophia perennis
hermética ».32
Un componente destacado de los escritos de Madame
Blavatsky era la emancipación de la mujer, lo cual implicaba un ataque
contra el Dios « masculino » del judaísmo, del cristianismo y del Islam.
Invitaba a volver a la diosa madre del hinduismo y a la práctica de las
virtudes femeninas. Esta ideas continuaron bajo la guía de Annie Besant,
que se hallaba en la vanguardia del movimiento feminista. En la
actualidad, la Wicca (Véase el término en el glosario del apartado n. 7)
y la « espiritualidad de las mujeres » continúan esta lucha contra el
cristianismo « patriarcal ».
En su obra The Aquarian Conspiracy, « La
conspiración del Acuario », Marilyn Ferguson dedicó un capítulo a los
precursores de la Era de Acuario, aquellos que habían tejido una visión
transformadora basada en la expansión de la conciencia y en la experiencia
de la autotrascendencia. Dos de los mencionados son el psicólogo americano
William James y el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. James definió la
religión como experiencia, no como dogma y enseñó que los seres humanos
pueden cambiar sus actitudes mentales a fin de convertirse en arquitectos
de su propio destino. Jung puso de relieve el carácter trascendente de la
conciencia e introdujo la idea del inconsciente colectivo, una especie de
depósito de símbolos y recuerdos compartidos con personas de diversas
épocas y culturas diferentes. Según Wouter Hanegraaff, ambos personajes
contribuyeron a la « sacralización de la psicología », que se ha
convertido en un elemento fundamental del pensamiento y de la práctica de
la Nueva Era. En efecto, Jung « no sólo psicologizó el esoterismo,
sino que también sacralizó la psicología, llenándola de los contenidos de
la especulación esotérica. El resultado fue un corpus de teorías que
permite hablar de Dios cuando en realidad se quiere decir la propia
psique, y hablar de la propia psique cuando en realidad se quiere decir lo
divino. Si la psique es “mente”, y Dios también es “mente”, entonces
hablar de una cosa significa hablar de la otra ».33 A la
acusación de haber « psicologizado » el cristianismo responde que « la
psicología es el mito moderno y sólo podemos entender la fe en estos
términos ».34 Ciertamente, la psicología de Jung arroja luz
sobre muchos aspectos de la fe cristiana, especialmente sobre la necesidad
de enfrentarse a la realidad del mal. Pero sus convicciones religiosas son
tan diferentes a lo largo de las diversas etapas de su vida, que la imagen
de Dios que se desprende es sumamente confusa. Un elemento central de su
pensamiento es el culto al sol, donde Dios es la energía vital (libido)
del interior de la persona.35 Según afirmó él mismo « esta
comparación no es un mero juego de palabras ».36 Este es « el
dios interior » al que se refiere Jung, la divinidad esencial que creía
existía en todo ser humano. El camino hasta el universo interior pasa a
través del inconsciente y la correspondencia del mundo interior con el
exterior reside en el inconsciente colectivo.
La tendencia a intercambiar la psicología y la
espiritualidad fue retomada por el Movimiento del Potencial Humano cuando
éste se desarrolló a finales de los años sesenta en el Instituto Esalen de
California. La psicología transpersonal, fuertemente influida por las
religiones orientales y por Jung, ofrece un camino contemplativo donde la
ciencia se encuentra con la mística. El énfasis que se pone en la
corporeidad, la búsqueda de métodos para expandir la conciencia y el
cultivo de los mitos del inconsciente colectivo eran todos acicates para
buscar al « Dios interior » dentro de uno mismo. Para realizar el propio
potencial había que ir más allá del ego individual a fin de
convertirse en el dios que uno es en lo más hondo de sí mismo. Esto se
podía llevar a cabo escogiendo la terapia adecuada: la meditación, las
experiencias parapsicológicas, el uso de drogas alucinógenas. Todos estos
eran los caminos para lograr « experiencias cumbre », experiencias «
místicas » de fusión con Dios y con el cosmos.
El símbolo de Acuario, tomado de la mitología astrológica,
llegó a convertirse en la expresión del deseo de un mundo radicalmente
nuevo. Los dos centros que constituían el centro propulsor inicial de la
Nueva Era (y que siguen siéndolo hasta cierto punto) eran la
Comunidad-Jardín de Findhorn, en el nordeste de Escocia, y el Centro para
el Desarrollo del Potencial Humano de Esalen, en Big Sur, California, en
los Estados Unidos. Sin embargo, lo que más alimenta la difusión de la
Nueva Era es el desarrollo de una progresiva conciencia global y la
percepción creciente de una crisis ecológica inminente.
2.3.3. Temas
centrales de la Nueva Era
La Nueva Era no es una religión propiamente dicha,
pero se interesa por lo que se denomina « divino ». La esencia de la
Nueva Era es la libre asociación de diversas actividades, ideas y
personas, a las que se podría aplicar esta denominación. No existe, en
efecto, una sola articulación de doctrinas parecida a la de las grandes
religiones. A pesar de ello, y a pesar de la enorme variedad que hay en la
Nueva Era, existen ciertos puntos comunes:
– el cosmos se ve como un todo orgánico;
– está animado por una Energía, que también se identifica
con el Alma divina o Espíritu;
– se cree en la mediación de varias entidades
espirituales: los seres humanos son capaces de ascender a esferas
superiores invisibles y de controlar sus propias vidas más allá de la
muerte;
– se defiende la existencia de un « conocimiento perenne »
que es previo y superior a todas las religiones y culturas;
– las personas siguen a maestros iluminados...
2.3.4. ¿Qué dice la Nueva Era sobre...
2.3.4.1. ...la
persona humana?
La Nueva Era implica una creencia fundamental en la
perfectibilidad de la persona humana mediante una amplia variedad de
técnicas y terapias (en contraposición con la idea cristiana de
cooperación con la gracia divina). Existe una coincidencia de fondo con la
idea de Nietzsche de que el cristianismo ha impedido la manifestación
plena de la humanidad genuina. En este contexto, la perfección significa
alcanzar la propia realización según un orden de valores que nosotros
mismos creamos y que alcanzamos por nuestras propias fuerzas: de ahí que
podamos hablar de un yo auto-creador. Desde esta óptica, hay más
diferencia entre los humanos tal como son ahora y como serán cuando hayan
realizado su potencial, que la que existe actualmente entre los humanos y
los antropoides.
Resulta útil distinguir entre el esoterismo, o
búsqueda de conocimiento, y la magia, u ocultismo: esta última es
un medio para obtener poder. Algunos grupos son a la vez esotéricos y
ocultistas. En el centro del ocultismo hay una voluntad de poder basada en
el sueño de volverse divino. Las técnicas de expansión de la mente tienen
por objeto revelar a las personas su poder divino. Utilizando ese poder,
preparan el camino para la Era de la Iluminación. Esta exaltación de la
humanidad, cuya forma extrema es el satanismo, subvierte la correcta
relación entre el Creador y la criatura. Satán se convierte en el símbolo
de una rebelión contra las convenciones y las reglas, símbolo que con
frecuencia adopta formas agresivas, egoístas y violentas. Algunos grupos
evangélicos han manifestado su preocupación por la presencia subliminal de
lo que consideran simbolismo satánico en algunas variedades de música
rock, que ejercen una profunda influencia en los jóvenes. En cualquier
caso, dista mucho del mensaje de paz y armonía que se encuentra en el
Nuevo Testamento y con frecuencia es una de las consecuencias de la
exaltación de la humanidad cuando implica la negación de un Dios
trascendente.
Pero no se trata solamente de algo que afecte a los
jóvenes. Los temas básicos de la cultura esotérica también están presentes
en los ámbitos de la política, la educación y la legislación.37
Esto se aplica especialmente a la ecología. Su fuerte acentuación
del biocentrismo niega la visión antropológica de la Biblia, según la cual
el hombre es el centro del mundo por ser cualitativamente superior a las
demás formas de vida natural. El ecologismo desempeña hoy un papel
destacado en la legislación y en la educación, a pesar de que de este modo
infravalora al ser humano. La misma matriz cultural esotérica puede
hallarse en la teoría ideológica subyacente a la política de control de la
natalidad y los experimentos de ingeniería genética, que parecen expresar
el sueño humano de re-crearse a sí mismos. Se espera lograr este sueño
descifrando el código genético, alterando las reglas naturales de la
sexualidad y desafiando los límites de la muerte.
En lo que podría llamarse un relato típico de la Nueva
Era, las personas nacen con una chispa divina, en un sentido que
recuerda el gnosticismo antiguo. Esta chispa las vincula a la unidad del
Todo, por lo que son esencialmente divinas, si bien participan de la
divinidad cósmica según distintos niveles de conciencia. Somos
co-creadores y creamos nuestra propia realidad. Muchos autores de la
Nueva Era sostienen que somos nosotros quienes elegimos las
circunstancias de nuestra vidas (incluso nuestra propia enfermedad y
nuestra propia salud). En esta visión, cada individuo es considerado
fuente creadora del universo. Pero necesitamos hacer un viaje para
comprender plenamente dónde encajamos dentro de la unidad del cosmos. El
viaje es la psicoterapia y el reconocimiento de la conciencia universal,
la salvación. No existe el pecado; sólo hay conocimiento imperfecto. La
identidad de cada ser humano se diluye en el ser universal y en el proceso
de sucesivas encarnaciones. Los hombres están sometidos al influjo
determinante de las estrellas, pero pueden abrirse a la divinidad que vive
en su interior, en una búsqueda continua (mediante las técnicas
apropiadas) de una armonía cada vez mayor entre el yo y la energía cósmica
divina. No se necesita Revelación o Salvación alguna que lleguen a las
personas desde fuera de ellas mismas, sino sencillamente experimentar la
salvación escondida en el propio interior (auto-salvación), dominando las
técnicas psicofísicas que conducen a la iluminación definitiva.
Algunas etapas del camino hasta la auto-redención son
preparatorias (la meditación, la armonía corporal, la liberación de
energías de auto-sanación). Son el punto de partida para procesos de
espiritualización, perfección e iluminación que ayudan a las personas a
adquirir mayor autocontrol y una concentración psíquica en la «
transformación » del yo individual en « conciencia cósmica ». El destino
de la persona humana es una serie de encarnaciones sucesivas del alma en
cuerpos distintos. Esto se entiende no como el ciclo de samsara, en
el sentido de purificación como castigo, sino como una ascensión gradual
hacia el desarrollo perfecto del propio potencial.
La psicología se utiliza para explicar la expansión de la
mente como experiencia « mística ». El yoga, el zen, la meditación
trascendental y los ejercicios tántricos conducen a una experiencia de
plenitud del yo o iluminación. Se cree que las « experiencias cumbre »
(volver a vivir el propio nacimiento, viajar hasta las puertas de la
muerte, el biofeedback, la danza e incluso las drogas, cualquier
cosa que pueda provocar un estado de conciencia alterado) conducen a la
unidad y a la iluminación. Como sólo hay una Mente, algunas personas
pueden ser canales, cauces para los seres superiores. Cada parte de
este único ser universal está en contacto con todas las demás partes. El
enfoque clásico de la Nueva Era es la psicología transpersonal,
cuyos conceptos básicos son la Mente Universal, el Yo Superior, el
inconsciente colectivo y personal y el ego individual. El Ser Superior es
nuestra identidad real, un puente entre Dios como Mente divina y la
humanidad. El desarrollo espiritual consiste en el contacto con el Ser
Superior, que supera todas las formas de dualismo entre el sujeto y el
objeto, la vida y la muerte, la psique y el soma, el yo y los aspectos
fragmentarios de ese mismo yo. Nuestra personalidad limitada es como una
sombra o un sueño creados por el yo real. El Ser Superior contiene los
recuerdos de las (re-)encarnaciones anteriores.
2.3.4.2. ...Dios?
La Nueva Era muestra una notable preferencia por
las religiones orientales o precristianas, a las que se considera
incontaminadas por las distorsiones judeocristianas. De aquí el gran
respeto que merecen los antiguos ritos agrícolas y los cultos de
fertilidad. « Gaia », la Madre Tierra, se presenta como alternativa a Dios
Padre, cuya imagen se ve vinculada a una concepción patriarcal del dominio
masculino sobre la mujer. Se habla de Dios, pero no se trata de un Dios
personal. El Dios del que habla la Nueva Era no es ni personal ni
trascendente. Tampoco es el Creador que sostiene el universo, sino una «
energía impersonal », inmanente al mundo, con el cual forma una « unidad
cósmica »: « Todo es uno ». Esta unidad es monista, panteísta o, más
exactamente, panenteísta. Dios es el « principio vital », « el espíritu o
alma del mundo », la suma total de la conciencia que existe en el mundo.
En cierto sentido, todo es Dios. Su presencia es clarísima en los aspectos
espirituales de la realidad, de modo que cada menteespíritu es, en cierto
sentido, Dios.
La « energía divina », cuando es recibida conscientemente
por los seres humanos, suele describirse como « energía crística ».
También se habla de Cristo, pero con ello no se alude a Jesús de Nazaret.
« Cristo » es un título aplicado a alguien que ha llegado a un estado de
conciencia donde el individuo se percibe como divino y puede, por tanto,
pretender ser « Maestro universal ». Jesús de Nazaret no fue el
Cristo, sino sencillamente una de las muchas figuras históricas en las que
se reveló esa naturaleza « crística », al igual que Buda y otros. Cada
realización histórica del Cristo muestra claramente que todos los
seres humanos son celestes y divinos y los conduce hacia esa realización.
El nivel más íntimo y personal (« psíquico ») en el que
los seres humanos « oyen » esta « energía cósmica divina » se llama
también « Espíritu Santo ».
2.3.4.3.
...el mundo?
El paso del modelo mecanicista de la física clásica al «
holístico » de la moderna física atómica y subatómica, basado en la
concepción de la materia como ondas o quantos de energía en lugar
de partículas, es central para el pensamiento de la Nueva Era. El
universo es un océano de energía que constituye un todo único o entramado
de vínculos. La energía que anima al organismo único del universo es el «
espíritu ». No hay alteridad entre Dios y el mundo. El mundo mismo es
divino y está sometido a un proceso evolutivo que lleva de la materia
inerte a una « conciencia superior y perfecta ». El mundo es increado,
eterno y autosuficiente. El futuro del mundo se basa en un dinamismo
interno, necesariamente positivo, que conduce a la unidad reconciliada
(divina) de todo cuanto existe. Dios y mundo, alma y cuerpo, inteligencia
y sentimiento, cielo y tierra son una única e inmensa vibración de
energía.
El libro de James Lovelock sobre la hipótesis Gaia afirma
que « todo el ámbito de la materia viva de la tierra, desde las ballenas
hasta los virus y desde los robles hasta las algas, podría considerarse
como una única entidad viviente, capaz de manipular la atmósfera de la
tierra para adaptarla a sus necesidades generales y dotada de facultades y
poderes que superan con mucho los de sus partes constitutivas ».38
Para algunos, la hipótesis Gaia es « una extraña síntesis de
individualismo y colectivismo. Parece como si la Nueva Era, tras
haber arrancado a las personas de la política fragmentaria, estuviera
deseando arrojarlas a la gran marmita de la mente global ». El cerebro
global necesita instituciones con las cuales gobernar, en otras palabras,
un gobierno mundial. « Para afrontar los problemas de hoy día, la Nueva
Era sueña con una aristocracia espiritual al estilo de la República
de Platón, dirigida por sociedades secretas... ».39 Acaso
sea un modo exagerado de plantear la cuestión, pero hay numerosas pruebas
de que el elitismo gnóstico y el gobierno global coinciden en muchos temas
de la política internacional.
Todo cuanto hay en el universo esta interrelacionado. En
efecto, cada parte es en sí misma una imagen de la totalidad. El todo está
en cada cosa y cada cosa en el todo. En la « gran cadena del ser », todos
los seres están íntimamente vinculados y forman una sola familia con
diferentes grados de evolución. Toda persona humana es un holograma,
una imagen de la creación entera, en la cual cada cosa vibra con su
propia frecuencia. Cada ser humano es una neurona del sistema nervioso
central y todas las entidades individuales se hallan en relación de
complementariedad unas con otras. En realidad, hay una complementariedad o
androginia interna en toda la creación.40
Uno de los temas recurrentes en los escritos y en el
pensamiento de la Nueva Era es el « nuevo paradigma » que ha puesto
de manifiesto la ciencia contemporánea. « La ciencia nos ha permitido una
visión de la totalidad y de los sistemas, nos ha dado estímulo y
transformación. Estamos aprendiendo a comprender las tendencias, a
reconocer los signos iniciales de un paradigma más prometedor. Creamos
panoramas alternativos del futuro. Comunicamos los fallos de los viejos
sistemas y forzamos nuevos contextos para resolver problemas en todas las
áreas ».41 Hasta aquí, el « cambio de paradigma » es un cambio
radical de perspectiva, pero nada más. La cuestión es saber si pensamiento
y cambio real serán proporcionados y si puede demostrarse la eficacia que
tendría una transformación interior sobre el mundo exterior. Es obligado
preguntarse, aun sin expresar un juicio negativo, hasta qué punto puede
considerarse científico un proceso mental que incluye afirmaciones como
ésta: « La guerra es inconcebible en una sociedad de personas autónomas
que han descubierto la interconexión de toda la humanidad, que no temen
ideas extrañas ni culturas extranjeras, que saben que todas las
revoluciones comienzan en el interior y que no se puede imponer el propio
tipo de iluminación a nadie ».42 No es lógico deducir que,
puesto que algo es inconcebible, no podrá suceder. Este es el tipo de
razonamiento típicamente gnóstico, en el sentido de que confiere demasiado
peso al conocimiento y a la conciencia. Y esto no significa negar el papel
fundamental y crucial del desarrollo de la conciencia en los
descubrimientos científicos y en el proceso creativo, sino sencillamente
alertar contra la posibilidad de imponer sobre la realidad exterior lo que
hasta el momento sólo está en la mente.
