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Dichos de los Sabios de Israel: 5. Maestros de la Torá y 6. Discípulos de la Torá

E. JIMENEZ HERNANDEZ

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Los Dichos de los Sabios de Israel - Los Maestros

 

                                     

5. MAESTROS DE LA TORA


1. Enseñar la Torá a alguien es darle la vida


2. Estudia y enseña la Torá


3. El temor de Dios es el principio de la sabiduría


4. Estudia la Torá y ponla en práctica


5. Con la sabiduría se recibe todo


6. El sabio necesita del silencio


7. ¿Cómo enseñar la Torá?


8. Un panal que destila son tus labios

 

6. DISCIPULOS DE LOS SABIOS


1. Absorbe las palabras de los sabios


2. Lo blando vence a lo duro 


3. Como aroma de limón 


4. Busca la Torá como la plata


5. La Torá es como un diamante


6. Frutos del estudio de la Torá

 

 

Los Dichos de los Sabios de Israel - Los maestros y los discpipulos

 

 

                                          5. MAESTROS DE LA TORA

 

1. ENSEÑAR LA TORA A ALGUIEN ES DARLE LA VIDA

 

Así dijeron los sabios, bendita sea su memoria: A quien enseña la Torá al hijo de otro, se le puede llamar madre y padre, pues la Escritura se lo cuenta como se lo hubiesen engendrado.

A todo el que atrae a una persona bajo las alas de la Sekinah, el Omnipotente se lo cuenta como si la hubiera creado, como si la hubiera formado, según se dice: “Si extraes lo precioso, apartándolo de lo vil, serás como mi propia boca” (Jr 15,19): como mi boca que insufló un alma al primer hombre.

Así se dice de nuestro padre Abraham, la paz sea sobre él: “Y las personas que habían hecho en Harán” (Gn 12,5). ¿Acaso Abraham los creó o los formó? Aunque todas las criaturas que hay en el mundo se reunieran para crear un mosquito, no podrían hacerlo. Siendo así, ¿por qué se dice “y las personas que habían hecho en Harán”? Para enseñarte que Abraham hizo prosélitos a los hombres y Sara convirtió a las mujeres, según se dice “que habían hecho”. No está escrito que “había hecho”, sino que “habían hecho”. Esto enseña que ambos fueron iguales en mérito.

Al respecto cuentan los sabios, bendita sea su memoria: Sucedió que una vez Hillel, el viejo, permanecía junto a la puerta de Jerusalén y unos hombres salían para realizar su trabajo. Les preguntó:

-¿Por cuánto trabajáis hoy?

Uno dijo:

-Por un dinar.

Otro dijo:

-Por dos dinares.

Hillel les dijo:

-¿Y qué hacéis con ese dinero?

Le contestaron:

-Nos proveemos con él para la vida diaria.

Les dijo:

-¿Por qué no venís a estudiar la Torá y heredaréis la vida de este mundo y la vida del mundo venidero?

Así actuó Hillel durante toda su vida con cuantos encontraba; no dejaba de enseñarles hasta que los introducía bajo las alas de la Sekinah.

 

 

2. ESTUDIA Y ENSEÑA LA TORA

 

Sammay dice: Haz del estudio de la Torá una tarea fija, para practicarla y enseñar a otros a practicarla, conforme a lo que la Escritura dice de Esdras: “Porque él había aplicado su corazón a escrutar la Ley de Yahveh para cumplirla”, y después añade: “y para enseñar a Israel ley y derecho” (Esd 7,10).

La escuela de Sammay dice: No se enseñará la Torá a nadie a no ser que sea inteligente, humilde, descendiente de los antepasados y rico. Pero la escuela de Hillel dice: Se enseñará a todo hombre, porque ha habido muchos pecadores en Israel que se acercaron al estudio de la Torá y de ellos descendieron hombres justos, piadosos y virtuosos.

Sobre esto se cuenta un ejemplo: ¿A qué se puede comparar esto? A una mujer que coloca a una gallina sobre los huevos para que los empolle. De muchos huevos obtendrá unos pocos pollos; de pocos huevos no sacará nada.

 

 

3. EL TEMOR DE DIOS ES EL PRINCIPIO DE LA SABIDURIA

 

R. Janina b. Dosa dice: Todo aquel, cuyo temor al pecado predomine sobre su sabiduría, asegura la permanencia de su sabiduría. Pero aquel, cuya sabiduría esté por encima del temor al pecado, perderá su sabiduría, según está dicho: “El principio de la sabiduría es el temor de Yahveh” (Sal 111,10).

