Dichos de los Sabios de Israel: 7. Adán y Eva y 8. Moisés
E. JIMENEZ
HERNANDEZ
Páginas relacionadas
2. Diferencias entre el hombre y la mujer
4. La cerca de la Escritura
5. La Tentación
2. Al que se humilla, Dios lo ensalza
3. Moisés recibe la Torá con temor y
temblor
4. ¿Por qué rompe Moisés las Tablas
de la Ley
Cuando Adán terminó de dar nombre a todos los seres de la creación,
comenzó a lamentarse ante el Santo, bendito sea, diciendo ante El:
-Señor del universo, a todas las criaturas que has creado en tu mundo
les has creado también una pareja, pero yo no tengo pareja.
Según se dice: “Mas para el hombre no halló ayuda similar a él” (Gn
2,20). Luego, cuando el primer hombre vio a Eva, dijo:
-Esta es mi pareja.
Sobre esto, una dama romana preguntó a R. Yehosúa:
-¿No fue acaso un robo la creación de la mujer? ¿Acaso no durmió al
hombre para quitarle una costilla? ¿No es eso un robo?
Le contestó:
-De ninguna manera. El Omnipotente no roba nada. Te voy a poner un
ejemplo. Uno fue a comprar una libra de carne y se encontró que en ella
había un hueso. Se presentó ante el carnicero y le dijo: “Aquí tienes
este hueso, dame carne en su lugar”. ¿Había robado algo ese hombre?
-No.
-Pues así obró el Omnipotente con el primer hombre. Cogió de él un hueso
y le puso carne en su lugar, según se dice: “Y tomó una de sus
costillas, cerrando con carne su espacio” (Gn 2,21).
2.
DIFERENCIAS ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER
Se preguntan los sabios, bendita sea su memoria: ¿Por qué la mujer es
difícil de reconciliar y el hombre es fácil de reconciliar? Simplemente
porque la mujer fue creada del hueso y el hombre fue creado de la
tierra. Similar a un hueso que, aunque lo pongas dentro del agua, no se
ablanda, así es la mujer que fue creada del hueso. Sin embargo, el
hombre fue creado de la tierra y es similar a la tierra que se ablanda
cuando pones sobre ella una gota de agua, así es el hombre.
¿Y por qué el hombre propone el matrimonio a la mujer y la mujer no lo
hace con el hombre? Simplemente porque el hombre busca esa parte que ha
perdido, pero la parte perdida no lo busca a él.
R. Yehosúa ben Qorjah decía: Mientras estuvo
solo su nombre fue Adán, por la tierra ('adamah)
de donde fue tomado. Pero desde que se le dio la ayuda de la mujer se le
llamó hombre
y a ella mujer.
¿Qué hizo el Santo, bendito sea? Puso su nombre de YH entre los nombres
de ellos diciendo:
-Si camináis por mis caminos y guardáis mis
preceptos, mi Nombre quedará intercalado en vosotros y os salvará de
cualquier desgracia. Pero de lo contrario, retiraré mi nombre de
vosotros y ambos os convertiréis en fuego. Y el fuego devora al fuego,
como está dicho: “Es fuego que devora hasta la destrucción” (Jb 31,12).[1]
R. Yosé dice: Mejor es una cerca de diez palmos que permanece que una de
cien codos que se cae. La cerca que Adán levantó en torno a la palabra
de Dios fue excesiva y no se mantuvo en pie. Por ello, dijeron los
sabios: Que el hombre, en su celo, no añada nada a las palabras que ha
oído del Señor.
Es cierto que una viña que está rodeada por una cerca no es igual a otra
que no está cercada. Pero no es conveniente que el hombre levante una
cerca excesiva, pues si esta cae arrancará las plantas. ¿De dónde lo
sabemos? De Adán y Eva:
El Santo, bendito sea, había dicho a Adán: “De todo árbol del jardín
podrás comer libremente, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal
no has de comer” (Gn 2,16-17). Pero a través de las palabras de Eva
nosotros aprendemos que Adán, al transmitirla las palabras del Señor,
había elevado en exceso la cerca en torno al árbol, añadiendo: “ni lo
toques” (Gn 3,3).
Al principio el primer hombre estaba recostado en el jardín del Edén y
los ángeles permanecían a su lado, asándole carne y refrescándole el
vino. La serpiente fue y lo vio; contempló su gloria y tuvo celos de él.
Entonces la serpiente se puso a deliberar consigo misma: “Si voy junto a
Adán y le hablo, sé que no me escuchará. Iré junto a Eva pues las
mujeres escuchan a cualquiera”. Fue y se sentó junto a ella, iniciando
una larga conversación. Le dijo:
-¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín? (Gn
3,1).
