Por qué temes y estás inquieta, esposa mía, de ver que el demonio pretende mezclar algo entre las palabras del Espíritu Santo? ¿Has oído tú, por ventura, que nadie saque la lengua sana de entre los dientes de un león rabioso? ¿O ha habido quien alguna vez haya gustado miel dulcísma de la cola de una serpiente? No lo has oído jamás. Pues león y serpiente es el diablo: león, por su malicia y fiereza; serpiente, por su veneno y astucia. La lengua es el consuelo del Espíritu Santo, y ponerla entre los dientes del león, es decir, por favor y alabanza humana palabras del Espíritu Santo, el cual aparació en forma de lenguas.
Por consiguiente, todo el que dice alabanzas de Dios por agradar a los hombres, es mordido y engañado por el demonio, porque aunque las palabras sean de Dios, no salen con amor de Dios, y se le quitará la lengua, que es el consuelo del Espíritu Santo. Pero el que no anhela otra cosa sino Dios, y todo lo del mundo le es molesto, y su cuerpo no desea ver ni oir sino cosas de Dios y su alma se alegra con las inspiraciones del Espíritu Santo, éste no puede ser engañado, porque el espíritu malo cede al bueno y no se atreve a acercarse a él.
Gustar la miel de la cola de la serpiente, significa esperar de las sugestiones del demonio los consuelos del Espíritu Santo, lo cual de ningún modo se puede hacer, porque mejor se dejaría el demonio hacer pedazos mil veces, que decir al alma una palabra de consuelo de donde saque luz para la vida eterna. No temas, pues Dios que ha empezado a hacerte mercedes acabará su obra.
Ten entendido, no obstante, que el demonio es como un perro de caza que le quitan la trailla, cuando ve que no sigues las inspiraciones del Espíritu Santo, procura hacer presa en ti con sus tentaciones e ilusiones; y así necesitas ponerle una cosa dura en que se quiebre los dientes, y luego huirá sin hacerte daño. La cosa dura será el amor de Dios y la obediencia a sus mandamientos, pues cuando el diablo viere esto en ti con toda perfección, se le quebrarán los dientes, que son el conato y deseo de ofenderte, porque considera que mejor querrías padecer todos los trabajos del mundo que ir contra los mandamientos de Dios.
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