Juicio misericordioso de un alma.
REVELACIÓN 30

Ví muchos hombres que estaban preparando sogas, y tijeras otros que aderezaban caballos, y otros que ponían horcas. Y vino a mí una doncella como turbada, y díjome si sabía qué era aquello; respondíle que no. Pues todo esto que ves, dijo la doncella, es un tormento espiritual que se prepara para un alma que conoces. Las sogas son para atar el caballo que ha de arrastrar al alma: las tijeras, para desfigurarla y cortarle las orejas y los labios, y sacarles los ojos; y la horca para suspenderle de ella.
Y como me vió consternada con lo que me refería, me dijo: No te turbes, que si quiere, aun tiene tiempo para romper las sogas, soltar los caballos, derretir las tirejas como cera, y quitar la horca, y aun puede tener tan fervoroso amor a Dios, que todos estos instrumentos de pena se le conviertan en suma honra, de suerte que las sogas con que debía ser ignominiosamente atado, se le trocarán en fajas de oro, en vez de los caballos que lo habían de arrastrar por las plazas, vendrán ángeles que lo acompañen a la presencia de Dios; en lugar de las tijeras con que había de ser hecho pedazos afrentosamente, tendrá su olfato un suave olor, su boca un dulce sabor, sus ojos una hermosísima vista, y sus oídos una muy deleitables música y melodía.

DECLARACIÓN.
Fué este un mariscal del rey, que fué a Roma tan humillado y compungido de sus culpas, que con mucha frecuencia andaba las estaciones con la cabeza descubierta, rogando a Dios, y haciendo que otros también rogasen, para que no regresara a su tierra, si había de volver a los pecados pasados. El Señor se dignó oir su súplica, porque saliendo de Roma, al llegar a Monteflascón, enfermó y murió. Y después de muerto le dijo Dios a santa Brígida: Mira, hija, lo que hace la misericordia de Dios y el buen deseo. Esta alma estuvo en las fauces del León, pero su buen deseo lo ha librado de los dientes de esa fiera, y ya está camino del cielo, y será participante de todas las buenas obras y sufragios de la Iglesia de Dios.