Habla la Virgen María a santa Brígida de la excelencia de su divino Hijo, y cuánto y más dignos de castigo son los que hoy lo crucifican espiritualmente, que los antiguos judíos.
REVELACIÓN 28

Mi Hijo, le dice la Virgen nuestra Señora, tuvo tres prerrogativas particulares. La primera fué, que nadie ha tenido ni tendrá cuerpo tan perfecto y delicado como el suyo, porque reunía dos naturalezas excelentes, divinidad y humanidad, y fué tan limpio su cuerpo, que como en unos ojos cristalinos no se halla mancha alguna, así en él no pudo encontrarse el menor defecto. La segunda prerrogativa fué, que nunca pecó. Otros hijos pagan los pecados de sus padres y los suyos, pero mi Hijo sin haber pecado se cargó con los pecados de todos. La tercera prerrogativa de mi Hijo fué, que otros mueren por Dios y por mayor remuneración, pero mi Hijo murió tanto por sus enemigos, como por mí y por sus amigos.

Cuando los enemigos de mi Hijo lo crucificaron, le coronaron de espinas, le clavaron manos y pies, diéronle a beber hiel y vinagre, y finalmente le atravesaron el costado con una lanza. Pero me quejo de que los enemigos de mi Hijo que ahora viven en el el mundo, lo crucifican más cruelmente delo que entonces lo crucificaron los judíos; pues aunque la divinidad es imposible que pueda morir, sin embargo, lo crucifican con sus propios vicios. Y a la manera que si alguno maltratara o injuriase el retrato o imagen de un enemigo suyo, aunque la imagen no sintiese la ofensa, el agresor sería reconvenido y juzgado por su mala voluntad de dañar, del mismo modo los pecados con que espiritualmente crucifican a mi Hijo, le son más abominables y odiosos que los de aquellos que lo crucificaron en el cuerpo.
Y si me preguntas cómo lo crucifican los malos, te diré, que primeramente lo ponen en la cruz que le han preparado, cuando no guardan los mandamientos de su Creador y Señor, y lo difaman, y cuando el mismo Señor los amonesta por medio de sus siervos a que le sirvan, y despreciando este aviso, hacen lo que les agrada. Le clavan la mano derecha, cuando juzgan lo bueno por malo y dicen: El pecado no es tan grave ni tan odioso a Dios como se dice, ni Dios castiga a nadie eternamente, sino que lo amenaza para atemorizarlo. ¿Para qué hubiera redimido al hombre, si quería que pereciese? No consideran que un solo pecado, si el hombre se deleita en él, es bastante para que por él padezca ese hombre un suplicio eterno, y como ni el menor pecado deja Dios sin castigo, así tampoco la menor buena obra queda sin renumeración. Por tanto, tendrán suplicio eterno, porque tienen eterna voluntad de pecar; la cual, mi Hijo que ve los corazones la considera como obra realizada, pues según tienen la voluntad, así obrarían, si mi Hijo lo permitiera.

Crucifican también a mi Hijo la mano izquierda, cuando convierten la virtud en vicio, y quieren pecar hasta el fin de su vida, diciendo: Si al final dijéramos una sola vez: Tened, Señor, misericordia de mí, es tanta la misericordia de Dios, que alcanzaremos el perdón. No es virtud querer pecar y no enmendarse. Querer conseguir el premio sin trabajo no es posible, a no ser que el corazón esté completamente contrito y proponga de buena voluntad la enmienda, si se lo permitiera su enfermedad o cualquier otro impedimento.

Clavan los pies a mi Hijo cuando se deleitan en pecar, y ni siquiera una vez se acuerdan de su amarga Pasión; ni una sola vez le dan gracias con lo íntimo del corazón, diciendo: Dios mío, ¡cuán amarga es vuestra Pasión!, alabado seáis por vuestra muerte. Le ponen la corona de espinas cuando se mofan de sus siervos, y consideran ser vanidad el servirle. Danle a beber hiel cuando se alaban de sus pecados, y ni una sola vez consideran cuántos y cuán graves sean. Danle, finalmente, una lanzada en el pecho, cuando tienen propósito de perseverar en sus pecados.

Con toda verdad te digo, y esto lo puedes asegurar a mis amigos, que los tales pecadores son más injustos a la vista de mi Hijo, que los que le condenaron; más crueles que los que le crucificaron; más atrevidos que los que le vendieron, y así les está guardada mayor pena que a todos estos. Cierto es que Pilatos sabía que mi Hijo no había pecado, ni era digno de muerte; mas porque temió perder el poder temporal y le atemorizó la rebelión de los judíos, condenó a mi Hijo a muerte contra su voluntad. Pero, ¿qué tienen que temer estos pecadores si sirviesen a mi Hijo? ¿Qué honor o dignidad perderían si lo honrasen? Por tanto, estos serán juzgados más rigurosamente, y ante mi Hijo son peores que Pilatos, porque éste lo condenó a petición y voluntad de otros y con cierto temor; mas estos lo condenan por su propia voluntad y sin temor alguno, cuando lo deshonran con el pecado, que si quisieran podrían evitar; pero ni se abstienen de pecar, ni se avergüenzan de los pecados cometidos, porque no consideran que son indignos de los beneficios de aquel Señor a quien ofenden. Son peores que Judas, porque éste, después de haber entregado al Señor, conoció que era verdadero Dios y que había él pecado gravemente contra este Señor; pero desesperó de su salvación ahorcándose, y aceleró su vida para sepultarse en el infierno, creyéndose indigno de vivir. Mas estos bien conocen sus pecados, y con todo perseveran en ellos, sin tener en su corazón el menor arrepentimiento; y quieren con violencia y a la fuerza vanas esperanzas y sin ningunas obras, lo que no se dará a ninguno, sino al que trabaje y sufra algo por Dios.

Son también peores que los que crucificaron a mi Hijo, porque aquéllos, viendo los milagros que hacía, como resucitaba muertos y curaba leprosos, decían entre sí: Este hace cosas nunca oídas y maravillas estupendas, pues con sola su palabra postra a los que quiere, sabe nuestros pensamientos y hace todo lo que quiere; si prosigue adelante todos quedaremos sujetos a su poder y seremos sus súbditos. Y por consiguiente lo crucificaron por envidia, a fin de no estar sometidos a él; y si hubiesen sabido que era el Rey de la gloria, jamás lo hubieran crucificado. Pero estos están diariamente viendo sus obras y grandes maravillas, disfrutan de sus beneficios y oyen cómo deben servirle y venir a él, mas dicen entre sí: Si se han de dejar todas las cosas del mundo, si se ha de hacer su voluntad y no la nuestra, esto es penoso e intolerable. Y así, despreciando la voluntad de mi Hijo, para que no sea superior a la de ellos, lo crucifican con su obstinación, añadiendo contra su conciencia pecado sobre pecado. Son, pues, peores que los que lo crucificaron, porque los judíos lo hicieron por envidia y porque no sabían que era Dios; pero estos saben que es Dios, y por su maldad y orgullo incitados por la avaricia, lo crucifican espiritualmente con mayor crueldad que los que lo crucificaron en su cuerpo; porque los pecadores de hoy diá ya están redimidos, y los judíos aún no lo estaban. Obedece, pues, esposa mía a mi Hijo, y témele, porque como es misericordioso, también es justo.