Dichos de los Sabios de Israel: 3. Escrutar la Escritura - 4. La Delicia de la Torá
E. JIMENEZ
HERNANDEZ
Páginas relacionadas
1. Si vienes a mi casa Yo iré a la tuya
2. Donde dos o tres se reúnen a escrutar
4. Escruta la Torá desde la niñez
5. Pero toda edad es buena para escrutar la Torá
6. El mundo se sostiene sobre la Torá
9. Nunca se acaba de escrutar la Torá
10. La Torá, don de Dios a los hombres
7. La Torá es la Torá del Santo
8. La Torá en el Arca de la Alianza
1. SI VIENES A MI CASA YO IRE A LA TUYA
Hillel solía decir, poniendo en boca del Santo, bendito sea: “Si tú
vienes a mi casa, Yo iré a tu casa”. Y añadía: “Al lugar que ama mi
corazón, mis pies me conducen”.
“Si tú vienes a mi casa, Yo iré a la
tuya”. Esto se refiere a esos hombres que, temprano por la mañana y
tarde en la tarde, acuden a la casa de estudio de la Torá. El Santo,
bendito sea, les bendice para el mundo venidero, como está dicho: “En
cualquier lugar donde yo haga conmemorar mi nombre, vendré a ti y te
bendeciré” (Ex 20,24).
“Al lugar que ama mi corazón, mis pies me
conducen”. ¿De qué manera? Esto se refiere a esos hombres que abandonan
su plata y su oro y suben en peregrinación para ir al encuentro de la
Šekinah
en el templo. El Santo, bendito sea, vela por ellos en sus tiendas,
según se dice: “Y nadie codiciará tu tierra cuando subas a presentarte
ante Yahveh, tu Dios” (Ex 34,24).
Otra interpretación: “Si tú vienes a mi casa, Yo iré a la tuya”, se
refiere a Israel que abandona sus graneros y lagares para subir a
Jerusalén en las tres fiestas de peregrinación. Y el Santo, bendito sea,
va junto a ellos y los bendice, según está dicho: “Vendré a ti y te
bendeciré” (Ex 20,24).
2. DONDE DOS O TRES SE REUNEN A ESCRUTAR
Cuando los discípulos de los sabios se
sientan a escrutar la Torá, la Šekinah
ronda en torno a ellos y los bendice, según está dicho: “En medio de
vosotros deambularé” (Lv 26,12).
La Šekinah
ronda en torno a los que escrutan la Torá, cuando lo hacen en asamblea,
según se dice: “Dios está presente en la asamblea divina” (Sal 82,1).
Cuando tres personas están sentadas,
ocupándose de la Torá, el Santo, bendito sea, se lo tiene en cuenta como
si formaran un haz ante El, pues se ha dicho: "El que ha construido en
los cielos su morada y ha fundado su
haz sobre la tierra” (Am 9,6).
¿De donde sabemos que la
Šekinah los
atiende y bendice aunque sean dos? Porque está dicho: “Entonces quienes
temen a Dios hablaron uno a otro;
y Yahveh puso atención... y se escribió un libro memorial ante El para
los temerosos de Yahveh y para quienes se preocupan de su nombre” (Ml
3,16).
Y aunque esté uno solo sentado, escrutando la
Torá, la Šekinah
ronda en torno a él y lo bendice, según está dicho: “Vendré a ti y te
bendeciré” (Ex 20,24).
Los sabios, bendita sea su memoria, contaron un ejemplo al respecto. ¿A
qué se parece esto? A un hombre que tiene un hijo pequeño al que deja en
casa cuando va al mercado. El niño va y coge un rollo de la Torá, lo
coloca sobre sus rodillas y se sienta a estudiarlo. Cuando el padre
vuelve del mercado, lo encuentra ocupándose de la Torá y, en su alegría,
va y llama a sus vecinos, exclamando:
-Ved lo que ha hecho mi hijo pequeño al que dejé en casa al irme al
mercado. Por su propia cuenta ha estudiado, pues ha cogido el rollo, lo
ha colocado sobre sus rodillas y se ha sentado a estudiarlo.
