Joven militar temía ser castigado o peor por proclamar su fe y fue premiado
Un joven católico fue llamado a filas en su
país que estaba dominado en aquel tiempo, por el comunismo que imperaba
detrás del llamado telón de acero. El ejército de su país formaba parte del
Ejército rojo.
En posición de firmes, se encontraba junto a sus compañeros con los cuales
formaba una unidad, en el patio de armas del cuartel. Andrei, que era el
nombre de este soldado, que con 18 años era un firme creyente, en sus
convicciones. A pesar de las maratonianas conferencias, que tuvo que
soportar en el cuartel, donde además de la instrucción militar, se les
adoctrinaba en el ateísmo marxista. A la iglesia no se les permitía ir nada
más que a lo mayores de edad, a los cuales se les consideraba casos perdidos
imposibles de ser adoctrinados. La abuela de Andrei, que era uno de esos
casos perdidos, había transmitido sus creencias y enseñado los evangelios a
su nieto Andrei y él plenamente había vivido las enseñanzas de su abuela. Él
había aceptado al Señor como su Dios y salvador.
Uno por uno, dos oficiales del ejército, iban interrogando a cada uno de los
soldados acerca de sus creencias. Andrei y todos sus compañeros pensaron
que, se estaba comprobando el grado de asimilación que los soldados habían
logrado por razón las clases de adoctrinamiento ateo que habían recibido.
Lógicamente todos pensaron que si uno confesaba ser cristiano esto le
traería como mínimo grandes problemas y posiblemente hasta la muerte.
De pie y en fila junto con su unidad, Andrei ya había resuelto lo que iba a
contestar. Los oficiales preguntaban a cada uno de los soldados lo mismo:
“¿Eres cristiano?” “No”, era la respuesta que iban dando, todos. Entonces se
acercaron al más próximo a Andrei : “¿Eres cristiano?” “No”, contestó
también. Los jóvenes reclutas permanecían parados, con la mirada fija hacia
delante. Algunos que si tenían débiles convicciones cristianas, pensaban
que era mejor no afirmar su condición de cristiano.
Los interrogadores se acercaron al joven Andrei. Varios años atrás había
tomado la firme decisión de ser un cristiano coherente y leal, pero aún así
estaba nervioso. Cuando los oficiales le preguntaron: “¿Eres cristiano?” Sin
vacilar, Taavi dijo con voz fuerte y clara, “Sí, soy cristiano”. “Entonces
ven con nosotros”, fue la orden del oficial, más joven. Andrei los siguió.
Subieron a un vehículo y se dirigieron hacia el edificio donde estaba la
cocina. Andrei no sabía lo que pasaría, y aunque esperaba lo peor, obedeció
las órdenes.
Los oficiales le dijeron: “Te vamos a sacar del entrenamiento de combate.
Eres cristiano y estás dispuesto a morir por tu fe, sabemos que no vas a
robar, por lo tanto, te vamos a colocar en la cocina”. En la cocina se
gestaba la mayor operación de mercado negro del Ejército Rojo. En ella se
llevaba a cabo el contrabando y la venta ilegal de alimentos para los
hambrientos soldados. Ellos sabían que la presencia de Andrei reduciría el
robo. Los oficiales soviéticos sabían que no robaría el alimento para
venderlo. Con su testimonio heroico, Andrei se sintió más fuerte en su fe,
además de que comió mejor a partir de entonces.