2.4. «
¿Habitantes del mito o de la historia? »:43 La Nueva Era
y la cultura
« En realidad, el atractivo de la Nueva Era tiene
que ver con el interés por el yo, su valor, sus capacidades y problemas,
que la cultura actual fomenta. Mientras que la religiosidad tradicional,
con su organización jerárquica se adapta bien a la comunidad, la
espiritualidad no tradicional se adapta bien al individuo. La Nueva Era
es “del” yo en la medida en que fomenta la celebración de lo que ha de
ser y devenir; y es “para” el yo en la medida en que, al diferenciarse de
lo establecido, está en una situación capaz de afrontar los problemas
generados por las formas de vida convencionales ».44
El rechazo a la tradición en su forma patriarcal,
jerárquica, tanto social como eclesial, conlleva la búsqueda de una forma
alternativa de sociedad, inspirada claramente en el concepto moderno del
yo. Muchos escritos de la Nueva Era defienden que no se puede hacer
nada (directamente) para cambiar el mundo y en cambio se ha de hacer todo
para cambiarse a sí mismo. Cambiar la conciencia individual se entiende
como la manera (indirecta) de cambiar el mundo. El instrumento más
importante para el cambio social es el ejemplo individual. El
reconocimiento universal de tales ejemplos personales llevará
paulatinamente a la transformación de la mente colectiva, transformación
que será el logro más importante de nuestro tiempo. Esto forma parte,
claramente, del paradigma holístico y constituye una nueva formulación de
la clásico problema filosófico de la unidad y la pluralidad. También está
relacionada con el planteamiento jungiano de la correspondencia y el
rechazo de la causalidad. Los individuos son representaciones
fragmentarias del holograma planetario; mirando al propio interior, no
sólo se conoce el universo, sino que también es posible
cambiarlo. Sólo que cuanto más se mira al interior, más pequeño se
torna el escenario político. Es difícil saber si este planteamiento puede
encajar con la retórica de la participación democrática en un nuevo orden
planetario, o si por el contrario se trata de una manera inconsciente y
sutil de privar de poder a las personas, dejándolas a merced de la
manipulación. La actual preocupación por los problemas planetarios (los
temas ecológicos, el agotamiento de los recursos naturales, el exceso de
población, la diferencia económica entre norte y sur, el enorme arsenal
nuclear, la inestabilidad política) ¿favorecen o impiden el compromiso con
otras cuestiones políticas y sociales igualmente acuciantes? El antiguo
adagio « la caridad bien entendida empieza por uno mismo » puede
proporcionar un sano equilibrio a la manera de abordar dichos temas.
Algunos observadores de la Nueva Era detectan un autoritarismo
siniestro detrás de la aparente indiferencia respecto a la política. El
mismo David Spangler señala que una de las sombras de la Nueva Era
es « una capitulación sutil frente a la impotencia y la irresponsabilidad
esperando que llegue la Nueva Era en vez de ser creadores activos
de plenitud en la propia vida ».45
Sería ciertamente exagerado afirmar que el quietismo es
general en las actitudes de la Nueva Era. Con todo, una de las
principales críticas al movimiento Nueva Era es que la búsqueda
individualista de la propia realización en el fondo puede actuar en contra
de una sólida cultura religiosa. A este propósito, conviene destacar tres
puntos:
– Cabe preguntarse si la Nueva Era posee
coherencia intelectual para proporcionar una imagen completa del mundo
a partir de una cosmovisión que pretende integrar la naturaleza y la
realidad espiritual. La Nueva Era ve el universo occidental
escindido a causa de las categorías de monoteísmo, trascendencia,
alteridad y separación. Descubre un dualismo fundamental en divisiones
como las que hay entre real e ideal, relativo y absoluto, finito e
infinito, humano y divino, sacro y profano, pasado y presente, que remiten
todas a la « conciencia infeliz » de Hegel y son responsables de una
situación considerada trágica. La respuesta de la Nueva Era es la
unidad mediante la fusión: pretende reconciliar alma y cuerpo, femenino y
masculino, espíritu y materia, humano y divino, tierra y cosmos,
trascendente e inmanente, religión y ciencia, las diferencias entre las
religiones, el Yin y el Yang. Ya no hay, pues, alteridad. Lo que queda, en
términos humanos, es la transpersonalidad. El mundo de la Nueva Era
no es problemático: no queda nada por alcanzar. Pero la cuestión
metafísica de la unidad y la pluralidad sigue sin respuesta, tal vez sin
plantearse siquiera; se lamentan los efectos de la desunión y de la
división, pero la respuesta es una descripción de cómo aparecerían las
cosas en otra óptica.
– La Nueva Era importa fragmentariamente prácticas
religiosas orientales y las reinterpreta para adaptarlas a los
occidentales. Esto implica un rechazo del lenguaje del pecado y de la
salvación, sustituido con el lenguaje moralmente neutro de la dependencia
y la recuperación. Las referencias a las influencias extraeuropeas son a
veces una mera « pseudo-orientalización » de la cultura occidental.
Además, difícilmente se trata de un diálogo auténtico. En un ambiente
donde las influencias grecorromanas y judeocristianas resultan
sospechosos, las orientales se utilizan precisamente porque son una
alternativa a la cultura occidental. La ciencia y la medicina
tradicionales son consideradas inferiores a los enfoques holísticos, e
igual sucede con las estructuras patriarcales y particulares en la
política y en la religión. Todas estas cosas serán obstáculos para la
venida de la Era de Acuario. Una vez más, está claro que, en realidad,
optar por las alternativas de la Nueva Era implica una ruptura
total con la tradición de origen. Habría que preguntarse si realmente es
una actitud tan madura y tan liberada como se suele pensar.
– Las tradiciones religiosas auténticas promueven la
disciplina con el objetivo último de adquirir sabiduría, ecuanimidad y
compasión. La Nueva Era refleja el anhelo profundo e
inextinguible que hay en la sociedad de una cultura religiosa íntegra, de
una visión más general e iluminadora de lo que los políticos suelen
ofrecer. Pero no está claro si los beneficios de una visión basada en la
permanente expansión del yo son para los individuos o para las sociedades.
Los cursos de formación de la Nueva Era (lo que solía llamarse «
Cursos de Formación Erhard » Erhard Seminar Trainings [EST], etc.)
conjugan los valores contraculturales con la necesidad de triunfar, la
satisfacción interior con el éxito externo. El curso de retiro « Espíritu
de los Negocios » de Findhorn transforma la experiencia del trabajo con el
fin de aumentar la productividad. Algunos adeptos de la Nueva Era
se adhieren a ella no sólo para ser más auténticos y espontáneos, sino
también para enriquecerse (mediante la magia, etc.). « Los cursos de
formación la Nueva Era tienen también resonancias de ideas en
cierto modo más humanistas que las extendidas en el mundo de los negocios,
lo que hace que al hombre de negocios con mentalidad empresarial le
resulten más atractivos. Las ideas tienen que ver con el lugar de trabajo,
como “un entorno de aprendizaje”, que “humaniza el trabajo”, “humaniza al
jefe”, donde “las personas son lo primero” o “se libera el potencial”. Tal
como las presentan los formadores de la Nueva Era, es probable que
atraigan a los hombres de negocios que ya han participado en otros cursos
de formación de corte humanista (laico) y que quieren dar un paso más:
interesados en su crecimiento personal, su felicidad y su entusiasmo y al
mismo tiempo en su productividad económica ».46 Así, está claro
que las personas involucradas buscan realmente sabiduría y ecuanimidad en
beneficio propio, pero ¿en qué medida las actividades en que participan
les capacitan para trabajar por el bien común? Aparte de la cuestión de la
motivación, todos estos fenómenos deben ser juzgados por sus frutos, y la
pregunta que hay que plantearse es si promueven el yo o promueven la
solidaridad, no sólo con las ballenas, los árboles o personas de
mentalidad similar, sino con el conjunto de la creación: incluyendo a la
humanidad entera. Las peores consecuencias de toda filosofía del egoísmo,
tanto si es adoptada por las instituciones como por amplios sectores
sociales, son lo que el Cardenal Joseph Ratzinger define un conjunto de «
estrategias para reducir el número de los que se sienten a comer a la mesa
de la humanidad ».47 Este es un criterio clave con el que se
debe evaluar el impacto de cualquier filosofía o teoría. El cristianismo
busca siempre medir los esfuerzos humanos por su apertura al Creador y a
las demás criaturas, un respeto firmemente basado en el amor.
2.5. ¿Por qué ha
crecido la Nueva Era con tanta rapidez y se ha difundido de
manera tan eficaz?
Por muchas objeciones y críticas que suscite, la Nueva
Era es un intento de llevar calor a un mundo que muchos experimentan
como desabrido y despiadado. Como reacción frente a la modernidad, opera
casi siempre en el nivel de los sentimientos, instintos y emociones. La
angustia ante un futuro apocalíptico de inestabilidad económica,
incertidumbre política y cambios climáticos desempeña un papel importante
en la búsqueda de una relación alternativa y decididamente optimista con
el cosmos. Hay una búsqueda de plenitud y felicidad, con frecuencia en un
nivel explícitamente espiritual. Pero es significativo que la Nueva Era
haya gozado de un éxito enorme en una era que puede caracterizarse por
la exaltación casi universal de la diversidad. La cultura
occidental ha dado un paso más allá de la tolerancia –en el sentido de
aceptar a regañadientes o soportar la idiosincrasia de personas o grupos
minoritarios– a la erosión consciente del respeto a la normalidad. La
normalidad se presenta como un concepto con connotaciones moralistas,
vinculado necesariamente a normas absolutas. Para un número creciente de
personas, las creencias o normas absolutas indican sólo la incapacidad de
tolerar las ideas y convicciones de los demás. En este ambiente, se han
puesto de moda los estilos de vida alternativos: ser diferente no sólo es
aceptable, sino positivamente bueno.48
Es esencial tener en cuenta que las personas se relacionan
con la Nueva Era de maneras muy distintas y en grados diversos. En
la mayoría de los casos no se trata realmente de una « pertenencia » a un
grupo o movimiento. Tampoco hay una conciencia muy clara de los principios
sobre los que se basa la Nueva Era. Aparentemente, la mayoría de la
gente se siente atraída por terapias o prácticas concretas, sin
conocimiento de los planteamientos de fondo que éstas conllevan; otros no
son más que consumidores ocasionales de productos que llevan la etiqueta «
Nueva Era ». Quienes utilizan la aromatoterapia o escuchan música
New Age, por ejemplo, suelen estar interesados por el efecto que
tienen en su salud o bienestar. Tan sólo una minoría profundiza en estos
temas y trata de entender su significado teórico (o « místico »). Lo cual
encaja perfectamente con los esquemas de las sociedades de consumo en las
que el ocio y el entretenimiento desempeñan un papel fundamental. El «
movimiento » se ha adaptado perfectamente a las leyes del mercado y el
hecho de que la Nueva Era se haya difundido tanto se debe en parte
a que resulta una propuesta económica muy atractiva. La Nueva Era,
al menos en algunas culturas, se presenta como una etiqueta para un
producto creado, aplicando los principios de la mercadotecnia a un
fenómeno religioso.49 Siempre habrá un modo de aprovecharse de
las necesidades espirituales de la gente. Como muchos otros elementos de
la economía contemporánea, la Nueva Era es un fenómeno global que
se mantiene unido y se alimenta gracias a la información de los medios de
comunicación de masas. Se puede discutir si fueron los medios de
comunicación quienes crearon este fenómeno o no; lo que está claro es que
la literatura popular y las comunicaciones de masas garantizan una rápida
difusión, a escala universal, de las nociones comunes defendidas por los «
creyentes » y simpatizantes. Sin embargo, no es posible saber si esta
difusión tan rápida de las ideas obedece al azar o bien a un proyecto
deliberado, ya que se trata de comunidades muy poco rígidas. Al igual que
sucede en las « cibercomunidades » creadas por Internet, éste es un ámbito
en el que las relaciones entre las personas pueden ser o muy impersonales
o interpersonales sólo en un sentido muy selectivo.
La Nueva Era se ha hecho sumamente popular como un
vago conjunto de creencias, terapias y prácticas, elegidas y combinadas
con frecuencia según el propio gusto, independientemente de las
incompatibilidades o incongruencias que implique. Por lo demás, es lo que
cabe esperar de una cosmovisión conscientemente basada en el pensamiento
intuitivo del « lado derecho del cerebro ». Precisamente por eso es tan
importante descubrir y reconocer las características fundamentales de las
ideas de la Nueva Era. Lo que ésta ofrece suele describirse
sencillamente como algo « espiritual », más que como perteneciente a una
religión concreta. Sin embargo, los vínculos con algunas religiones
orientales concretas son mucho más estrechos de lo que imaginan algunos «
consumidores ». Naturalmente, esto es importante para los grupos de «
oración » en los que uno decide integrarse, pero es también un problema
real en la gestión de un número creciente de empresas, a cuyos empleados
se les exige hacer meditación y adoptar técnicas de expansión mental como
parte de la vida laboral.50
Valdría la pena añadir aún unas breves palabras sobre la
promoción organizada de la Nueva Era como ideología, pero se trata de un
asunto sumamente complejo. Frente a la Nueva Era, algunos grupos
han reaccionado con acusaciones generalizadas de « conspiración ». Se les
suele responder que estamos asistiendo a un cambio cultural espontáneo
cuya trayectoria está en gran parte determinada por influjos que escapan
al control humano. No obstante, basta señalar que la Nueva Era
comparte con un buen número de grupos internacionalmente influyentes el
objetivo de sustituir o trascender las religiones particulares para dejar
espacio a una religión universal que unifique a la humanidad.
Estrechamente relacionado con esto, hay un esfuerzo concertado por parte
de muchas instituciones para inventar una Ética Global, un esquema
ético que reflejaría la naturaleza global de la cultura, la economía y la
política contemporáneas. Aún más, la politización de las cuestiones
ecológicas influye en todo el tema de la hipótesis Gaia o culto de la
madre tierra.
3 LA NUEVA ERA
Y LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
3.1. La Nueva
Era como espiritualidad
Los promotores de la Nueva Era la definen como una
« nueva espiritualidad ». Parece irónico llamarla « nueva » cuando tantas
ideas están tomadas de las religiones y culturas antiguas. Lo realmente
nuevo en la Nueva Era es la búsqueda consciente de una alternativa
a la cultura occidental y a sus raíces religiosas judeocristianas. «
Espiritualidad », en este sentido, indica la experiencia interior de
armonía y unidad con la totalidad de la realidad, que sana los
sentimientos de imperfección y finitud de toda persona humana. Las
personas descubren su profunda conexión con la fuerza o energía universal
sagrada que constituye el núcleo de toda vida. Cuando han llevado a cabo
este descubrimiento, pueden emprender el camino hacia la perfección que
les permitirá ordenar sus vidas y su relación con el mundo, y ocupar su
propio puesto en el proceso universal del devenir y en la Nueva Génesis de
un mundo en constante evolución. El resultado es una mística cósmica51
basada en la toma de conciencia de un universo rebosante de energías
dinámicas. Así, la energía cósmica, la vibración, la luz, dios, el amor
–incluso el Ser supremo– todo se refiere a la misma y única realidad, la
fuente primaria presente en todo ser.
Esta espiritualidad consta de dos elementos distintos: uno
metafísico, otro psicológico. El componente metafísico procede de
las raíces esotéricas y teosóficas de la Nueva Era y es básicamente
una forma nueva de gnosis. El acceso a lo divino se produce por medio del
conocimiento de los misterios escondidos, en la búsqueda individual de «
lo real que hay detrás de lo que es sólo aparente, el origen más allá del
tiempo, lo trascendente más allá de lo meramente fugaz, la tradición
primordial detrás de la tradición meramente efímera, lo otro detrás del
yo, la divinidad cósmica detrás del individuo encarnado ». La
espiritualidad esotérica « es una investigación del Ser más allá de la
separación de los seres, una especie de nostalgia de la unidad perdida ».52
« Puede verse aquí la matriz gnóstica de la espiritualidad
esotérica. Ésta es palpable cuando los hijos de Acuario buscan la Unidad
Transcendente de las religiones. Tienden a escoger de las religiones
históricas sólo el núcleo esotérico, del cual pretenden ser guardianes. En
cierto modo niegan la historia y no aceptan que la espiritualidad pueda
tener sus raíces en el tiempo o en ninguna institución. Jesús de Nazaret
no es Dios, sino una de las muchas manifestaciones del Cristo cósmico y
universal ».53
El componente psicológico de este tipo de espiritualidad
procede del encuentro entre la cultura esotérica y la psicología (cf.
2.3.2). La Nueva Era se convierte así en una experiencia de
trasformación psico-espiritual personal, que se contempla como algo
análogo a la experiencia religiosa, después de una crisis personal o una
larga búsqueda espiritual. Para otros procede del uso de la meditación o
de algún tipo de terapia, o de experiencias paranormales que alteran los
estados de conciencia y proporcionan una penetración en la unidad de la
realidad.54
3.2. ¿Narcisismo
espiritual?
Diversos autores ven la espiritualidad de la Nueva Era
como una especie de narcisismo espiritual o pseudo-misticismo. Es
interesante notar que esta crítica ha sido formulada incluso por David
Spangler, un importante exponente de la Nueva Era, que en sus
últimas obras se distanció de los aspectos más esotéricos de esta
corriente de pensamiento.
Spangler escribió que en las formas más populares de la
Nueva Era « los individuos y los grupos viven sus propias fantasías de
aventura y poder, generalmente de forma ocultista o milenarista... La
característica principal de este nivel es la adhesión a un mundo privado
de satisfacción del ego y el consecuente alejamiento (aunque no siempre
sea evidente) del mundo. En este nivel, la Nueva Era se ha visto
poblada por seres extraños y exóticos, maestros, adeptos, extraterrestres.