También decía: Todo aquel, cuyas obras sobrepasen a su sabiduría, asegura la permanencia de su sabiduría. Pero aquel, cuya sabiduría supere a sus acciones, perderá su sabiduría, según está dicho: “Haremos y comprenderemos” (Ex 24,7).

Al respecto se cuentan dos ejemplos. Preguntaron a Rabbán Yojanán b. Zakkay:

-Si un hombre es sabio y temeroso del pecado, ¿a qué se parece?

Les respondió:

-Se parece a un artesano que tiene en su mano los utensilios de su oficio.

-Y si uno es sabio pero no es temeroso del pecado, ¿a qué se parece?

-Este se parece a un artesano que no tiene en su mano los utensilios de su oficio.

El otro ejemplo es el siguiente: ¿A qué se puede comparar el sabio, cuya sabiduría está por encima de sus acciones? Este es semejante a uno que va al tendero y le dice:

-Dame un cuarto de vino.

El tendero le contesta:

-Trae un recipiente.

El hombre muestra una bolsa y dice al tendero:

-Dame aceite.

El tendero le contesta:

-Trae un recipiente.

El hombre aquel le muestra su lío de ropas. El tendero entonces le dice:

-¡Hijo de perdición! ¿No tienes recipiente y me pides vino y aceite?

Del mismo modo, el Santo, bendito sea, dice a los malvados: ¿No tenéis buenas acciones y queréis recibir mi Torá?, según se dice: “Pero al malvado le dice Dios: ¿Por qué tienes tú que recitar mis preceptos y tomar en tu boca mi alianza, tú que detestas la doctrina y a tus espaldas echas mis palabras?” (Sal 50,16-17). Si no guardas mis preceptos, ¿cómo vas a recitarlos?

 

 

Los Dichos de los Sabios de Israel - Los maestros y los discpipulos

 

 

4. ESTUDIA LA TORA Y PONLA EN PRACTICA

 

R. Elazar b. Azayah dice: Un hombre que ha realizado buenas acciones y ha estudiado mucha Torá se parece a un árbol plantado junto al agua. Sus ramas son escasas, pero sus raíces son firmes. Aunque los cuatro vientos del mundo soplen contra él no lo moverán de su lugar, según se dice: “Pues es como un árbol plantado junto a corrientes de agua” (Sal 1,3).

En cambio el hombre que no ha realizado buenas acciones, aunque estudie mucha Torá, se parece a un árbol plantado en el desierto. Sus ramas son abundantes, pero apenas tiene raíces. Apenas sopla uno de los vientos, lo desarraiga y lo hace caer, según está dicho: “Será como tamarindo en la estepa” (Jr 17,6).

Y Elisa b. Abuyah decía: ¿A qué se parece un hombre que ha realizado buenas obras y ha estudiado mucho la Torá? A un hombre que construye primero con piedras y después con ladrillos. Aunque arrecien las lluvias y se estanquen junto a la casa, las aguas no la reblandecerán y no la harán caer. Pero un hombre que no ha realizado buenas acciones, aunque haya estudiado mucho la Torá, se parece a un hombre que construye primero con ladrillos y después con piedras. Con poca agua que caiga, en seguida se derrumbará la casa.

También solía decir: Un hombre que ha realizado buenas obras y ha estudiado mucho la Torá se parece a una copa que tiene pie plano. Pero un hombre que no ha realizado buenas acciones y ha estudiado mucho la Torá se parece a una copa con pie picudo; tan pronto como se llena la copa, se vuelca sobre un lado y se derrama todo su contenido.

Otras veces decía: Un hombre que ha realizado buenas acciones y ha estudiado mucho la Torá se parece a un caballo que tiene brida. Pero un hombre que no ha realizado buenas acciones, aunque estudie mucho la Torá, se parece a un caballo sin brida. En cuanto alguien monta sobre él, lo arroja por la cabeza.

También solía poner un ejemplo para explicar a qué se parece el que estudia y pone en práctica la Torá. Se parece a un rey que dijo a su siervo:

-Cuida este pájaro para mi hijo.

Y añadió:

-Si cuidas este pájaro, conservarás tu vida; pero, si lo pierdes, perderás tu vida.

El siervo cuidó el pájaro, pues pensaba que lo que estaba cuidando era su propia vida y lo que podía perder era, en realidad, su propia vida.

