[_Sgdo Corazón de Jesús_] [_Ntra Sra del Sagrado Corazón_] [_Vocaciones_MSC_]
 [_Los MSC_] [_Testigos MSC_
]

MSC en el Perú

Los Misioneros del
Sagrado Corazón
anunciamos desde
hace el 8/12/1854
el Amor de Dios
hecho Corazón
y...
Un Día como Hoy

y haga clic tendrá
Pensamiento MSC
para hoy que no
se repite hasta el
próximo año

Los MSC
a su Servicio

free counters

HISTORIA DE LA IGLESIA PRIMITIVA: 11. Herejías y Concilios   


Emiliano  Jiménez Hernández

Páginas relacionadas


a) Herejías trinitarias

b) Herejías cristológicas

c) Herejías soteriológicas


 


a) Herejías trinitarias

Al final del siglo III, la Iglesia está sólidamente implantada en Occidente. Pero apenas si ha rebasado los medios de las grandes ciudades, excepto en los alrededores de Roma y de Cartago. Por otra parte, está sólo comenzando a penetrar en las esferas culturales y a expresarse en latín. En Oriente, en cambio, la Iglesia, que tiene ya tres siglos detrás de sí, ha alcanzado una notable extensión. Además, el cristianismo tiene todo un pasado literario y teológico. Orígenes ha proporcionado un extraordinario esplendor al pensamiento cristiano. Alejandría cuenta con un gran obispo, Dionisio, que ha estado antes a la cabeza de la escuela catequética. Lo más importante de su obra es su correspondencia. Un primer grupo de ésta son las Cartas pascuales, cuyo objeto es anunciar la fecha de la Pascua.

En su correspondencia Dionisio nos ofrece un eco de los grandes problemas de la Iglesia en su época: persecuciones, controversias teológicas, problemas de disciplina eclesiástica. En ella expresa el afán de comunión entre las diversas iglesias locales y, particularmente, con la de Roma. Es la expresión de la colegialidad de la Iglesia antes de los concilios ecuménicos.

Alejandría y Antioquía son dos focos de cultura cristiana. Cuando la verdad revelada se acerca a hombres, la razón trata de "comprender" la revelación. Entonces surgen dos peligros: el racionalismo y el fideísmo. El racionalismo abriga la secreta esperanza de poder traducir a puros conceptos las verdades reveladas. El fideísmo, en cambio, pone su afán en conservar la tradición tal como se ha recibido, dudando de la capacidad de la razón para ilustrar la revelación. La Iglesia no acepta ninguna de estas dos soluciones extremas. Así la Iglesia ha dado base a la teología.

El problema de la teología se siente fuertemente a medida que el cristianismo se difunde en el mundo de la cultura helenística. El siglo II es su primera época, pero no la clásica. En los siglos siguientes, los griegos, sobre todo, emprenden la dogmatización de las verdades de fe, que luego formulan los concilios. Todos los concilios de la Iglesia antigua se celebran en suelo griego, con participación predominante de obispos y teólogos griegos. Más tarde esa herencia la recoge Roma. La Iglesia ortodoxa de Oriente, después del VII Concilio Ecuménico (787), ya no formula más dogmas. No los necesita, pues la liturgia pasa a ocupar el lugar de la teología, en cuanto que la confesión de la verdad se expresa en forma litúrgica, es decir, en adoración y alabanza.

El primer problema teológico que surge consiste en la interpretación del misterio trinitario, que da lugar a diversas herejías, como el monarquianismo o sabelianismo, que propugna una unidad tal en la Trinidad que destruye la distinción de personas. El judaísmo no conoce más que una forma de monoteísmo: el de la fe en un solo y único Dios. Pero Jesús trae el mensaje del Padre; en cuanto Mesías, se coloca a su lado como Hijo y anuncia el envío del Espíritu Santo. Sobre las relaciones íntimas de las tres personas no da muchas explicaciones: "Yo y el Padre somos una cosa" (Jn 8,16); "el Padre es mayor que yo" (Mt 24,36); "cuando venga el Espíritu tomará de lo mío" (Jn 16,13). Y, en el mandato de bautizar, pone a los tres en igualdad, uno junto a otro (Mt 28,19). Según esta predicación, Jesús enseña a la Iglesia a creer en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo, en el Dios uno y trino. El problema surge al querer explicar cómo Dios es uno, siendo Dios tanto el Padre como el Hijo; a partir del siglo II éste es el centro de las controversias doctrinales.