Y al hijo le dice:
-Hijo mío, sobre ti está dicho: “Sé sabio, hijo mío, y alegra mi
corazón, para que pueda replicar a quien me agravia” (Pr 27,11). “Hijo
mío, si tu corazón es sabio, se alegrará también mi propio corazón y
jubilarán mis riñones cuando profieran tus labios cosas justas” (Pr
23,15-16). “Jubilará grandemente el padre del justo, y quien engendra a
un sabio se alegrará en él” (Pr 23,24). Y también dice la Escritura:
“Alégrese tu padre y exulte la que te engendró” (Pr 23,25).
R. Yose decía: Disponte a estudiar la Torá, ya que su conocimiento no se
da en herencia. Si la Torá se heredara, un padre podría legarla a su
hijo, a su nieto, al hijo de su hermana y así hasta el fin de todas las
generaciones. ¿De dónde sabemos que el conocimiento de la Torá no se
hereda? De Moisés, bendita sea su memoria. Pues, cuando Moisés pensaba
que sus hijos le iban a suceder, ¿qué dice la Escritura?: “Entonces
Moisés habló ante Yahveh, diciendo: Yahveh, Dios nuestro, establezca
sobre la comunidad un varón que salga y entre al frente de ella para que
no quede la comunidad de Yahveh como rebaño sin pastor” (Nm 27,15-17).
Observa lo que el Santo, bendito sea, le respondió: “Toma a Josué” (Nm
27,18).
Y el Santo, bendito sea, añadió:
-Ve y sírvele de intérprete y que él enseñe en tu presencia a los
grandes de Israel.
Entonces Moisés, fiel al Señor, dijo a Josué:
-Yo te entrego este pueblo, que yo he guiado hasta aquí. No te entrego
un rebaño de carneros sino de corderos, pues aún no han practicado
suficientemente la Torá y todavía no han llegado a ser cabras o
carneros. Según se dice: “Si no lo sabes, ¡oh la más bella de las
mujeres!, sigue las huellas del rebaño y pastorea tus cabrillas junto al
jacal de los pastores” (Ct 1,8).
4. ESCRUTA LA TORA DESDE LA NIÑEZ
Sobre las ventajas de estudiar la Torá en la niñez, los sabios, bendita
sea su memoria, nos han dejado muchos ejemplos.
R. Nehoray decía: El que estudia la Torá en su infancia, ¿a qué se
parece? A una novilla domada cuando aún es pequeña, según está dicho:
“Efraim es una novilla domada que gusta de la trilla” (Os 10,11). Pero
el que estudia la Torá en su vejez se parece a una vaca, que no ha sido
domada hasta su vejez, según se dice: “Como vaca brava embiste Israel”
(Os 4,16).
También solía decir: El que estudia la Torá en la infancia se parece a
una mujer que amasa la harina en agua caliente. Pero el que estudia la
Torá en su vejez se parece a una mujer que amasa la harina en agua fría.
R. Eliezer b. Yaqob, por su parte, dice: El que estudia la Torá siendo
aún niño se parece a escritura que se traza sobre un papel nuevo. Pero
el que estudia la Torá en su vejez se parece a escritura sobre un papel
viejo.
Rabbán Gamaliel dice: El que estudia la Torá en su niñez se parece a un
joven que se casa con una doncella: ella es conveniente para él y él es
conveniente para ella. Ella se arroja en sus brazos y él se arroja en
brazos de ella. En cambio, el que estudia la Torá en la vejez se parece
a un anciano que se casa con una doncella. Ella es conveniente para él,
pero él no lo es para ella. Ella se arroja en sus brazos, pero él se
aleja de ella, según está dicho: “Cual saetas en mano de un guerrero son
los hijos de la juventud. Feliz el hombre que llena su aljaba” (Sal
127,4-5).
R. Simón b. Elazar dice: El que estudia la Torá en su niñez se parece a
un médico que, cuando le traen un herido, dispone de cuchillo para abrir
y ungüentos para curar. Pero el que estudia la Torá en la vejez es como
el médico que tiene cuchillo para cortar, pero no tiene ungüentos para
curar.
Y, por no citar más, Elisa b. Abuyah decía: Cuando se estudia la Torá en
la niñez, las palabras de la Torá son absorbidas por la sangre y salen
por la boca con claridad. Pero cuando se estudia en la vejez, las
palabras de la Torá no son absorbidas por la sangre y no salen por la
boca con claridad. Así está dicho: “Si en tu juventud no las deseaste,
¡cómo podrás alcanzarlas en la vejez!” (Si 25,3).