Eva le contestó:
“Del
fruto de los árboles del jardín podemos comer, pero respecto al fruto
del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: No comáis de él ni
lo toquéis, para que no muráis” (Gn 3,2-3).
Cuando la serpiente oyó las palabras de Eva, encontró una puerta por
donde colarse. Dijo a Eva:
-Si respecto a tocarlo, tú dices que el Santo nos ha dado órdenes, he
aquí que yo voy a tocarlo y no moriré. Tampoco morirás tú si lo tocas.
Entonces se levanto y tocó el árbol con sus manos y con sus pies,
enroscándose en torno al tronco, sacudiéndolo hasta que cayeron sus
frutos al suelo.
Mientras Eva contemplaba a la serpiente enroscada al árbol y sin morir,
la serpiente le habló de nuevo:
-Y si respecto a comer del árbol, tú dices que el Santo ha dado órdenes,
he aquí que yo voy a comer de él y no moriré, como no he muerto al
tocarlo. Tampoco tú morirás si comes de él. Date cuenta que esa
prohibición no es más que producto de su envidia y celos. Pues en el
momento en que comáis del fruto de este árbol, lo mismo que El puede
crear un mundo, vosotros podréis hacerlo también; así como El puede
matar y hacer revivir, también vosotros podréis matar y dar vida. “Pues
sabe Dios que el día en que comáis de él se abrirán vuestros ojos y os
haréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3,5).
Eva, atónita, escuchaba la voz de la serpiente y se decía a sí misma:
-Todas las cosas sobre las que mi maestro Adán me advirtió al principio
eran mentira.
Sin mirar a ver si la serpiente comía del fruto del árbol, Eva miró al
árbol y, “viendo que era bueno de comer y un deleite para los ojos”, en
seguida comió de él (Gn 3,6).
Al morder el fruto del árbol, Eva vio al ángel de la muerte, que se
dirigía hacia ella. Entonces se dijo: Me parece que voy a ser apartada
del mundo y que otra mujer va a ser creada para Adán en mi lugar. ¿Qué
voy a hacer? Haré comer a Adán conmigo, según se dice: “Tomó de su fruto
y comió, e hizo comer a su marido con ella, y él comió” (Gn 3,6).
Cuando Adán comió del fruto del árbol, comenzaron a abrírsele los ojos y
sus dientes comenzaron a sentir dentera en la boca. Dijo a Eva:
-¿Qué es lo que me has dado a comer? ¿Acaso del árbol del cual te ordené
que no comieras, has comido y me has hecho comer? Pues he aquí que los
ojos se me abren y los dientes tienen dentera en mi boca.
Dijo ella:
-Así como mis dientes sienten dentera, también sufrirán dentera los
dientes de todas las criaturas.
Rabí Simón dice: ¿A qué se parecía Eva en aquel momento? A un rey que se
casó con una mujer y le dio plenos poderes sobre la plata, el oro y
sobre todo lo que poseía. Le dijo:
-He aquí que todo lo mío está en tus manos excepto esa tinaja que está
llena de alacranes.
Entró en casa de ella una anciana con el pretexto de pedir un poco de
vinagre. Le preguntó:
-¿Cómo se conduce contigo el rey?
-Bien se conduce el rey conmigo, pues me ha dado plenos poderes sobre la
plata, el oro y sobre todo lo que posee. Me ha dicho: He aquí que todo
lo mío te lo doy, excepto esa tinaja, a la que no debes acercarte, pues
está llena de alacranes.
Le dijo la anciana:
-¿No estarán acaso todas sus joyas colocadas ahí dentro, porque pretende
casarse con otra y dárselas a ella?
La mujer extendió la mano y abrió la tinaja. Los alacranes la mordieron
y murió. Pero, además, los alacranes salieron de la tinaja y se
extendieron por toda la tierra.
Cuentan los sabios, bendita sea su memoria: En el tribunal de la verdad
se sentó el Juez de la justicia y la verdad. Llamó a Adán y le preguntó:
-¿Por qué has huido de mi presencia?
Adán respondió:
-Al oír tu voz temblaron mis huesos, como está escrito: “Oí tu voz en el
jardín, me entró miedo porque estaba desnudo y me escondí” (Gn 3,10).
Siguió interrogando el Juez:
-¿De qué sentiste miedo?
-Me escondí por mis acciones, de mis hechos tuve miedo, pues me sentí
desnudado de la justicia que me cubría, despojado de las vestiduras de
esplendor.
