¿Quién fue Judas Iscariote?
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de Judas
Luís Antequera, ReligonEnLibertad
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Judas aparece citado
entre los doce apóstoles y perfectamente identificado en los
cuatro evangelios, cosa que no cabe decir de todos los
miembros de tan distinguido colegio, cuyos nombres o no
aparecen en los cuatro libros o aparecen nombrados de una
manera distinta que induce a la confusión. A Judas lo
llaman los evangelios “Iscariote”.
En una primera acepción del término derivada del hebreo “seqarya”, podría significar “el mentiroso”, “el hipocrita”, lo cual no es contradictorio con la participación que los textos canónicos le reservan en el final de Jesús. En una segunda acepción del término, por otro lado la más generalmente aceptada, “iscariote” querría decir “natural de Keriot”, ciudad de Judea en la frontera con Edom citada en el Libro de Josué (Jos. 15, 25), lo que constituiría una vez más un dato, el de su origen, que no poseemos de casi ninguno otro de los Doce, y que convertiría a Judas en el único apóstol de Judea, y en consecuencia, no galileo. Acepción muy plausible del término, por cuanto que de Judas sabemos también, lo que una vez más no sabemos de todos los discípulos, de quien es hijo, que lo es de Simón, llamado también Iscariote (Jn. 6, 71). Existe una tercera acepción, según la cual, el apelativo “iscariote” haría referencia a una posible adscripción de Judas al grupo de los celotes, también llamados, como se sabe, sicarios, notablemente similar a iscariote.
Por San
Juan y sólo
por él, conocemos una interesante intervención de Judas en
las postrimerías del ministerio de Jesús:
“Seis
días antes de la Pascua [por
lo tanto, cinco días antes de su crucifixión], Jesús se
fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había
resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena.
Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la
mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo
puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus
cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice
Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de
entregar: “¿Por qué no se ha vendido este perfume por
trescientos denarios y se ha dado a los pobres?” […] Jesús
dijo: “Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura.
Porque pobres siempre tendréis con vosotros, pero a mí no
siempre me tendréis”” (Jn.
12, 1-8).
Igualmente por Juan,
sabemos que Judas era
el encargado de la gestión de la bolsa de las limosnas de la
que el grupo de Jesús malvivía, y “que
se llevaba lo que echaban en ella” (Jn.
12, 6), es decir que "era
ladrón" (Jn.
12, 6).
“Entonces
Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era del
número de los Doce: y se fue a tratar con los sumos
sacerdotes y los jefes de la guardia del modo de
entregárselo [a
Jesús]. Ellos se alegraron y quedaron con él en darle
dinero. El aceptó y andaba buscando una oportunidad para
entregarle sin que la gente lo advirtiera” (Lc.
22, 3-6, similar a Mc. 14, 10-11).
Mateo nos informa de los términos de la
negociación:
““¿Qué queréis darme
y yo os lo entregaré?” Ellos le asignaron treinta monedas de
plata” (Mt.
26, 14-15).
Cantidad bien significativa, pues tanto eran
treinta siclos de plata lo que valía un esclavo, -“si el
buey acornea a un siervo o a una sierva, se pagaran treinta
siclos de plata al dueño de ellos” (Ex.
21, 32)-, como es el precio en que sus perversos
contemporáneos valoran el jornal del profeta
Zacarías (cfr.
Za. 11, 12), tan rácano que hace exclamar aYahveh en
persona:
“¡Echalo
al tesoro, esa lindeza de precio en que me han apreciado!” (Za.
11, 13).
Jesús no
desconoce las intenciones de su discípulo. Tanto así, que
durante su última cena con los Doce, lo delata ante todos:
“Y
mientras comían recostados, Jesús dijo: “Yo os aseguro que
uno de vosotros me entregará, el que come conmigo” Ellos
comenzaron a entristecerse y a decirse uno tras otro:
“¿Acaso soy yo?” El les dijo: “Uno de los Doce que moja
conmigo en el mismo plato””(Mc. 14, 18-20).
Mateo añade:
“Entonces
preguntó Judas: “¿Soy yo acaso, Rabbí?” Dícele [Jesús]:
“Sí, tú lo has dicho”” (Mt.
26, 25)
Lo que viene a continuación es el relato de la
traición en sí misma:
“Todavía
estaba hablando [Jesús
a su discípulos en el Monte de los Olivos] cuando
se presentó un grupo; el llamado Judas iba el primero, y se
acercó a Jesús para darle un beso. Jesús le dijo: “¡Judas,
con un beso entregas al Hijo del Hombre!”” (Lc.
22, 47-48).
El
beso de Judas es una constante en el relato de los
sinópticos. No se refiere a él, en cambio, Juan, en
cuyo relato, Judas conduce la cohorte que ha de arrestar a
Jesús, pero una vez ante él, permanece como testigo pasivo
de cuanto sucede.
En cuanto al final de Judas, también se refieren a él dos de los textos canónicos, guardando silencio los otros dos. Y lo hacen de manera bien diferente. En la versión de Lucas, que nos la brinda en los Hechos de los Apóstoles, es Pedro el que relata el final del apóstol traidor a sus correligionarios cristianos, que le escuchan atentamente:
“Porque
él era de los nuestros y obtuvo un puesto en este
ministerio. Este pues compró un campo con el precio de su
iniquidad y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se
derramaron todas sus entrañas. Y esto fue conocido por todos
los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó
en su lengua Haqueldamá, es decir Campo de Sangre” (Hch.
1, 17-19).
Por otro lado, tenemos la versión de Mateo,
algo más condescendiente con la figura del apóstol de
Keriot, en la que incluso se atisba un rastro de
arrepentimiento:
Vacante
como queda el puesto de Judas en el colegio de apóstoles,
éstos se plantean reemplazarlo, presentándose dos
candidatos con parecidos méritos, José
Barsabás y Matías.Y
los apóstoles, echándolo a suertes, eligen a Matías.
Nos lo cuenta Lucas:
“Uno de aquellos días
Pedro, puesto en pie ante los hermanos […] les
dijo: «Hermanos, […] es
preciso que uno de los hombres que anduvieron con nosotros
todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a
partir del bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado
de entre nosotros al cielo, uno de ellos tiene que ser con
nosotros testigo de su resurrección.»
Presentaron a dos: a
José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías.
Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces el corazón de
todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para
ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que
Judas desertó para irse a su propio puesto.» Les repartieron
las suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado
al número de los doce apóstoles”. (Hch.
1, 15-26).
Muchas son las sorpresas que sobre Judas nos deparan otros textos distintos de los evangelios. Pero ello quedará para otro día, por lo que si no le parece a Vd. mal, por aquí espero seguir viéndole, amigo lector. |