5. PERO TODA EDAD ES BUENA PARA ESCRUTAR LA TORA
R. Dostay, hijo de R. Yannay, dice: Si te has anticipado y sembraste
durante las primeras lluvias, ve de nuevo y siembra en las segundas;
pues, si cae granizo en el mundo, se perderá la primera siembra, pero
permanecerá la otra; “porque tú no sabes qué tendrá éxito, si esto o
aquello” (Qo 11,6); o quizás ambas permanezcan en tus manos “y sean las
dos igualmente buenas” (Ibidem), según se dice: “Por la mañana siembra
tu semilla y a la tarde no des reposo a tu mano” (Ibidem).
Y R. Yismael comenta al respecto: Si estudiaste la Torá en tu infancia,
no digas: “No voy a estudiar en mi vejez”. Por el contrario, estúdiala
siempre “porque tú no sabes qué tendrá éxito, si esto o aquello”. Si has
estudiado la Torá en la hora de la riqueza, no te quedes ocioso en la
hora de la pobreza. Si estudiaste la Torá en época de saciedad, no te
quedes ocioso en la época del hambre. Si has estudiado la Torá en
tiempos de holgura, no te quedes ocioso en tiempo de estrechez, pues
mejor es para el hombre una sola cosa en la estrechez que cien en la
holgura. Por eso se ha dicho: “Por la mañana siembra tu semilla y a la
tarde no des reposo a tu mano”.
6. EL MUNDO SE SOSTIENE SOBRE LA TORA
El mundo, decía Simón el justo, se sostiene sobre la Torá. ¿De qué
manera? He aquí que la Escritura dice: “Pues quiero misericordia y no
sacrificios, el conocimiento de Dios más que los holocaustos” (Os 6,6).
Con ser el holocausto el más preciado de los sacrificios, pues se
consume enteramente por las llamas en honor de Yahveh (Lv 1,9; 1S 7,9),
sin embargo, el estudio de la Torá es más apreciado ante el Santo que
los holocaustos. Pues si un hombre estudia la Torá llega al conocimiento
de Dios, como está dicho: “Entonces comprenderás el temor de Yahveh y
alcanzarás el conocimiento de Dios” (Pr 2,5). Y también dice la
Escritura: “¿Acaso se complace Yahveh tanto en holocaustos y sacrificios
como en la obediencia a la voz de Yahveh? He aquí que la obediencia vale
más que el sacrificio, y la docilidad más que la grosura de los
carneros” (1S 15,22). Por ello, según R. Simón, Dios dice: “es más caro
para mí el estudio de las palabras de la Torá que holocaustos y
sacrificios”.
Rabbí Yudán dijo: Cuando los israelitas leen la Torá en grupos, el
Santo, bendito sea, dice: “déjame oír tu voz” (Ct 8,13); y si no, dice:
“Huye, amor mío” (Ibidem).
Rabbí Zeira explicó: Cuando los israelitas
recitan el Šemá
unidos con una sola voz y con una misma melodía, dice: “Déjame oír tu
voz”; y si no, dice: “Huye amor mío”.
Al respecto contó Rabbí Leví: Se parece a un rey que organizó un
banquete y convocó a los invitados. Después de comer y beber, algunos de
los invitados se mostraron agradecidos con el rey; pero otros le
criticaron. El rey lo notó y se enojó. Pero la reina abogó por ellos,
diciendo:
-¡Majestad!, en vez de fijarte en los que después de comer y beber te
han criticado, fíjate más bien en los que se han mostrado agradecidos y
te han alabado.
Así mismo, cuando los israelitas, después de comer y beber, se muestran
agradecidos y alaban al Santo, bendito sea, El presta atención a su voz
y se complace, pero cuando las naciones extranjeras, después de comer y
beber, blasfeman e insultan al Santo, bendito sea, con las obscenidades
que dicen, entonces el Santo, bendito sea, piensa incluso en destruir el
mundo.
Pero la Torá entra y aboga en su favor, diciendo:
-¡Señor del universo!, en vez de fijarte en estos que blasfeman y te
provocan, mira más bien a los israelitas, que son tu pueblo, y que se
muestran agradecidos, te ensalzan y alaban tu Nombre excelso con himnos
y alabanzas.