Así el Santo, bendito sea, dice: “Ten cuidado y guárdate bien, no vayas a olvidarte de estas cosas que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón” (Dt 4,9). Y añade: “Porque no es una palabra vana para vosotros, sino que es vuestra vida” (Dt 32,47).

En el momento del martirio, Rabbí Aqiba dijo con gozo:

-Durante toda mi vida el versículo “Y con toda tu alma” (Dt 6,5) ha sido para mí motivo de inquietud, pues me preguntaba: ¿cuándo se me presentará la ocasión de cumplirlo? Ahora finalmente se me ofrece la ocasión de amar a Dios con toda mi alma, entregándosela.

Y al pronunciar la palabra Unico del Šemá, la alargó tanto, que su alma se le salió mientras la decía.

 

 

5. CON LA SABIDURIA SE RECIBE TODO

 

Enseñaron los sabios, bendita sea su memoria: Con la sabiduría, que el Santo, bendito sea, da a quien se aplica al estudio de su Torá, se reciben todas las cosas.

Rabbí Simón decía: Esto se puede comparar a un alto jefe de la corte a quien el rey dijo:

-Pídeme lo que quieras.

El se dijo: Si le pido oro o plata me los dará; si piedras preciosas o gemas, me las dará. Más bien le pediré la mano de su hija y, con la hija, me será dado todo a la vez.

Así hizo Salomón: “En Gabaón se le apareció Yahveh y le dijo: ¡Pide!” (1R 3,5). El se dijo: Si le pido oro o plata, piedras preciosas o gemas, me las dará. Más bien le pediré sabiduría y, con ella, me será dado todo a la vez. Por eso está escrito: “da, pues, a tu siervo un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo” (1R 3,9).

Y el Santo, bendito sea, le contestó:

-Porque has pedido sabiduría y no plata ni propiedades ni honores, ni larga vida... “la sabiduría y la ciencia te son concedidas” (2Cro 1,12) y con ellas “te daré riquezas y bienes” (Ibidem).

 

Los Dichos de los Sabios de Israel - Los maestros y los discpipulos

 

 

 

6. EL SABIO NECESITA DEL SILENCIO

 

Simón, hijo de Rabbán Gamaliel, decía: Toda mi vida crecí entre sabios, pero no encontré nada mejor para el hombre que el silencio. Si el silencio es conveniente para los sabios, ¡cuánto más para los necios! La sabiduría no conduce a las palabras, ni las palabras conducen a la sabiduría. El mucho hablar conduce al pecado, según se dice: “En el mucho hablar no falta pecado” (Pr 10,19). Y añade: “Incluso el necio, si calla, es tenido por sabio” (Pr 17,28).

Y Rabbán Gamaliel decía: Las palabras de la Torá son tan difíciles de adquirir como ropa de lana fina y tan fáciles de perderse como ropa de lino. En cambio, el lenguaje necio y grosero es tan fácil de adquirir y tan difícil de perderse como un saco. Un hombre compra por nada un saco y puede usarlo por años.

 

 

7. ¿COMO ENSEÑAR LA TORA?

 

Ben Azzay estaba comentando la Escritura y el ambiente ardía a su alrededor. Corrieron a decírselo a R. Aqiba, quien fue donde él y le dijo:

-Me dicen que estás comentando la Escritura y el ambiente arde a tu alrededor.

-Así es.

-¿Acaso estás ocupado con las estancias del Carro divino?

-No, sino que iba ensartando las palabras de la Torá, y de la Torá pasé a los Profetas, y de éstos a los Escritos; y las palabras se alegraban como cuando fueron dadas en el Sinaí, y eran agradables como la primera vez. ¿O no es verdad que cuando fueron dadas la primera vez desde el Sinaí lo fueron con fuego, como está escrito “mientras la montaña ardía en fuego”?

 

 Los Dichos de los Sabios de Israel - Los maestros y los discpipulos

 

 

8. UN PANAL QUE DESTILA SON TUS LABIOS

 

“Un panal que destila son tus labios” (Ct 4,11). R. Elazar b. R. Simeón, R. Yosé b. R. Janina y los maestros discutieron sobre la palabra panal. R. Elazar dijo:

-Todo aquel que proclame en público los conceptos de la Torá y no logre que éstos resulten tan agradables a su auditorio como harina candeal, que se adhiere al tamiz, más le valiera no haber hablado.