Es un lugar de poderes psíquicos y misterios ocultos, de conspiraciones y
enseñanzas escondidas ».55
En una obra posterior, David Spangler enumera lo que
considera elementos negativos o « sombras » de la Nueva Era: «
alienación del pasado en nombre del futuro; adhesión a la novedad por la
novedad...; indiscriminación y falta de discernimiento en nombre de la
totalidad y de la comunión, de donde la incapacidad para entender o
respetar el papel de los límites...; confusión de los fenómenos psíquicos
con la sabiduría, de la “canalización” (cfr. Glosario) con la
espiritualidad, de la perspectiva de la Nueva Era con la verdad
última ».56 Pero, al cabo, Spangler está convencido de que el
narcisismo egoísta e irracional se limita solamente a unos pocos miembros.
Los aspectos positivos que subraya son la función de la Nueva Era
como imagen del cambio y como encarnación de lo sagrado, movimiento en el
que la mayoría de las personas son « grandes buscadores de la verdad »,
que trabajan en beneficio de la vida y del crecimiento interior.
David Toolan, un jesuita americano que pasó varios años en
el ambiente de la Nueva Era, analiza el aspecto comercial de muchos
productos y terapias que llevan la etiqueta Nueva Era (New Age).
Observa que los seguidores de la Nueva Era han descubierto la
vida interior y se sienten fascinados por la perspectiva de ser
responsables del mundo, pero que también se dejan vencer fácilmente por
una tendencia al individualismo y a enfocarlo todo como objeto de consumo.
En este sentido, aunque no sea cristiana, la espiritualidad de la Nueva
Era tampoco es budista, por cuanto no implica la negación de sí mismo.
El sueño de una unión mística parece conducir, en la práctica, a una unión
meramente virtual que, al cabo, deja a las personas aún más solas e
insatisfechas.
3.3. El Cristo cósmico
En los días primeros del cristianismo, los creyentes en
Jesucristo se vieron forzados a hacer frente a las religiones gnósticas.
No las ignoraron, sino que aceptaron el reto positivamente y aplicaron a
Cristo mismo los términos utilizados para con las divinidades cósmicas. El
ejemplo más claro es el famoso himno a Cristo en la carta de san Pablo a
los cristianos de Colosas:
« Él [Cristo] es imagen de Dios invisible, primogénito de
toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz » (Col 1, 15-20).
Aquellos primeros cristianos no esperaban la llegada de
ninguna edad nueva cósmica. Lo que celebraban con este himno era que la
Plenitud de todas las cosas había comenzado en Cristo. « En realidad el
tiempo se ha cumplido por el hecho mismo de que Dios, con la encarnación,
se ha introducido en la historia del hombre. La eternidad ha entrado en el
tiempo: ¿qué « cumplimiento » es mayor que éste? ¿Qué otro « cumplimiento
» sería posible? ».57 La creencia gnóstica en fuerzas cósmicas
y en una especie de oscuro destino elimina la posibilidad de una relación
con el Dios personal revelado en Cristo. Para los cristianos, el verdadero
Cristo cósmico es el que está presente activamente en los diversos
miembros de su cuerpo, que es la Iglesia. No dirigen su mirada a fuerzas
cósmicas impersonales, sino al amor afectuoso de un Dios personal.
Para ellos el bio-centrismo cósmico tiene que ser transferido a un
conjunto de relaciones sociales (en la Iglesia). Y no se encierran
en un esquema cíclico de acontecimientos cósmicos, sino que se centran en
el Jesús histórico, especialmente en su crucifixión y en su
resurrección. En la Carta a los Colosenses y en el Nuevo Testamento
hallamos una doctrina de Dios distinta de la que está implícita en el
pensamiento de la Nueva Era: la concepción cristiana de Dios es la
de una Trinidad de Personas que ha creado la raza humana deseando
compartir la comunión de la vida trinitaria con las personas creadas.
Entendido adecuadamente, esto significa que la auténtica espiritualidad no
consiste tanto en nuestra búsqueda de Dios, sino en que Dios
nos busca a nosotros.
En los círculos de la Nueva Era se ha hecho popular
otra visión, completamente distinta, del significado cósmico de Cristo. «
El Cristo Cósmico es el modelo divino que se conecta en la persona
de Jesucristo (pero no se limita en modo alguno a tal persona). El modelo
divino de conectividad se hizo carne y acampó entre nosotros (Jn
1, 14)... El Cristo Cósmico es el guía de un nuevo éxodo de la
servidumbre y de las ideas pesimistas de un universo mecanicista,
newtoniano, lleno de competitividad, ganadores y perdedores, dualismos,
antropocentrismo, y del aburrimiento que sobreviene cuando nuestro
maravilloso universo se describe como una máquina privada de misterio y
misticismo. El Cristo Cósmico es local e histórico, indudablemente íntimo
a la historia humana. El Cristo Cósmico podría vivir en la casa de al lado
o incluso en el interior más profundo y auténtico del propio yo ».58
Aunque posiblemente no todos los que están relacionados con la Nueva
Era estén de acuerdo con esta afirmación, sin embargo da en el clavo y
muestra con absoluta claridad dónde estriban las diferencias entre estas
dos visiones de Cristo. Para la Nueva Era, el Cristo Cósmico
aparece como un modelo que puede repetirse en muchas personas, lugares o
épocas. Es el portador de un enorme cambio de paradigma. Es, en
definitiva, un potencial dentro de nosotros.
Según la doctrina cristiana, Jesucristo no es un simple
modelo. Es una persona divina cuya figura humano-divina revela el misterio
del amor del Padre hacia cada persona a lo largo de la historia (Jn
3, 16). Vive en nosotros porque comparte su vida con nosotros, pero ésta
ni se nos impone ni es automática. Todos los seres humanos están invitados
a compartir su vida, a vivir « en Cristo ».
3.4. Mística cristiana
y mística Nueva Era
Para los cristianos, la vida espiritual consiste en una
relación con Dios que se va haciendo cada vez más profunda con la ayuda de
la gracia, en un proceso que ilumina también la relación con nuestros
hermanos. La espiritualidad, para la Nueva Era, significa
experimentar estados de conciencia dominados por un sentido de armonía y
fusión con el Todo. Así, « mística » no se refiere a un encuentro con el
Dios trascendente en la plenitud del amor, sino a la experiencia provocada
por un volverse sobre sí mismo, un sentimiento exaltante de estar en
comunión con el universo, de dejar que la propia individualidad se hunda
en el gran océano del Ser.59
Esta distinción fundamental es evidente en todos los
niveles de comparación entre la mística cristiana y la mística de la
Nueva Era. El método de purificación de la Nueva Era se basa en
la conciencia del malestar o de la alienación, que ha de ser vencido
mediante la inmersión en el Todo. Para convertirse, una persona necesita
hacer uso de técnicas que conducen a la experiencia de la iluminación.
Esto transforma la conciencia de la persona y la abre al contacto con la
divinidad, que se entiende como la esencia más profunda de la realidad.
Las técnicas y métodos que se ofrecen en este sistema
religioso inmanentista, que carece del concepto de Dios como persona,
proceden « desde abajo ». Aunque implican un descenso hasta las
profundidades del propio corazón o de la propia alma, constituyen una
empresa esencialmente humana por parte de la persona que busca elevarse
hasta la divinidad mediante sus esfuerzos. Con frecuencia es un « ascenso
» del nivel de conciencia hasta lo que se entiende como una percepción
liberadora del « dios interior ». No todos tienen acceso a tales técnicas,
cuyos beneficios quedan restringidos a una « aristocracia » espiritual
privilegiada.
Por el contrario, el elemento esencial de la fe cristiana
es que Dios se abaja hacia sus criaturas, particularmente a los más
humildes, a los más débiles y menos agraciados según los criterios del «
mundo ». Hay algunas técnicas espirituales que conviene aprender, pero
Dios es capaz de soslayarlas e incluso de prescindir de ellas. Para un
cristiano « su modo de acercarse a Dios no se fundamenta en una técnica,
en el sentido estricto de la palabra. Eso iría en contra del espíritu de
infancia exigido por el Evangelio. La auténtica mística cristiana nada
tiene que ver con la técnica: es siempre un don de Dios, cuyo beneficiario
se siente indigno ».60
Para los cristianos, la conversión consiste en volverse al
Padre, por medio del Hijo, dóciles al poder del Espíritu Santo. Cuanto más
se avanza en la relación con Dios –que es siempre y en todos los casos un
don gratuito–, más aguda es la necesidad de convertirse del pecado, de la
miopía espiritual y de la autocomplacencia, cosas todas que impiden un
abandono confiado de sí en Dios y una apertura a los demás.
Todas las técnicas de meditación necesitan purificarse de
la presunción y de la ostentación. La oración cristiana no es un ejercicio
de contemplación de sí mismo, quietud y vaciamiento de sí, sino un diálogo
de amor, que « implica una actitud de conversión, un éxodo del yo del
hombre hacia el Tú de Dios ».61 Conduce a un sometimiento cada
vez más completo a la voluntad de Dios, mediante el cual se nos invita a
una solidaridad profunda y auténtica con nuestros hermanos y hermanas.62
3.5. El « dios
interior » y la « theosis »
Este es un punto de contraste entre la Nueva Era y
el cristianismo. En la literatura New Age abunda la convicción de
que no existe un ser divino « ahí afuera » o que sea de alguna manera
distinto del resto de la realidad. Desde Jung en adelante, ha habido toda
una corriente que profesaba una creencia en « el dios interior ». Desde la
perspectiva de la Nueva Era, nuestro problema consiste en la
incapacidad de reconocer nuestra propia divinidad, una incapacidad que
puede superarse con ayuda de un guía y usando toda una serie de técnicas
para liberar nuestro potencial (divino) escondido. La idea fundamental es
que « Dios » se encuentra en el fondo de nuestro interior. Somos dioses y
descubrimos el poder ilimitado que hay dentro de nosotros despojándonos de
las capas de inautenticidad.63 Cuanto más se reconoce este
potencial, más se realiza. En este sentido la Nueva Era tiene su
propia idea de la theosis: transformarnos en dioses o, más
exactamente, reconocer y aceptar que somos divinos. Algunos dicen que
estamos viviendo en « una época en que nuestra comprensión de Dios tiene
que ser interiorizada: de un Dios omnipotente y externo a un Dios, fuerza
dinámica y creativa que se halla en el centro mismo de todo ser: Dios como
Espíritu.64
En el Prefacio al Libro V de Adversus Haereses, san
Ireneo se refiere a « Jesucristo, que, por medio de su amor trascendente,
se convirtió en lo que somos, para poder llevarnos a ser lo que él mismo
es ». Aquí la theosis, el modo cristiano de entender la
divinización, no se realiza solamente en virtud de nuestros esfuerzos,
sino con el auxilio de la gracia de Dios, que actúa en y por medio de
nosotros. Naturalmente, esto implica una conciencia inicial de nuestra
imperfección, incluso de nuestra condición pecadora, todo lo contrario de
la exaltación del yo. Además, se despliega como una introducción a la vida
de la Trinidad, un caso perfecto de distinción en el corazón mismo de la
unidad: sinergia y no fusión. Todo esto acontece como resultado de un
encuentro personal, del ofrecimiento de un nuevo género de vida. La vida
en Cristo no es algo tan personal y privado que quede restringido al
ámbito de la conciencia. Ni es tampoco un nivel nuevo de conciencia.
Implica una transformación de nuestro cuerpo y nuestra alma mediante la
participación en la vida sacramental de la Iglesia.
4 NUEVA ERA Y FE
CRISTIANA FRENTE A FRENTE
Resulta difícil separar los elementos individuales de la
religiosidad de la Nueva Era, por inocentes que puedan parecer, de
la estructura general que penetra todo el mundo conceptual del movimiento
Nueva Era. La naturaleza gnóstica de este movimiento exige que se
lo juzgue en su totalidad. Desde el punto de vista de la fe cristiana, no
es posible aislar algunos elementos de la religiosidad de la Nueva Era
como aceptables por parte de los cristianos y rechazar otros. Puesto
que el movimiento de la Nueva Era insiste tanto en la comunicación
con la naturaleza, en el conocimiento cósmico de un bien universal
–negando así los contenidos revelados de la fe cristiana–, no puede ser
considerado como algo positivo o inocuo. En un ambiente cultural marcado
por el relativismo religioso, es necesario alertar contra los intentos de
situar la religiosidad de la Nueva Era al mismo nivel que la fe
cristiana, haciendo que la diferencia entre fe y creencia parezca relativa
y creando mayor confusión entre los desprevenidos. En este sentido,
resulta útil a exhortación de San Pablo: « avisar a algunos que no enseñen
doctrinas extrañas, ni se dediquen a fábulas y genealogías interminables,
que son más a propósito para promover disputas que para realizar el plan
de Dios, fundado en la fe » (1 Tim 1, 3-4). Algunas prácticas
llevan erróneamente el marchamo Nueva Era, simplemente como
estrategia de mercado para venderse mejor, sin que estén realmente
asociadas a su cosmovisión. Lo cual únicamente crea mayor confusión. Es
por ello necesario identificar con precisión los elementos que pertenecen
al movimiento Nueva Era, que no pueden ser aceptados por quienes
son fieles a Cristo y a su Iglesia.
Las siguientes preguntas pueden ser el modo más simple
para evaluar algunos de los elementos centrales del pensamiento y de la
práctica de la Nueva Era desde una perspectiva cristiana. El
término Nueva Era se refiere a las ideas que circulan acerca de
Dios, el hombre y el mundo, las personas con quienes pueden dialogar los
cristianos en torno a temas religiosos, el material publicitario para
grupos de meditación, terapias y demás, las declaraciones explícitas sobre
la religión, etcétera. Algunas de estas preguntas aplicadas a personas e
ideas que no lleven explícitamente la etiqueta Nueva Era pondrían
de manifiesto otros vínculos, implícitos o inconscientes, con todo el
ambiente Nueva Era.
• ¿Dios es un ser con quien mantenemos una relación,
algo que se puede utilizar, o una fuerza que hay que dominar?
El concepto de Dios propio de la Nueva Era es un
tanto vago, mientras que el concepto cristiano es muy claro. El Dios de la
Nueva Era es una energía impersonal, en realidad una extensión o
componente particular del cosmos; Dios en este sentido es la fuerza vital
o alma del mundo. La divinidad se encuentra en cada ser, en una gradación
que va « desde el cristal inferior del mundo mineral hasta e incluso más
allá del mismo Dios Galáctico, del cual no podemos decir absolutamente
nada, salvo que no es un hombre, sino una Gran Conciencia ».65
En algunos escritos « clásicos » de la Nueva Era, está claro que
los seres humanos deben considerarse a sí mismos como dioses, lo cual se
desarrolla en unas personas más plenamente que en otras. Ya no hay que
buscar a Dios más allá del mundo, sino en lo hondo de mi yo.66
Incluso cuando « Dios » es algo exterior a mí, está ahí para ser
manipulado.
Esto es muy diferente de la concepción cristiana de
Dios, Creador del cielo y de la tierra y fuente de toda vida personal.
Dios es en sí mismo personal, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y ha creado el
universo a fin de compartir la comunión de su vida con las personas
creadas. « Dios, que “habita una luz inaccesible”, quiere comunicar su
propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de
ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos. Al revelarse a sí mismo, Dios
quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de
amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas ».67Dios
no se identifica con el principio vital entendido como el « Espíritu » o «
energía básica » del cosmos, sino que es ese amor, absolutamente diferente
del mundo, que está sin embargo presente en todo y conduce a los seres
humanos a la salvación.
•¿Hay un único Jesucristo o existen miles de
Cristos?
En la literatura de la Nueva Era Cristo es
presentado con frecuencia como un sabio, un iniciado o un avatar entre
muchos, mientras que en la tradición cristiana es el Hijo de Dios. He aquí
algunos puntos comunes de los enfoques New Age:
– El Jesús histórico, personal e individual, es distinto
del Cristo universal, eterno, impersonal;
– Jesús no es considerado el único Cristo;
– La muerte de Jesús en la Cruz, o bien se niega, o bien
se reinterpreta para excluir la idea de que pudiera haber sufrido como
Cristo;
– Los documentos extrabíblicos (como los evangelios
neo‑gnósticos) son considerados fuentes auténticas para el conocimiento de
aspectos de la vida de Cristo que no se hallan en el canon de la
Escritura. Otras revelaciones en torno a Cristo, proporcionadas por
entidades, guías espirituales y maestros venerables o incluso por las
Crónicas Akasha, son básicas para la cristología de la Nueva Era;
– Se aplica un tipo de exégesis esotérica a los textos
bíblicos para purificar al cristianismo de la religión formal que impide
el acceso a su esencia esotérica.68
En la tradición cristiana Jesucristo es el Jesús de
Nazaret del que hablan los Evangelios, el hijo de María y Unigénito de
Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, revelación plena de la Verdad
divina, único Salvador del mundo: « por nuestra causa fue crucificado en
tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer
día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha
del Padre ».69
• El ser humano: ¿existe un único ser universal o hay
muchos individuos?
