Necesidad de la pureza de intención en el bien obrar.
REVELACIÓN 83

Vive con mucho cuidado, dijo Jesucristo a santa Brígida, y no gustes ningún manjar del demonio, que los hace con el fuego de la lujuria y de la codicia. Pues como cuando se pone manteca al fuego, es indispensable que destile algo de ella, así, de la conversación y trato de los del mundo se originan los pecados: y aunque no conozcas las conciencias de todos, no obstante, las señales exteriores hacen temer lo que está oculto en el alma. Habló después la Virgen a la Santa, diciéndole: Todo lo que hicieres ha de estar medido con la razón, y tu intención ha de ser recta, de modo que todo cuanto hagas, sea para mayor honra de Dios; y debes preferir el provecho del alma al placer del cuerpo; pues hay muchos que sirven a Dios con obras, pero la intención corrompida echa a perder todas las obras buenas.

Muchos me sirven con oraciones y ayunos por sólo temor, porque consideran las penas horribles del infierno, y presumen de mi misericordia que es grandísima; me buscan con varias obras exteriores, pero por su voluntad viven contra los mandamientos de mi Hijo. Son como el lobo, y tienen fija toda su intención en los placeres de la carne y en la codicia del mundo; mas porque temen perder la vida y los castigos eternos, me sirven con intención de no incurrir en la pena. Y bien se echa esto de ver, porque nunca consideran la Pasión de mi Hijo, que es preciosísimo oro, ni imitan las vidas de los Santos, que son piedras preciosas, ni buscan los dones del Espíritu Santo, que son olorosas hierbas, ni dejan su propia voluntad para hacer la de mi Hijo; sino solamente buscan un apoyo, para pecar con mayor confianza y para prosperar en el mundo.

Pero ninguna será la retribución de los tales, porque hicieron sus obras con el corazón frío. Y como el lobo después de comer su presa, no se cuida del apoyo de sus pies, así, cuando llegue la hora de la muerte y esté cumplido el placer de la carne, poco les vale a estos mi apoyo, porque no dejaron su voluntad para hacer la mía, ni me buscaron por amor de Dios, sino por temor. No obstante, si convirtiéndose corrigiesen la voluntad, las obras se renovarían pronto; y si no hubiere obras, las suplirá la buena voluntad y un ardiente deseo.