Habla la Virgen María con santa Brígida, dándole consejos y documentos de suma importancia.
REVELACIÓN 90

La Madre de misericordia, acompañada de santa Inés, dijo a santa Brígida con referencia a cierto individuo: ¡Oh esposa de mi Hijo, queremos obrar a la manera de tres amigos, que sentados en un camino que conocían, le mostraron a otro amigo suyo el mismo camino que debía seguir, y uno le dijese: Amigo, el camino por donde vas, no es recto ni seguro, y si continuares por él, te asaltarán ladrones, y cuando menos lo pienses, te encontrarás muerto. El otro le dice: Amigo, ese camino por donde vas es alegre al principio, pero tiene amargo fin y paradero desastroso. Y el tercero, le dice: Amigo, estoy viendo en Dios tu flaqueza, y así no te disgustes si te diere un consejo, ni seas ingrato, si quisiere yo hacer contigo una especial caridad. Esto mismo queremos hacer con esa persona si nos quisiera oir. Luego dice la santísima Virgen a esa persona: Aunque Dios lo puede hacer todo, el hombre, sin embargo, debe cooperar personalmente para salir del pecado y alcanzar la gracia o amor de Dios. Tres cosas ayudan para salir del pecado, y otras tres cooperan para alcanzar el amor de Dios.

Los tres medios para salir del pecado, son: arrepentirse verdaramente de todas las culpas que remuerden la conciencia; tener propósito firme de no volver a pecar, y enmendar los pecados cometidos y confesados, aconsejándose para esta verdadera enmienda, con los varones virtuosos que han despreciado el mundo, y están autorizados para ello.

Para alcanzar la gracia de Dios, hay tres medios cooperativos, que son: rogar a Dios que le ayude, para que desaparezca el deleite malo y se conceda el deseo de hacer lo que a Dios agrada; porque la gracia divina no se obtiene, si no se desea, ni el deseo será racional, si no se halla establecido en el amor de Dios. Y así, hay tres cosas en el hombre, antes de entrar en él la gracia de Dios, y otras tres entran, cuando se le infunde esta gracia. Antes de obtener la gracia de Dios, se turba el hombre con la llegada de la muerte: con la pérdida de honras y amistades, con las adversidades del mundo y con las enfermedades del cuerpo. Pero así que el hombre ha alcanzado la gracia de Dios, entra alegría en su alma con las tribulaciones del mundo y las sufre; el alma no se aflije con la carencia de las cosas del mundo, y se alegra en servir a Dios y padecer por su honra.

El segundo medio de alcanzar la gracia de Dios, es dando limosna por caridad y según sus fuerzas.
El tercer medio de conseguir la gracia o amor de Dios, es el trabajo y perseverancia en este mismo amor, pues cualquiera que no dijere sino un Padre nuestro por alcanzar el amor de Dios, agradará al Señor, y más pronto se acercará a el amor divino. Si esto lo hiciere con perfección, al morir oirá al Señor que le dice: Oh amigo, viniste a presentarme tu corazón vacío de todo lo mundano y a que yo te lo llenara de mi amor. Ven, pues, y yo te lo llenaré de mí mismo. Tú estarás en mí y yo en ti, porque tu gloria y alegría no concluirán jamás.