El primer intento de explicación lo hacen los apologetas, especialmente Tertuliano. Manteniendo inquebrantable la plena divinidad del Hijo, no se apartan de la fe ortodoxa. Pero en su empeño por encontrar la formulación de su profesión de fe, consideran al Hijo subordinado de algún modo al Padre (subordinacionismo). La idea básica de la Escritura, que siempre presenta al Padre como único Señor y la voluntad del Padre como la últimamente determinante, parece que reclama esta visión monarquiana. La fe es irreprochable, pero su formulación defectuosa. Otros, en cambio, como los modalistas o patripasianos, niegan la plena divinidad del Hijo o consideran al Hijo como una simple apariencia del Padre. Estas herejías no tienen gran importancia hasta la aparición de Arrio.

El final del siglo III es un período importante en la historia del dogma trinitario. Se oponen diversos intentos imperfectos de formulación dogmática de los datos bíblicos y tradicionales. Tales discusiones aparecen durante los pontificados de Víctor, Ceferino y Calixto. Epígono, discípulo de Noeto de Esmirna, enseña el monarquianismo. Su teología carga el acento sobre la unicidad de la sustancia divina hasta negar que el Hijo tenga una subsistencia propia. Ceferino y Calixto le son favorables. Hipólito, se les opone. Precisamente en ese contexto aparece Sabelio, un cirenense de la Pentápolis (H. E.VII,6), que llega a Roma en tiempos de Ceferino. Con Sabelio, el monarquianismo toma un cariz netamente heterodoxo.

Desde entonces, el monarquianismo se suele designar con el nombre de sabelianismo, por ser Sabelio su principal representante. Sabelio habla de un Dios en tres personas, usando la palabra persona según su sentido clásico de papel en el teatro, de máscara. Así el mismo Dios, en cuanto actúa como creador es llamado Padre; cuando aparece en el papel de redentor encarnado, se le llama Hijo; y en su papel de dispensador de gracia recibe el nombre de Espíritu Santo.

Dios se manifiesta en tres modos distintos, por lo esta herejía recibe también el nombre de modalismo. En otra dirección, el monarquianismo mantiene la distinción real entre el Padre y el Hijo, pero, para no poner en peligro la unicidad de Dios, subordina el Padre al Hijo, por lo que recibe el nombre de subordinacionismo.

El asunto prosigue cuarenta años más tarde. El año 257, en que muere Sabelio, en Cirenaica gana influencia su doctrina. Después de su condena en Roma, Sabelio había vuelto a su patria, abriendo en ella una escuela. Los habitantes de Cirenaica se dividen sobre la cuestión. Algunos obispos, ganados por los sabelianos, no se atreven a hablar del Hijo. Ambas partes envían documentos a Dionisio de Alejandría (H. E. VII,6). Este escribe una memoria sobre la cuestión, enviando una copia de la misma a Roma, al presbítero Filemón. También escribe a Ammón, obispo de Berenice, en Cirenaica, sobre el mismo tema (VII,26), y a los demás obispos de la región.

Estas primeras cartas no logran convencer a los obispos sabelianos. Dionisio envía entonces una nueva carta a Ammón y a Eupator, en la que expone de forma más detallada la distinción entre el Padre y el Hijo, punto que niegan los sabelianos. Los habitantes de Cirenaica apelan entonces al obispo de Roma, Dionisio, que acaba de suceder a Sixto y con quien Dionisio de Alejandría ha mantenido correspondencia cuando era solamente presbítero (VII, 7-6).

Este recurso a Roma es interesante desde el punto de vista de la historia del primado romano en materia doctrinal. Conocemos por Atanasio los reproches que hacen los obispos de Cirenaica a Dionisio de Alejandría. Dicen que separa al Hijo del Padre y le aleja de él. Afirma que el Hijo no existía antes de haber sido engendrado y que hubo, por tanto, un tiempo en que no existía. En consecuencia, no es eterno, sino que ha sobrevenido ulteriormente. El Hijo es, pues, una creación (poiema) y un producto (geneton). Es ajeno al Padre en cuanto a la esencia, como la viña al viñador o el navío al constructor. En fin -dice el mismo Dionisio-, me acusan falsamente de decir que Cristo no es consustancial (homoousios) a Dios.

