ORACIÓN POR LOS PROFESOS
Luego, los religiosos
que acaban de profesar se arrodillan, y celebrante,
con las manos
extendidas, recita la oración consecratoria
Oh Dios,
fuente y origen de toda santidad,
que de tal modo has amado a los hombres
que los has hecho partícipes de tu divinidad
y no has permitido
que este designio de tu amor
lo extinguiera el pecado de Adán
ni lo cambiaran los delitos del mundo.
Ya en el comienzo de los tiempos
nos diste en Abel un ejemplo de vida inocente;
suscitaste, además, en el pueblo hebreo,
varones santos
y mujeres ilustres en toda virtud,
entre las que sobresale la Hija de Sión,
la Santísima Virgen María,
en cuyas entrañas virginales
se encarnó, para la salvación del mundo,
tu Palabra, Jesucristo nuestro Señor.
Él es la imagen de la santidad querida por ti;
se hizo pobre para enriquecernos,
se hizo siervo para devolvernos la libertad.
Por su misterio pascual,
redimió al mundo con amor inefable
y santificó a su Iglesia,
a la que prometió los dones del Espíritu.
Tú, Señor, bajo la inspiración del Paráclito,
has atraído innumerables hijos
hacia el seguimiento de Cristo,
para que, dejadas todas las cosas
y ligados con el vinculo del amor,
se unan a ti con ánimo ferviente
y estén al servicio de todos los hermanos.
Mira, Señor, a estos hijos tuyos,
a quienes has llamado según tu providencia,
y derrama sobre ellos el Espíritu Santo,
para que puedan cumplir fielmente
con tu ayuda
lo que hoy, llenos de alegría, han prometido.
Mediten atentamente y sigan con constancia
los ejemplos del divino Maestro.
(Abunde en ellos una castidad sin mancha,
una pobreza alegre,
una obediencia generosa.
Te agraden por su humildad,
te sirvan con sumiso corazón,
te amen con caridad ferviente.
Sean pacientes en la tribulación,
firmes en la fe, gozosos en la esperanza,
activos en el amor.]
Su vida edifique la Iglesia,
promueva la salvación del mundo,
sea signo preclaro de los bienes celestes.
Señor, Padre santo,
sé para estos hijos tuyos apoyo y guía,
y, cuando lleguen al tribunal de tu Hijo,
sé recompensa y premio,
para que se alegren de haber consumado l
a ofrenda de su vida religiosa;
así, afianzados en tu amor,
disfrutarán de la compañía de los santos,
con quienes te alabarán perpetuamente.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.