Domingo 20 del Tiempo Ordinario C - No he venido a traer paz sino división - Lecturas y Catecismo: Preparemos con ellos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Con las Lecturas
Con el
Catecismo
Con el Directorio Homilético
Recursos adicionales para la prepraración
Año Litúrgico Patrístico
Comentarios de Sabios y Santos
Iglesia del Hogar: Preparando en Familia
Catequesis preparatoria para los niños
Ejemplos que iluminan la participación
Recursos: Gráficos - Videos - Audios
Falta un dedo: Celebrarla
Lectura del
libro de Jeremías 38, 3-6. 8-10
El profeta Jeremías decía al pueblo: «Así habla el Señor: “Esta ciudad será
entregada al ejército del rey de Babilonia, y éste la tomará”».
Los jefes dijeron al rey: «Que este hombre sea condenado a muerte, porque
con semejantes discursos desmoraliza a los hombres de guerra que aún quedan
en esta ciudad, y a todo el pueblo. No, este hombre no busca el bien del
pueblo, sino su desgracia».
El rey Sedecías respondió: «Ahí lo tienen en sus manos, porque el rey ya no
puede nada contra ustedes».
Entonces ellos tomaron a Jeremías y lo arrojaron al aljibe de Malquías, hijo
del rey, que estaba en el patio de la guardia, descolgándolo con cuerdas. En
el aljibe no había agua sino sólo barro, y Jeremías se hundió en el barro.
Ebed Mélec salió de la casa del rey y le dijo: «Rey, mi señor, esos hombres
han obrado mal tratando así a Jeremías; lo han arrojado al aljibe, y allí
abajo morirá de hambre, porque ya no hay pan en la ciudad».
El rey dio esta orden a Ebed Mélec, el hombre de Cusa: «Toma de aquí a tres
hombres contigo, y saca del aljibe a Jeremías, el profeta, antes de que
muera».
Palabra de Dios.
Salmo responsorial 39, 2-4. 18
R. ¡Señor, ven pronto a socorrerme!
Esperé confiadamente en el Señor:
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. R.
Me sacó de la fosa infernal,
del barro cenagoso;
afianzó mis pies sobre la roca
y afirmó mis pasos. R.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al ver esto, temerán
y confiarán en el Señor. R.
Yo soy pobre y miserable,
pero el Señor piensa en mí;
Tú eres mi ayuda y mi libertador,
¡no tardes, Dios mío! R.
Lectura de la
carta a los Hebreos 12, 1 -4
Hermanos:
Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de
todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y
corramos resueltamente al combate que se nos presenta.
Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el
cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en
cuenta la infamia, y ahora «está sentado a la derecha» del trono de Dios.
Piensen en Aquél que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores,
y así no se dejarán abatir por el desaliento. Después de todo, en la lucha
contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
Palabra de Dios.
Aleluia Jn 10, 27
Aleluia.
«Mis ovejas escuchan mi voz,
Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor.
Aleluia.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 49-53
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya
estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento
hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que
he venido a traer la división. De ahora en adelante cinco miembros de una
familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre
contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija
contra la madre, la suegra contra nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra del Señor.
Con el Catecismo de la Iglesia Católica entender y vivir la Palabra
II. LA FE DE LA IGLESIA
III. TESTIMONIO CRISTIANO
IV. SUGERENCIAS PARA ASIMILAR LA PALABRA
B. Contenidos del
Catecismo de la Iglesia Católica
II. LA FE DE LA IGLESIA
«Todos los fieles, de cualquier estado o
régimen de vida son llamados a la plenitud de
la vida cristiana y a la perfección de la caridad; todos son llamados a
la santidad: `Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto'»
(Mt.5,48) (2013).
«El camino de la perfección pasa por la Cruz.
No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual
implica la ascesis y la mortificación
que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las
bienaventuranzas» (2015).
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«El que asciende no cesa nunca de ir de
comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que
asciende deja de desear lo que ya conoce» (S. Gregorio de Niza) (2015).
«Para alcanzar esta perfección, los creyentes
han de emplear sus fuerzas, según la medida del don de Cristo, para entregarse
totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo
las huellas de Cristo»
(Vaticano II, LG, 40) (2013).
IV. SUGERENCIAS
ADICIONALES
A. Apunte
bíblico-litúrgico
Los verdaderos profetas como Jeremías crearon
a su alrededor fuertes divisiones y
contradicciones pues no halla lo que se quiere escuchar, sino lo que
Dios le dice.
Jesús anuncia las divisiones y
contradicciones que cercan a los verdaderos profetas cuando su mensaje, que es
de Dios, se extiende entre las familias y los pueblos.
El ejemplo de los antiguos patriarcas es
propuesto en la carta a los Hebreos a quienes saben con certeza hacia donde se
encaminan, gracias a la nueva fe que comenzó y termina en Cristo.
B.
Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
El Verbo se
encarnó para ser nuestro modelo de santidad: 459; 2012.
La vocación a la
santidad: 2013.
El progreso
espiritual: 2014.
La respuesta:
El camino del
combate espiritual: 2015-2016.
C. Otras
sugerencias
El combate espiritual es un combate de
oración (Domingo anterior), es un combate cultural (primera lectura y
evangelio) es un combate total de la vida del que solo en Dios tiene su meta y
en Cristo su Camino, Verdad y Vida.
La ascesis, la mortificación, la lucha del cristiano no son palabras de moda.
Jesús es
muy claro: como los profetas
verdaderos sus discípulos crean divisiones a su alrededor y su vida es una
lucha continua.
Bien vale la pena la meta: la santidad,
aunque sea duro el camino.