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1. Muchos son los provechos que al alma se le siguen de apartar su
corazón de semejante gozo, porque, demás que dispone para el amor
de Dios y las otras virtudes, derechamente da lugar a la humildad
para sí mismo y (a) la caridad general para con los prójimos;
porque, no aficionándose a ninguno por los bienes naturales
aparentes, que son engañadores, le queda el alma libre y clara
para amarlos a todos racional y espiritualmente, como Dios quiere
que sean amados. En lo cual se conoce que ninguno merece amor si
no es por la virtud que hay en el. Y cuando de esta suerte se ama,
es muy según Dios y aun con mucha libertad; y si es con asimiento,
es con mayor asimiento de Dios; porque entonces cuanto más crece
este amor, tanto más crece el de Dios, y cuanto más el (de) Dios,
tanto más este del prójimo; porque de lo que es en Dios es una
misma razón y una misma la causa.
2. Síguesele otro excelente provecho en negar este genero de gozo,
y es que cumple y guarda el consejo de Nuestro Salvador, que dice
por san Mateo (16, 24) que el que quisiere seguirle se niegue a sí
mismo. Lo cual en ninguna manera podría hacer el alma si pusiese
el gozo en sus bienes naturales, porque el que hace algún caso de
sí no se niega ni sigue a Cristo.
3. Hay otro grande provecho en negar este genero de gozo, y es que
causa en el alma grande tranquilidad y evacua las digresiones, y
hay recogimiento en los sentidos, mayormente en los ojos. Porque,
no queriendo gozarse en eso, ni quiere mirar ni dar los demás
sentidos a esas cosas, por no ser atraído ni enlazado de ellas, ni
gastar tiempo ni pensamiento en ellas: hecho semejante a la
prudente serpiente, que tapa sus oídos por no oír los encantadores
y le hagan algunos impresión (Sal. 57, 5). Porque guardando las
puertas del alma, que son los sentidos, mucho se guarda y aumenta
la tranquilidad y pureza de ella.
4. Hay otro provecho no menor en los que ya están aprovechados en
la mortificación de este genero de gozo, y es que los objetos y
las noticias feas no les hacen la impresión e impureza que a los
que todavía les contenta algo de esto. Y, por eso, a la negación y
mortificación de este gozo se le sigue la espiritual limpieza de
alma y cuerpo, esto es, de espíritu y sentido, y va teniendo
conveniencia angelical con Dios, haciendo a su alma y cuerpo digno
templo del Espíritu Santo. Lo cual no puede ser así, si su corazón
se goza en los bienes y gracias naturales; que para esto no es
menester consentimiento ni memoria de cosa fea, pues aquel gozo
basta para la impureza del alma y sentido con la noticia de lo
tal, pues que dice el Sabio (Sab. 1, 5) que el Espíritu Santo se
apartará de los pensamientos que no son de entendimiento, esto es,
de la razón superior en orden a Dios.
5. Otro provecho general se le sigue, y es que, demás que se libra
de los males y daños arriba dichos, se excusa tambien de vanidades
sin cuento y de muchos otros daños, así espirituales como
temporales, y mayormente de caer en la poca estima que son tenidos
todos aquellos que son vistos gozarse o preciarse de las dichas
partes naturales, suyas o ajenas. Y así son tenidos y estimados
por cuerdos y sabios, como de verdad lo son, todos aquellos que no
hacen caso de estas cosas, sino de aquello de que gusta Dios.
6. De los dichos provechos se sigue el último, que es un generoso
bien del alma, tan necesario para servir a Dios como es la
libertad del espíritu, con que fácilmente se vencen las
tentaciones, y se pasan bien los trabajos, y crecen prósperamente
las virtudes.
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