R. Jananyah solía decir: A quien introduce en su corazón las palabras de
la Torá se le van muchas preocupaciones: preocupación por el hambre, por
la necedad, por la inclinación al mal, por la inpudicicia, por la mala
mujer, por las cosas vanas, según está escrito: “Los preceptos de Yahveh
son rectos, alegran el corazón; es límpido el mandato de Yahveh, ilumina
los ojos” (Sal 19,9). En cambio, a quien no introduce en su corazón las
palabras de la Torá, le asaltan todas esas preocupaciones (Dt 28,45-48).
Por ello enseñaron los sabios, bendita sea su memoria: Por el pecado de
negligencia respecto a la Torá fueron exiladas las diez tribus de
Israel, según se dice: “Por eso ha sido desterrado mi pueblo...porque
despreciaron la Torá de Yahveh, y la palabra del Santo de Israel
desdeñaron” (Is 5,13.24)
Por el pecado de negligencia respecto a la Torá fueron exiladas las
tribus de Judá y Benjamín, según se dice: “Así dice Yahveh: Porque han
menospreciado la Torá de Yahveh y no han guardado sus estatutos, Yo
enviaré fuego sobre Judá para que devore los palacios de Jerusalén” (Am
2,4-5).
Por el pecado de negligencia respecto a la Torá fue destruida Jerusalén,
según se dice: “¿Quién ha entregado a Jacob al saqueo y a Israel a los
depredadores? ¿No ha sido Yahveh, contra el que habíamos pecado,
rehusando andar por sus caminos, no queriendo escuchar su Torá? Por eso
derramó sobre él el ardor de su cólera” (Is 42,24-25).
Por el pecado de negligencia respecto a la Torá fue asolada la tierra de
Israel, según se dice: “Por tanto, oíd naciones y conoce, oh asamblea,
lo que vendrá sobre ellos; óyelo, tierra: He aquí que Yo traigo
desgracia sobre este pueblo, como fruto de sus pensamientos, porque a
mis palabras no han atendido y en cuanto a mi Torá, la han rechazado”
(Jr 6,18-19). Y también dice la Escritura: “¿Por qué ha perecido el país
y ha quedado asolado como el desierto, sin pasajeros? Yahveh lo ha
dicho: Porque han abandonado mi Torá” (Jr 9,11).
Hillel solía decir: Dale y dale vueltas a la Torá, pues todo está en
ella; y no te muevas de ella, porque no tienes mejor porción que ella.
¿Cual es su significado? Ben Je Je dice: Según el esfuerzo, así es la
recompensa.
Se cuenta un hecho al respecto. Sucedió una vez que un asnero fue ante
Hillel, el viejo, y le dijo:
-Rabbí, mira como nosotros somos mejores que vosotros, que vivís en
Babilonia, pues vosotros tenéis que lamentaros durante todo ese largo
camino cuando subís de Babilonia a Jerusalén, mientras que yo salgo a la
puerta de mi casa y ya estoy en Jerusalén.
Hillel guardó silencio y esperó un rato, después le dijo:
-¿Por cuánto me alquilarías tu asno de aquí a Emaús?
-Por un dinar.
-Y hasta Lod, ¿por cuanto?
-Por dos.
-¿Y hasta Cesarea?
-Por tres.
Le dijo Hillel:
-Veo que según aumenta la distancia, aumentas el alquiler.
Contestó el asnero:
-Sí, según la distancia es el alquiler.
Le dijo Hillel:
-Y el precio de mis pies, ¿no será como el precio del animal?
Y esto es lo que Hillel sostenía respecto al estudio de la Torá: Según
el esfuerzo, así es la recompensa.
9. NUNCA SE ACABA DE ESCRUTAR LA TORA
R. Tarfón dice: El día es corto y el trabajo (escrutar la Torá), mucho;
el salario es abundante y el dueño apremia. No estás obligado a concluir
la obra, pero tampoco eres libre para abandonarla. Si has estudiado
mucha Torá, grande será tu salario, pues fiel es tu Señor para pagar la
retribución de tu obra.
¿A qué se parece esto? A uno que saca agua del mar y la echa en la arena
de la playa. El mar no se agota y la tierra no se llena.