El papa Dionisio reúne un sínodo en Roma, que condena las proposiciones incriminadas. Dirige a los cirenenses una carta sobre la manera de refutar el sabelianismo, en la que no nombra al obispo de Alejandría y, por otra parte, manda a éste una carta personal. A esta carta responde Dionisio con una Refutación y Apología, en la que precisa las fórmulas que podían prestarse a falsa interpretación en su doctrina. Mantiene la afirmación de las tres hipóstasis, pero negando que sean separadas. Pide que se interpreten las comparaciones que le han sido reprochadas relacionándolas con otras, como la de la fuente y el río, la de la raíz y la planta. Reconoce que no admite el término homoousios porque no está en las Escrituras, pero acusa a sus detractores de haber pasado en silencio la exposición donde él afirma prácticamente la misma doctrina. Indica en qué sentido entiende la palabra poiema aplicada al Verbo y afirma claramente que no ha habido un tiempo en que no existiera. Dionisio de Alejandría profesa su pleno acuerdo con el obispo de Roma, aunque mantiene su vocabulario y perspectiva propia. Ambos obispos condenan los errores: el monarquiano y el subordinaciano.

Pero mantienen las diferencias de las escuelas teológicas romana y alejandrina en materia trinitaria. Quedan varias cuestiones sin explicar; más tarde se harán nuevas precisiones, cuando el arrianismo las plantee de nuevo.

Un conflicto semejante se desarrolla en Antioquía. Pablo de Samosata sucede en 260 al obispo Demetriano. Pablo no tiene una teología elaborada sobre la generación del Verbo. Por ello se presta fácilmente a acusaciones de modalismo y adopcionismo. Los arrianos le consideran como su predecesor. El concilio convocado en Antioquía el año 261 reúne a los obispos más significados de Oriente, para discutir las ideas de Pablo, que es condenado solemnemente. Durante los debates que preceden a la condena, los Padres de Antioquía toman dos posiciones que más tarde serán fuente de dificultades. La primera se refiere a la palabra homoousios, aplicada a la Trinidad. Ya Dionisio la excluía como no escriturística. En Antioquía la rechazan porque la consideran expresión del modalismo de Pablo. Así se explica por qué los Padres orientales se muestran tan reticentes frente a ella cuando Occidente quiere imponerla en Nicea.

Mucho más peligrosa es la segunda herejía, el arrianismo. Su autor es Arrio, natural de Libia. En reacción contra el monarquianismo, exagera la distinción entre el Padre y el Hijo, llegando a la conclusión de que el Hijo es creado de la nada, tiene principio, es pura criatura, dotado de grandes excelencias sobre todas las demás criaturas, pero no es Dios.

A Alejandro, patriarca de Alejandría, esta doctrina le parece grave y el año 321 convoca un sínodo en Alejandría, que condena esta doctrina y excomulga a Arrio. Este sale entonces de Egipto y hace muchos adeptos en Palestina y luego en Nicomedia, donde consigue atraer a la herejía a su obispo, Eusebio, que será su principal apoyo. Así, pues, al resultar inútiles los intentos de dominar este movimiento, Constantino, sin comprender el alcance de las doctrinas en cuestión, pero interesado en mantener la paz de la Iglesia, convoca un Concilio en Nicea. Es el primer concilio ecuménico, celebrado en el año 325 en el palacio de verano del emperador.

Con las grandes facilidades dadas por el emperador, se reúne un gran número de prelados, tal vez unos 260. Ocupa la presidencia del concilio el obispo Osio de Córdoba, que participa de parte del emperador. El Papa Silvestre envía como delegados a los presbíteros romanos Vito y Vicente. Entre los obispos que asisten está Alejandro de Alejandría, acompañado de su diácono San Atanasio. En la discusión, se propone la expresión homoousios, afirmando que el Hijo es consustancial con el Padre; por tanto, verdadero Dios como Él, eterno y sin principio: el Hijo es "Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza (homoousios) del Padre". Esta fórmula, presentada por Osio, se la conoce como el símbolo de Nicea. Solamente dos obispos libios se niegan a firmar el símbolo de Nicea y, junto con Arrio, son desterrados. Poco después les sigue Eusebio de Nicomedia. Desde el primer momento, el empeño de los arrianos es ganarse a Constantino, de quien obtienen que levante el destierro de Arrio el año 328. Entonces dirigen sus esfuerzos contra San Atanasio, la columna de la ortodoxia nicena. Los arrianos lo deponen en un sínodo celebrado por ellos en Tiro el año 335, logrando que Constantino lo destierre. Por cinco veces sale Atanasio al destierro.