Los sabios, bendita sea su memoria, se preguntan:
-¿Cuál era el vestido del primer hombre?
Y responden:
-Una nube de gloria lo cubría. Pero, cuando comió de los frutos del
árbol, se vio a sí mismo desnudo, pues la nube de gloria, levantándose,
se alejó de él.
Tras las acusaciones de Adán a Eva y de Eva a la serpiente, el Juez
dictó sentencia contra los tres.
Enseñaron los sabios, bendita sea su memoria: Cuando Israel estaba para
comenzar el cántico al Santo, bendito sea, todos dijeron a Moisés:
-Maestro, maestro nuestro, empieza tú y nosotros te seguiremos.
Pero Moisés respondió a Israel:
-Empezad vosotros y yo lo haré con vosotros, porque yo soy uno solo y la
gloria de muchos es más grande que la de uno solo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron el cántico al Señor:
¡Cantemos al Señor porque ha hecho señales y prodigios con nosotros! (Ex
15,1).
Por ello está escrito: “Moisés era muy humilde, más humilde que hombre
alguno sobre la tierra” (Nm 12,3).
2. AL QUE SE
HUMILLA, DIOS LO ENSALZA
Así enseñaron los sabios, bendita sea su memoria: Todo el que se
engrandece a sí mismo, no es realmente grande. Sólo es grande quien es
engrandecido por alguien más grande que él. El Rey de reyes, el Santo,
bendito sea, engrandeció a Moisés y lo santificó, según se dice: “No
ocurre así con mi siervo Moisés, que es fiel entre toda mi casa. Boca a
boca hablo con él” (Nm 12,7-8). Esto nos enseña que el Santo, bendito
sea, engrandeció a Moisés y lo santificó.
Rabbí Yosé, el galileo, decía al respecto: Moisés fue santificado en la
nube durante siete días, según se dice: “Y subió Moisés a la montaña, y
la nube cubría el monte. La gloria de Yahveh se posó sobre el monte
Sinaí, y la nube lo cubrió durante seis días. Al séptimo día llamó El a
Moisés de en medio de la nube” (Ex 24,15-16). De ahí se desprende que la
gloria divina lo envolvió durante todos esos días y lo santificó.
Moisés, santificado en la nube durante siete días, santificó a Aarón y a
sus hijos durante siete días, según se dice: “Después tomó Moisés el
aceite de la unción y la sangre que había sobre el altar... Dijo
entonces Moisés a Aarón y a sus hijos: No saldréis de la entrada de la
tienda de reunión durante siete días, hasta el día en que se cumplan los
días de vuestra investidura, pues se os investirá durante siete días”
(Lv 8,30-31.33).
3.
MOISES RECIBE LA TORA CON TEMOR Y TEMBLOR
Observó el Santo, bendito sea, a todos los hombres que había creado y no encontró a ninguno tan digno de recibir la Torá como Moisés. ¿Por qué mereció Moisés ser el novio de la Torá? Debido a su humildad y al temor que tenía. ¿De dónde se deduce esto? De lo escrito: “Y Moisés se cubrió el rostro porque temió contemplar al Señor” (Ex 3,6).[2]
R. Natán dijo: ¿Por qué fue retenido Moisés esos seis días sin que la
Palabra se posara sobre él? Para que se purificara, purgándose de toda
comida y bebida que había en sus entrañas antes de ser santificado,
haciéndose como los ángeles servidores. Pero R. Matya le replicó:
Maestro, lo que dijeron es que esta espera fue sólo para asustarlo, para
que recibiera las palabras de la Torá con temor y temblor, según se
dice: “Servid a Yahveh con temor y jubilad con temblor” (Sal 2,11).
Cuando el Santo, bendito sea, dijo a Moisés: “Ve al pueblo y
santifícalos hoy y mañana y que estén preparados para el tercer día” (Ex
19,10-11), él dijo al pueblo: “Estad preparados para dentro de tres
días; no os lleguéis a mujer” (Ex 19,15). De aquí dedujo que él debía
separarse de su mujer, pues se dijo: Si respecto a Israel, que no ha
sido santificado más que para esta ocasión y no ha sido invitado mas que
para recibir los diez mandamientos del Sinaí, el Santo, bendito sea, ha
dicho que se separaran de la mujer, en cuanto a mí, que he sido
designado para eso y con quien habla a cada momento, y no sé cuándo va a
hablar conmigo, puede ser de día o puede ser de noche ¿no se debe
concluir que me separe de mi mujer?