« El objetivo de las técnicas de la Nueva Era es
reproducir los estados místicos a voluntad, como si fueran un asunto de
material de laboratorio. El renacer, el biofeedback, el aislamiento
sensorial, los mantras, el ayuno, la privación de sueño y la meditación
trascendental, son intentos para controlar esos estados y experimentarlos
continuamente ».70 Todas estas prácticas crean una atmósfera de
debilidad (y vulnerabilidad) psíquica. Cuando el objeto del ejercicio
consiste en reinventarnos a nosotros mismos, se plantea realmente la
pregunta acerca de quién soy « yo ». El « Dios interior » y la unión
holística con todo el cosmos subrayan esta pregunta. Las personalidades
individuales aisladas serían patológicas para la Nueva Era (según
su particular psicología transpersonal). Pero « el verdadero peligro es el
paradigma holístico. La Nueva Era es un pensamiento basado sobre
una unidad totalitaria y precisamente por eso es un peligro... ».71
Con un tono más suave: « Somos auténticos cuando nos “hacemos cargo” de
nosotros mismos, cuando nuestra opción y nuestras reacciones fluyen
espontáneamente de nuestras necesidades más profundas, cuando nuestro
comportamiento y nuestros sentimientos manifiestos reflejan nuestra
plenitud personal ».72 El Movimiento por el Potencial Humano es
el ejemplo más claro de la convicción de que los seres humanos son
divinos, o contienen una chispa divina dentro de sí mismos.
El enfoque cristiano procede de las enseñanzas de la
Escritura respecto a la naturaleza humana. Hombres y mujeres han sido
creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 27) y Dios los trata
con gran consideración, para sorpresa del salmista (cf. Ps 8). La
persona humana es un misterio plenamente revelado sólo en Jesucristo (cf.
GS 22), y de hecho se hace auténtica y adecuadamente humana en su relación
con Cristo por medio del don del Espíritu.73 Esto está
muy lejos de la caricatura del antropocentrismo atribuido al Cristianismo
y rechazado por muchos autores y seguidores de la Nueva Era.
• ¿Nos salvamos a nosotros mismos o la salvación es un
don gratuito de Dios?
La clave estriba en descubrir qué o quién creemos que nos
salva. ¿Nos salvamos a nosotros mismos por nuestras propias acciones, como
suele ser el caso en las explicaciones de la Nueva Era, o nos salva
el amor de Dios? Las palabras claves son realización de uno mismo,
plenitud del yo y auto-redención. La Nueva Era es
esencialmente pelagiana en su manera de entender la naturaleza humana.74
Para los cristianos, la salvación depende de la
participación en la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y de una
relación personal directa con Dios, más que de una técnica cualquiera. La
condición humana, afectada como está por el pecado original y por el
pecado personal, sólo puede ser rectificada por la acción de Dios: el
pecado es una ofensa contra Dios, y sólo Dios puede reconciliarnos
consigo. En el plan salvífico divino, los seres humanos han sido salvados
por Jesucristo, quien, como Dios y hombre, es el único mediador de la
redención. En el cristianismo, la salvación no es una experiencia del yo,
una inmersión meditativa e intuitiva dentro de uno mismo, sino mucho más:
el perdón del pecado, el ser levantado desde las profundas ambivalencias
del propio ser, el apaciguamiento de la naturaleza mediante el don de la
comunión con un Dios amoroso. El camino hacia la salvación no se halla
sencillamente en una transformación autoprovocada de la conciencia, sino
en la liberación del pecado y de sus consecuencias, que conduce a luchar
contra el pecado que hay en nosotros mismos y en la sociedad que nos
rodea. Esto nos conduce necesariamente hacia una solidaridad amorosa con
nuestros hermanos necesitados.
•¿Inventamos la verdad o la abrazamos?
La verdad para la Nueva Era tiene que ver con
buenas vibraciones, correspondencias cósmicas, armonía y éxtasis,
experiencias placenteras en general. Se trata de encontrar la propia
verdad en función del bienestar. La valoración de la religión y de las
cuestiones éticas obviamente está relacionada con las propias sensaciones
y experiencias.
En la doctrina cristiana, Jesucristo se presenta como «
el Camino, la Verdad y la Vida » (Jn 14, 6). A sus seguidores se
les pide que abran su vida entera a él y a sus valores, en otras palabras,
a un conjunto objetivo de exigencias que forman parte de una realidad
objetiva asequible en definitiva por todos.
•La oración y la meditación: ¿hablamos con
nosotros o con Dios?
La tendencia a confundir la psicología y la espiritualidad
aconseja recalcar que muchas de las técnicas de meditación ahora en uso no
son oración. A menudo son una buena preparación para la oración, y nada
más, aun cuando conduzcan a un estado de placidez mental o de bienestar
corporal. Las experiencias que se obtienen son realmente intensas, pero
quedarse en ese plano es quedarse solo, sin estar todavía en presencia del
Otro. Alcanzar el silencio puede enfrentarnos al vacío más que al silencio
contemplativo del amado. También es cierto que las técnicas para
profundizar en la propia alma son, en definitiva, una llamada a nuestra
propia capacidad de alcanzar lo divino, o incluso a llegar a ser divinos.
Si descuidan que es Dios quien va en búsqueda del corazón humano, no son
oración cristiana. Aun cuando se considera como un vínculo con la Energía
Universal, « esta “relación” fácil con Dios, donde la función de Dios se
concibe como la satisfacción de todas nuestras necesidades, revela el
egoísmo que hay en el corazón de la Nueva Era ».75
Las prácticas de la Nueva Era no son realmente oración,
pues suelen tratarse de introspección o de fusión con la energía cósmica,
en contraste con la doble orientación de la oración cristiana, que
comprende la introspección pero que es, sobre todo, un encuentro con Dios.
La mística cristiana, más que un mero esfuerzo humano, es esencialmente un
diálogo que « implica una actitud de conversión, un éxodo del yo del
hombre hacia el Tú de Dios ».76 « El cristiano, también
cuando está solo y ora en secreto, tiene la convicción de rezar siempre en
unión con Cristo, en el Espíritu Santo, junto con todos los santos para el
bien de la Iglesia ».77
• ¿Nos sentimos tentados a negar el pecado o aceptamos
que exista tal cosa?
En la Nueva Era no existe un verdadero concepto de
pecado, sino más bien el de conocimiento imperfecto. Lo que se necesita es
iluminación, que puede alcanzarse mediante particulares técnicas
psicofísicas. A quienes participan en actividades de la Nueva Era
no les dirán qué tienen que creer, qué tienen que hacer o no hacer, sino:
« Hay mil maneras de explorar la realidad interior. Ve adonde te conduzcan
tu inteligencia y tu intuición. Confía en ti ».78 La autoridad
se ha trasladado de Dios al interior del yo. Para la Nueva Era, el
problema más serio es la alienación respecto a la totalidad del cosmos, en
lugar de un fracaso personal o pecado. El remedio consiste en lograr estar
cada vez más inmerso en la totalidad del ser. En algunos escritos y
prácticas de la Nueva Era, está claro que una sola vida no basta,
por lo que tiene que haber reencarnaciones que permitan a las personas
realizar su potencial pleno.
En la perspectiva cristiana, « la realidad del pecado,
y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la
luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios
no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de
explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad
psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social
inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el
hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a
las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutualmente ».79
« El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia
recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo a
causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del
hombre y atenta contra la solidaridad humana... ».80 «
El pecado es una ofensa a Dios... se levanta contra el amor que Dios nos
tiene y aparta de Él nuestros corazones... El pecado es así “amor de sí
hasta el desprecio de Dios” ».81
• ¿Se nos anima a rechazar o a aceptar el sufrimiento y
la muerte?
Algunos autores de la Nueva Era ven el sufrimiento
como algo impuesto sobre el yo, como un mal karma (ver Glosario) o,
al menos, como un fallo del dominio de nuestros propios recursos. Otros se
centran en los métodos para alcanzar el éxito y la riqueza (e.g. Deepak
Chopra, José Silva et al.). En la Nueva Era, la reencarnación se ve
con frecuencia como un elemento necesario para el crecimiento espiritual,
una etapa de la evolución espiritual progresiva que comenzó antes de que
naciéramos y continuará después de que muramos. En nuestra vida presente,
la experiencia de la muerte de otras personas provoca una crisis
saludable.
Tanto la unidad cósmica como la reencarnación son
irreconciliables con la creencia cristiana de que la persona humana es un
ser único, que vive una sola vida de la que es plenamente responsable:
este modo de entender la persona pone en cuestión tanto la responsabilidad
personal como la libertad. Los cristianos saben que « en la cruz de Cristo
no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el
mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Cristo –sin culpa alguna
propia– cargó sobre sí “el mal total del pecado”. La experiencia de este
mal determinó la medida incomparable de sufrimiento de Cristo que se
convirtió en el precio de la redención... El Redentor ha sufrido en vez
del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la
redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento
mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a
participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano
ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el
sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de
redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede
hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo ».82
• ¿Hay que eludir el compromiso social o hay que
buscarlo positivamente?
Buena parte de lo que hay en la Nueva Era es una
descarada autopromoción, pero algunas figuras relevantes del movimiento
defienden que es injusto juzgar todo el movimiento por una
minoría de personas egoístas, irracionales y narcisistas, o dejarse
deslumbrar por algunas de sus prácticas más extravagantes, que son un
obstáculo para ver en la Nueva Era una búsqueda espiritual y una
espiritualidad auténticas.83 La fusión de los individuos en el
yo cósmico, la relativización o abolición de la diferencia y de la
oposición en una armonía cósmica es inaceptable para el cristianismo.
Donde hay verdadero amor, tiene que haber un « otro »,
una persona, diferente. Un verdadero cristiano busca la unidad en la
capacidad y en la libertad del otro para decir « sí » o « no » al don del
amor. En el cristianismo, la unión se ve como comunión y la unidad como
comunidad.
•Nuestro futuro, ¿está en las estrellas o hemos
de ayudar a construirlo?
La Nueva Era que ahora está amaneciendo estará
poblada por seres perfectos, andróginos, que estén al mando total de las
leyes cósmicas de la naturaleza. En este escenario, el cristianismo tiene
que ser eliminado y dejar paso a una religión global y a un nuevo orden
mundial.
Los cristianos están en un estado de vigilancia
constante, preparados para los últimos días, cuando vuelva Cristo. La
Nueva Era de los cristianos comenzó hace dos mil años con Cristo, que no
es otro que « Jesús de Nazaret; él es la Palabra de Dios hecha hombre para
la salvación de todos ». Su Espíritu Santo está presente y activo en los
corazones de los individuos, en « la sociedad y en la historia, en los
pueblos, las culturas y las religiones ». En realidad, « el Espíritu del
Padre, derramado abundantemente por el Hijo, es quien todo lo anima ».84
Vivimos ya en los últimos tiempos.
Por un lado, está claro que muchas prácticas de la
Nueva Era no plantean problemas doctrinales a quienes las realizan;
pero, al mismo tiempo, es innegable que estas prácticas, aunque sólo sea
indirectamente, comunican una mentalidad que puede influir en el
pensamiento e inspirar una visión particular de la realidad. Ciertamente,
la Nueva Era crea su propia atmósfera y puede resultar difícil
distinguir entre cosas inocuas y cosas realmente objetables. Sin embargo,
conviene darse cuenta de que la doctrina acerca de Cristo difundida en los
círculos de la Nueva Era se inspira en las doctrinas teosóficas de
Helena Blavatsky, la antroposofía de Rudolf Steiner y la « Escuela Arcana
» de Alice Bailey. Sus seguidores contemporáneos no sólo promueven hoy las
ideas de estos pensadores, sino que también trabajan con los adeptos de la
Nueva Era para desarrollar una comprensión completamente nueva de
la realidad, una doctrina conocida como « la verdad de la Nueva Era
».85
5 JESUCRISTO
OFRECE EL AGUA DE LA VIDA
El único fundamento de la Iglesia es Jesucristo, el Señor.
Él está en el corazón de toda acción cristiana y de todo mensaje
cristiano. Por eso la Iglesia regresa constantemente al encuentro de su
Señor. Los Evangelios nos narran muchos encuentros de Jesús: desde los
pastores de Belén a los dos ladrones crucificados con él, desde los
doctores que lo escuchaban en el Templo hasta los discípulos que caminaban
apesadumbrados hacia Emaús. Pero un episodio que indica con especial
claridad lo que Él nos ofrece es el relato de su encuentro con la
samaritana junto al pozo de Jacob, en el capítulo cuarto del evangelio de
san Juan. Este encuentro ha sido descrito incluso como « un paradigma de
nuestro compromiso con la verdad ».86 La experiencia del
encuentro con un desconocido que nos ofrece el agua de la vida es una
clave para entender la manera en que podemos y debemos entablar el diálogo
con quien no conoce a Jesús.
Uno de los elementos más atractivos del relato de Juan (Jn
4) es la demora de la mujer en captar qué quiere decir Jesús con eso
del « agua de la vida » o el agua « viva » (v. 11). Aun así, se siente
fascinada –no sólo por el desconocido mismo, sino también por su mensaje–,
y eso le hace escucharlo. Después del impacto inicial, al darse cuenta de
lo que Jesús sabe de ella (« tienes razón al decir que no tienes marido;
pues has tenido cinco hombres, y el de ahora tampoco es tu marido. En eso
has dicho la verdad », vv. 7-18), se abre completamente a su palabra: «
Señor, veo que eres profeta » (v. 19). Comienza el diálogo sobre la
adoración a Dios: « Vosotros dais culto a lo que desconocéis, nosotros
damos culto a lo que conocemos; pues la salvación procede de los judíos »
(v. 22). Jesús tocó su corazón y la preparó para escuchar lo que tenía que
decir acerca de sí mismo como Mesías: « Soy yo, el que habla contigo » (v.
26). La dispuso para que abriese su corazón a la verdadera adoración en
Espíritu y a la manifestación de Jesús como Ungido de Dios.
La mujer « dejó el cántaro, se fue a la aldea y contó a
los vecinos » lo referente a aquel hombre (v. 28). El extraordinario
efecto sobre la mujer de este encuentro con el desconocido provocó la
curiosidad de aquéllos, de modo que también ellos « acudieron a él » (v.
30). Pronto aceptaron la verdad de su identidad: « Ya no creemos por lo
que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que
éste es realmente el Salvador del mundo » (v. 42). Pasan de oír hablar de
Jesús a conocerle personalmente, comprendiendo entonces el significado
universal de su identidad. Y todo esto porque se han implicado con la
mente y con el corazón.
El hecho de que la historia tenga lugar junto a un pozo es
significativo. Jesús ofrece a la mujer « un manantial que brota dando vida
eterna » (v. 14). La delicadeza con que Jesús trata a la mujer es un
modelo de eficacia pastoral: ayudar a los otros sincerarse sin sufrir en
el doloroso proceso de reconocimiento propio (« me ha contado todo lo que
he hecho », v. 39). Este enfoque podría producir abundantes frutos con
quienes se sienten atraídos por el « aguador » (Acuario) y siguen buscando
sinceramente la verdad. Habría que invitarlos a escuchar a Jesús, que no
sólo ofrece agua para saciar nuestra sed, sino además las profundidades
espirituales ocultas del « agua viva ». Es importante reconocer la
sinceridad de las personas que buscan la verdad; no se trata de falsedad o
de auto-engaño. También es importante ser paciente, como todo buen
educador sabe. Una persona poseída por la verdad se ve repentinamente
llena de una sensación de libertad completamente nueva, especialmente
frente a los errores y temores del pasado. « Quien se esfuerza por
conocerse a sí mismo, como la mujer junto al pozo, infundirá a los demás
un deseo de conocer la verdad que puede liberarlos también a ellos ».87
La invitación a seguir a Cristo, portador del agua de la
vida, tendrá un peso mucho mayor si quien la hace se ha visto
profundamente afectado por su propio encuentro con Jesús, porque no se
trata de alguien que se haya limitado a oír hablar de él, sino de quien
está seguro de « que es realmente el Salvador del mundo » (v. 42). Se
trata de dejar que las personas reaccionen a su manera, a su propio ritmo,
y dejar a Dios hacer el resto.
6 INDICACIONES IMPORTANTES
6.1. Una necesidad:
acompañamiento y formación sólida
¿Cristo o Acuario?La Nueva Era casi siempre
tiene que ver con « alternativas »: una visión alternativa de la realidad,
o una manera alternativa de mejorar la propia situación presente (magia).88
Las alternativas no ofrecen dos posibilidades, sino únicamente la
posibilidad de escoger una cosa frente a otra. En términos religiosos, la
Nueva Era ofrece una alternativa a la herencia judeocristiana. La
Era de Acuario se concibe como la que sustituirá a la Era de Piscis,
predominantemente cristiana. Los pensadores de la Nueva Era son
plenamente conscientes de esto. Algunos de ellos están convencidos de que
es inevitable el cambio que se avecina, mientras que otros están además
activamente comprometidos en su llegada. Quienes se preguntan si es
posible creer al mismo tiempo en Cristo y en Acuario conviene que sepan
que se hallan ante una alternativa excluyente, « aut-aut, o esto o aquello
». « Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y
amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro » (Lc
16, 13). A los cristianos les basta pensar en la diferencia entre los
Magos de Oriente y el rey Herodes para darse cuenta de los tremendos
efectos que conlleva la opción a favor o en contra de Cristo. No debemos
olvidar nunca que muchos de los movimientos que han alimentado la Nueva
Era son explícitamente anticristianos. Su postura frente al
cristianismo no es neutral, sino neutralizadora: a pesar de lo que se
suele decir sobre la apertura a todos los puntos de vista religiosos, el
cristianismo tradicional no es considerado sinceramente una alternativa
aceptable. De hecho, con frecuencia queda bien claro que no « hay cabida
tolerable para el cristianismo auténtico », incluso con argumentos que
justifican un comportamiento anticristiano.89 Esta oposición,
que inicialmente se limitaba a los ambientes enrarecidos de quienes van
más allá de una vinculación superficial con la Nueva Era, ha
comenzado recientemente a penetrar en todos los niveles de la cultura «
alternativa », que ejerce una poderosa fascinación, sobre todo en las
sofisticadas sociedades occidentales.
¿Fusión o confusión?Las tradiciones de la Nueva
Era consciente y deliberadamente difuminan las diferencias reales:
entre Creador y creación, entre humanidad y naturaleza, entre religión y
psicología, entre realidad subjetiva y objetiva. Idealmente, la intención
es siempre superar el escándalo de la división, pero para la teoría de la
Nueva Era se trata de la fusión sistemática de elementos que
normalmente han estado claramente diferenciados en la cultura occidental.
