Dichos de los Sabios de Israel: 27. Limosna - 28. Avaricia
E. JIMENEZ
HERNANDEZ
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2. ¡Qué hermosa eres y qué encantadora!
4. La limosna libra de la muerte
1. La avaricia priva de la resurrección
2. El que cava una fosa, cae en ella
4. ¿Quién es verdaderamente rico?
6. El robo no conduce a la riqueza
“Bajé a mi nogueral” (Ct 6,11). Así lo comentó Rabbí
Yehosúa ben Leví: Se compara a Israel con un nogal. Como el nogal se
poda y rebrota, y le sienta bien la poda, así también todo lo que los
israelitas recortan de sus frutos para el diezmo, la limosna o para
darlo a los que se ocupan de la Torá en este mundo, les sienta bien y se
les renueva. Con ello aumentan la riqueza en este mundo y consiguen el
premio para el mundo futuro.
Los sabios, bendita sea su memoria, enseñaron al
respecto: Tal como existen nueces blandas, nueces de dureza intermedia y
otras empedernidamente duras, así también en Israel hay quienes dan
limosna espontáneamente, hay quienes, si se les pide, dan limosna, y hay
otros que, aunque se les pida, no la dan.
Sobre estos dijo Rabbí Levi: Hay un proverbio que
dice: “la puerta que no se abre para hacer la caridad, se abrirá para el
médico”.
Pero añadió: De la misma manera que una piedra puede
romper una nuez, así la Torá, que es llamada piedra (Ex 24,12), puede
romper la mala inclinación, aunque sea dura como la piedra, como está
escrito: “Quitaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra” (Ez 36,26).
Se puede comparar a un lugar desértico, que estaba
infectado de malhechores. ¿Qué creéis que hizo el rey? Colocó allí
vigilantes para que los malhechores no robaran a los viandantes. Así
también el Santo, bendito sea, dijo: La Torá es llamada “piedra” y la
mala inclinación es llamada “piedra”: ¡que una piedra les defienda de la
otra!
2. ¡QUE HERMOSA ERES Y QUE ENCANTADORA!
Así cantaron los sabios, bendita sea su memoria, a la
asamblea de Israel: “¡Qué hermosa eres, qué encantadora!” (Ct 7,7). ¡Qué
hermosa! en los mandamientos y ¡qué encantadora! en las obras de
misericordia. ¡Qué hermosa en las normas del Templo, en el reparto de
las ofrendas y los diezmos, la gavilla olvidada, la esquina del campo no
segada, diezmo del pobre! (Lv 19,9-10; Dt 14,28-29; 24,19-21). ¡Qué
hermosa! con las buenas obras y ¡que encantadora! con la penitencia.
¡Qué hermosa! en este mundo y ¡qué encantadora! en el mundo venidero y
¡en los días del Mesías!
R. Yehosúa solía decir: Si has dado por la mañana
limosna a un pobre y por la tarde se presenta ante ti otro pobre, dale
también. Porque tú no sabes si ambas cosas permanecerán en tu mano, si
las dos son igualmente buenas, pues se ha dicho; “Por la mañana siembra
tu semilla y en la tarde no des reposo a tu mano” (Qo 11,6).
Está escrito: “Isaac sembró en aquella tierra” (Gn
26,12). Decía Rabbí Eliezer: ¿Es que Isaac sembró trigo? Simplemente
tomó el diezmo de toda su riqueza y sembró limosna para los pobres, tal
como tú recitas: “Haced vuestra sementera según justicia” (Os 10,12). Y
por cada cosa, cuyo diezmo entregaba, el Santo, bendito sea, le devolvía
el ciento por uno y lo bendecía, según está escrito: “Isaac sembró en
aquella tierra y aquel año cosechó el céntuplo porque lo bendijo Yahveh”
(Gn 26,12).
