LA VOCACIÓN
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Vocación
significa llamado, llamado de Dios. En la noche del
mundo, cuando nada existía, Dios llamó
a cada cosa: llamó a los cielos y a
la tierra, a los astros y a los planetas, a las plantas y a los animales y
respondiendo a la voz de Dios cada cosa recibió
la existencia. Dios vio que
todo lo que había creado era bello, útil y bueno. Cuando el
universo estuvo preparado para recibir al rey de la creación,
Dios llamó al hombre y el hombre
recibió el ser. El llamado a la
existencia es la primera vocación
que domina la historia del mundo. Como ésta, toda vocación
es un don de Dios, un acto de su voluntad creadora. La primera
pareja humana era feliz. Se oía al unísono el "si" del hombre y de la creación.
Pero un día Adán volvió las
espaldas a Dios y le dijo "no". Así rompió
el vínculo de amistad que lo unía al Creador y perdió
la felicidad primera. Comenzó a
reinar el desorden y la inquietud. Pero Dios no
permitió que el hombre cayera en la
desesperación y al mismo tiempo que
pronunció la sentencia de condena
iluminó el destino humano con la
promesa de un Salvador. Por eso, en la
plenitud de los tiempos, Dios se hizo hombre para hacer al hombre nuevamente
hijo de Dios, es decir, lo llamó a
la salvación. Luego, para
realizar mejor este designio de salvación, Dios da a cada uno la vocación
a un determinado estado de vida: el matrimonio; el celibato; la consagración
total en el sacerdocio, en la vida religiosa o en los institutos seculares. Dios llama a
cada hombre por su nombre, le confiere una misión
personal, pequeña o grande; modesta o sublime, que lo hace ocupar un lugar
particular en la armoniosa disposici�n del universo. Cuando alguien
nos llama nos volvemos hacia él en actitud de respuesta. Dios nos llama. A
nosotros nos toca responder.
Si decir "si" a Dios, correspondemos a nuestra vocación y realizamos nuestra parte en el plan que el Creador estableció desde toda la eternidad.