R. Yosé dijo:

-Quien no logra que sean tan agradables como la miel, que se destila del néctar, más le valiera no haber hablado.

Los maestros, bendita sea su memoria, siguieron diciendo:

-Quien no consigue que sean tan agradables como la miel y la leche mezcladas, más le valiera no haber hablado.

R. Yoyanán dijo:

-Si no logra que sean tan agradables como una novia resulta agradable a todos en el día de su boda, más le valiera no haber hablado.

Y R. Simeón b. Laqis dijo:

-Si no logra que sean tan agradables como una novia lo es a su marido el día de su boda, más le valiera no haber hablado.

 

 

Los Dichos de los Sabios de Israel - Los maestros y los discpipulos


                                         6. DISCIPULOS DE LA TORA

 

1. ABSORBE LAS PALABRAS DE LOS SABIOS

 

Yose ben Yoezer decía: Sea tu casa lugar de reunión para los sabios; déjate cubrir con el polvo de sus pies y absorbe sus palabras con avidez.

Cuando un sabio entre en tu ciudad, no digas: “No tengo necesidad de él”. Por el contrario, acude junto a él. No te sientes con él sobre la cama ni en un taburete ni en un banco, sino que te sentarás ante él en el suelo. Cada palabra que salga de su boca recíbela con miedo, temor, temblor y emoción, del mismo modo que tus padres recibieron la Torá del monte Sinaí con miedo, temor, temblor y emoción.

“Sea tu casa lugar de reunión para los sabios”, pues siempre que los sabios y sus discípulos entran en la casa de un hombre, la casa es bendecida por el mérito de ellos.

Eso es lo que encontramos acerca de Jacob, nuestro padre. Cuando entró en casa de Labán, la casa fue bendecida por su mérito, según se dice: “En verdad poco era lo que poseías antes de mi llegada, mas se ha acrecentado copiosamente, pues Yahveh te ha bendecido con mi estancia” (Gn 30,30). Y de modo similar Labán dice: “He adivinado que Yahveh me ha bendecido por tu causa” (Gn 30,27).

Y lo mismo puedes encontrar respecto a José. Cuando entró en casa de Putifar, la casa fue bendecida por su mérito, según se dice: “Acaeció, pues, que, desde el momento en que le hizo intendente de su casa y de todo lo suyo, Yahveh bendijo la casa del Egipcio por amor de José” (Gn 39,5). Y también está escrito: “Y la bendición de Yahveh se extendió a todo cuanto aquel poseía, así en la casa como en el campo" (Ibidem).

Y lo mismo encuentras acerca del arca de Dios, pues cuando entró en la casa de Obed-Edom, fue bendecida la casa por su mérito, según se dice: “Yahveh ha bendecido la casa de Obed-Edom y todo lo suyo en gracia del Arca de Dios” (2S 6,12).

“Y absorbe sus palabras con avidez”, pues siempre que las palabras de la Torá penetran y encuentran las cámaras del corazón libres, entran y se posan en su interior. La inclinación al mal no tiene poder sobre ellas y nadie puede sacarlas de allí.

Los sabios, bendita sea su memoria, contaron un ejemplo: ¿A qué se parece esto? A un rey que iba por un camino y encontró un palacio vacío. Entró, se instaló en su interior y nadie pudo sacarlo de allí. Así, siempre que las palabras de la Torá penetran y encuentran las cámaras del corazón libres, entran y se posan en su interior. La inclinación al mal no tiene poder sobre ellas y nadie puede sacarlas de allí.

 

 

2. LO BLANDO VENCE A LO DURO

 

Se dice que R. Aqiba tenía cuarenta años y aún no había estudiado nada. Estaba una vez junto a la boca de un pozo y preguntó:

-¿Quién excavó esta piedra?

Se le respondió:

-El agua que cada día cae continuamente sobre ella. ¿No has leído acaso que “las aguas desgastarán las piedras?” (Jb 14,19).

Inmediatamente R. Aqiba dedujo respecto a si mismo:

-Si lo que es blando pudo tallar lo que es duro, con mayor razón las palabras de la Torá que son duras como el hierro tallarán mi corazón que es de carne y sangre.

En seguida se volvió al estudio de la Torá hasta que la aprendió toda entera.

Más tarde, sucedió una vez que R. Aqiba estaba sentado, enseñando a sus discípulos, y se acordó de lo que había hecho en su juventud, y exclamó:

-Doy gracias ante ti, Yahveh, mi Dios, porque asignaste mi lote entre los que se sientan en la casa de estudio y no la asignaste entre los que se sientan en los rincones de la plaza del mercado.

