Te maravillas, esposa mía, dijo Jesucristo, de que el amigo de Dios, digno de toda honra, es atribulado; y el enemigo de Dios, digno de toda afrenta, es honrado; y no tienes de qué asombrarte, porque mis palabras se han de entender espiritual y corporalmente. ¿Qué es, pues, la tribulación del mundo sino cierta elevación y ensalzamiento para recibir la corona? ¿Y qué es la prosperidad del mundo para el hombre que abusa de la gracia, sino el descenso para su perdición? Por consiguiente, ser atribulado en el mundo es ser ensalzado para la vida eterna, y prosperar en el mundo es para el hombre injusto la bajada para el infierno. Por esta razón, para disponer tu paciencia en las palabras de Dios, voy a decirte un ejemplo.
Había una madre que tenía dos hijos, de los que el uno nació en un calabozo, sin oir ni conocer nada sino las tinieblas y los pechos de su madre; pero el otro nació en una choza, y tenía buen sustento, cama y quien le sirviese. Al nacido en el cabalozo le dijo la madre: Hijo mío, si quisieses salir de estas tinieblas tendrías más regalada comida, cama más blanda y mejor habitación. Oyendo esto el niño y anhelando tan gran dicha y honor, salió a la palestra para alcanzar la corona.
Así hace Dios con los hombres; pues una veces promete y da cosas temporales, otras veces las carnales, en que van envueltas las espirituales, para que con la merced recibida se incite el alma al amor de Dios y se humille con la inteligencia espiritual, a fin de que no presuma de sí como hizo Dios con Israel. Prometióles primeramente y les dió cosas temporales, y obró con ellos maravillas, para que de este modo se fuesen instruyendo para las cosas invisibles y espirituales. Después que ya tuvieron mayor conocimiento de Dios, les hablaba el Señor por sus profetas con alguna obscuridad, mezclando algo de consuelo y alegría, como cuando le prometía al pueblo el regreso a su patria, una paz perpetua, y que había de reedificarse todo lo arruinado; promesas que, aun cuando no las entendió el pueblo y quiso comprenderlas carnalmente, Dios, sin embargo, determinó y quiso que unas se cumpliesen carnal y otras espiritualmente.
Mas ahora deseas saber por qué Dios, a quien son conocidas todas las horas y momentos, no anunció cada cosa para hora determinada, o por qué unas cosas las dijo y otras las indicó.
La respuesta a tu duda es, que el pueblo de Israel era carnal, y todo lo que deseaba eran cosas visibles y carnales; y así no podía conocer las cosas invisibles sino por las visibles. Por esta razón quiso Dios enseñar a su pueblo de muchas maneras, para que los que creyesen las promesas de Dios tuviesen por su fe más rica corona, los aprovechados en la virtud tuviesen mayor fervor, los tibios se encendiesen en amor de Dios, los malos dejaran de pecar tan a las claras, los atribulados sufrieran con más paciencia sus miserias, los que trabajaban continuasen con más gusto, y los que esperaban el cumplimiento de obscuras promesas, tuviesen mayor corona. Pues si Dios, a hombres carnales hubiera prometido solamente cosas espirituales, todos se hubieran enfriado en el amor de las cosas celestiales; y si Dios les hubiese prometido solamente cosas carnales, ¿que diferencia hubiera habido entonces entre el hombre y el jumento?
Pero Dios, piadoso y sabio, a fin de que el hombre gobernara moderada y justamente su cuerpo, como quien había de morir, le dió las cosas temporales; y para que apeteciese los bienes del cielo, le hizo muchos y milagros referentes a las cosas celestiales; para que temiese pecar, le manifestó sus terribles castigos y envió contra ellos los ángeles malos; y para que fuesen esperadas y deseadas como luz de las promesas y manantial de toda sabiduría, mezclábanse con los consuelos la cosas dudosas y obscuras. De la misma manera en estos tiempos enseña Dios sus juicios y secretos espirituales por semejanzas de cosas corporales, y hablando de la honra corporal, entiende la espiritual, para que a solo Dios se desee por maestro y se le atribuya toda enseñanza. ¿Qué es, pues, la honra del mundo, sino viento, trabajo y diminución de los consuelos divinos? ¿Qué es, pues, la tribulación, sino el progreso en las virtudes? Por consiguiente, prometer al justo la honra del mundo, ¿qué es sino privarlo del provecho espiritual? Y prometerle las tribulaciones del mundo, ¿qué es sino la medicina y antídoto contra una gran enfermedad?
De aquí sacarás, esposa mía, que las palabras de Dios se pueden entender de muchas maneras, y no por eso hay mudanza en Dios, sino que antes se ha de temer y causar admiración su sabiduría, porque como en los Profetas dije muchas cosas corporales, que corporalmente se cumplían, también dije muchas cosas corporales, que se cumplían o se entendían espiritualmente. Lo mismo hago ahora contigo, y cuando esto fuere, yo te diré la causa de ello.
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