Sucedió una vez que un hombre piadoso dio un
dinar
a un pobre en época de carestía. Como su mujer se enfadó con él, se
marchó y pasó la noche en el cementerio. Allí oyó a dos espíritus que
conversaban entre sí. Dijo uno al otro:
-Amigo, recorramos el mundo para ver qué calamidad le
va a sobrevenir.
Contestó el otro:
-No puedo salir, amigo mío, pero ve tú y luego me
cuentas lo que veas.
Se fue el primer espíritu y, después de un tiempo,
volvió junto al otro. Este le preguntó:
-¿Has oído algo detrás de la cortina?[1]
¿Qué calamidad va a sobrevenir al mundo?
-He oído que a todo el que siembre durante la primera
lluvia lo azotará el granizo.
Se fue aquel hombre y, mientras los demás sembraban
apenas cayó la primera lluvia, él esperó a sembrar durante la segunda
lluvia. El granizo azotó la siembra de todo el mundo, pero no la suya.
Al año siguiente se fue igualmente a pasar la noche en el cementerio. Y
así supo cuándo sembrar para no perder su cosecha, azotada por una
ráfaga de viento, como sucedió a quienes sembraron en la segunda lluvia.
Su mujer entonces le preguntó:
-¿Por qué cuando llega una calamidad al mundo azota y
arruina la siembra de todos, pero la tuya ni es azotada ni se arruina?
El hombre le contó toda la historia. Gracias a la
limosna que di al pobre durante la carestía, y que tanto te molestó que
tuve que irme a dormir al cementerio, el Santo me ha manifestado el
tiempo oportuno de la siembra para no perder la cosecha.
4. LA LIMOSNA LIBRA DE LA MUERTE
Rabbí Simón decía: Por el poder de la limosna los
muertos resucitarán. ¿De dónde lo sabemos? De Elías. Caminando de monte
en monte y de cueva en cueva, Elías llegó a Sarepta donde lo recibió una
mujer viuda, que le dio de su pan y de su aceite (1R 17,20). Pasados
unos días el hijo de la mujer cayó enfermo y murió. Entonces Elías,
puesto en pie, rezó ante el Santo, bendito sea, diciendo:
-Señor del mundo, ¿no tengo ya bastante con todas las
desgracias que han caído sobre mí y sobre mi cabeza, para que también
esta mujer me condene? Aprendan ahora todas las generaciones que hay
resurrección de los muertos. ¡Haz volver el alma del niño!
Y fue escuchado, como está escrito: “Yahveh escuchó
la súplica de Elías” (1R 17,22).[2]
Cuentan los sabios, bendita sea su memoria: Había una
vez un hombre piadoso que practicaba la caridad. En cierta ocasión fue y
se sentó en una barca. Vino el viento y su barca se hundió en el mar. Lo
vio R. Aqiba y se dirigió ante el tribunal para testificar que su mujer
podía volver a casarse. Pero, antes de que pudiera presentarse, apareció
aquel hombre y se puso ante él. Sorprendido, R. Aqiba le preguntó:
-¿No eres tú el que se hundió en el mar?
-Sí.
-Y ¿quién te sacó del mar?
-La caridad que he practicado es la que me ha sacado
del mar.
-¿Cómo sabes eso?
-Porque, cuando descendía a las profundidades del
mar, oí el gran fragor de las olas del mar. Una ola decía a la otra:
“Corred, saquemos a este hombre del mar, pues ha practicado la caridad
todos los días de su vida”.
En aquel momento tomó la palabra R. Aqiba y dijo:
-Bendito sea Dios, el Dios de Israel, que escogió las
palabras de la Torá, pues tales palabras permanecerán por siempre y para
toda la eternidad, según se ha dicho: “Arroja tu pan sobre la superficie
del agua, que al cabo de mucho tiempo lo hallarás” (Qo 11,1). Y además
está escrito: “La caridad libra de la muerte” (Pr 10,2).
Y los sabios, bendita sea su memoria, añaden: Esto le
sucedió a Benjamín el justo, que estaba encargado de la caja de caridad
de la comunidad. Se presentó ante él una mujer que le dijo:
-Maestro, ocúpate de mí.