Como está escrito: “De todo lo perfecto he visto el límite: ¡qué inmenso
es tu precepto!” (Sal 119,96). Todo tiene un límite; el cielo y la
tierra tienen un límite; sólo una cosa no tiene límite: la Torá, según
está escrito: “Más larga que la tierra es su amplitud y más ancha que el
mar” (Jb 11,9).
También enseñaron los sabios, bendita sea su memoria: “¿Quién puede
contar las hazañas de Yahveh, pregonar toda su alabanza?” (Sal 106,2).
Ni los mismos ángeles pueden contar más que una parte de sus hazañas,
pero a nosotros nos toca escrutar lo que fue y lo que será para que el
nombre del Rey de reyes, el Santo, bendito sea, sea ensalzado y
glorificado. El creó la Torá, que es más deseable “que el oro, que mucho
oro fino y más dulce que la miel, y miel virgen de panales” (Sal 19,11).
Sabemos que antes de ser creado el mundo no existían las pieles de
pergamino sobre las que se escribe la Torá, y tampoco existían los
animales; entonces, ¿con qué fue escrita la Torá? Con el dedo del Santo,
bendito sea, con fuego blanco grabado sobre fuego negro.
Rabbí Ismael enseñaba: como un martillo hace saltar infinidad de
chispas, así el estudio de la Torá hace descubrir infinidad de sentidos,
como está escrito: “Como un martillo que rompe la roca” (Jr 23,29).
10. LA TORA, DON DE DIOS A LOS HOMBRES
Dijeron también los sabios, bendita sea su memoria, que la Torá fue
creada mil años antes que el mundo, pues está dicho: “Junto a El estaba
yo como artífice, y era sus delicias día a día, jugando ante El en todo
instante” (Pr 8,30). Y sabemos que el día del Santo, bendito sea, es de
mil años, como está dicho: “Porque mil años son a tus ojos como el día
de ayer” (Sal 90,4).
Pero la Torá preguntaba a los ángeles servidores:
-¿Por qué he sido creada mil años antes de ser creado el mundo si voy a
ser entregada a los hombres, con quienes me gozaré, según está escrito:
“y mis delicias están con los hijos de los hombres” (Pr 8,31)?.
Los ángeles respondieron:
-Mejor estás con nosotros que con los hombres, que pecarán contra ti.
Pero el Santo, bendito sea, dijo a los ángeles:
-La Torá juega con vosotros. ¿Para qué queréis vosotros la Torá? ¿Acaso
vosotros habéis salido de Egipto? ¿Habéis sido esclavos del Faraón?
¿Tenéis comida y bebida? ¿Hay deseos impuros en vosotros? ¿Por qué
deseáis la Torá? Vosotros no la necesitáis, pero sí el hombre, para
purificar su alma de sus malas inclinaciones.
El Santo sólo esperaba la aparición de Moisés para entregar la Torá a
los hombres, para quienes la había escrito.
Pero antes de entregar la Torá a Israel, el Santo, bendito sea, se
dirigió a todas las naciones y lenguas para ofrecerles la Torá, para que
no tuvieran la osadía de decir en el futuro: “Si el Santo, bendito sea,
hubiera querido darnos la Torá, la hubiéramos aceptado”.
Fue, pues, el Santo, bendito sea, a los hijos de Esaú y dijo:
-¿Queréis recibir la Torá?
Respondieron:
-¿Qué hay escrito en ella?
-No matarás.
Respondieron al instante:
-¿Es que quieres arrancarnos la bendición con que fue bendecido Esaú,
nuestro padre?, pues está escrito: “Merced a la espada vivirás” (Gn
27,40). No deseamos recibirla.
Se presentó ante los hijos de Lot y les dijo:
-¿Queréis recibir la Torá?
-¿Qué hay escrito en ella?
-No adulterarás.
-Nosotros descendemos de un adulterio. No queremos recibirla.
Fue también a buscar a los hijos de Ismael y les dijo:
-¿Queréis recibir la Torá?
-¿Qué hay escrito en ella?
-No robarás.
-¿Es que quieres quitar a nuestro padre Ismael la bendición con que fue
bendecido?, pues está escrito: “Pondrá su mano en todo y la mano de
todos estará en él” (Gn 16,12)? No queremos tu Torá.
