La santísima Virgen dice a santa Brígida que se guarde de algunas personas, que bajo las apariencias de piedad abrigan intenciones perversas. Dícele también qué disposiciones preparan el ánimo para ganar las indulgencias.
REVELACIÓN 14

Por qué has hospedado a ese hablador, dijo la Virgen a santa Brígida, ya que no conoces su vida ni costumbres, que son todas del mundo? Señora, respondió la Santa, porque parecía buen hombre y virtuoso, y es de mi país, además me daba gran vergüenza el no hospedarle; porque si yo supiera que desagradaba a Dios en ello, no lo hospedara jamás. Tu buena intención, dijo la Virgen, ha tenido y servido de freno a su corazón y a su lengua, para que no os perturbe tanto a ti como a tu casa; pues el demonio, como astuto, trájole a vuestra casa con piel de oveja, siendo lobo, para inquietaros con su parlar. Por cierto, dijo la Santa, que nos parece devoto y penitente, visita las iglesias, y dice que no pécara por todo el mundo.

¿Del ganso, dijo la Virgen, se comen las plumas o la carne? Las plumas, no por cierto, porque harían daño en el estómago, sino la carne, que mantiene y da vigor. De la misma manera acontece espiritualmente con las disposiciones y estatutos de la santa Iglesia. Pues sucede como con el ansar, cuya preciosa y reciente carne representa el cuerpo de Jesucristo; los Sacramentos son como las entrañas del ansar, y las alas significan las virtudes y hechos de los mártires y de los confesores; las plumas menudas significan la caridad y paciencia de los santos, y las grandes las indulgencias que los santos varones concedieron y merecieron. Luego todo el que acude a las indulgencias con intención de ser absuelto de sus anteriores pecados, y no obstante permanece en sus viciosas costumbres, éste tiene las grandes plumas del ansar, con las que ni se sustenta ni se vigoriza el alma, y si se comiesen, producirían vómito. Pero los que acuden a ganar las indulgencias con ánimo de no volver más a pecar, de restituir lo ajeno, de satisfacer a los injustamente perjudicados, de no percibir un real mal adquirido, de no querer vivir un solo día sino según la voluntad divina, de someter a Dios su voluntad, tanto en lo próspero como en lo adverso, y de huir de las honras del mundo y de sus amistades; éste alcanzará perdón de sus pecados, y ante Dios es tan hermoso como un ángel. Mas el que desea la absolución de sus culpas, y no quiere dejar las vanidades y malos deseos, ni restituir lo ajeno; el que ama las cosas del mundo, y se avergüenza de parecer humilde, y no deja las malas costumbres, ni sabe refrenar su carne, a este no le sirven las grandes plumas, que son las indulgencias, para alcanzar la contrición y confesión, con que se borra el pecado y se consigue la gracia de Dios; mas con todo eso, volaría como con plumas desde las manos del demonio al seno de Dios, si para obtener esa contrición y confesión, quisiese cooperar personalmente a ello de buena voluntad.

Madre de misericordia, respondió la Santa, rogad por este hombre para que halle gracia en presencia de vuestro Hijo. Lo visita el Espíritu Santo, dijo la Virgen, pero eso hombre tiene en el corazón a modo de una piedra, que prohibe la entrada a la gracia de Dios. Considera, hija mía, a Dios como una gallina que procura con su calor sacar a luz sus polluelos de los huevos que tiene debajo de sí; y cuando los siente empollados, no quiebra ella la cáscara, sino que el polluelo que está dentro es el que busca con su pico la parte más delicada, y por allí la quiebra ayudado y fomentado con el calor de la madre. De la misma manera Dios visita a todos con su gracia; pero a los que ve que dicen: Queremos dejar de pecar, y en cuanto nos sea posible, deseamos aspirar a la perfección, a estos los visita con mayor frecuencia el Espíritu Santo, para que puedan vencer los escollos. Y a los que entregan toda su voluntad en manos de Dios, no queriendo hacer nada contra el amor de Dios, y procuran imitar a los más perfectos, siguen los consejos de las personas humildes y luchan con discreción contra los malos deseos de su carne, a estos se los acerca a sí Dios como la gallina a sus polluelos, haciéndoles su yugo suave y consolándolos en sus trabajos.

Mas los que siguen su propia voluntad, pensando que lo poco que hacen es ante Dios digno de alguna recompensa, y no aspiran a mayor perfección, sino que se quedan en sus deleites, excusando su fragilidad con los ejemplos de otros, y paliando sus culpas con las perversidades ajenas; estos no son polluelos de Dios, porque no quieren romper la dureza y vanidad de su corazón; y por el contrario si pudiesen, querrían mejor vivir mucho tiempo para poder perseverar más en su pecado.
No lo hicieron así Zaqueo ni Magdalena, sino que como en todos sus miembros habían ofendido a Dios, le dieron también todos sus miembros para satisfacerle por las ofensas; y porque habían subido por el pecado mortal a las honras del mundo, bajaron a su menosprecio con humildad; porque es difícil amar a un mismo tiempo a Dios y al mundo. Así, pues, los que son como Zaqueo y Magdalena, escogieron la mejor parte.