 

 

3. COMO AROMA DE LIMON

 

“El aroma de tus ungüentos es delicioso” (Ct 1,3). Lo comentaron R. Eliezer, R. Yehosuá y R. Aqiba. R. Eliezer dijo:

-Aunque los mares fueran tinta y los juncos cálamos y los cielos y la tierra lienzos de pergamino y todos los hombres copistas, no serían suficientes para escribir toda la Torá que he aprendido, y eso que yo no he captado de ella más que lo que tomaría un hombre que mojara la punta de su pluma en el mar.

Lo mismo repitió R. Yehosuá. Pero R. Aqiba dijo:

-Yo no soy capaz de decir lo que dijeron mis maestros, pues ellos al menos captaron algo de la Torá, mientras que yo no capté de ella más que como el que aspira el aroma de un limón, que goza del aroma, pero el limón no pierde nada, o como el que llena su cantimplora en un manantial o el que enciende una lámpara con otra.

 

 

4. BUSCA LA TORA COMO LA PLATA

 

R. Pinjás ben Yair decía: “Si la buscas como a la plata” (Pr 2,4), es decir, si vas tras las palabras de la Torá como tras los tesoros, el Santo, bendito sea, no te privará de tu salario.

Si un hombre pierde una moneda de plata dentro de su casa, ¿no encenderá unas cuantas lámparas hasta que dé con ella? Pues si, por las cosas que son efímeras y de este mundo, el hombre enciende tantas lámparas hasta que las encuentra, las palabras de la Torá, que son de este mundo y del mundo futuro, ¿no tendrás que buscarlas como tesoros? De ahí que se diga “si la buscas como a la plata”.

 

 

5. LA TORA ES COMO UN DIAMANTE

 

Rabbí Yannay dijo: “La sabiduría es para el necio inalcanzable como un diamante” (Pr 24,7). Pues la sabiduría de la Torá se puede comparar a una hogaza que está colgada en lo más alto de una casa. El necio la mira y se dice: ¿Quién podrá bajarla aquí? El inteligente, en cambio, se dice: “¿Acaso no ha sido otro capaz de colgarla allí? Pues yo voy a traer dos cañas y a ensamblarlas hasta que la alcance”.

Dijo Rabbí Leví: Se puede también comparar a una cesta. Su propietario contrató a unos obreros para llenarla de agua. El imbécil decía: ¿De qué me aprovecha si meto el agua por aquí y se sale por allí? El inteligente, en cambio, se decía: ¿No recibo yo mi paga por cada cubo de agua?

 

De la misma manera, el imbécil dice: Yo aprendo la Torá pero la olvido, ¿de qué me aprovecha? El sabio, en cambio, se dice: ¿Acaso no ha de darme el Santo, bendito sea, mi salario por mi esfuerzo?

 

 

6. FRUTOS DEL ESTUDIO DE LA TORA

 

Enseñaron los sabios, bendita sea su memoria: Sólo comprendiendo la palabra de la Torá se llega a conocer a Aquel que dijo hágase y el mundo fue creado.

Además muchas cosas consigue quien estudia la Torá, pues el universo entero no vale tanto como ella. Se le llama amigo, amado, amante de Dios y amante de lo creado. Agrada a Dios y agrada a las criaturas.

El que estudia la Torá se reviste de humildad y de temor, convirtiéndose en justo, piadoso, recto y fiel. El estudio de la Torá le aleja del pecado y le acerca a la virtud. De él se puede conseguir consejo, sabiduría, inteligencia y fuerza, según está escrito: “Míos son el consejo y la sabiduría, yo soy la inteligencia, mía es la fuerza” (Pr 8,14).

La Torá le da el reino, el mando y la profundidad de juicio. En el estudio se le revelan los secretos de la Torá, que se convierte para él en fuente perenne, en un río siempre en crecida.

El que estudia la Torá es modesto y generoso, sabe perdonar las ofensas; es grande y encumbrado sobre todas las cosas.

Rabbí Samuel ben Najmám añadió: Se han comparado las palabras de la Torá con las armas (2Cro 12,2). Así como las armas dan fortaleza a su dueño en el momento de la batalla, así las palabras de la Torá dan fortaleza en el momento del combate a quien se reviste de ellas.

 

 

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