Sin embargo, gracias al apoyo del emperador Constante y del Papa Julio, el Concilio de Sárdica, del 343, presidido por Osio, vuelve a proclamar el símbolo de Nicea, a pesar de la oposición de los arrianos. San Atanasio vuelve del destierro y hace su entrada triunfal en Alejandría, en octubre de 346. Pero con la muerte de Constante, el año 350, y del Papa Julio, el 352, los arrianos vuelven a recobrar sus fuerzas, y desde 353 a 360 celebran sus mayores triunfos. El 355 tiene lugar el sínodo de Milán, qué significa un gran triunfo de la violencia arriana, apoyada por Constancio. A esto siguen los actos violentos de Alejandría del 356, en que a duras penas puede San Atanasio escapar al desierto. El arrianismo está en su apogeo. Cuando Gregorio Nacianceno es nombrado obispo de Constantinopla, sólo puede celebrar en una insignificante capilla, porque todas las otras iglesias de la ciudad están en poder de los arrianos.

Una vez arrojado violentamente de su sede Atanasio, los arrianos quieren doblegar al Papa Liberio. Como no consiguen nada con sus halagos, apoyados siempre por Constancio, lo llevan al destierro de Tracia. Allí pasa unos dos años; pero en 358 vuelve a Roma. Lo mismo hacen con Osio. Pero, como el apogeo del arrianismo se basa en el apoyo imperial, al faltarle éste por la muerte de Constancio el 361, se deshace rápidamente. La división en su seno lleva al arrianismo a su ocaso. Algunos confiesan que Cristo es completamente desemejante de Dios, mientras otros, llamados semiarrianos, le conceden cierta semejanza. Bajo la influencia de los Capadocios, Gregorio Nacianceno, Gregorio Niseno y Basilio de Cesarea, los semiarrianos se unen a los católicos. Los arrianos sufren su último golpe cuando Teodosio sube al trono y les cierra las iglesias de Constantinopla. Atanasio, vuelto del destierro, emprende una campaña de atracción, y, poco a poco, la mayor parte de los semiarrianos se reconcilia con la Iglesia.

El macedonianismo es también una herejía trinitaria. En efecto, como Arrio niega la divinidad del Hijo, Macedonio niega la divinidad del Espíritu Santo. San Atanasio se opone a ella en un sínodo del año 362. También se le oponen San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa. Pero, como no se consigue el efecto deseado, es finalmente condenado en el Concilio I de Constantinopla, segundo ecuménico, del año 381, convocado por Teodosio I, en unión con el papa San Dámaso. En este Concilio se condena a los pneumatómatos y se publica el símbolo niceno-constantinopolitano, llamado de San Epifanio.


b) Herejías cristológicas

Las herejías cristológicas se refieren a la manera de entender la unión entre la divinidad y la humanidad de Cristo. Apolinar de Laodicea es quien comienza la serie de herejías cristológicas. Partidario decidido de Nicea y fiel aliado de San Atanasio, reacciona contra el arrianismo, pero insiste de tal modo en la divinidad del Verbo que niega que la naturaleza humana sea completa. Para explicarlo, toma como base el principio de Platón, que distingue en el hombre cuerpo, alma sensible y alma espiritual. Aplicado a Cristo, en su humanidad falta el pneuma.
Apolinar lo juzga necesario, pues, según él, dos naturalezas completas no pueden formar un supósito, y, por otra parte, si no se le quita el pneuma humano, Cristo no puede ser impecable. Para Apolinar el ser humano no puede estar exento del pecado a causa de la debilidad y tiranía de la carne. Para que Cristo goce de la impecabilidad es necesario que un espíritu divino, y no el humano, guíe esa carne que asume para hacerse semejante a nosotros. A esta doctrina se oponen San Atanasio y San Basilio. El Papa San Dámaso la anatematiza y, finalmente, el Concilio I de Constantinopla del 381, segundo ecuménico, la condena, juntamente con el macedonianismo. En el concilio se establece claramente que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.

Ahora, en las controversias cristológicas, no se trata de determinar si en Cristo hay dos naturalezas, sino de saber cómo están unidas. El peligro está en acentuar unilateralmente bien el elemento divino o el humano de Jesucristo. Para salvar la integridad de la naturaleza, la escuela de Antioquía mantiene ambas naturalezas separadas, defendiendo que su unión es meramente extrínseca. Parten del principio de que dos naturalezas completas no pueden formar una persona. Es lo que defienden Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia; pero quien desarrolla ampliamente estas ideas es Nestorio, patriarca de Constantinopla, por lo que la herejía se llama nestorianismo. Según ellos, las dos naturalezas son tan completas, que forman dos personas, la divina, que es la segunda persona de la Trinidad, y la humana, correspondiente al hombre Jesús. Una de las consecuencias de esta concepción es que la Virgen no es Madre de Dios. Además, destruye el valor de la redención, pues, es simplemente la persona humana la que sufre.

