La Virgen María se compara a una flor que derrama dulzura y consuelo entre sus devotos.
REVELACIÓN 64

La Virgen María madre de Dios, dice a la esposa de Jesucristo: Yo soy a quien dijo el ángel: Salve, llena de gracia. Y por tanto manifiesto mi gracia a todos los que quieren acudir a ella en sus necesidades. Yo soy Reina y Madre de misericordia, y mi Hijo, que es creador de todas las cosas, me tiene tan gran cariño, que me ha dado inteligencia espiritual de todo lo criado. Y así soy muy parecida a la flor del campo; porque como las abejas sacan la miel y dulzura de la flor, y por mucha que le saquen, siempre le queda, igualmente yo puedo alcanzar gracia para todos, quedándome siempre para dar. También mis escogidos son semejantes a las abejas, los que hacen cuanto pueden por honrarme. Tienen dos pies como las abejas, que son el constante deseo de aumentar mi honra, y el trabajar para conseguir este fin. Tienen dos alas; pues se reputan indignos de alabarme, y obedecen a cuanto saben que es honra y gusto mío. Tienen también su aguijón, que si les faltare, enseguida mueren; y este aguijón son las tribulaciones del mundo que sufren los amigos de Dios, las cuales no se les quitarán hasta el final de su vida, para custodiarles sus virtudes; pero yo, que abundo en consuelos, los consolaré siempre.

Yo soy la Madre de Dios, porque así fué la voluntad del Señor. Soy también la Madre de todos los que están en la bienaventuranza; pues aunque los niños tengan cuanto sea de su gusto, con todo, para aumento de su alegría se le acrecienta su gozo con ver el cariñoso semblante de la madre; de la misma manera quiere Dios dar a todos alegría y júbilo en la corte celestial, con la pureza de mi virginidad y con la hermosura de mis virtudes, aunque de un modo incomprensible tengan todo clase de dicha por el poder del mismo Dios.

Soy, igualmente, la Madre de todos los que están en el purgatorio, porque siempre estoy mitigando, en cierto modo, todas las penas que aquellas almas padecen para purgar sus pecados; pues es voluntad de Dios, que por mis ruegos se disminuyan varias de aquellas penas, que se deben en rigor de justicia divina. Soy la Madre de toda la justicia y santidad que hay en el mundo, la cual justicia la amó mi Hijo con perfectísimo cariño; y como la mano de la madre siempre está pronta a arrostrar los peligros en defensa del corazón de su hijo, si alguien intentara hacerle daño; así yo estoy constantemente dispuesta a defender a los justos que hay en el mundo, y a librarlos de todo peligro espiritual.

Soy, además, la Madre de todos los pecadores que quieren enmendarse, y tienen firme propósito de no ofender más a Dios, y recibo gustosa al pecador para defenderlo, como una caritativa madre que viese desnudo a su hijo, y se acogiese a ella para librarse de sus enemigos, que traían afilados cuchillos para dañarle. ¿No arrastraría entonces varonilmente los peligros, para libertar a su hijo y arrancarlo de manos de los enemigos y lo guardaría con gozo en su regazo? Así hago yo con todos los pecadores, que verdaderamente contritos vienen a mí, y piden a mi Hijo misericordia.