-En verdad, en la caja de caridad no hay nada.
Insistió ella:
-Maestro, si no te ocupas de mí, causarás la muerte
de una viuda y de sus siete hijos.
Fue Benjamín y la socorrió con su propio dinero.
Algún tiempo después enfermó Benjamín el justo y sufría sobre su lecho.
Los ángeles de Dios dijeron ante el Santo, bendito sea:
-Señor del universo, Tú has dicho que todo el que
salve una vida es como si hubiera salvado al mundo entero. Con mayor
razón se aplica esto a Benjamín el justo que ha salvado a una viuda y a
sus siete hijos. Sin embargo, él está padeciendo ahora la pena de una
enfermedad sobre su lecho.
Al punto pidieron misericordia para él e hicieron
revocar su sentencia de muerte. Y veintidós años fueron añadidos a su
vida.
1. LA AVARICIA PRIVA DE LA RESURRECCION
Cuentan los sabios, bendita sea su memoria, que,
cuando Ezequiel tuvo la visión de los huesos secos (Ez 37,1-14), todos
se enderezaron a la voz del profeta, excepto uno. Entonces el profeta
preguntó al Santo, bendito sea:
-Señor del mundo, ¿Qué clase de hombre es éste que no
resucita como los demás?
Le respondió el Santo, bendito sea:
-Uno que presta con usura y, por ello, no merece
vivir en medio de sus hermanos.
2. EL QUE CAVA UNA FOSA, CAE EN ELLA
R. Aqiba decía: Todo el que coja una moneda de su
prójimo, cuando no la necesita, no abandonará este mundo hasta que
verdaderamente tenga necesidad de sus prójimos.
Decía también: El que mira a su mujer con la
esperanza de que muera, para heredarla o casarse con su hermana, o quien
mira a su hermano con la esperanza de que muera, para casarse con su
mujer, acabarán enterrándolo mientras ellos siguen vivos. Respecto a tal
hombre la Escritura dice: “Quien cava una fosa, en ella cae; y al que
demuele una cerca, le muerde la serpiente” (Qo 10,8).
Igualmente solía decir: El que enrolla un trapo sobre
sus ojos o sobre sus lomos y anda gritando: “¡Dad al ciego! ¡Dad al
tumoroso!”, acabará diciendo la verdad sobre sí mismo.
Nittay de Arbela decía: Cuando un hombre ve que sus
negocios prosperan, que no diga: “Porque lo he merecido, el Omnipotente
me ha dado comida y bebida en este mundo y hay provisiones preparadas
para mí en el mundo venidero”. Por el contrario, deberá decir: “¡Ay de
mí! Quizás no se encuentre para mí ante El mas que un solo mérito y El
me ha dado comida y bebida en este mundo para hacerme perecer en el
mundo venidero”.
4. ¿QUIEN ES VERDADERAMENTE RICO?
Ben Zoma dice: ¿Quién es rico entre los ricos? El que
está contento con su porción, pues está dicho: “Cuando comieres el fruto
de tu trabajo serás dichoso y el bien estará contigo” (Sal 128,2).
Con relación a los bienes, enseñaron los sabios,
bendita sea su memoria: Hay cuatro tipos de hombres:
-El que dice: “Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo”. Este
es el tipo común.
-El que dice: “Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío”. Este
es el ignorante.
-El que dice: “Lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo”. Ese
es el piadoso.
-Y el que dice: “Lo tuyo es mío y lo mío es mío”.
Este es el malvado.
6. EL ROBO NO CONDUCE A LA RIQUEZA
Está dicho: “No robarás” (Ex 20,15). No hay nadie que
pueda acumular riquezas robando, ya que todo el que tiende la mano a la
rapiña, pagará el doble de lo robado; y si no tiene nada, le venderán
por lo que robó, como está dicho: “Si nada tiene, será vendido por lo
que robó” (Ex 22,2).