A esta doctrina tan peligrosa se opone la teología alejandrina, de un modo particular San Cirilo de Alejandría, que defiende la unión real de ambas naturalezas en una única persona. Habiendo descubierto la herejía y a su autor, envía a Roma abundante información. Al mismo tiempo Nestorio escribe al Papa Celestino, enviándole sus homilías y otros escritos. El Papa Celestino, informado por ambas partes, reúne un sínodo en Roma el año 430, y en él proclama la doctrina católica de una persona en Cristo y, para intimar esta solución a Nestorio, encarga a San Cirilo de Alejandría. En efecto, San Cirilo compone entonces los doce anatematismos en que se condensa la doctrina ortodoxa frente a la nestoriana; pero Nestorio, en vez de aceptarlos, responde con otros doce antianatematismos.

En estas circunstancias, a petición del propio Nestorio, Teodosio II convoca el Concilio de Efeso el año 431, el tercero ecuménico. En él Nestorio es excluido de la Iglesia, del sacerdocio y de toda dignidad eclesiástica. Pero San Cirilo, patriarca de Alejandría, procede con cierta impaciencia y comienza el Concilio antes de que lleguen los legados pontificios y el Patriarca de Constantinopla con sus obispos sufragáneos, y en su primera sesión condena a Nestorio.

Pero, tras la llegada del patriarca de Constantinopla, se organiza una especie de contraconcilio, en el que se revoca la condena de Nestorio, condenando, en cambio, a Cirilo. Sin embargo, al llegar poco después los legados pontificios, aprueban plenamente las primeras sentencias, con la aprobación del emperador. El pueblo, al tener noticia de la declaración del Concilio, prorrumpe en grandes vítores a la Madre de Dios. Una vez aceptadas las decisiones del Concilio, Teodosio II destierra a Nestorio a un convento cerca de Antioquía. Poco después lo hace internar en el llamado desierto de Arabia, y como sigue siendo motivo de inquietudes, lo relega al oasis de Egipto, una especie de prisión de Estado. Nestorio durante este tiempo escribe sus obras Tragedia, Teopaschita y, sobre todo, el Libro de Heráclides.

Juan de Antioquía y Teodoreto de Ciro tienen dificultad en aceptar las decisiones del Concilio, pues sospechan que San Cirilo cae en el extremo opuesto del monofisismo. Entonces Cirilo da toda clase de explicaciones, con lo que se llega al edicto de unión del 433 con Juan de Antioquía, y a la reconciliación de Teodoreto de Ciro en el año 444. El nestorianismo, oprimido por el Imperio, va desapareciendo o retirándose, aunque se forman núcleos en Persia y se extiende hacia Judea y Turquía. Así, se han conservado hasta nuestros días diversos núcleos.

La escuela de Alejandría, para evitar el peligro del nestorianismo, defiende que la unión de la humanidad con la divinidad es tan perfecta en Cristo que forman una sola naturaleza. Y, para asegurar la redención, la naturaleza humana desaparece, absorbida en la naturaleza divina. De ahí el nombre de la nueva herejía: monofisismo. Al ser el monje Eutiques su principal defensor se denomina también eutiquianismo. Mas, por otra parte, le prestan todo su apoyo el nuevo patriarca de Alejandría, Dióscoro, y el valido del emperador, Crisafio.

De este modo, el monofisismo adquiere muy pronto una fuerza arrolladora. Por su parte, la ortodoxia tiene como defensores principales al patriarca Flaviano, Teodoreto de Ciro y Eusebio de Dorilea. En el sínodo de Constantinopla del 448, Eutiques tiene que responder sobre el modo de unión de la humanidad con la divinidad. En ésta y otras ocasiones, habla de la fusión de ambas naturalezas, o absorción de la humana por la divina. Informado el Papa San León Magno, compone la célebre Epístola dogmática, en la que expone la doctrina de las dos naturalezas, y ordena que sea admitida por todos. En adelante forma la base de todas las discusiones.

Ni Eutiques ni Dióscoro aceptan la Epístola dogmática. Al contrario, redoblan su actividad en favor del monofisismo, que culmina con la celebración del sínodo de Efeso el año 449. Aunque el Papa envía sus legados, el sínodo se realiza sin contar con ellos. Todo es un tejido de violencias por parte de Dióscoro y los monofisitas. Sin hacer caso de las decisiones del Papa, deponen a Teodoreto, y en particular al patriarca de Constantinopla, Flaviano. Ante la protesta de éste, lo mandan al destierro; son tantas las penalidades que sufre, que muere en el camino. Los legados del Papa escapan a duras penas. Uno de ellos, Hílaro, se dirige a Roma, donde informa al Papa. Así termina este sínodo, símbolo del apasionamiento de Dióscoro y Eutiques. Al tener noticias fidedignas por cartas de Teodoreto, de Eusebio y del mismo Flaviano y, sobre todo, por el relato verbal de su legado Hílaro, el Papa designa a la asamblea, no como Concilio, sino como Latrocinio, y así se conoce en la historia.

