A quiénes elige Dios para sus obras, y gran castigo que padecía un soberbio en los infiernos.
REVELACIÓN 82

El que leyere la Sagrada Escritura, dijo Jesucristo a santa Brígida, hallará que de un pastor hice un profeta, y que di el espíritu de profecía a jóvenes e idiotas; y aunque no todos recibieron mi doctrina, no obstante, para que se manifestara mi amor, tuvieron los más noticia de ella. Igualmente para predicar mi evangelio escogí unos pobres pescadores, y no quise doctores, para que no se vanagloriasen de su sabiduría, y para que supiesen todos, que así como Dios es admirable e incomprensible, igualmente sus obras son inescrutables, y en cosas pequeñas obra grandes maravillas.

Por consiguiente, todo hombre que se deja llevar del mundo para adquirir gloria y cumplir su gusto y deleite, se impone pesada carga. Tal fúe uno que con todo afán se dejó llevar de los atractivos del mundo, adquirió mucha nombradía, y se echó a cuestas una gravísima carga; pero ahora tiene gran nombre en el infierno, una pesada carga por premio y el lugar de mayor castigo. A este lugar bajaron antes de él los que lo animaban con sus consejos y auxilios, para que ensanchara su malicia; bajaron con él las retribuciones de sus obras: y bajarán después de él los que imitaren sus obras. Así, pues, los primeros le dan voces como quienes están metidos en una prensa, y le dicen: Porque obedeciste nuestros consejos, ardemos más con tu presencia; por tanto, maldito seas tú, merecedor de esa horca, en que la soga no se rompe, sino que existe siempre un fuego perpetuo: una gran confusión se apodere de ti, por tu ambición y soberbia.
Sus obras dan también voces y dicen: Miserable, no pudo la tierra alimentarte con su fruto, y así lo ambicionaste todo; no hubo suficiente oro ni plata para saciar tu codicia, y así es justo que te halles sin nada. Por esto los cuervos voraces despedazarán tu alma, que se hará trizas sin consumirse, y se derretirá sin morir.

Los que después de él bajaron al infierno, le dicen: ¡Desventurado de ti, porque naciste! Tu deleite se convertirá en aborrecimiento de Dios, de tal suerte, que no querrá decir una sola palabra, que sea en loor de Dios. Así, pues, como en el amor y honra de Dios existe todo consuelo y deleite, todo bien y un inefable gozo, del cual somos indignos por haberte imitado, de la misma manera, tendrá una perpetua tristeza y lucha con la compañía de los demonios; por tus honras tendrás afrentas, por tus lujurias ardores, por tu amor propio un extremado frío, por el regalo de tu carne ningun descanso; además, por el nombre que indignamente llevaste, serás por siempre maldito, y por el puesto glorioso ocuparás el lugar más despreciable.
Esto merecen, esposa mía, los que se meten en tales cosas contra lo dispuesto por Dios.