Quizá sea más justo llamarla « confusión ». Decir que la Nueva
Era se alimenta de la confusión no es un mero juego de palabras. La
tradición cristiana siempre ha valorado el papel de la razón para
justificar la fe y comprender a Dios, al mundo y a la persona humana.90
La Nueva Era acierta cuando sintoniza con un estado de ánimo que
rechaza la razón fría, calculadora, inhumana. Y si bien recuerda la
necesidad de un equilibrio entre todas nuestras facultades, ello no
justifica la marginación de una facultad que es esencial para una vida
plenamente humana. La racionalidad tiene la ventaja de la universalidad:
está al alcance de todos, gratuitamente, a diferencia del carácter
misterioso y fascinante de la religión « mística », esotérica o gnóstica.
Todo aquello que alimenta la confusión conceptual o el secretismo ha de
ser examinado con sumo cuidado, pues en lugar de revelar la naturaleza
última de la realidad, la esconde. Corresponde a la pérdida de confianza
en las sólidas certezas de antaño propia de la posmodernidad, que con
frecuencia lleva a refugiarse en el irracionalismo. El gran desafío
consiste en mostrar cómo una sana colaboración entre la fe y la razón
mejora la vida humana y promueve el respeto a la creación.
Crea tu propia realidad.La convicción generalizada
en la Nueva Era de que cada uno crea su propia realidad es
atractiva pero ilusoria. Cristaliza en la teoría de Jung, según la cual el
ser humano es una vía de acceso desde el mundo exterior a un mundo
interior de infinitas dimensiones, donde cada persona es un Abraxas
que da a luz su propio mundo o lo devora. La estrella que brilla en este
mundo interior infinito es el dios y meta del hombre. La consecuencia más
dolorosa y problemática de la aceptación de la idea de que las personas
crean su propia realidad es la cuestión del sufrimiento y de la muerte:
las personas con graves deficiencias o enfermedades incurables se sienten
engañadas y degradadas cuando se les sugiere que son ellas quienes han
hecho caer la desgracia sobre sí mismas, o que su incapacidad para cambiar
las cosas indica una debilidad en su manera de afrontar la vida. Todo esto
dista mucho de ser un tema puramente académico: tiene profundas
implicaciones en el enfoque pastoral de la Iglesia ante las difíciles
cuestiones existenciales que todo el mundo se plantea. Nuestras
limitaciones son parte de la vida, inherentes a la condición de criatura.
La muerte y el sufrimiento constituyen un desafío y una oportunidad, pues
la tentación de refugiarse en una reelaboración occidentalizada de la
reencarnación es una prueba clara del temor ante la muerte y del deseo de
vivir para siempre. ¿Aprovechamos al máximo estas oportunidades para
recordar lo que Dios nos promete en la resurrección de Jesucristo? ¿Hasta
qué punto es real la fe en la resurrección de la carne que los cristianos
proclaman cada domingo en el credo? Aquí se plantea sobre todo la idea de
la Nueva Era de que en cierto sentido también somos dioses. Toda la
cuestión depende, desde luego, de la propia definición de realidad. Es
preciso fortalecer de manera adecuada un enfoque sólido de la
epistemología y de la psicología en todos los niveles de educación,
formación y predicación católicas. Es importante concentrarse
constantemente sobre los modos más eficaces de hablar de la trascendencia.
La dificultad fundamental de todo el pensamiento de la Nueva Era es
que esa trascendencia es estrictamente una auto-trascendencia que debe
alcanzarse en un universo cerrado en sí mismo.
Recursos pastorales.En el capítulo 8 se ofrecen
indicaciones sobre los principales documentos de la Iglesia Católica, en
los que se puede encontrar una valoración de las ideas de la Nueva Era.
En primer lugar figura la alocución del papa Juan Pablo II citada en
el Prefacio. El papa reconoce en esta tendencia cultural algunos aspectos
positivos, tales como la « búsqueda de un nuevo significado de la vida,
una nueva sensibilidad ecológica y el deseo de superar una religiosidad
fría y racionalista ». Pero también llama atención de los fieles sobre
ciertos elementos ambiguos que son incompatibles con la fe cristiana:
estos movimientos « prestan poca atención a la Revelación », « tienden a
relativizar la doctrina religiosa a favor de una cosmovisión difusa », «
con frecuencia proponen un concepto panteísta de Dios », « sustituyen la
responsabilidad personal frente a Dios por nuestras acciones con un
sentido del deber respecto al cosmos, subvirtiendo así el verdadero
concepto del pecado y de la necesidad de la redención por medio de Cristo
».91
6.2. Iniciativas
prácticas
En primer lugar, conviene recordar una vez más que, dentro
del vasto movimiento de la Nueva Era, no todas las personas ni
todas las cosas están vinculadas de la misma manera a las teorías del
movimiento. Igualmente, la etiqueta misma de « Nueva era » con frecuencia
se aplica mal o se extiende a fenómenos que pueden ser clasificados de
otra manera. Incluso se ha abusado del término Nueva Era para
demonizar a ciertas personas y prácticas. Es esencial examinar si los
fenómenos vinculados a este movimiento, aunque sea de manera tangencial,
reflejan una visión cristiana de Dios, la persona humana y el mundo o
están en conflicto con ella. La mera utilización del término « Nueva
Era » de por sí no significa nada. Lo que cuenta es la relación de la
persona, el grupo, la práctica o el producto, con los principios del
cristianismo.
• La Iglesia católica dispone de redes propias, muy
eficaces, que aún podrían utilizarse mejor. Por ejemplo, el gran número de
centros pastorales, culturales y de espiritualidad. Además de servir a las
necesidades de la Iglesia, estos mismos podrían emplearse para abordar de
forma creativa la confusión respecto a la religiosidad de la Nueva Era,
por ejemplo, con foros de discusión y estudio. Desgraciadamente, hay
que admitir que en muchos casos algunos centros de espiritualidad
específicamente católicos están comprometidos activamente en la difusión
de la religiosidad de la Nueva Era dentro de la Iglesia. Es
necesario corregir esta situación, no sólo para detener la propagación de
la confusión y del error, sino también para que se conviertan en
promotores eficaces de la verdadera espiritualidad cristiana. Los centros
culturales católicos en particular no son sólo instituciones doctrinales,
sino espacios para el diálogo sincero.92 Algunas instituciones
especializadas abordan todas estas cuestiones de modo excelente. Son
recursos valiosísimos que deberían ser compartidos generosamente con zonas
más desfavorecidas.
• No pocos grupos de la Nueva Era aprovechan
cualquier oportunidad para exponer su filosofía y sus actividades.
Convendría abordar con cuidado los encuentros con este tipo de grupos,
incluyendo siempre personas capaces tanto de explicar la fe y la
espiritualidad católicas, como de reflexionar críticamente sobre el
pensamiento y las prácticas de la Nueva Era. Es sumamente
importante comprobar las credenciales de las personas, grupos e
instituciones que pretenden ofrecer orientación e información sobre la
Nueva Era. En algunos casos, lo que había comenzado como una
investigación imparcial acaba convirtiéndose en una promoción activa o en
una defensa de las « religiones alternativas ». Algunas instituciones
internacionales están realizando activamente campañas de promoción del
respeto a la « diversidad religiosa » y reclaman el carácter religioso
para algunas organizaciones más que dudosas. Esto concuerda con la visión
de la Nueva Era, de pasar a una época en que la limitación de las
religiones particulares ceda el paso a la universalidad de una nueva
religión o espiritualidad. Por el contrario, el diálogo sincero debe
respetar siempre la diversidad desde el principio y nunca intentará
desdibujar las distinciones fundiendo en una todas las tradiciones
religiosas.
• Algunos grupos locales de la Nueva Era califican
sus encuentros como « grupos de oración ». Quienes sean invitados a dichos
grupos deben buscar los signos de una espiritualidad auténticamente
cristiana y comprobar que no haya ceremonias de iniciación de ningún
tipo. Tales grupos se aprovechan de la falta de preparación teológica o
espiritual de las personas para atraerlas gradualmente a lo que en
realidad puede ser una forma de culto falso. Hay que educar a los
cristianos respecto al verdadero objeto y contenido de la oración
–dirigida al Padre, por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo–, para
juzgar rectamente la intención de un « grupo de oración ». La oración
cristiana y el Dios de Jesucristo son fácilmente reconocibles.93
Muchas personas están convencidas de que no hay peligro alguno en « tomar
prestados » elementos de la sabiduría oriental. Sin embargo, el caso de la
Meditación Trascendental (MT) debería invitar a los cristianos a ser más
cautos ante la posibilidad de afiliarse sin saberlo a otra religión (en
este caso, el Hinduismo), pese a que los promotores de la MT insistan en
su neutralidad religiosa. El aprendizaje de la meditación en sí mismo no
plantea problema alguno, pero el objeto o el contenido del ejercicio
determinan claramente si se establece una relación con el Dios revelado
por Jesucristo, o bien con alguna otra revelación, o simplemente con las
profundidades ocultas del yo.
• También hay que prestar el debido reconocimiento a los
grupos cristianos que promueven el cuidado de la tierra como creación
de Dios. El respeto a la creación también debe abordarse creativamente
en las escuelas católicas. Con todo, gran parte de lo que proponen los
elementos más radicales del movimiento ecológico es difícilmente
conciliable con la fe católica. El cuidado del medio ambiente, en general,
es una señal oportuna de una renovada preocupación por lo que Dios nos ha
dado, quizá incluso una señal del necesario cuidado cristiano de la
creación. La « ecología profunda », sin embargo, se basa con frecuencia en
principios panteístas y, en ocasiones, gnósticos.94
• El comienzo del Tercer Milenio ofrece un auténtico
kairós para la evangelización. Las mentes y los corazones están
abiertos como nunca antes a recibir información seria sobre la visión
cristiana del tiempo y de la historia de la salvación. La prioridad no
debería consistir tanto en poner de relieve las carencias de otros
enfoques, sino más bien regresar constantemente a las fuentes de nuestra
propia fe, para poder ofrecer una presentación adecuada y sólida del
mensaje cristiano. Podemos estar orgullosos de lo que se nos ha
confiado y por eso hemos de resistir a las presiones de la cultura
dominante y no enterrar esos dones (cf. Mt 25, 24-30). Uno de los
instrumentos más útiles de que disponemos es el Catecismo de la Iglesia
Católica. Tenemos también una inmensa herencia de caminos de santidad
en las vidas de los cristianos del pasado y del presente. Allí donde el
rico simbolismo cristiano, sus tradiciones artísticas, estéticas y
musicales es desconocido o ignorado, los cristianos han de realizar una
enorme labor en beneficio propio y, en definitiva, de todos aquellos que
buscan una experiencia o una mayor conciencia de la presencia de Dios. El
diálogo entre los cristianos y las personas seducidas por la Nueva Era,
tendrá mayores garantías de éxito si tiene en cuenta la atracción que
ejercen el mundo de las emociones y el lenguaje simbólico. Si nuestra
tarea consiste en conocer, amar y servir a Jesucristo, tiene una
importancia capital comenzar con un buen conocimiento de la Sagrada
Escritura. Pero, sobre todo, salir al encuentro del Señor Jesús en la
oración y en los sacramentos, que son precisamente los momentos de
santificación de nuestra vida ordinaria, y el camino más seguro para
encontrar el sentido de todo el mensaje cristiano.
• Tal vez la medida más sencilla, la más obvia y urgente
que hay que tomar, y acaso también la más eficaz, sea aprovechar al
máximo las riquezas de la herencia espiritual cristiana. Las grandes
órdenes religiosas son depositarias de ricas tradiciones de meditación y
espiritualidad, que podrían hacerse más asequibles mediante cursos o
periodos de permanencia en sus casas, ofrecidos a personas con auténtico
espíritu de búsqueda. Esto ya se está llevando a cabo, pero hace falta ir
más allá. Ayudar a las personas en su búsqueda espiritual ofreciéndoles
técnicas ya aprobadas y experiencias de auténtica oración podría abrir un
diálogo que revelaría las riquezas de la tradición cristiana y tal vez
clarificaría en ese mismo proceso muchas de las cuestiones planteadas por
la Nueva Era.
Con una imagen sugerente y directa, uno de los mismos
exponentes del movimiento de la Nueva Era ha comparado las
religiones tradicionales con las catedrales, y la Nueva Era con una
feria mundial. El Movimiento Nueva Era es una invitación a los
cristianos para que lleven el mensaje de las catedrales a la feria que
ahora ocupa el mundo entero. Esta imagen plantea a los cristianos un
desafío positivo, pues cualquier momento es bueno para llevar el mensaje
de las catedrales a la gente de la feria. Los cristianos, en efecto, no
deben aguardar una invitación para llevar la Buena Noticia de Jesucristo a
quienes andan buscando respuestas a sus preguntas, un alimento espiritual
que les satisfaga, el agua viva. Siguiendo la imagen propuesta, los
cristianos deben salir de la catedral, alimentados por la palabra y los
sacramentos, para llevar el Evangelio a todos los ámbitos de la vida
cotidiana. « Ite, Missa est, Id, la misa ha terminado ». En la
carta apostólica Novo Millennio Ineunte el Padre Santo destaca el
gran interés por la espiritualidad que se descubre en el mundo de hoy día,
y cómo las demás religiones están respondiendo a esta demanda de modo
atrayente. A continuación lanza un reto a los cristianos: « Nosotros, que
tenemos la gracia de creer en Cristo, revelador del Padre y Salvador del
mundo, debemos enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar la
relación con él » (n. 33). Para quienes hacen sus compras en la feria
mundial de propuestas religiosas, la llamada del cristianismo se
manifestará, en primer lugar, a través del testimonio de los miembros de
la Iglesia, de su confianza, su calma, su paciencia y su optimismo, y de
su amor concreto al prójimo. Todo ello, fruto de una fe alimentada en la
oración personal auténtica.
7 APÉNDICE
7.1. Algunas
formulaciones breves de ideas de la Nueva Era
Formulación de la Nueva Era segúnWilliam Bloom,1992,
citada en Heelas,p. 225s.:
• Toda vida, –toda existencia– es la manifestación del
Espíritu, del Incognoscible, la Conciencia suprema conocida con diferentes
nombres en tantas culturas distintas.
• El propósito y la dinámica de toda existencia es llevar
el Amor, la Sabiduría, la Iluminación...a su plena manifestación.
• Todas las religiones son expresión de esta misma
realidad interior.
• Toda vida, tal como la percibimos con los cinco sentidos
humanos o con los instrumentos científicos, no es sino el velo externo de
una realidad invisible, interior y causal.
• Igualmente, los seres humanos son criaturas dobles con:
(i) una personalidad exterior temporal, y (ii) un ser interior
multidimensional (alma o yo superior).
• La personalidad exterior es limitada y tiende hacia el
amor.
• El propósito de la encarnación del ser interior es
atraer las vibraciones de la personalidad exterior hacia una resonancia de
amor.
• Todas las almas encarnadas son libres de escoger su
propia senda espiritual.
• Nuestros maestros espirituales son aquellos que,
liberada su alma de la necesidad de encarnarse, expresan amor
incondicional, sabiduría e iluminación. Algunos de estos grandes seres son
bien conocidos y han inspirado las religiones del mundo. Otros son
desconocidos y operan invisiblemente.
• Toda vida, en sus diferentes formas y estados, es
energía interrelacionada, e incluye nuestras acciones, sentimientos y
pensamientos. Por tanto, colaboramos con el Espíritu y con estas energías
en la creación de nuestra realidad.
• Aunque sostenidos por la dinámica del amor cósmico,
somos conjuntamente responsables del estado de nuestro propio yo, de
nuestro entorno y de toda vida.
• Durante este periodo de tiempo, la evolución del planeta
y de la humanidad ha alcanzado un punto en que estamos experimentando un
profundo cambio espiritual en nuestra conciencia individual y colectiva.
Por eso hablamos de una Nueva Era. Esta nueva conciencia es
resultado de una encarnación cada vez más lograda de lo que algunos llaman
energías del amor cósmico. Esta nueva conciencia se manifiesta en una
comprensión instintiva de la sacralidad de toda existencia y, en
particular, de su interrelación.
• Esta nueva conciencia y esta nueva comprensión de la
interdependencia de toda vida son el signo de que actualmente está
gestación una nueva cultura planetaria.
Heelas cita (p. 226) la « formulación complementaria »
de Jeremy Tarcher:
1. El mundo, incluyendo la raza humana, es expresión de
una naturaleza divina superior, más completa.
2. Oculto en el interior de cada ser humano, existe un Yo
divino superior, que es la manifestación de esta naturaleza divina
superior y más completa.
3. Esta naturaleza superior puede ser despertada y
convertirse en el centro de la vida cotidiana del individuo.
4. Este despertar es la razón de ser de cada vida
individual.
David Spangler citado en Actualité des religions
n. 8, septiembre 1999, p. 43, sobre las principales características de la
visión de la Nueva Era, que es:
• holística (globalizadora, porque sólo hay una
energía-realidad)
• ecológica (la Tierra, Gaia, es nuestra madre, cada uno
de nosotros es una neurona del sistema nervioso central de la tierra)
• andrógina (el arco iris y el Yin Yang son símbolos NE,
que tienen que ver con la complementariedad de los contarios,
especialmente lo masculino y lo femenino)
• mística (que encuentra lo sacro en todas las cosas, en
las más ordinarias)
• planetaria (las personas deben estar, a la vez,
enraizadas en su propia cultura y abiertas a la cultura universal,
buscando amor, compasión, paz, y el establecimiento de un gobierno
mundial).