La caída del valido Crisafio, la muerte de Teodosio II en el año 450 y la subida al trono de su hermana Pulqueria, de convicciones profundamente ortodoxas, dan por resultado un cambio radical. Inmediatamente se envían cartas de sumisión al Papa, y Pulqueria propone la celebración de un Concilio. León I accede a los deseos de la emperatriz. El Concilio se reúne en Calcedonia en octubre del año 451. El primer acto de la asamblea, formada por unos seiscientos prelados, es juzgar a Dióscoro; lo excomulgan y arrojan del concilio. Luego se lee la Epístola dogmática, que todos acogen con las palabras: "Dios ha hablado por la boca de León". Proclamados luego los símbolos de Nicea y de Constantinopla, termina el concilio.

Los emperadores dan exacto cumplimiento a las decisiones de Calcedonia; pero no terminan las contiendas monofisitas. Desterrados Dióscoro y Eutiques, apenas se tienen ya noticias de ellos; sin embargo, desaparecida la mano fuerte de Pulqueria y Marciano, los monofisitas vuelven a la batalla. El monofisismo es la herejía más fuerte y más popular de la antigüedad cristiana.

Tras la resolución del concilio de Calcedonia sólo queda una cuestión por resolver: Si Cristo es verdaderamente hombre, ¿cómo se explica la ausencia de pecado en él? Sergio, patriarca de Constantinopla, intenta solucionar la dificultad afirmando que Cristo tiene una sola voluntad, la divino-humana. El monotelismo de Sergio es un monofisismo disimulado, pues al afirmar que en Cristo existe una sola energía y una sola voluntad niega la integridad de las dos naturalezas.

Sergio propone esta concepción como un modo de unir a los ortodoxos con los monofisitas, y el emperador Heraclio (610-641) la toma por eso con todo empeño. El monje Sofronio, más tarde patriarca de Jerusalén, es el primero en darse cuenta del peligro de esta herejía e informa al Papa Honorio sobre ella. Como al mismo tiempo éste recibe cartas de Sergio, el Papa escribe las dos cartas célebres, en las que intenta imponer silencio a ambas partes sobre estas materias. Sobre estas dos cartas, se basa la célebre cuestión del Papa Honorio. ¿Erró el Papa Honorio en estas cartas? En realidad, en estos documentos doctrinales el Papa habla con su autoridad, como lo hizo San León Magno con su Epístola dogmática. De hecho en las cartas no se contiene ningún error. Honorio habla en ellas de una voluntad moral, no física, en lo que consiste el error y herejía. Su defecto es de carácter práctico: el querer echar tierra encima e imponer silencio a todos.

Entre tanto, el monotelismo sigue triunfante. Heraclio, a propuesta de Sergio, publica el año 638 la Ekthesis, documento que pretende unificar a todos. Pero no obtiene la deseada unión. En 647, el patriarca Paulo publica el Typos, con el mismo objeto, pero tampoco consigue nada. El nuevo emperador Constante II (641-668) toma con energía la defensa de la herejía. Contra ella lucha hasta su muerte Sofronio. Luego, particularmente, lucha San Martín I (649-655), que condena solemnemente la herejía y a sus defensores. Por ello es apresado y llevado a Oriente, donde muere mártir de sus sufrimientos. La segunda víctima es San Máximo el Confesor, que defiende la ortodoxia; también él es desterrado y mutilado, hasta que muere mártir.

El nuevo emperador Constantino IV Pogonato (668-685) trae la paz a la Iglesia.