Así fue recorriendo el Santo, bendito sea, todas las naciones del mundo,
pero ninguna quiso recibir su Torá. Por fin, encontró a Israel y les
dijo:
-¿Queréis recibir la Torá?
Y sin preguntar nada, respondieron:
-Todo lo que diga Yahveh lo haremos y escucharemos (Ex 24,7).
Al momento descendieron ciento veinte mil miriadas de ángeles y ciñeron
a cada uno de los israelitas con dos coronas, una por el haremos y otra
por el escucharemos. Entonces recibieron la Torá con alegría.
Pero, cuando entregó la Torá a Israel, el Santo, bendito sea, les dijo:
-Dadme fiadores de que la cumpliréis.
-He aquí como fiadores los cielos, la tierra y las montañas.
-No, ellos son perecederos.
-He aquí a Abraham, él será nuestro fiador.
-Ha pecado contra Ismael, exponiendo a mi hijo a morir de sed.
-Pues Isaac.
-También él pecó contra mí, por amar a Esaú, mi enemigo.
-He aquí a Jacob.
-Ha pecado contra mí, por no haber cumplido su voto a su regreso de
Padam-Aram (Gn 35,9).
Dijeron entonces:
-Pues nuestros hijos saldrán fiadores por nosotros.
Al momento respondió el Santo, bendito sea:
-Dádmelos como garantía y Yo los aceptaré.
Al instante los israelitas trajeron a sus mujeres con sus hijos de pecho
y a sus mujeres embarazadas, e hizo el Santo, bendito sea, transparentes
sus vientres, y los fetos hablaron con El. Les dijo:
-Ved que quiero entregar la Torá a vuestros padres, ¿salís fiadores de
que ellos la cumplirán?
Respondieron:
-Sí.
Entonces el Santo, bendito sea, les tomó la palabra y dio su Torá a
Israel para todas las generaciones. ¿De dónde sabemos que la Torá fue
fundada en base a los fetos de sus madres o por la boca de los niños de
pecho? Porque así está escrito: “Por la boca de los niños y de los
lactantes dispusiste una fortaleza” (Sal 8,3), y no hay más fortaleza
que la Torá, pues está dicho: “Yahveh da fortaleza a su pueblo” (Sal
29,11).
De la Torá enseñaron los sabios, bendita sea su memoria:
-Cuatro cosas hace el hombre de cuyos frutos
goza en este mundo, mientras que el capital permanece para el mundo
futuro. Esas cosas son: honrar al padre y a la madre, las obras de
misericordia, poner paz entre un hombre y su prójimo y, por encima de
todas ellas,
el estudio de la Torá.
-Mejores son tus amores que el vino (Ct 1,2). Se ha comparado la Torá
con el agua, con el vino, con el ungüento, con la miel y con la leche.
Se ha comparado con el agua porque está escrito “¡sedientos todos,
acudid a las aguas!” (Is 55,1). Así como el agua se extiende de un
extremo a otro del mundo, como está escrito “al que extiende la tierra
sobre las aguas” (Sal 136,6), así también la Torá se extiende de un
extremo del mundo al otro, pues está escrito “más larga que la tierra es
su dimensión” (Jb 11,9).
Así como el agua es la vida del mundo, como está escrito “la fuente del
jardín es pozo de agua viva” (Ct 4,15), así también la Torá es la vida
del mundo, pues está escrito “pues son vida para quienes los encuentran”
(Pr 4,22).
Así como el agua procede de lo alto, como está escrito “al sonar de su
voz se forma un tropel de aguas en los cielos” (Jr 10,13), así también
la Torá procede de lo alto, pues está escrito “pues desde el cielo he
hablado con vosotros” (Ex 20,19).
Así como el agua suele caer acompañada de grandes truenos, como está
escrito “la voz de Yahveh sobre las aguas”, así también la Torá se dio
en medio de truenos, pues está escrito “al tercer día, en cuanto fue de
mañana, hubo truenos y relámpagos” (Ex 19,16).
Así como el agua reconforta el ánimo, como está escrito “entonces Elohim
hendió la muela que hay en Lejí y brotó de ella agua y Sansón recobró su
espíritu” (Jc 15,19), así también la Torá, pues está escrito “la ley de
Yahveh es perfecta, reconforta el espíritu” (Sal 12,7).