7.2. Glosario selecto
Androginia: no es hermafroditismo, es decir, la
presencia de características físicas de los dos sexos en una persona, sino
una conciencia de la presencia de los elementos masculinos y femeninos en
cada persona. Se describe como un estado equilibrado de armonía interior
del animus y el anima. En la Nueva Era, es un estado
resultante de una nueva conciencia de este modo doble de ser y existir
característico de todo hombre y de toda mujer. Cuanto más se difunda, más
ayudará a transformar la conducta interpersonal.
Antroposofía: doctrina teosófica popularizada
originalmente por el croata Rudolf Steiner(1861-1925), que abandonó la
Sociedad Teosófica después de ser el dirigente de su rama alemana desde
1902 hasta 1913. Es una doctrina esotérica que tiene por objeto iniciar a
las personas en el « conocimiento objetivo » en la esfera
divino-espiritual. Steiner estaba convencido de que ésta le había ayudado
a explorar las leyes de la evolución del cosmos y de la humanidad. Cada
ser físico tiene un ser espiritual correspondiente, y la vida terrena está
influida por las energías astrales y las esencias espirituales. Se dice
que la Crónica Akasha es una « memoria cósmica » accesible a los
iniciados.95
Canalización (v. Channeling)
Chamanismo: prácticas y creencias vinculadas a la
comunicación con los espíritus de la naturaleza y con los espíritus de los
muertos mediante la posesión ritual del chamán (por parte de los
espíritus), a los que éste sirve de médium. El atractivo de estas
prácticas en los círculos de la Nueva Era se debe a que ponen el
acento en la armonía con las fuerzas de la naturaleza y en la sanación. A
ello se añade también una imagen « romántica » de las religiones indígenas
y de su cercanía a la tierra y a la naturaleza.
Channeling (canalización): los mediums
psíquicos sostienen que actúan como canales de información de otros yoes,
normalmente entidades incorpóreas que viven en otro plano. Pone en
relación a seres tan diversos como maestros excelsos, ángeles, dioses,
entidades colectivas, espíritus de la naturaleza y el Yo Superior.
Conciencia planetaria: esta cosmovisión se
desarrolló en los años 1980 para promover el sentimiento de lealtad a la
comunidad humana en lugar de a las naciones, tribus u otros grupos
tradicionales. Puede considerarse heredera de movimientos de comienzos del
siglo XX que promovían un gobierno mundial. La conciencia de la unidad de
la humanidad encaja perfectamente con la hipótesis Gaia.
Cristales: se considera que vibran con frecuencias
particulares. De aquí que sean útiles para la autotransformación. Se
utilizan en varias terapias, así como en la meditación, visualización, el
« viaje astral » o como amuletos de la suerte. Vistos desde el exterior,
no tienen poder intrínseco, sino que son sencillamente bellos.
Cristo: en la Nueva Era, la figura histórica
de Jesús no es más que una encarnación de una idea, una energía o un
conjunto de vibraciones. Para Alice Bailey, hace falta una gran jornada de
súplica, en la que todos los creyentes logren crear una concentración de
energía espiritual tal que se produzca una nueva encarnación que revelará
a los hombres el modo de salvarse... Para muchos, Jesús no es más que un
maestro espiritual que, como Buda, Moisés y Mahoma, u otros, ha sido
penetrado por el Cristo cósmico. Al Cristo cósmico también se le conoce
como la energía crística presente en cada ser y en el ser total. Los
individuos necesitan ser iniciados gradualmente en la conciencia de las
características crísticas que tienen. Cristo representa –para la Nueva
Era– el estado más elevado de perfección del yo.96
Eneagrama: (del griego ennéa = nueve +
gramma = signo) el nombre designa un diagrama compuesto por un círculo
con nueve puntos en su circunferencia, unidos entre sí por un triángulo y
un hexágono circunscritos. Originariamente se utilizó para la adivinación,
pero recientemente se ha popularizado como símbolo de un sistema de
tipología de la personalidad que consta de nueve tipos caracterológicos
básicos. Se hizo popular tras la publicación del libro The Enneagram
de Helen Palmer,97 pero la autora reconoce su deuda con el
médico y pensador esotérico ruso G. I. Gurdjieff, el psicólogo chileno
Claudio Naranjo, y el autor Óscar Icazo, fundador de Arica. El
origen del eneagrama permanece envuelto en el misterio, si bien algunos
sostienen que procede de la mística sufí.
Era de Acuario: cada era astrológica, de unos 2146
años, recibe el nombre de uno de los signos del zodiaco, pero los « días
grandes » siguen un orden inverso, de modo que la actual Era de Piscis
está a punto de acabar y se instaurará la Era de Acuario. Cada Era tiene
sus propias energías cósmicas. La energía de Piscis ha hecho de ella una
era de guerras y conflictos. Pero Acuario está destinada a ser una era de
armonía, justicia, paz, unidad, etc. En este sentido, la Nueva Era
acepta el carácter inevitable de la historia. Algunos ven en la era de
Aries la época de la religión judía, en Piscis la del cristianismo y en
Acuario la era de una religión universal.
Esoterismo (del griego esotéros = lo que hay
en el interior): designa generalmente un conjunto de conocimientos
antiguos y ocultos accesible sólo a grupos de iniciados, que se describen
a sí mismos como guardianes de las verdades ocultas a la mayoría de la
humanidad. El proceso de iniciación conduce desde un conocimiento de la
realidad meramente externo, superficial, hasta la verdad interior y,
mediante ese proceso, despierta la conciencia a un nivel más profundo. Las
personas son invitadas a emprender este « viaje interior » para descubrir
la « chispa divina » que hay dentro de ellas. En este contexto, la
salvación coincide con el descubrimiento del yo.
Espiritismo: si bien siempre ha habido intentos de
establecer contacto con los espíritus de los muertos, se considera que el
espiritismo del siglo XIX es una de las corrientes que desembocan en la
Nueva Era. Se desarrolló en el ambiente de las ideas de Swedenborg y
Mesmer, y llegó a convertirse en una nueva religión. Madame Blavatsky era
una médium, por lo que el espiritismo ejerció gran influjo en la Sociedad
Teosófica, aunque en este caso el acento recaía en el contacto con
entidades del pasado remoto más que con personas que habían muerto
recientemente. Allan Kardec influyó en la difusión del espiritismo en las
religiones afro-brasileñas. En algunos nuevos movimientos religiosos de
Japón se dan también elementos espiritistas.
Evolución: en la Nueva Era va mucho más allá
de la evolución de los seres hacia formas de vida superiores. El modelo
físico se proyecta sobre el ámbito espiritual, de modo que una fuerza
inmanente del interior de los seres humanos los impulsa hacia formas
superiores de vida espiritual. Se dice que los seres humanos no tienen
control sobre esta fuerza, pero sus buenas o malas acciones pueden
acelerar o retrasar el proceso. Se piensa que la creación entera,
incluyendo la humanidad, avanza inexorablemente hacia una fusión con lo
divino. La reencarnación, naturalmente, ocupa un lugar importante en esta
visión de una evolución espiritual progresiva que, según se dice, comienza
antes del nacimiento y continúa después de la muerte.98
Expansión de la conciencia: si el cosmos se concibe
como una cadena continua de ser, todos los niveles de la existencia
–minerales, vegetales, animales, humanos, seres cósmicos y divinos– son
interdependientes. Se dice que los seres humanos se hacen conscientes de
su puesto en esta visión holística de la realidad global
expandiendo su conciencia más allá de sus límites normales. La Nueva
Era ofrece una enorme variedad de técnicas para ayudar a la gente a
alcanzar un nivel de percepción de la realidad más elevado, una manera de
superar la separación entre los sujetos y entre los objetos en el proceso
cognoscitivo, concluyendo en una fusión total de lo que la conciencia
normal, inferior, ve como realidades separadas o distintas.
Feng-shui: forma de geomancia, en este caso un
método oculto chino de descifrar la presencia escondida de corrientes
positivas y negativas en los edificios y otros lugares, basada en el
conocimiento de las fuerzas terráqueas y atmosféricas. « Lo mismo que en
el cuerpo humano o el cosmos, en cada lugar se atraviesan influjos cuyo
equilibrio correcto es fuente de salud y de vida ».99
Gnosis: en sentido amplio, una forma de
conocimiento no intelectual, sino visionaria o mística, que se cree
revelada y capaz de unir al ser humano con el misterio divino. En los
primeros siglos del cristianismo, los Padres de la Iglesia lucharon contra
el gnosticismo, por cuanto se oponía a la fe. Algunos ven un renacer de
las ideas gnósticas en gran parte del pensamiento de la Nueva Era,
algunos de cuyos autores de hecho citan el gnosticismo primitivo. Sin
embargo, la acentuación del monismo e incluso del panteísmo o panenteísmo
típica de la Nueva Era lleva a algunos a utilizar el término
neo-gnosticismo para distinguir la gnosis de la Nueva Era del
gnosticismo antiguo.
Gran Hermandad Blanca: Madame Blavatsky afirmaba
mantener contactos con los mahatmas o maestros, seres
excelsos que, conjuntamente, constituyen la Gran Hermandad Blanca. Según
ella, eran éstos quienes dirigían la evolución de la raza humana y
orientaban la labor de la Sociedad Teosófica.
Hermetismo: prácticas y especulaciones filosóficas
y religiosas vinculadas a los escritos del Corpus Hermeticum y a
los textos alejandrinos atribuidos al mítico Hermes Trismegistos.
Cuando se conocieron por primera vez durante el Renacimiento se pensó que
revelaban doctrinas pre-cristianas, sin embargo estudios posteriores han
demostrado que datan del primer siglo de la era cristiana. 100
El hermetismo alejandrino es una fuente fundamental del esoterismo
moderno, con el que tienen mucho en común: el eclecticismo, la refutación
del dualismo ontológico, la afirmación del carácter positivo y simbólico
del universo, la idea de la caída y posterior restauración de la
humanidad. La especulación hermética ha reforzado la creencia en una
antigua tradición fundamental, la llamada philosophia perennis,
falsamente considerada común a todas las tradiciones religiosas. Las
formas elevadas y rituales de la magia se desarrollaron a partir del
hermetismo renacentista.
Holismo: concepto clave del « nuevo paradigma »,
que pretende ofrecer una estructura teórica que integra toda la
cosmovisión del hombre moderno. En contraste con la experiencia de una
fragmentación creciente en la ciencia y en la vida cotidiana, se acentúa
el « holismo », el « totalismo », como concepto metodológico y ontológico
central. La humanidad se integra en el universo como parte de un único
organismo vivo, un entramado armonioso de relaciones dinámicas. Diversos
científicos que tienden un puente entre la ciencia y la religión rechazan
la distinción clásica entre sujeto y objeto, de la que se suele culpar a
Descartes y a Newton. La humanidad forma parte del entramado universal (el
ecosistema, la familia), de la naturaleza y del mundo y debe buscar la
armonía con todos los elementos de esta autoridad cuasi-transcendente.
Cuando se comprende cuál es el propio lugar en la naturaleza, también se
entiende que la « totalidad » y la « santidad » son una misma y sola cosa.
La articulación más clara de este concepto se halla en la hipótesis « Gaia
». 101
Iniciación: en etnología religiosa es el viaje
cognitivo yo experimental, mediante el cual una persona es admitida,
individualmente o como miembro de un grupo, a través de rituales
particulares, a formar parte de una comunidad religiosa, una sociedad
secreta (p.e. la Francmasonería) o una asociación mistérica (mágica,
esotérico-oculta, gnóstica, teosófica, etc.).
Karma: (de la raíz sánscrita Kri = acción,
obra) noción clave en el hinduismo, jainismo y budismo, cuyo significado
no ha sido siempre el mismo. En el antiguo periodo védico se refería a la
acción ritual, especialmente el sacrificio, mediante la cual una persona
obtenía acceso a la felicidad o a la bienaventuranza en la otra vida.
Cuando aparecieron el jainismo y el budismo (aproximadamente seis siglos
antes de Cristo), Karma perdió su sentido salvífico: el camino
hacia la liberación era el conocimiento del Atman o « yo ». En la
doctrina del samsara, se entendía como el ciclo incesante del
nacimiento y la muerte humanas (hinduismo) o del renacer (budismo).
102 En los ambientes de la Nueva Era la « ley del karma » se
concibe con frecuencia como el equivalente moral de la evolución cósmica.
El Karma no tiene ya que ver con el mal o el sufrimiento –ilusiones que
hay que experimentar como parte de un « juego cósmico »– sino que es la
ley universal de la causa y el efecto, y forma parte de la tendencia de un
universo interrelacionado hacia el equilibrio moral. 103
Mística: la mística de la Nueva Era consiste
en volverse hacia el interior del propio yo más que en una comunión con
Dios, que es el « totalmente otro ». Es una fusión con el universo, la
aniquilación definitiva del individuo en la unidad del todo. La
experiencia del Yo se toma como experiencia de la divinidad, por lo que se
debe mirar hacia dentro para descubrir la auténtica sabiduría, creatividad
y fuerza.
Monismo: doctrina metafísica según la cual las
diferencias entre las cosas son ilusorias. Sólo hay un ser universal
único, del cual cada cosa y cada persona son sólo una parte. En la medida
en que el monismo de la Nueva Era incluye la idea de que la
realidad es fundamentalmente espiritual, es una forma contemporánea del
panteísmo (que rechaza a veces explícitamente el materialismo, en especial
el marxismo). Su pretensión de resolver todo dualismo no deja lugar a un
Dios transcendente, de manera que todo es Dios. Para el
cristianismo se plantea un problema ulterior cuando se suscita la cuestión
del origen del mal. C. G. Jung vio el mal como el « lado sombrío » de
Dios, que, en el teísmo clásico, es todo bondad.
Movimiento del Potencial Humano: desde sus
comienzos (Esalen, California, en los años 1960), se ha convertido en una
red de grupos que promueven la liberación de la capacidad humana innata de
creatividad mediante la realización del yo. Cada vez son más las empresas
que utilizan diversas técnicas de transformación personal en programas de
formación de dirigentes, en definitiva por puras razones económicas. Si
bien las Tecnologías Transpersonales, el Movimiento por una Conciencia
Espiritual Interior, el Desarrollo Organizativo, y la Transformación
Organizativa, se presentan como no-religiosos, en realidad los empleados
de las empresas pueden encontrarse sometidos a una « espiritualidad »
extraña en una situación que plantea conflictos con su libertad personal.
Hay vínculos evidentes entre la espiritualidad oriental y la psicoterapia,
mientras que la psicología jungiana y el Movimiento del Potencial Humano
han ejercido su influjo sobre el chamanismo y formas « reconstruidas » del
paganismo, como el druidismo y la wicca. En sentido amplio, el «
crecimiento personal » puede entenderse como la forma que adopta la «
salvación religiosa » en el movimiento de la Nueva Era: se afirma
que la liberación del sufrimiento y de la debilidad humanas se alcanzará
desarrollando nuestro potencial humano, lo cual da como resultado el que
nos encontremos cada vez más en contacto con nuestra divinidad interior.
104
Música New Age: se trata de una industria
floreciente. Este tipo de música suele promocionarse como un medio para
alcanzar la armonía consigo mismo y con el mundo. En parte suele ser
música « celta » o druídica. Algunos compositores New Age sostienen
que su música tiene como objeto tender puentes entre lo consciente y lo
inconsciente, lo cual es especialmente cierto cuando además de melodías
hay una repetición meditativa y rítmica de estribillos clave. Al igual que
otros muchos fenómenos de la Nueva Era, algunas de estas músicas se
proponen como una introducción a este movimiento, pero la mayoría tiene
sencillamente una finalidad comercial o artística.
Neopaganismo: término rechazado con frecuencia por
aquellos a quienes se aplica. Se refiere a una corriente que sigue un
trayecto paralelo al de la Nueva Era y con el cual suele
relacionarse. En la oleada de reacción contra las religiones
tradicionales, especialmente la herencia judeocristiana de occidente, son
muchos los que han vuelto la mirada a las antiguas religiones indígenas,
tradicionales, paganas. Se considera que cuanto precedió al
cristianismo era más conforme al espíritu de la tierra y de la nación, o
que era una forma pura de la religión natural, en contacto con las fuerzas
de la naturaleza, a menudo matriarcal, mágica o chamánica. Según dicen, la
humanidad será más sana si retorna al ciclo natural de las fiestas
(agrícolas) y a la afirmación general de la vida. Algunas religiones «
neopaganas » son reconstrucciones recientes cuya verdadera relación con
las formas originales puede ser discutible, particularmente en los casos
en que están dominadas por componentes ideológicos modernos como la
ecología, el feminismo o, en casos raros, por los mitos de pureza racial.
105
Ocultismo: el conocimiento oculto (escondido) y las
fuerzas de la mente y la naturaleza se hallan en la base de las creencias
y prácticas vinculadas a una supuesta « filosofía perenne » oculta,
derivada, por una parte, de la magia y la alquimia griega antigua, y de la
mística judía por otra. Se conservan ocultas mediante un código secreto
impuesto a los iniciados en los grupos y sociedades que conservan el
conocimiento y las técnicas que implican. En el siglo XIX, el espiritismo
y la Sociedad Teosófica introdujeron nuevas formas de ocultismo que, a su
vez, han influido en varias corrientes de la Nueva Era.
Panteísmo: (en griego pan = todo y theós
= Dios) la creencia de que todo es Dios o, en ocasiones, que todo está
en dios y dios está en todo (panenteísmo). Todo elemento del
universo es divino, y la divinidad está presente por igual en todo. En
esta visión no tiene cabida Dios como un ser distinto en el sentido del
teísmo clásico.
Parapsicología: trata de cosas como la percepción
extrasensorial, la telepatía mental, la telequinesia, la sanación psíquica
y la comunicación con espíritus mediante médiums o el channeling. A
pesar de las duras críticas de los científicos, la parapsicología ha ido
creciendo y encaja perfectamente en la mentalidad popular de ciertos
sectores de la Nueva Era, según la cual los seres humanos tienen
habilidades psíquicas extraordinarias, aunque con frecuencia en un estadio
poco desarrollado.