Se cuenta que, en los días del rey Salomón, tres
hombres iban de camino la víspera del Sábado y, al disponerse a celebrar
el día festivo, se dijeron:
-Vamos a esconder nuestro dinero para celebrar el
Sábado como nos está mandado.
Fueron y escondieron el dinero en un lugar apartado,
elegido de común acuerdo. Pero, a medianoche, se levantó uno de ellos,
cogió el dinero de los tres y lo escondió en otro lugar. Al terminar el
Sábado, antes de proseguir su viaje, los tres fueron a recoger el
dinero. Al no hallarlo, comenzaron a acusarse mutuamente:
-Tú has robado el dinero.
Al fin decidieron presentar su pleito al rey Salomón.
Salomón escuchó atentamente la narración de los hechos y se dispuso a
investigarlos con su sabiduría e inteligencia para descubrir al ladrón
por sus mismas palabras. ¿Qué hizo? Les contó el siguiente hecho:
Un niño y una niña eran vecinos, vivían en el mismo
patio y se querían el uno al otro. El niño dijo a la niña:
-Hagamos un pacto entre nosotros. Júrame que a todo
el que desee comprometerse contigo no lo escucharás sin mi
consentimiento.
Ella, como le quería, se lo juró. Y al cabo del
tiempo, cuando ya era una jovencita, aquella niña fue prometida. Cuando
se presentó ante ella el novio, le dijo:
-No te aceptaré hasta que vaya a casa de Fulano y le
pida su consentimiento, pues le he jurado que así lo haría.
Fue, pues, a casa de su amigo de infancia y le dijo:
-Acepta plata y oro en abundancia y déjame libre para
mi marido.
El le respondió:
-Por haber mantenido tu juramento te dejaré libre
para tu marido sin tomar nada a cambio de ti.
Y al joven, que la acompañaba, le dijo:
-¡Enhorabuena por tu suerte!
Y los dos se
marcharon. Pero cuando iban por el camino se toparon con unos ladrones.
El más viejo de ellos tomó para sí a la joven con su plata, oro y
adornos. Cuando el ladrón quiso acercarse a la muchacha, ésta le dijo:
-Te ruego que me concedas una cosa. Espera un momento
hasta que te cuente lo que me acaba de suceder.
Entonces le contó todo lo que le había ocurrido. Y
luego añadió:
-Si este joven, que está en plena juventud, venció su
pasión y no quiso tocarme, tú, que eres viejo y es lógico que temas a
los cielos, debes con mayor razón vencer tus instintos y no tocarme.
Llévate toda la plata y oro que tengo
y déjame libre para que me vaya en paz con mi marido.
Al oírla, aquel viejo alzó los ojos al cielo y se
dijo: “Puesto que soy viejo y estoy cada día más al borde de la tumba, no
debo ser menos que este joven, al que le quedan seguramente más años de vida
que a mí”. Entonces la dejó libre y le devolvió todas sus joyas, toda la
plata y el oro que le había robado. Al terminar la narración, Salomón les
preguntó:
-Ahora, decidme, ¿cuál de ellos es más digno de
elogio?
El primero en hablar, contestó:
-A mi me parece que la mujer, pues mantuvo su
juramento.
El segundo dijo:
-Yo creo que el más digno de alabanza es el novio,
pues venció la pasión y no la tocó.
Finalmente, el tercero dijo:
-A mí no me llama la atención ni la actuación del
novio ni la de la novia. Lo que sí me ha sorprendido es la actuación del
viejo, no por haber dejado libre a la muchacha, si no por haber devuelto el
dinero. Por haber hecho algo semejante, yo encuentro que él es el más digno
de elogio.
Al oírle, Salomón exclamó:
-¡Malvado! Si deseas y piensas con avidez en el
dinero que nunca has visto, mucho más en el dinero que estaba a tu alcance.
¡Tú eres el ladrón, que has robado el dinero de tus compañeros!