Pero R. Yehudah b. Batirah dice que Moisés no se separó de su mujer
hasta que se le ordenó por boca del Poderoso, porque está dicho: “Boca a
boca habló con él” (Nm 12,8). Boca a boca le ha dicho: “Sepárate de tu
mujer”. Y él se separó.
¿De dónde sabemos que el Omnipotente lo aprobó? Porque está dicho: “Ve y
diles: ¡Volveos a vuestras tiendas!” (Dt 5,30). ¿Estaba también Moisés
incluido en el permiso de volver a las tiendas? La Escritura dice: “Tú,
en cambio, quédate conmigo” (Dt 5,31).
4. ¿POR
QUE ROMPE MOISES LAS TABLAS DE LA LEY?
-¿Por qué rompió Moisés las tablas de la ley? Es una pregunta que se han
preguntado siempre los sabios, bendita sea su memoria. (De sus
respuestas recojo una).
Cuando Moisés subió a lo alto para recibir las tablas que habían sido
escritas por el dedo de Dios y depositadas allí desde el tiempo de la
creación (Ex 32,16), Moisés cogió las tablas y descendía con ellas
desbordante de alegría. Pero, cuando vio la ofensa que el pueblo había
cometido fabricando el becerro de oro (Ex 32), pensó: ¿Cómo voy a darles
las tablas de la ley? Eso sería como condenarlos a muerte, ya que en las
tablas está escrito: “No tendrás otros dioses frente a mí” (Ex 20,3).
Mejor es que las rompa. Así está escrito: “Y cogí las dos tablas y las
arrojé de mis manos y las rompí” (Dt 9,17).
R. Yosé, el galileo, dice: Esto se parece a un rey, que dijo a su
embajador:
-Ve y prométeme en matrimonio con una joven hermosa y piadosa, cuyos
actos sean convenientes.
Partió aquel embajador y realizó el compromiso con una joven. Pero,
después de haberla prometido, el embajador descubrió que ella se
prostituía con otro hombre. Inmediatamente pensó:
-Si le entrego el contrato matrimonial resultará que es rea de muerte y
será apartada de mi señor para siempre.
Del mismo modo Moisés, el justo, se dijo: ¿Cómo voy a dar a Israel estas
tablas? Con ellas me vería obligado a declararlos reos de muerte, pues
así está escrito en las tablas: “El que ofrezca sacrificios a los dioses
será anatema” (Ex 22,19). Mejor será que las rompa y los haga volver al
camino recto.
El Santo, bendito sea, alabó a Moisés, diciéndole: “Alabada sea tu fuerza
por haberlas roto”. ¿De dónde sabemos que el Omnipotente lo aprobó? Porque
se dice: "En aquel tiempo díjome Yahveh: Tállate dos tablas de piedra como
las primeras y sube donde mí a la montaña. Yo escribiré en las tablas las
palabras que había en las primeras que rompiste” (Dt 10,1ss).
Dijo el Santo, bendito sea, al ángel de la muerte:
-Ve, traeme el alma de Moisés.
Partió el ángel de la muerte, se presentó ante Moisés y le dijo:
-Moisés, entrégame tu alma.
Moisés reprendió al ángel de la muerte y lo echó lejos con indignación.
Entonces el Santo, bendito sea, le dijo:
-Moisés, tú has tenido bastante en este mundo. Mira, el mundo venidero te
está aguardando, pues tu lugar está preparado desde los seis días de la
creación, como está escrito: “Y dijo Yahveh: Ve ahí un lugar junto a mí; tú
te colocarás encima de la roca” (Ex 33,21).
Entonces el Santo, bendito sea, cogió el alma de
Moisés y la atesoró bajo el trono de la Gloria. Y cuando la cogió, lo hizo
con un beso, según está escrito: “Murió, pues, Moisés, servidor de Yahveh,
en el país de Moab, por la boca de Yahveh”
(Dt 34,5).
[1] En hebreo, hombre se
dice 'yš y mujer 'šh. Las dos letras del nombre divino
YH abrazan así al hombre y a la mujer, expresando la fuerza de Dios
en la unión de la pareja. Suprimidas las dos letras del nombre
divino, tanto el varón como la mujer quedan reducidos a š, que
significa fuego.
[2] Los sabios comparan
frecuentemente la Torá con una novia. Dios es su padre e Israel el
novio. Y Moisés actúa como padrino de bodas, que conduce a Israel al
encuentro de la novia. Otras veces presentan a Moisés como el
pretendiente de la novia, que sube junto a Dios para pedirle su
hija, la Torá.