Pensamiento Nuevo: movimiento religioso del siglo
XIX fundado en los Estados Unidos de América. Tuvo su origen en el
idealismo, del cual era una forma popularizada. Se decía que Dios era
completamente bueno y el mal una mera ilusión; la realidad básica era la
mente. Puesto que es la mente la que causa los acontecimientos de
la propia vida, el individuo debe asumir la responsabilidad última sobre
cada uno de los aspectos de su situación.
Pensamiento Positivo: convicción de que las
personas pueden cambiar la realidad física o las circunstancias externas
alterando su actitud mental, pensando de manera positiva y constructiva. A
veces es un modo de percibir conscientemente creencias inconscientes que
determinan nuestra situación vital. A los adeptos del Pensamiento Positivo
se les promete salud, integridad e incluso inmortalidad.
Psicología profunda: la escuela de psicología
fundada por C. G. Jung, antiguo discípulo de Freud. Jung reconocía que la
religión y los temas espirituales eran importantes para la integridad y la
salud. La interpretación de los sueños y el análisis de los arquetipos
fueron elementos clave de su método. Los arquetipos son formas que
pertenecen a la estructura heredada de la psique humana. Aparecen en los
temas o imágenes recurrentes de los sueños, fantasías, mitos y cuentos de
hadas.
Rebirthing: (v. Renacer)
Reencarnación: en el contexto de la Nueva Era,
la reencarnación está vinculada al concepto de la evolución ascendente
hasta convertirse en un ser divino. A diferencia de religiones de la
India, o derivadas de ellas, la Nueva Era concibe la reencarnación
como el progreso del alma individual hacia un estado más perfecto. Lo que
se reencarna es esencialmente algo inmaterial o espiritual; más
exactamente, es la conciencia, la chispa de energía que en la persona
comparte la energía cósmica o « crística ». La muerte no es sino el paso
del alma de un cuerpo a otro.
Renacer: a comienzos de los años 1970, Leonard Orr
describió el renacer (rebirthing) como un proceso mediante el cual
a una persona puede identificar y aislar áreas de su conciencia sin
resolver y que son origen de sus problemas actuales.
Rosacruces: son grupos ocultos occidentales
relacionados con la alquimia, la astrología, la teosofía y las
interpretaciones cabalísticas de la Sagrada Escritura. La Fraternidad
Rosacruciana contribuyó al renacimiento de la astrología en el siglo
XX, mientras que la Antigua y Mística Orden de la Rosae Crucis
(AMORC) vinculó el éxito con una supuesta capacidad para materializar las
imágenes mentales de salud, riqueza y felicidad.
Teosofía: término antiguo, que se refería
originalmente a una especie de mística. Se la ha relacionado con los
gnósticos y los neoplatónicos griegos, con el Maestro Eckhart, Nicolás de
Cusa y Jacob Boehme. La Sociedad Teosófica, fundada por Helena Petrovna
Blavatsky y otros en 1875 confirió gran importancia al término. La mística
teosófica tiende al monismo, acentúa la unidad esencial de los componentes
espirituales y materiales del universo. Busca también las fuerzas ocultas
responsables de la interacción entre la materia y el espíritu, de modo que
la mente humana y la divina acaben por encontrarse. Es aquí donde la
teosofía ofrece la redención mística o la iluminación.
Trascendentalismo: movimiento de escritores y
pensadores del siglo XIX de Nueva Inglaterra, que compartían un conjunto
idealista de creencias en la unidad esencial de la creación, la bondad
innata de la persona humana, y la superioridad de la intuición frente a la
lógica y la experiencia para descubrir las verdades más profundas. La
figura principal es Ralph Waldo Emerson, que se apartó del cristianismo
ortodoxo, y a través de los Unitarios pasó a un nuevo misticismo natural
que integraba conceptos del hinduismo con otros de carácter popular
americano, tales como el individualismo, la responsabilidad personal y la
necesidad de triunfar.
Wicca: antiguo término inglés para designar a las
brujas, aplicado a un resurgir neopagano de algunos elementos de la magia
ritual. Acuñado en 1939 por Gerhard Gardner en Inglaterra: se basaba en
algunos textos eruditos, según los cuales la brujería europea medieval era
una antigua religión natural perseguida por los cristianos. Con el nombre
« the Craft », se extendió rápidamente en Estados Unidos durante los años
1960, donde se vinculó con la « espiritualidad de las mujeres».
7.3. Lugares clave de
la Nueva Era
Esalen: comunidad fundada en Big Sur, California,
en 1962, por Michael Murphy y Richard Price, cuyo objetivo fundamental era
llegar a la auto-realización del ser mediante el nudismo, las visiones y
la « medicina suave ». Se ha convertido en uno de los centros más
importantes del Movimiento del Potencial Humano, y ha difundido sus ideas
respecto a la medicina holística en el mundo de la educación, la política
y la economía. Lleva a cabo esta tarea mediante cursos sobre religión
comparada, mitología, misticismo, meditación, psicoterapia, expansión de
la conciencia, etc. Junto con Findhorn, se le considera el punto clave del
crecimiento de la conciencia de Acuario. El Instituto Soviético-Americano
de Esalen cooperó con funcionarios soviéticos en el Proyecto de promoción
de la Salud.
Findhorn: esta comunidad agrícola holística
iniciada por Peter y Eileen Caddy logró el crecimiento de plantas enormes
mediante métodos no convencionales. La fundación de la comunidad Findhorn
en Escocia en 1965 constituyó un importante hito en el movimiento que
lleva la etiqueta de Nueva Era. De hecho « se consideró que
Findhorn encarnaba sus principales ideas de transformación ». La búsqueda
de una conciencia universal, el ideal de la armonía con la naturaleza, la
visión de un mundo transformado, y la práctica del channeling, todo
lo cual son elementos clave del Movimiento de la Nueva Era, se
hallaron presentes en Findhorn desde su fundación. El éxito de esta
comunidad la llevó a convertirse en modelo e inspiración de otros grupos,
tales como las Alternativas de Londres, Esalen en Big Sur, California, y
el Centro Abierto y el Instituto Omega de Nueva York ». 106
Monte Verità: comunidad utópica cerca de Ascona,
Suiza. Desde finales del siglo XIX fue punto de encuentro de los
exponentes europeos y americanos de la contracultura en ámbitos tales como
la política, la psicología y la ecología. Las conferencias Eranos
se vienen celebrando allí todos los años desde 1933, reuniendo a grandes
luminarias de la Nueva Era. Sus anuarios manifiestan claramente la
intención de crear una religión mundial integrada. 107 Resulta
fascinante ver la lista de quienes se han reunido en Monte Verità a lo
largo de los años.
8.1. Documentos del Magisterio
de la Iglesia Católica
Juan Pablo II,
Alocución a los Obispos Norteamericanos de Kansas, Missouri y Nebraska en
su visita “ad limina”, 28 de mayo de 1993.
Congregación para
la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre
algunos aspectos de la meditación cristiana (Orationis Formas), Ciudad
del Vaticano (Libreria Editrice Vaticana) 1989.
Comisión Teológica
Internacional, Algunas cuestiones actuales de escatología,1992, n.
9-10 (sobre la reincarnación).
Comisión Teológica
Internacional, Algunas cuestiones sobre la teología de la Redención,1995,
I29 y II35-36.
Comité para la
Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina, Frente a una Nueva Era.
Desafío a la pastoral en el horizonte de la Nueva Evangelización,1993.
Comisión Teológica
Irlandesa, A New Age of the Spirit? A Catholic Response to the New Age
Phenomenon, Dublín 1994.
Godfried Danneels,
Au-delà de la mort: réincarnation et resurrection, Carta Pastoral,
Pascua de 1991.
Godfried Danneels,
Le Christ ou le Verseau? Carta Pastoral, Navidad 1990.
Carlo Maccari, «
La ‘mistica cosmica' del New Age », en Religioni e Sette nel
Mondo 1996/2.
Carlo Maccari,
La New Age di fronte alla fede cristiana, Turín (LDC) 1994.
Edward Anthony
McCarthy, The New Age Movement, Instrucción Pastoral, 1992.
Paul Poupard,
Felicità e fede cristiana, Casale Monferrato (Ed. Piemme) 1992.
Joseph Ratzinger,
Situación actual de la fe y la teología, Guadalajara, mayo de 1996,
en L'Osservatore Romano (edición española) 1 de noviembre de 1996.
Norberto Rivera
Carrera, Instrucción Pastoral sobre el New Age, 7 de enero de
1996.
Christoph von
Schönborn, Risurrezione e reincarnazione, Casale Monferrato
(Piemme) 1990.
J. Francis
Stafford,Il movimento « New Age », en L'Osservatore Romano
(edición italiana), 30 de octubre de 1992.
Grupo de Trabajo
sobre Nuevos Movimientos Religiosos, Ciudad del Vaticano (ed.), Sectas
y Nuevos Movimientos Religiosos. Antología de documentos de la Iglesia
Católica, Santafé de Bogotá (CELAM) 1996.
8.2. Estudios cristianos
Michel Anglarès,
Nouvel Age et Foi Chrétienne, Paris (Centurion) 1992. Trad. esp.
Nueva Era y fe cristiana, Madrid 1994.
Raúl Berzosa
Martínez, Nueva Era y Cristianismo. Entre el diálogo y la ruptura,
Madrid (BAC) 1995.
André Fortin,
Les Galeries du Nouvel Age: un chrétien s'y promène, Ottawa (Novalis)
1993.
Grupo de Trabajo
Ecuménico « Neue Religiöse Bewegungen in der Schweiz », New Age – aus
christlicher Sicht, Freiburg (Paulusverlag) 1987.
Claude Labrecque,
Une religion américaine. Pistes de discernement chrétien sur les
courants populaires du “Nouvel Age”, Montréal (Médiaspaul) 1994.
The Methodist
Faith and Order Committee, The New Age Movement Report to Conference
1994.
Aidan Nichols, «
The New Age Movement », en The Month, March 1992, pp. 84-89.
Alessandro
Olivieri Pennesi, Il Cristo del New Age. Indagine critica, Ciudad
del Vaticano (Libreria Editrice Vaticana) 1999.
Mitch Pacwas.j.,
Catholics and the New Age. How Good People are being drawn into Jungian
Psychology, the Enneagram and the New Age of Aquarius, Ann Arbor MI
(Servant) 1992.
John Saliba,
Christian Responses to the New Age Movement. A Critical Assessment,
London (Chapman) 1999.
Josef SüdbrackSJ,
Neue Religiosität - Herausforderung für die Christen, Mainz
(Matthias-Grünewald-Verlag) 1987. Trad. esp.: La nueva religiosidad,
Madrid 1990.
« Theologie für
Laien », Secretariado, Faszination Esoterik, Zürich (Theologie für
Laien) 1996.
David Toolan,
Facing West from California's Shores. A Jesuit's Journey into New Age
Consciousness, New York (Crossroad) 1987.
Juan Carlos Urrea
Viera, « New Age ». Visión Histórico-Doctrinal y Principales Desafíos,
Santafé de Bogotá (CELAM) 1996.
Jean Vernette, «
L'avventura spirituale dei figli dell'Acquario », en Religioni e Sette
nel Mondo 19962.
Jean Vernette,
Jésus dans la nouvelle religiosité, Paris (Desclée) 1987.
Jean Vernette,
Le New Age, Paris (P.U.F.) 1992.
9 BIBLIOGRAFÍA GENERAL
9.1. Algunos libros de la Nueva
Era
WilliamBloom,
The New Age. An Anthology of Essential Writings, London (Rider)
1991.
Fritjof Capra,
The Tao of Physics: An Exploration of the Parallels between Modern Physics
and Eastern Mysticism, Berkeley (Shambhala) 1975.
Fritjof Capra,
The Turning Point: Science, Society and the Rising Culture, Toronto
(Bantam) 1983.
Benjamin Creme,
The Reappearance of Christ and the Masters of Wisdom, London (Tara
Press) 1979.
Marilyn Ferguson,
The Aquarian Conspiracy. Personal and Social Transformation in Our
Time, Los Angeles (Tarcher) 1980. Trad. esp. La conspiración de
Acuario. Transformaciones personales y sociales en este fin de siglo,
Barcelona (Kairós) 1985.
Chris Griscom,
Ecstasy is a New Frequency: Teachings of the Light Institute, New York
(Simon & Schuster) 1987.
Thomas Kuhn, La
estructura de las revoluciones científicas, México (FCE) .
David Spangler,
The New Age Vision, Forres (Findhorn Publications) 1980.
David Spangler,
Revelation: The Birth of a New Age, San Francisco (Rainbow Bridge)
1976.
David Spangler,
Towards a Planetary Vision, Forres (Findhorn Publications) 1977.
David Spangler,
The New Age, Issaquah (The Morningtown Press) 1988.
David Spangler,
The Rebirth of the Sacred, London (Gateway Books) 1988. Trad. esp.
Emergencia. El renacimiento de lo sagrado, Barcelona 1991.
9.2. Obras históricas, descriptivas y
analíticas
Christoph
Bochinger, « New Age » und moderne Religion: Religionswissenschaftliche
Untersuchungen, Gütersloh (Kaiser) 1994.
Bernard Franck,
Lexique du Nouvel-Age, Limoges (Droguet-Ardant) 1993. Trad. Esp.:
Diccionario de la Nueva Era, Estella (Verbo Divino) 1994.
Hans Gasper,
Joachim Müllerand Friederike Valentin, Lexikon der Sekten,
Sondergruppen und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen,
edición actualizada, Freiburg-Basel-Vienna (Herder) 2000. Véase, entre
otros, los artículos « New Age » por Christoph Schorsch,Karl R. Essmanny
Medard Kehl,y « Reinkarnation » por Reinhard Hümmel.
Manuel Guerra
Gomez, Diccionario enciclopédico de las Sectas, s.v. « Nueva Era
», Madrid 1998, 617-632.
Manabu Hagay
Robert J. Kisala(ed.), « The New Age in Japan », en Japanese Journal of
Religious Studies, Otoño 1995, vol. 22, n. 3 y 4.
Wouter Hanegraaff,
New Age Religion and Western Culture. Esotericism in the Mirror of
Nature, Leiden-New York-Köln (Brill) 1996. Contiene abundante
bibliografía.
Paul Heelas,
The New Age Movement. The Celebration of the Self and the Sacralization of
Modernity, Oxford (Blackwell) 1996.
Massimo
Introvigne, New Age & Next Age, Casale Monferrato (Piemme) 2000.
Michel Lacroix,
L'Ideologia della New Age, Milano (Il Saggiatore) 1998.
J. Gordon Melton,
New Age Encyclopedia, Detroit (Gale Research Inc) 1990.
Elliot Miller,
A Crash Course in the New Age, Eastbourne (Monarch) 1989.
Georges Minois,
Histoire de l'athéisme, Paris (Fayard) 1998.
Arild Romarheim,
The Aquarian Christ. Jesus Christ as Portrayed by New Religious
Movements, Hong Kong (Good Tiding) 1992.
Hans-Jürgen
Ruppert, Durchbruch zur Innenwelt. Spirituelle Impulse aus New Age und
Esoterik in kritischer Beleuchtung, Stuttgart (Quell Verlag) 1988.
Edwin Schur,
The Awareness Trap. Self-Absorption instead of Social Change, New York
(McGraw Hill) 1977.
Rodney Starky
William Sims Bainbridge, The Future of Religion. Secularisation,
Revival and Cult Formation, Berkeley (University of California Press)
1985.
Steven Sutcliffey
Marion Bowman(eds), Beyond the New Age. Exploring Alternative
Spirituality, Edinburgh (Edinburgh University Press), 2000.
Charles Taylor,
Sources of the Self. The Making of the Modern Identity, Cambridge
(Cambridge University Press) 1989.
Charles Taylor,
The Ethics of Authenticity, London (Harvard University Press) 1991.
Edênio
Valles.v.d., « Psicologia e energias da mente: teorias alternativas », en
A Igreja Católica diante do pluralismo religioso do Brasil (III).
Estudos da CNBB n. 71, São Paulo (Paulus) 1994.
World Commission
on Culture and Development, Our Creative Diversity. Report of the World
Commission on Culture and Development, Paris (UNESCO) 1995.
M. York,« The
New Age Movement in Great Britain », en Syzygy. Journal of
Alternative Religion and Culture, 1:2-3 (1992) Stanford CA.
Notas
(1) Paul Heelas,
The New Age Movement. The Celebration of the Self and the Sacralization
of Modernity. Oxford (Blackwell) 1966, p. 137.
(2) Cf. P. Heelas,
op. cit., p. 164s.
(3) Cf. P. Heelas,
op. cit., p. 173.
(4) Cf. Juan
PabloII, Carta Encíclica Dominum et vivificantem (18 de mayo de
1986), 53.
(5) Cf. Gilbert
Markuso.p., « Celtic Schmeltic » (1), en Spirituality, vol. 4,
noviembre-diciembre de 1998, no 21, pp. 379-383; y (2) en Spirituality,
vol. 5, enero-febrero de 1999, n. 22, pp. 57-61.
(6) Juan PabloII,
Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona (Plaza & Janés) 1994,
pp. 103-104.
(7) Cf.
especialmente Massimo Introvigne, New Age & Next Age, Casale
Monferrato (Piemme) 2000.
(8) M. Introvigne,
op. cit., p. 267.
(9) Cf. Michel
Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milano (il Saggiatore) 1998, p.
86. La palabra « secta » se usa aquí no en sentido peyorativo, sino más
bien para denotar un fenómeno sociológico.
(10) Cf. Wouter J.
Hanegraaff, New Age Religion and Western Culture. Esotericism in the
Mirror of Secular Thought, Leiden-New York-Köln (Brill) 1996, p. 377
et passim.
