Precioso símil por el que se muestran cuatro clases de personas que no buscan de veras a Dios.
REVELACIÓN 74

Yo daré a mis amigos, dice Jesucristo a la Santa, cuatro saetas. Con la primera, se ha de herir al que está ciego de un ojo; con la segunda, al que está cojo de un pie; con la tercera, al que es sordo de un oído, y con la cuarta, al que está del todo tendido en el suelo.
Es ciego de un ojo, el que conoce los mandamientos de Dios y las obras de los santos, y no fija la atencion en nada de esto; pero ve los placeres del mundo y los codicia. A esté se le ha de disparar la saeta, diciéndole: Eres semejante a Lucifer, el cual vió la infinita hermosura de Dios; mas porque deseó injustamente lo que no debió, bajó al infierno, adonde tú bajarás también, si no miras por ti, puesto que conoces los mandamientos de Dios y que todas las cosas del mundo son transitorias. Por consiguiente, te importa mucho tomar lo cierto y dejar lo transitorio, no sea que bajes al infierno.

Cojea de un pie, el que se arrepiente y tiene contrición de los pecados cometidos, pero trabaja por adquirir bienes y comodidades de la tierra. A esté se le ha de tirar la saeta, diciéndole: Tú trabajas por la comodidad del cuerpo, que muy en breve han de comer los gusanos. Trabaja con fruto por tu alma, que ha de vivir para siempre.
Es sordo de un oído, el que desea oir mis palabras y las de mis santos, pero tiene el otro oído atento a las chocarrerías y cosas del mundo, y así ha de decírsele: Eres semejante a Judas, que por un oído le entraban las palabras de Dios y por el otro le salían, y así no se aprovechó de ellas. Cierra, pues, tus oídos para oir cosas vanas, a fin de que puedas oir la armonía de los ángeles.

Se halla enteramente tendido en el suelo, el que está metido en cosas del mundo; pero piensa y desearía también saber el camino para enmendarse. A éste debe decírsele: Esta vida es breve como un instante, la pena del infierno es eterna, y es perpetua la gloria de los santos. Por consiguiente, para llegar a la verdadera vida, no debe serte molesto nada por grave y amargo que sea, porque Dios es tan piadoso como justiciero.
Todos los que de esta suerte fueren heridos, si la saeta saliere de su corazón ensangrentada, esto es, si tuvieren compunción y propósito de enmendarse, recibirán el aceite de mi gracia, con la cual sanarán todos sus miembros.