Así como el agua purifica al hombre de su impureza, como está escrito
“rociaré sobre vosotros agua pura y os purificaréis” (Ez 36,25), así
también la Torá libera al impuro de su impureza, pues está escrito “los
dichos de Yahveh son dichos puros” (Sal 12,7).
Así como el agua cubre la desnudez del mar, como está escrito “como las
aguas cubren el mar” (Is 11,9), así también la Torá cubre las vergüenzas
de Israel, pues está escrito “pero todas encubre el amor” (Pr 10,12).
Así como el agua, cayendo gota a gota, forma
ríos, así también la Torá, pues hoy se estudian dos
halajás y
mañana otras dos hasta que se convierte en un río caudaloso.
Así como el agua no apetece si no se tiene sed, así tampoco se encuentra
gusto en la Torá si no se tiene sed.
Así como el agua abandona los lugares altos y fluye hacia las
profundidades, así también la Torá abandona a los orgullosos y se une a
los humildes.
Así como el agua no se la conserva en recipientes de oro ni de plata,
sino en los recipientes más baratos, así también la Torá no se mantiene
más que en quien se considera como un recipiente de barro.
Así como uno que no sabe nadar acabará ahogándose en el agua, así
también acabará ahogándose el que no sepa moverse por las palabras de la
Torá y enseñarlas.
Así como el agua hace crecer las plantas, así las palabras de la Torá
hacen crecer a todo el que las acoge...
¿Acaso se puede decir que, así como el agua se corrompe en una vasija,
lo mismo sucede con la Torá?
-No, porque dice la Escritura que “la Torá es como el vino”; y así como
el vino mientras madura en el tonel mejora su calidad, así también las
palabras de la Torá, mientras reposan en el hombre acrecientan su
grandeza.
¿Acaso se puede decir que, así como el agua, al beberse, no se reconoce
en el cuerpo, lo mismo sucede con la Torá?
-No, porque dice la Escritura que “la Torá es como el vino”; y así como
el vino, bebido, se manifiesta en el cuerpo, así también las palabras de
la Torá se hacen notar en quien las bebe.
¿Acaso se puede decir que, así como el agua no alegra el corazón, lo
mismo sucede con la Torá?
-No, porque dice la Escritura que “la Torá es como el vino”; y así como
el vino alegra el corazón, según está escrito “el vino alegra el corazón
del hombre” (Sal 104,5), así también las palabras de la Torá alegran el
corazón, porque está escrito “los preceptos de Yahveh son rectos,
alegran el corazón” (Sal 19,9).
¿Acaso se puede decir que, así como el vino es a veces pernicioso tanto
para el cuerpo como para la cabeza, lo mismo sucede con la Torá?
-No, porque la Escritura dice que “la Torá es como ungüento” (Ct 1,2); y
así como el ungüento es agradable para el cuerpo y la cabeza, así
también las palabras de la Torá son agradables para el cuerpo y la
cabeza, porque está escrito “lámpara de aceite para mis pies son tus
palabras” (Sal 119,105).
-Y así está escrito: “El aroma de tus ungüentos es delicioso” (Ct 1,3);
se refiere a los ungüentos de la Torá. Cuando tienes en la mano una copa
llena de aceite a rebosar, por cada gota de agua que le cae se derrama
una de aceite, así también por cada palabra de Torá que entra en el
corazón, sale una palabra de frivolidad; y al contrario, por cada
palabra de frivolidad que entra en el corazón, sale una de Torá.
¿Acaso se puede decir que, así como el aceite comienza siendo amargo y
termina por ser dulce, lo mismo sucede con la Torá?
-No, porque la Escritura dice que “la Torá es como miel y leche” (Ct
4,11); y así como éstas son dulces desde el principio, así también las
palabras de la Torá son dulces, porque está escrito “más dulces que la
miel” (Sal 19,11).
¿Acaso se puede decir que, así como la miel suele contener restos del
panal, lo mismo sucede con la Torá?
-No, porque la Escritura la compara también con la leche; y así como la
leche no tiene impurezas, también las palabras de la Torá están libres
de impurezas, porque está escrito “no la igualan el oro ni el vidrio”
(Jb 28,17).
¿Acaso se puede decir que, así como la leche es insípida, lo mismo
sucede con la Torá?