Apenas sube al trono, invita al Papa Agatón (678-681) a celebrar un Concilio, que se celebra en Constantinopla, desde noviembre de 680 a septiembre de 681. Por haber tenido lugar en la sala imperial llamada trullos, es denominado Trulano I, sexto concilio ecuménico. Los ciento setenta prelados reunidos proclaman la doctrina de las dos voluntades en Cristo, condenando el monotelismo. Sin embargo, también condenan al Papa Honorio. ¿Qué significado tiene esta condenación? Lo que aprueba el Papa, que es lo único que tiene valor conciliar, es la condenación de Honorio, no como hereje, sino por su negligencia al no haber atajado la herejía. Este mismo alcance tiene la condenación que luego se repite diversas veces en la Iglesia. Con esto el monofisismo no desaparece, sino que continúa, más o menos arraigado, en algunos territorios de Egipto, Abisinia, Siria y Mesopotamia, entre los coptos, melquitas, jacobitas, etc. Aún en nuestros días se sostienen cerca de un millón de monofisitas.


c) Herejías soteriológicas

De un carácter muy diverso son las herejías llamadas soteriológicas, por referirse a la sotería, o medios de salvación. La primera y principal es la promovida por el monje Pelagio, oriundo de Britania. El y su amigo Celestino se hallan en Roma hacia el año 410, donde proponen esta nueva doctrina. El hombre, dicen, puede por si solo obrar el bien; no necesita para ello el auxilio sobrenatural de la gracia. Posee una naturaleza perfecta, ya que no se transmite el pecado de Adán. Con semejante doctrina se niega, no sólo la necesidad de la gracia, sino también la necesidad de la redención y, en consecuencia, el cristianismo. Pelagio, personalmente, es un hombre lleno de fervor. Agustín lo llama vir sanctus. Pero sus discípulos, especialmente Juliano, obispo de Eclano, desarrollan sus ideas hasta construir el pelagianismo propiamente dicho.

Al entrar los visigodos en Roma, el año 410, Pelagio y su amigo Celestino se trasladan a Cartago, donde continúan esparciendo sus ideas y ganando muchos adeptos. Al poco tiempo, mientras Pelagio se dirige a Oriente, Celestino es descubierto en Cartago, y un sínodo del año 411 condena varias proposiciones suyas sobre el pecado original. Entonces comienza a intervenir en esta materia San Agustín, que se gana, en su lucha contra el pelagianismo el título de Doctor de la gracia. Poco a poco publica las obras básicas sobre esta materia, en las que defiende la necesidad absoluta de la gracia para toda buena obra y para la perseverancia final.

En Oriente Pelagio procura ganarse fama de director de almas. Vive algún tiempo retirado en Belén, donde atrae a su causa a Juan de Jerusalén. Con su apoyo, obtiene triunfos resonantes, como los del Concilio de Jerusalén, y, sobre todo, el de Dióspolis del año 415. Con expresiones ambiguas, Pelagio logra engañar incluso a los enviados apostólicos. Pero también en Oriente es descubierta la herejía. San Jerónimo es el primero en darse cuenta de ella, y en su Comentario sobre Jeremías la pone de manifiesto.

San Agustín vigila desde Africa. El año 416 reúne dos sínodos en Cartago y en Mileve, donde se condena la herejía y envía las actas a Roma. Entonces, bien informado, Inocencio I (401-417), condena por vez primera la herejía. Cuando San Agustín recibe, en 417, esta respuesta pontificia, exclama: "Roma ha hablado; se terminó la controversia. Ojalá termine también el error". Por desgracia, éste no termina, pues Pelagio y Celestino siguen poniendo en juego todas sus artes de disimulo. Cada uno por su cuenta envía al Papa Zósimo su confesión. Este, recién elegido Papa, cae en el lazo de los dos herejes y cree en su inocencia. Al enterarse de ello, San Agustín intensifica su actividad, celebra dos sínodos en Cartago en los años 417 y 418.

Este último, sobre todo, es de gran transcendencia, por haber condenado la doctrina pelagiana en ocho cánones, aprobados luego por el Papa. Con esto, el Papa se convence de la culpabilidad de los herejes, e invita a Pelagio y Celestino a que se defiendan; pero, como no se presentan, publica la célebre Epístola tractoria, en la que condena la doctrina pelagiana e invita a todo el episcopado a aceptar esta condenación. Pero no todos los obispos aceptan la decisión pontificia. El obispo Julián de Eclano, con otros diecisiete prelados italianos, se niegan a aceptarla. Así se inicia la última etapa del pelagianismo, que consiste en un duelo literario entre Julián de Eclano y San Agustín. Al fin, Julián es desterrado a Oriente, donde vive algún tiempo sin ninguna significación.

Frente a las exageraciones pelagianas, San Agustín insiste en el poder divino, defendiendo cómo todo lo bueno del hombre depende absolutamente de Dios, y la perseverancia final es don enteramente gratuito. Juzgando esta doctrina dura y exagerada, los monjes de Adrumeto piden una explicación a San Agustín mismo, y él se la da en sus obras Sobre la gracia y el libre albedrío y De la corrección y la gracia. Los monjes se dan por satisfechos y no vuelven a insistir.