(11) Cf. Rodney
Starkand William Sims Brainbridge, The Future of Religion.
Secularisation, Revival and Cult Formation, Berkeley (University of
California Press) 1985.
(12) Cf. M.
Lacroix, op. cit., p. 8.
(13) El curso
suizo « Theologie für Laien » titulado Faszination Esoterik lo
plantea con claridad. Cf. « Kursmappe 1 – New Age und Esoterik »,
texto acompañado de diapositivas, p. 9.
(14) El término ya
aparece en el título de The New Age Magazine,publicado por el
Antiguo Rito Masónico Escocés Aceptado en la jurisdicción meridional de
los Estados Unidos de América, remontándose a 1900. Cf. M. York,« The New
Age Movement in Great Britain », en Syzygy. Journal of Alternative
Religion and Culture, 1:2-3 (1992), Stanford CA, p. 156, nota 6. La
datación exacta y la naturaleza del cambio a la Nueva Era son
interpretadas de maneras distintas según los diferentes autores. Las
estimaciones para tal fecha oscilan entre 1967 y 2376.
(15) A finales de
1977, Marilyn Fergusonenvió un cuestionario a 210 « personas comprometidas
en la transformación social », a los que también llama « Conspiradores de
Acuario ». Es interesante lo que sigue: « Cuando se pedía a los
encuestados que dieran el nombre de los individuos cuyas ideas les habían
influido, bien a través del contacto personal, bien por medio de sus
escritos, los más nombrados, por orden de frecuencia, fueron: Pierre
Teilhard de Chardin, C. G. Jung, Abraham Maslow, Carl Rogers, Aldous
Huxley, Roberto Assagioli y J. Krishnamurti. También aparecen mencionados
frecuentemente: Paul Tillich, Hermann Hesse, Alfred North Whitehead,
Martin Buber, Ruth Benedict, Margaret Mead, Gregory Bateson, Tarthang
Tulku, Alan Watts, Sri Aurobindo, Swami Muktananda, D. T. Suzuki, Thomas
Merton, Willis Harman, Kenneth Boulding, Elise Boulding, Erich Fromm,
Marshall McLuhan, Buckminster Fuller, Frederic Spiegelberg, Alfred
Korzybski, Heinz von Foerster, John Lilly, Werner Erhard, Oscar Ichazo,
Maharishi Mahesh Yoghi, Joseph Chilion Pearce, Karl Pribram, Gardner
Murphy, y Albert Einstein »: The Aquarian Conspiracy. Personal and
Social Transformation in Our Time, Los Angeles, (Tarcher) 1980, p. 50
(nota 1) y p. 434. (Trad. esp. La conspiración de Acuario.
Transformaciones personales y sociales en este fin de siglo, Barcelona
[Kairós] 1985).
(16) W.J.
Hanegraaff , op. cit., p. 520.
(17) Comisión
Teológica Irlandesa, A New Age of Spirit? A Catholic Response to the
New Age Phenomenon, Dublín 1994, capítulo 3.
(18) Cf. La
estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1995.
(19) Cf.
Alessandro Olivieri Pennesi, Il Cristo del New Age. Indagine critica,
Ciudad del Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1999, passim,
pero especialmente las pp. 11-34. Véase también la sección 4 más abajo.
(20) Merece la
pena recordar la letra de esta canción, que se grabó inmediatamente en las
mentes de toda una generación, tanto en Norteamérica como en Europa
occidental: « When the Moon is in the Seventh House, and Jupiter aligns
with Mars, then Peace will guide the Planets, and Love will steer the
Stars. This is the dawning of the Age of Aquarius... Harmony and
understanding, sympathy and trust abounding; No more falsehoods or
derision –golden living, dreams of visions, mystic crystal revelation, and
the mind's true liberation. Aquarius... ».
(« Cuando la Luna
esté en la Séptima Casa, y Júpiter se alinee con Marte, entonces la Paz
guiará a los Planetas, y el Amor conducirá a las Estrellas. Es el amanecer
de la Era de Acuario... Abundarán la armonía y la comprensión, la simpatía
y la confianza, no habrá más engaños ni más burlas: una vida dorada,
sueños de visiones, una revelación mística cristalina, y la auténtica
liberación de la mente. Acuario... »).
(21) Paul Heelas,
op. cit., p. 1 y s. La publicación de agosto de 1978 de la
Coalición Cristiana de Berkeley lo expresa de este modo: « Hace
exactamente diez años la espiritualidad “funky” a base de drogas de los
hippies y la mística de los yogis occidentales se limitaban a la
contracultura. Hoy día, ambas se han abierto camino en la corriente
fundamental de nuestra mentalidad cultural. La ciencia, las profesiones de
la salud, las artes, por no mencionar la psicología y la religión, están
todas comprometidas en una reconstrucción fundamental de sus premisas
básicas ». Citado en Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy.
Personal and Social Transformation in Our Time, Los Angeles (Tarchner)
1980, p. 370 y ss.
(22) Cf. Chris
Griscom, Ecstasy is a New Frequency: Teachings of the Light Institute,
New York, (Simon & Schuster) 1987, p. 82.
(23) Véase el
Glosario de términos, § 7.2 Glosario selecto.
(24) Cf. W.J.
Hanegraaff, op. cit. capítulo 15 (« The Mirror of Secular Thought
»). El sistema de correspondencias está heredado claramente del esoterismo
tradicional, pero tiene un significado nuevo para quienes siguen
(conscientemente o no) a Swedenborg. Mientras que para la doctrina
esotérica tradicional cada elemento natural poseía en su interior la vida
divina, para Swedenborg la naturaleza es un reflejo muerto del mundo
espiritual vivo. Esta idea está muy metida en el corazón de la visión
posmoderna de un mundo desencantado y en los diversos intentos por «
re-encantarlo ». Blavatsky rechazó las correspondencias y Jung relativizó
fuertemente la causalidad a favor de la cosmovisión esotérica de las
correspondencias.
(25) W.J.
Hanegraaff, op. cit., pp. 54-55.
(26) Cf. Reinhard
Hümmel,« Reinkarnation », en Hans Gasper,Joachim Müller, Friederike
Valentin(eds.), Lexikon der Sekten, Sondergruppen und Weltanschauungen.
Fakten, Hintergründe, Klärungen, Freiburg-Basel-Wien (Herder) 2000,
pp. 886-893.
(27) Michael
Fuss,« New Age and Europe. A Challenge for Theology », en Mission
Studies Vol. VIII-2, 16, 1991, p. 192.
(28) Ibid.,
loc. cit.
(29) Ibid.,
p. 193.
(30) Ibid.,
p. 199.
(31) Congregación
para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia católica
sobre algunos aspectos de la meditación cristiana (Orationis Formas),
1989, 14. Cf. Gaudium et Spes, 19; Fides et Ratio, 22.
(32) W.J.
Hanegraaff, op. cit., p. 448s. Los objetivos están citados según la
versión definitiva (1896); las versiones anteriores subrayaban la
irracionalidad del « fanatismo » y la urgencia de promover una educación
no sectaria. Hanegraaff cita la descripción que hace J. Gordon Meltonde la
religión de la Nueva Era como enraizada en la tradición «
oculto-metafísica » (ibid., p. 455).
(33) W.J.
Hanegraaff, op. cit., p. 513.
(34) Thomas M.
KingSJ, « Jung and Catholic Spirituality », en America, 3 de abril
de 1999, p. 14. El autor señala que los devotos de la Nueva Era «
citan pasajes que tratan del I Ching, la astrología y el Zen, mientras que
los católicos citan pasajes que tratan de los místicos cristianos, la
liturgia y el valor psicológico del sacramento de la reconciliación » (p.
12). También incluye una lista de personalidades e instituciones
espirituales claramente inspiradas y guiadas por la psicología de Jung.
(35) Cf. W.J.
Hanegraaff, op. cit., p. 501s.
(36) C. J. Jung,
Wandlungen und Symbole der Libido, citado en Hanegraaff, op.
cit., p. 503.
(37) Sobre este
punto, cf. Michael Schooyans, L'Évangile face au désordre mondial,
con un prefacio del Cardenal Joseph Ratzinger,París (Fayard) 1997.
(38) Citado en
The True and the False New Age. Introductory Ecumenical Notes, de la
Comunidad Maranatha, Manchester (Maranatha) 1933, 8.10; no se especifica
la numeración original de las páginas.
(39) Michel
Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milán (il Saggiatore) 1998, pp.
84ss.
(40) Cf. el
apartado sobre las ideas de David Spangleren Actualité des religions
n. 8, septembre 1999, p. 43.
(41) M. Ferguson,
op.cit., p. 407.
(42) Ibid.,
p. 411.
(43) « Ser
americano... es precisamente imaginar un destino más que heredarlo.
Siempre hemos sido habitantes del mito más que de la historia »: Leslie
Fiedler,citado en M. Ferguson, op. cit., p. 142.
(44) Cf. P.
Heelas, op. cit., p. 173s.
(45) David
Spangler, The New Age, Issaquah (Morningtown Press) 1988, p. 14.
(46) P. Heelas,
op. cit., p. 168.
(47) Véase el
prefacio al libro de Michel Schooyans, L'Évangile face au désordre
mondial, escrito por el Cardenal Joseph Ratzinger, París (Fayard)
1997. La cita está traducida del italiano, Il nuovo disordine mondiale,
Cinisello Balsamo (San Paolo) 2000, p. 6.
(48) Cf. Our
Creative Diversity. Report of the World Commission on Culture and
Development, París (UNESCO) 1995, que ilustra la importancia que se
confiere a la celebración y promoción de la diversidad.
(49) Cf. Christoph
Bochinger, «New Age » und moderne Religion: Religionswissenschaftliche
Untersuchungen, Güttersloh (Kaiser) 1994, especialmente el capítulo
3.
(50) Las
limitaciones de estas técnicas que, sin embargo, no son oración se
discuten más adelante, § 3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era.
(51) Cf. Carlo
Maccari, « La ‘mistica cosmica' del New Age » ,en Religioni e Sette
nel Mondo 19962.
(52) Jean
Vernette, « L'avventura spirituale dei figli dell'Acquario », en
Religioni e Sette nel Mondo 19962, p. 42s.
(53) J. Vernette,
loc. cit.
(54) Cf. J.
Gordon Melton, New Age Encyclopedia, Detroit (Gale Research) 1990, pp.
xiii-xiv.
(55) David
Spangler, The Rebirth of the Sacred, Londres (Gateway Books) 1984,
p. 78s.
(56) David
Spangler, The New Age, Issaquah (Morningtown Press) 1988, p. 13s.
(57) Juan PabloII,
Carta apostólica Tertio Millenio Adveniente (10 de noviembre de
1994), 9.
(58) Matthew Fox,
The Coming of the Cosmic Christ. The Healing of Mother Earth and the
Birth of a Global Renaissance, San Francisco (Harper & Row) 1988, p.
135.
(59) Cf. el
documento publicado por el Comité para la Cultura de la Conferencia
Episcopal Argentina Frente a una Nueva Era. Desafío a la pastoral en el
horizonte de la Nueva Evangelización, 1993.
(60) Congregación
para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, 23.
(61) Ibid.,
3. Véanse las secciones sobre la meditación y la oración contemplativa en
Catecismo de la Fe Cristiana, 2705-2719.
(62) Cf.
Orationis Formas, 13.
(63) Cf. Brendan
Pelphrey, «I said, You are Gods. Orthodox Christian Theosis and
Deification in the New Religious Movements» en Spirituality East and
West, Pascua 2000 (N. 13).
(64) Adrian Smith,
God and the Aquarian Age. The new era of the Kingdom, Great
Wakering (Mc Crimmons) 1990, p. 49.
(65) Cf. Benjamín
Creme, The Reappearance of Christ and the Masters of Wisdom,
Londres (Tara Press) 1979, p. 116.
(66) Cf. Jean
Vernette, Le New Age, París, (P.U.F.) 1992 (Collection
Encyclopédique Que sais-je?), p. 14.
(67) Catecismo
de la Iglesia Católica, 52.
(68) Cf. Alessandro Olivieri
Pennesi,Il Cristo del New Age. Indagine Critica, Ciudad del
Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1999, especialmente las páginas
13-34. La lista de puntos comunes está en la p. 33.
(69) Credo de
Nicea-Constantinopla.
(70) Michel
Lacroix, L'Ideologia della New Age, Milán (Il Saggiatore) 1998, p.
74.
(71) Ibid.,
p. 68.
(72) Edwin Schur,
The Awareness Trap. Self-Absorption instead of Social Change, Nueva
York (McGraw Hill) 1977, p. 68.
(73) Cf.
Catecismo de la Iglesia Católica, 355-383.
(74) Cf. Paul
Heelas, The New Age Movement. The Celebration of the Self and the
Sacralization of Modernity, Oxford (Blackwell) 1996, p. 161.
(75) A Catholic
Response to the New Age Phenomenon, Comisión Teológica Irlandesa 1994,
capítulo 3.
(76) Congregación
para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, 3.
(77) Ibid.,
7.
(78) William
Bloom, The New Age. An Anthology of Essential Writings, Londres
(Rider) 1991, p. xvi.
(79) Catecismo
de la Iglesia Católica, 387.
(80) Ibid.,
1849.
(81) Ibid.,
1850.
(82) Juan PabloII,
Carta Apostólica Salvifici doloris sobre el sufrimiento humano (11
de febrero de 1984), 19.
(83) Cf. David
Spangler, The New Age, op. cit., p. 28.
(84) Cf. Juan
PabloII, Carta Encíclica Redemptoris Missio (7 de diciembre de
1990) 6, 28, y la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe
Dominus Jesus (6 de agosto de 2000), 12.
(85) Cf. R.
Rhodes, The Counterfeit Christ of the New Age Movement, Grand
Rapids (Baker) 1990, p. 129.
(86) Helen
Bergino.p., «Living One's Truth», en The Furrow, Enero 2000, p.
12.
(87) Ibid.,
p. 15.
(88) Cf. Paul
Heelas, op. cit., p. 138.
(89) Elliot
Miller, A Crash Course in the New Age. Eastbourne (Monarch) 1989,
p. 122. Para una documentación sobre la postura vehementemente
anticristiana del espiritismo, cf. R. Laurence Moore, « Spiritualism », en
Edwin S. Gaustad(ed.), The Rise of Adventism: Religion and Society in
Mid-Nineteenth-Century America, Nueva York 1974, pp. 79-103, y también
R. Laurence Moore, In Search of White Crows: Spiritualism,
Parapsychology, and American Culture, Nueva York (Oxford University
Press) 1977.
(90) Cf. Juan
PabloII, Carta encíclica Fides et Ratio (14 de septiembre de 1998),
36-48.
(91) Cf. Juan
PabloII, Alocución a los Obispos Norteamericanos de Iowa, Kansas,
Missouri y Nebraska en su visita «ad limina», 28 de mayo de 1993.
(92) Cf. Juan
PabloII, Exhortación Apostólica Post-Sinodal Ecclesia in Africa,
103. El Consejo Pontificio para la Cultura ha publicado un guía que
contiene una lista de estos centros en todo el mundo: Centros
Culturales Católicos (3a edición, Ciudad del Vaticano, 2001).
(93) Cf.
Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, y § 3
supra.
(94) Ésta es un
campo donde la falta de información puede desorientar a los responsables
de la educación a causa de los grupos cuya verdadero programa es contrario
al mensaje del Evangelio. Es el caso particularmente de los colegios y
escuelas, donde los jóvenes, llenos de curiosidad y obligados a escuchar
constituyen una presa fácil y un objetivo ideal para el comercio
ideológico. Cf. la llamada de atención en Massimo Introvigne, New Age &
Next Age, Casale Monferrato (Piemme) 2000, p. 277s.
(95) Cf. J.
Badewien,Antroposofia, en H. Waldenfels(ed.) Nuovo Dizionario
delle Religioni, Cinisello Balsamo (san Paolo) 1993, p. 41.
(96) Cf. Raúl
Berzosa Martínez,Nueva Era y Cristianismo, Madrid (BAC) 1995, p.
214.
(97) Helen Palmer,
The Enneagram, Nueva York (Harper-Row) 1989.
(98) Cf. el
documento del Comité para la Cultura de la Conferencia Episcopal
Argentina, op. cit.
(99) 2 J.
Gernet, en J.-P. Vernantet al., Divination et Rationalité,París
(Seuil) 1974, p. 55.
(100) Cf. Susan
Greenwood, « Gender and Power in Magical Practices, en Steven Sutcliffey
Marion Bowman(eds.), Beyond New Age. Exploring Alternative
Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press) 2000, p. 139.
(101) Cf. M. Fuss,
op. cit., pp. 198-199.
(102) Cf. C.
Maccari, La “New Age” di fronte alla fede cristiana, LeumannTorino
(LDC) 1994, p.168.
(103) Cf. W.J.
Hanegraaff, op. cit., pp. 283-290.
(104) Para un
estudio breve pero esclarecedor del Movimiento del Potencial Humano, véase
Elizabeth Puttik,« Personal Development: the Spiritualisation and
Secularisation of the Human Potential Movement », en Steven Sutcliffey
Marion Bowman(eds.), Beyond New Age. Exploring Alternative
Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press) 2000, pp.
201-219.
(105) Sobre este
último punto, sumamente delicado, véase el artículo « Neonazismus » de
Eckhard Türken Hans Gasper, Joachim Müller, Friederike Valentin(eds.),
Lexikon der Sekten, Sondergruppen und Weltanschauungen. Fakten,
Hintergründe, Klärungen, Freiburg-Basel-Wien (Herder) 2000, p. 726.
(106) Cf. John
Saliba, Christian Responses to the New Age Movement. A Critical
Assessment, London (Geoffrey Chapman) 1999, p. 1.
(107) Cf. M. Fuss,
op. cit., pp. 195-196.