-No, porque la Escritura dice “miel y leche”, y así como la miel y la
leche, al mezclarse, no perjudican al cuerpo, así también las palabras
de la Torá, porque está escrito “será salud para tu ombligo” (Pr 3,8) y
también “son vida para quienes las hallan” (Pr 4,22).
Dicen los sabios, bendita sea su memoria: Con inmenso amor amó el Santo,
bendito sea, al hombre, a quien creó del lugar puro del Santuario y lo
introdujo en su mansión, como está escrito: “Tomó Yahveh Dios al hombre
y lo instaló en el Jardín del Edén para cultivarlo y guardarlo” (Gn
2,15).
¿Qué significa cultivarlo y guardarlo? Acaso digas que en el Jardín del
Edén quedaba la labor de podar las viñas y de arar y rastrillar el
suelo, o de hacer las gavillas o segar. Pero ¿no es verdad que todos los
árboles germinaban por sí mismos? O acaso digas que quedaba la labor de
regar el jardín. Pero ¿no es cierto que del jardín manaba y salía un
río, como está escrito: “Un río salía del Edén” (Gn 2,10)?
Entonces, ¿qué significa cultivarlo y guardarlo? No significa otra cosa
que ocuparse en las palabras de la Torá y guardar el camino del árbol de
la vida. Pues el árbol de la vida no es sino la Torá, como está escrito:
“Es árbol de vida para los que se agarran a ella” (Pr 3,18).
“Como flor entre los cardos” (Ct 2,2). Contó R. Azayá en nombre de R.
Yehudá b. Simón: Se asemeja a un rey que tenía un huerto; lo removió y
plantó en él una fila de higueras, otra de vides, otra de granados y
otra de manzanos. Después lo puso en manos del hortelano y se fue.
Al cabo de un tiempo volvió el rey y se pasó por el huerto para ver qué
había producido y lo encontró lleno de cardos y de espinos. Buscó
entonces a unos leñadores para talarlo, pero vio entre los cardos un
capullo de rosa; lo cogió e lo olió y recuperó su buen humor. Entonces
dijo: por esta sola flor se ha de salvar todo el huerto.
Así también el mundo no fue creado más que en virtud de la Torá. Tras
veintiséis generaciones el Santo, bendito sea, revisó el mundo para ver
qué había producido y encontró sólo agua; la generación de Enóš fue
aniquilada desde el agua; la generación del diluvio con el agua; la
generación de Babel por el agua...
Trajo entonces “unos leñadores para talarlo”, como está escrito “Yahveh se
sentó para el diluvio” (Sal 29,10), “pero vio un capullo de rosa”, es decir,
a Israel, “y lo cogió y lo aspiró”, cuando se dispusieron a recibir los Diez
mandamientos; “recuperó su buen humor”, cuando los israelitas dijeron
“haremos y escucharemos” (Ex 24,7). Entonces dijo el Santo, bendito sea,
“por esta sola flor se ha de salvar todo el huerto”, es decir, por la Torá y
sus estudiosos se ha de salvar el mundo.
7. LA TORA ES LA TORA DEL SANTO
De la Torá cantaron los sabios, bendita sea su memoria:
La Torá existía antes de la creación del mundo.
Es el modelo del universo.
El árbol de la vida.
La palabra que une el cielo y la tierra.
Es la razón de todas las cosas.
Todo se ha hecho por ella: el mismo templo, morada del Santo, bendito sea,
y vértice del mundo, se ha construido por la Torá.
Estudiar la Torá es una obra más grande que construir el templo.
La Torá es la esposa de Israel, pues con ella el Santo, bendito sea,
cumple su palabra: “Yo te desposaré conmigo para siempre” (Os 2,21).
8. LA TORA EN EL ARCA DE LA ALIANZA
Rabbí Yudá comparó la litera de Salomón con el Arca de la alianza. Y dijo:
Se puede comparar a un rey que tenía una hija única, hermosa, graciosa y
bien vista. Y dijo el rey a sus criados:
-Mi hija es hermosa, graciosa y bien vista y no le habéis hecho una litera.
¡Hacedle una litera con cortinas!, pues es mejor que muestre su belleza
dentro de la litera.
Lo mismo dijo el Santo, bendito sea:
-Mi Torá es hermosa, graciosa y digna de alabanza y no le habéis hecho un
Arca. Es mejor que se muestre la belleza de mi Torá dentro del Arca.