El pelagianismo, sin embargo, se prolonga en el llamado semipelagianismo, que sostiene que la gracia es necesaria, pero no para el comienzo de la conversión, ni tampoco se necesita una gracia particular para la perseverancia final. Esta doctrina nace en el célebre monasterio de San Víctor, de Marsella, y se extiende luego al no menos célebre de Leríns. Su principal portavoz es Juan Casiano, que disfruta de gran prestigio. Contra ellos se levantan principalmente los escritores laicos, Próspero de Aquitania e Hilario, los primeros en reconocer su peligro. Pero, no se atreven a impugnarla, por ser defendida por Juan Casiano. Por ello se dirigen a San Agustín, que publica, ya anciano, las dos obras Sobre el don de la perseverancia y Sobre la predestinación de los Santos. Aunque no satisface a los marselleses, como se les llama, no replican en vida de San Agustín. Pero, después de la muerte Agustín y de Casiano, Gennadio de Marsella, Fausto de Riez y San Vicente de Leríns siguen defendiendo su doctrina a lo largo del siglo V. Es célebre también la obra tendenciosa contra San Agustín, titulada El predestinado.

Próspero e Hilario continúan como defensores de la ortodoxia. Es notoria la obra del primero De la gracia y el libre albedrío, y el poema Sobre los ingratos. El Papa San Celestino (422-432) interviene, exhortando a seguir a San Agustín. Ya en el siglo VI defienden la ortodoxia San Fulgencio de Ruspe, San Avito de Vienne y, sobre todo, San Cesáreo de Arlés. Por iniciativa de éste se celebra, el año 529, el sínodo de Orange (Arausicanum II), que condena en veinticinco cánones toda la doctrina de los pelagianos y semipelagianos. Con la aprobación de Bonifacio II (530-532), estos cánones obtienen el valor de doctrina de la Iglesia.

Para concluir este capítulo es conveniente señalar que, a través del apogeo y de las difíciles crisis que sufre la Iglesia, el Primado se robustece más y más. Este es ejercido y reconocido prácticamente en la celebración de los Concilios ecuménicos y en la solución de las grandes discusiones dogmáticas. El interés de los emperadores y de los patriarcas de Oriente por atraerse al Romano Pontífice en las cuestiones del nestorianismo, monofisismo, monotelismo... es la confirmación de ello. En este período toman también una forma definitiva los patriarcados, y así, finalmente, aparecen reconocidos en Calcedonia (451) los cuatro patriarcados: Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla, para Oriente. Y el de Roma, para el Occidente. El sistema de provincias eclesiásticas y de los metropolitanos sigue el desarrollo iniciado. Asimismo las diócesis, con sus obispos, que se multiplican extraordinariamente.

 

 

 





[_Principal_]     [_Aborto_]     [_Adopte_a_un_Seminarista_]     [_La Biblia_]     [_Biblioteca_]    [_Blog siempre actual_]     [_Castidad_]     [_Catequesis_]     [_Consultas_]     [_De Regreso_a_Casa_]     [_Domingos_]      [_Espiritualidad_]     [_Flash videos_]    [_Filosofía_]     [_Gráficos_Fotos_]      [_Canto Gregoriano_]     [_Homosexuales_]     [_Humor_]     [_Intercesión_]     [_Islam_]     [_Jóvenes_]     [_Lecturas _Domingos_Fiestas_]     [_Lecturas_Semanales_Tiempo_Ordinario_]     [_Lecturas_Semanales_Adv_Cuar_Pascua_]     [_Mapa_]     [_Liturgia_]     [_María nuestra Madre_]     [_Matrimonio_y_Familia_]     [_La_Santa_Misa_]     [_La_Misa_en_62_historietas_]     [_Misión_Evangelización_]     [_MSC_Misioneros del Sagrado Corazón_]     [_Neocatecumenado_]     [_Novedades_en_nuestro_Sitio_]     [_Persecuciones_]     [_Pornografía_]     [_Reparos_]    [_Gritos de PowerPoint_]     [_Sacerdocip_]     [_Los Santos de Dios_]     [_Las Sectas_]     [_Teología_]     [_Testimonios_]     [_TV_y_Medios_de_Comunicación_]     [_Textos_]     [_Vida_Religiosa_]     [_Vocación_cristiana_]     [_Videos_]     [_Glaube_deutsch_]      [_Ayúdenos_a_los_MSC_]      [_Faith_English_]     [_Utilidades_]